sábado, 2 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA FANTA

 

Coca-Cola oficialmente la lanzó en Italia en 1955 con su clásico color anaranjado, pero en realidad había nacido antes debido al embargo de la Segunda Guerra Mundial.

Para los fanáticos de los refrescos de naranja algo viejunos, Fanta es una de las marcas más conocidas. El gigante de las bebidas Coca-Cola presentó en sociedad su versión anaranjada (la única actual) hace casi 70 años y rápidamente se transformó en una de sus etiquetas icónicas. Sin embargo, según los historiadores, su verdadero origen se encuentra en Alemania en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

En 1923 Roberto Woodruff asumió la presidencia de The Coca-Cola Company y emprendió la internacionalización de la marca. Hasta ese momento la bebida cola se había posicionado como un ícono norteamericano, pero su implantación en otros mercados fallaba. Con el objetivo de consolidarla fuera de Estados Unidos, la firma decidió crear 27 plantas embotelladoras repartidas por todo el mundo. Uno de esos destinos fue Alemania. 

Para hacerse cargo de ese mercado eligieron a Ray Rivington Powers, un expatriado estadounidense conocido por ser un tipo capaz de vender frigoríficos a los esquimales. Las botellas de Coca-Cola se vendían como churros, pero el ejecutivo descuidó las finanzas de la filial y enseguida los ejecutivos de la casa matriz en Atlanta decidieron dar un golpe de timón.

Nueva estrategia

Tomó las tiendas el alemán Max Keith. El directivo eligió otro camino para potenciar la implantación. Optó por posicionar a la gaseosa insignia entre la clase trabajadora y mostrarla como un producto nacional y no como el "sueño americano de la felicidad". Las ventas se multiplicaron y llegaron a comercializar alrededor de cinco millones de botellas al año.

La mecánica internacional de la corporación funcionaba de esta manera: las filiales eran supervisadas por un nuevo departamento, Coca-Cola Export Corporation, que exportaba el jarabe secreto con el cual cada subsidiaria extranjera elaboraba la bebida añadiendo materias primas locales.

El avance del partido nacionalsocialista en Alemania culminó con la llegada al poder de Adolf Hitler en 1933 y la conformación del Tercer Reich. La empresa continuó funcionando y, según cuenta el historiador Javier Hernández en el libro Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno nazi estaba interesado en lograr la nacionalización de la bebida para apropiarse de la fórmula.

Embargo y origen de Fanta

Todo cambió cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial después del bombardeo de Pearl Harbor en 1941. Por el embargo al Eje, la casa matriz cortó relaciones con su filial alemana y, por lo tanto, también dejó de exportar su jarabe. Con su provisión embargada y sin suministros, la fábrica dejó de operar, pero Keith pensó que tenían que lanzar un nuevo producto original para que las máquinas continuaran funcionando. 

Usaron los insumos que tenían a mano, entre ellos suero lácteo y pulpa de frutas, y así crearon una nueva bebida similar al ginger ale. Hay dos versiones del origen del nombre de la nueva bebida gaseosa. Por un lado, se cree que proviene de acortar la palabra ‘fantasie' (fantasía, en alemán), mientras que otros aseguran que es la abreviatura de ‘fantastisch' dado que los empleados de la empresa habrían exclamado que el producto era "fantástico". 

Al poco tiempo Fanta logró buenas ventas, aunque no se equiparaban con las de su primera versión de cola. Según cuenta Max Pendergrast en For God, country and Coca-Cola, incluso era utilizada como edulcorante para algunos platos debido al racionamiento del azúcar. 

Con el fin de la guerra, la filial alemana volvió a fusionarse con su matriz en Atlanta. En la sede central retomaron el invento de su subsidiaria alemana y lo relanzaron en 1955 en Nápoles. En ese momento nació la tradicional Fanta anaranjada. Cinco años después debutó en Estados Unidos.

EL CAFÉ INSTANTÁNEO Y LOS PELIGROS DE LA ACRILAMIDA

 

Aunque el té es la bebida más consumida en el mundo después del agua, el café es la bebida más popular y una bebida básica para millones de personas en todo el mundo, que la consumen en un sinfín de situaciones: para conversar con un amigo, para finalizar una intensa sesión de estudio o para empezar el día.

De hecho, mientras escribo este artículo tengo al lado la primera taza de café (negro y sin azúcar) de las tres que tomaré hoy, casi una taza más de las que consume un español medio. En España, el 87% por ciento de la población entre los 18 y los 64 años toma café y siete de cada diez españoles lo hace a diario. La media es de 2,2 tazas al día y el lugar preferido es en casa, en el momento del desayuno y después de comer, según un estudio.

