Un truco de magia con sustancias fluorescentes
le valió al químico Joe Switzer un premio en la Convención de la Asociación de
Magos de la Costa del Pacífico de 1934. Años después, esas mismas sustancias le
harían multimillonario.
En 1800, William Herschel utilizó un termómetro para medir la temperatura de
cada uno de los colores del espectro electromagnético desvelado por el prisma
de Newton en 1671. Descubrió que se producía un aumento térmico progresivo y
que la temperatura más alta se observaba en el límite del rojo. Cuando deslizó
el termómetro más allá del rojo, registró un aumento térmico espectacular pese
a que el bulbo del termómetro no estaba iluminado. Había descubierto una forma
invisible de radiación que llamó “calorífica”, que, con el tiempo, se conocería
como “radiación infrarroja”, del latín infra, que significa “debajo”.
Johann Wilhelm
Ritter, al que recordarán de los libros de bachillerato por sus
experimentos de contracción de ancas de rana muertas al aplicarles electricidad,
había estado realizando algunos experimentos con papel empapado en una solución
de cloruro de plata que se oscurecía cuando se exponía a la luz solar, un
fenómeno que más tarde conduciría a la invención de la fotografía.
Cuando en 1801 proyectó el
espectro sobre un papel de cloruro de plata y anotó sobre el mismo los nombres
de los colores, comprobó que el máximo oscurecimiento aparecía justo más allá
del violeta, una región en la que no había proyectado luz visible. Gracias a la
experiencia de Herschel, Ritter comprendió inmediatamente que había descubierto
otro tipo de radiación invisible que llamó “radiación química”, que terminaría
llamándose "radiación ultravioleta", del latín ultra, que
significa "más allá".
La invención de la luz negra
Decenas de físicos, químicos y
aficionados diletantes dedicaron esfuerzos, tiempo y dinero para seguir
profundizando en esas investigaciones, pero tuvieron que pasar otros cien años
antes de que el físico e inventor estadounidense Robert Williams Wood
pudiera aislar luz ultravioleta de una manera que permitiera realizar más investigaciones.
Utilizando compuestos de bario,
sodio y níquel, Woods fabricó
un vidrio capaz de bloquear la luz visible y al mismo tiempo permitir el
paso de los rayos ultravioleta. En 1903 rodeó el filamento incandescente de una
bombilla de Edison con el vidrio de su invención y fabricó así la bombilla de luz negra.
Uno de los más bellos minerales fluorescentes: la willemita procedente de la mina Franklin de Nueva Jersey, iluminada con luz visible y luz ultravioleta (derecha). |
Varias sustancias, desde la
quitina de arañas y escorpiones hasta minerales como la fluorita y la willemita
o algunas maderas, brillaban de otro color cuando se exponían a la luz negra.
Comenzó a decirse de ellas que eran “fluorescentes”, un término acuñado en 1852
por el científico irlandés George Gabriel
Stokes para los materiales que convierten la luz ultravioleta invisible en
longitudes de onda visibles más largas.
La fluorescencia se produce
gracias a la luz ultravioleta, que hace que algunos electrones del objeto
emisor se desplacen a un nivel de energía más elevado y que esta energía se
libere a medida que los electrones regresan a su nivel de energía previo. Parte
de la energía se libera en forma de calor y el resto en forma de luz visible.
La introducción de la iluminación
fluorescente en la década de 1920 dio lugar a versiones mejoradas de la “luz
negra”. Los tubos de luz fluorescente, ya casi en desuso doméstico, contienen
un gas, por lo general neón y las bombillas de iluminación callejera vapor de
mercurio o de sodio.
En ambos casos, el gas se excita mediante
el paso de una corriente eléctrica y sus átomos emiten luz ultravioleta. Como los
tubos y bombillas fluorescentes están recubiertos de fósforos,
es decir, de sustancias capaces de convertir la luz ultravioleta, el tubo emite
luz visible. Pero si se suprime el recubrimiento y el tubo se fabrica con el vidrio
de Wood, obtenemos lámparas de luz negra cuya emisión oscila entre los 365 y
390 nm, al tiempo que absorben las superiores a los 400 nm.
El truco de Joe Switzer
En 1934, Joe Switzer ganó un
premio en la Convención de la Asociación de Magos de la Costa del Pacífico
gracias a un truco espectacular al que llamó “Bailarina balinesa decapitada”
ideado por él su hermano Bob.
La
historia comienza cuando Bob se cayó de un muelle de carga golpeándose la
cabeza. Después de recuperarse de un coma que lo dejó con visión borrosa, le
aconsejaron que evitara las luces brillantes. Su padre convirtió una habitación
del sótano de su farmacia en un cuarto oscuro donde su hijo pudiera pasar el
tiempo sin deslumbrarse.
La habitación semioscura consiguió
deslumbrar (mentalmente) a su hermano Joe, estudiante de química y mago
aficionado., que había estado experimentando con luz ultravioleta para crear
efectos mágicos con objeto de hacer que los objetos cubiertos con materiales
fluorescentes aparecieran y desaparecieran en un escenario.
En la habitación semioscura, los
hermanos comenzaron a experimentar con varias sustancias de la farmacia paterna
para ver cuáles brillaban bajo la luz ultravioleta. Finalmente, encontraron un colirio
para ojos irritados, el Murine
Eye Wash, que, mezclado con
alcohol y laca blanca de uñas, producía una pintura que emitía fluorescencia
bajo la luz ultravioleta.
Los hermanos Joe (izquierda) y Robert Switzer en la década de 1950. |
Animados por el éxito, Bob y Joe
Switzer exploraron otras sustancias fluorescentes y desarrollaron tintes que
brillan en respuesta al componente ultravioleta de la luz del día. Sus
innovaciones acabaron en la creación de la empresa DayGlo, que hoy en día factura
cientos de millones de dólares produciendo una gama de tintes fluorescentes patentados
que, al aumentar su visibilidad, se utilizan para tejer la ropa de trabajo de
obreros, policías de tráfico, bomberos y ciclistas, y para elaborar detergentes
clorofosfatados que aumentan la “blancura” al convertir la luz ultravioleta en
luz visible.
Y ahora desvelemos (hasta cierto
punto, porque desvelar los trucos hace que la magia pierda el encanto que nos
emboba como niños) la ilusión óptica de la que se valió Joe Switzer para crear el
artificio de la bailarina descabezada. Recuerde antes que un objeto que se vuelve
fluorescente bajo la luz negra puede hacerse visible o invisible con el uso
astuto de terciopelo negro.
En un escenario a oscuras, aparecía
la figura hierática de una bailarina balinesa con un tocado y una máscara decoradas
con pintura fluorescente que ocultaban la capucha de tela negra que cubría su
cabeza. Oculto por un lienzo de terciopelo negro, el cuerpo de la danzante estaba
vestido con una ceñida malla de tela fluorescente.
Al sonar la música, el mago
desplazaba el tocado unido a la máscara en un sentido, al tiempo que la
bailarina se desplazaba en sentido opuesto hasta hacerse visible para los
espectadores cuando dejaba atrás el lienzo negro. Luego, la descabezada
ejecutaba una danza por el escenario antes de deslizarse de nuevo detrás del
lienzo hasta situarse debajo del tocado que el mago había sostenido con sus
manos.