De acuerdo con la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, la ingesta recomendada de cafeína para un adulto es de alrededor de 400 miligramos al día, lo que equivale a unas cuatro tazas de café de tamaño estándar. La mayoría de las personas puede tolerar esta cantidad de cafeína sin experimentar ningún efecto secundario significativo.

Desde el clásico café de filtro y el moderno café frío hasta la precisión de la prensa a la francesa y la intensidad del espresso, existen innumerables formas de preparar la taza de café perfecta. La diferencia clave entre cada método de preparación es cómo interactúa el agua con los posos de café y el tiempo que lleva prepararlo.

Proceso de elaboración del café instantáneo

El café instantáneo se elabora a partir de granos de café que han sido tostados, molidos y extraídos antes de ser secados y pulverizados. El proceso de producción puede variar según la marca o el método utilizado, pero generalmente sigue dos pasos principales: la extracción y la deshidratación.

Para la extracción, los granos de café se tuestan y se muelen en partículas pequeñas y luego se sumergen en agua caliente para obtener una solución concentrada de café. Después de la extracción, la solución concentrada se somete a un proceso de deshidratación, que puede ser por liofilización o atomización.

La liofilización es un método que implica congelar la solución concentrada de café y después eliminar el agua mediante un proceso llamado sublimación. Por otro lado, la atomización consiste en dispersar la solución concentrada de café en forma de pequeñas gotas en un medio caliente, como aire o vapor, haciendo que el agua se evapore rápidamente y quede una fina capa de café seco que se pulveriza posteriormente.

Para preparar el café doméstico, el café instantáneo es la alternativa más rápida y sencilla; todo lo que hay que hacer es verter agua caliente sobre el polvo y la taza de café estará lista para beber. Pero detrás de esa reconfortante taza se esconde un intrincado mundo químico, que no sólo afecta al sabor, sino que también introduce compuestos como la acrilamida que tienen muy mala fama.

¿Qué es exactamente la acrilamida?

La acrilamida es un compuesto orgánico (C₃H₅NO) que se forma principalmente a través de la reacción de Maillard, una reacción química entre aminoácidos y azúcares reductores que ocurre cuando los alimentos se calientan a más de 120 °C. Además de dar a muchos alimentos su coloración y sabor, esta reacción también produce acrilamida, en particular cuando está presente el aminoácido asparagina. La acrilamida se encuentra en productos horneados, alimentos fritos y en el café.

La acrilamida se forma al asar o tostar cualquier alimento que, como el pan, contiene almidón.

En el caso del café, tostarlo a altas temperaturas hace que la asparagina presente en los granos reaccione con los azúcares y forme acrilamida. Como el café instantáneo se prepara y luego se deshidrata (mediante liofilización o secado por aspersión), la acrilamida, un compuesto soluble en agua, se concentra más en el producto final.

Diferentes estudios han demostrado que el café instantáneo puede contener hasta el doble de niveles de acrilamida que el café normal. Según estudios realizados en animales, las dosis altas de acrilamida pueden ser cancerígenas, lo que ha llevado a organizaciones como la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) a clasificarla como un "probable carcinógeno humano".

Pero antes de tirar al contenedor ese frasco de café instantáneo, es importante entender el contexto y los números. Aunque algunos estudios toxicológicos realizados en animales han demostrado que la acrilamida en dosis elevadas puede provocar cáncer, la frase clave aquí es "dosis elevadas". Los niveles de acrilamida que los seres humanos suelen consumir en una dieta normal son mucho más bajos que los utilizados en estudios realizados en animales.

La ingesta diaria aceptable de acrilamida varía entre organismos (de 25 a 195 microgramos) y se basa principalmente en conjeturas. Los expertos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) han estimado el rango de dosis dentro del cual es probable que la acrilamida cause una incidencia tumoral pequeña pero medible (llamados efectos "neoplásicos").

El límite inferior de este intervalo se denomina límite de confianza inferior de la dosis de referencia (BMDL10, por sus siglas en inglés). Para los tumores, los expertos seleccionaron un BMDL10 de 0,17 mg/kg de peso corporal/día. Eso quiere decir que, para una persona que pese 70 kilos, de peso, el BMLD10 son 12 mg. Cualquier ingesta diaria por debajo de esa cantidad es absolutamente inocua.

¿Cuánto café se necesita beber para que la acrilamida se convirtiera en un problema?

Hagamos los cálculos. Un litro de café instantáneo contiene aproximadamente 10 mg de acrilamida. Para alcanzar el límite inferior de las recomendaciones más conservadoras sobre la exposición a la acrilamida (esos 0,17 microgramos al día), una persona de 70 kg de peso corporal necesitaría beber unos 1,2 litros de café, es decir, unas 10 tazas de café largo diariamente. Para la mayoría de las personas, esa es una cantidad exagerada de café a consumir en un solo día, lo que significa que es poco probable que una taza de café instantáneo ocasional suponga riesgo alguno para la salud.

También es importante señalar que la extrapolación de datos de estudios toxicológicos en roedores para evaluar las implicaciones de la acrilamida para la salud de los seres humanos puede no ser del todo precisa (después de todo, no somos roedores). La investigación epidemiológica en seres humanos ha demostrado una falta general de asociación entre la exposición a la acrilamida en la dieta y la incidencia de diferentes tipos de cáncer.

Y si necesitas otra razón más para seguir con tu amado café, te recomiendo leer este artículo sobre los numerosos beneficios para la salud relacionados con el consumo moderado de café.

Con tantos tipos de café y tantos factores en juego, uno podría preguntarse: ¿cuál es el mejor tipo de café para beber? Para muchas personas, el café instantáneo es el preferido. Muchos lo descartan por considerarlo inferior, pero tiene sus ventajas. Es rápido, fácil y asequible, lo que es ideal para prepararlo rápidamente sin usar una cafetera. El ligero aumento de acrilamida puede parecer un inconveniente, pero siempre que se consuma con moderación, no hay motivo real de preocupación.

Como dijo sabiamente Paracelso, es la dosis la que crea el veneno.

viernes, 1 de noviembre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA WARFARINA, EL FÁRMACO QUE SALVÓ LA VIDA DEL PRESIDENTE EISENHOWER

 

El presidente Eisenhower en 1957 en el hospital militar de Denver donde atendieron su trombosis cardíaca. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Un par de serendipias decimonónicas sentaron las bases para la síntesis de sustancias químicas en el laboratorio que acabaron salvando vidas.

La química se puede dividir en dos ramas: analítica (cuando los químicos intentan identificar sustancias existentes) y sintética (cuando intentan crear otras nuevas). A principios del siglo XIX ya se habían aislado varias sustancias de las plantas como la morfina de la amapola, la quinina de la corteza de la quina y la cumarina de las habas tonka.

Sin embargo, dado que estas sustancias se derivaban de especies vivas, se creía que estaban dotadas de una “fuerza vital” que no se podía duplicar en el laboratorio y que tales sustancias “orgánicas” no se podían sintetizar.

Esa creencia se disipó a partir del clásico descubrimiento accidental (eso es precisamente una serendipia) de Friedrich Wohler en 1828 cuando comprobó que, al calentar el cianato de amonio, una sustancia química sin relaciones con organismos vivos, se convertía en urea idéntica a la de su propia orina. Ese descubrimiento se convirtió en una refutación del vitalismo, la hipótesis protocientífica que sostenía lo que mantiene la actividad de los seres vivos es una "fuerza vital" imposible de reproducir en el laboratorio.

Como estaba presente en la orina, la urea obviamente provenía de un sistema vivo, ¡pero podía producirse en el laboratorio! Aunque la síntesis de Wohler fue la primera vez que un compuesto producido en la naturaleza se replicaba en el laboratorio, eso no impulsó el desarrollo de otras investigaciones encaminadas a sintetizar nuevos compuestos.

Eso solo ocurrió después del descubrimiento de la anilina en 1856, la serendipia ya clásica que tuvo William Henry Perkin a la “avanzada” edad de dieciocho años. Durante un frustrante intento de sintetizar quinina a partir de compuestos del alquitrán de hulla, el joven Perkin produjo accidentalmente una sustancia, la malvaína, que tenía un color malva impresionante.

Hasta ese momento, todos los tintes se extraían de una fuente natural, pero el descubrimiento de la malvaína cambió eso. Al poco tiempo, aparecieron en el mercado otros tintes de “alquitrán de hulla”, muchos de ellos producidos por Perkin, quien con la ayuda financiera de su padre y su hermano abrió una fábrica de tintes.

Cuando llegó a los treinta, Perkin ya era lo bastante rico como para retirarse del negocio de los tintes y dedicar todo su tiempo y su dinero a la investigación química. Su principal interés, como era de esperar, se centraba en la química sintética, es decir, en utilizar reacciones químicas para crear nuevos compuestos.

Uno de sus objetivos era la cumarina, muy solicitada por la industria del perfume. Una versión sintética haría que la producción de perfumes fuera mucho más sencilla que la extracción de su principal fuente natural, el haba tonka (Dipteryx odorata) un árbol de la familia de las legumbres dotado de unas semillas fragantes.

En 1868, Perkin consiguió fabricar cumarina a partir de compuestos aislados del alquitrán de hulla mediante una reacción que él mismo diseñó. Posteriormente bautizada como “reacción de Perkin”, se sigue utilizando profusamente y es un elemento básico en los cursos de química orgánica.

La cumarina sintética apareció por primera vez en el mercado en 1882 en el Fougere-Royal, un perfume de extraordinario éxito que se convirtió en el prototipo de una serie de "Fougeres" unidos por la cumarina. El compuesto no recibió mucha atención fuera de la industria del perfume hasta la década de 1920, cuando en Canadá y en los territorios fronterizos de Estados Unidos el ganado bovino comenzó a morir por una misteriosa enfermedad que lo hacía desangrarse.

La primera observación que ayudó a seguirle la pista a la mortal y desconcertante enfermedad surgió cuando se observó que cuando las vacas se alimentaban de heno de trébol de olor, (Melilotus officinalis), una herbácea pascícola que, dada su alta capacidad fijadora de nitrógeno, fue introducida desde Europa para mejorar los pastos de las praderas norteamericanas. Al consumían trébol de olor sangraban más, particularmente cuando el clima era húmedo y frío y consumían heno ensilado y mohoso.

Cuanta más lluvia, más muertes. Y siempre en invierno. El misterio atrajo la atención del veterinario canadiense Frank Schofield, profesor de patología en la Facultad de Veterinaria de Ontario, quien notó que las vacas que morían eran las que habían consumido heno mohoso. Normalmente, el heno mohoso se desechaba, pero, dada la difícil situación económica, lo seguían usando.

Para comprobar su teoría, Schofield condujo un experimento en el que alimentó a unos conejos con heno seco y a otros con húmedo y mohoso. Estos últimos corrieron con la misma suerte que las vacas y murieron desangrados en nombre de la ciencia.

Foto sin fecha de un experimento en el laboratorio de Link que muestra los efectos del heno mohoso en los conejos de la derecha. Después de seis años de trabajo, los investigadores del laboratorio de Link aislaron el compuesto que mata a las vacas y lo llamaron dicumarol. Cortesía de los Archivos de la Universidad de Wisconsin, Madison (ID S16316)

Lamentablemente, Schofield se vio obligado a suspender su investigación cuando los directivos de la universidad le ordenaron que volviera a sus funciones de profesor. Desencantado, se fue de misionario a Corea. Fue otro veterinario, Lee M. Roderick, de la Estación de Agricultura Experimental de Dakota del Norte, en Fargo, Minnesota (¡Sí, Fargo, el pueblo protagonista de la famosa película y de su secuela televisiva!), quien descubrió que la enfermedad era prevenible: bastaba con no darle heno mohoso a las vacas.

Si ya era tarde y la habían consumido, una transfusión de sangre de una vaca sana salvaba a otra enferma. Aunque se sabía que la cumarina no tenía efecto anticoagulante, los químicos orgánicos que estudiaban el metabolismo del moho lograron transformarla en un compuesto nuevo que causaba hemorragias. De alguna manera, interfería con la acción de la vitamina K, el compuesto que evita las hemorragias coagulando la sangre cuando es necesario.

La estructura molecular del anticoagulante recientemente aislado, al que llamaron dicumarol, se confirmó cuando se sintetizó aisladamente. Al dicumarol se le encontró rápidamente un uso industrial como matarratas.

Cartel de 1957 publicitando la warfarina utilizada como matarratas.


En la Universidad de Wisconsin, el químico Karl Link continuó trabajando en el desarrollo de anticoagulantes más potentes basados en cumarina para su uso como venenos para roedores hasta que encontró un derivado del dicumarol al que denominó "warfarina", por el acrónimo de Wisconsin Alumni Research Foundation, el organismo que había estado financiando su investigación.

En 1948 la warfarina se patentó para su uso como rodenticida en Estados Unidos, pero solo llamóa la atención de los químicos farmacéuticos en 1951, cuando un soldado estadounidense intentó suicidarse ingiriendo warfarina y se salvó cuando le inyectaron vitamina K, que es clave en la coagulación de la sangre, algo que había descubierto en 1929 el científico danés Henrik Dam. La llamó "la vitamina de la coagulación", que en alemán se escribe koagulation, de ahí la K.

El éxito del antídoto sugirió que la warfarina podría usarse como medicamento en humanos cuando fuera necesario prevenir la formación de coágulos sanguíneos. Se descubrió que era superior al dicumarol y en 1954 se aprobó para su uso médico en humanos.


Uno de los primeros receptores de warfarina fue el presidente estadounidense Dwight Eisenhower, a quien se le recetó el medicamento después de sufrir un ataque cardíaco de origen trombótico en 1955. A pesar de que era secreto, pronto se supo que al hombre más poderoso del mundo lo habían tratado con el anticoagulante. A partir de entonces, su uso se generalizó.

¿No es interesante cómo una historia que comienza con el descubrimiento accidental de un tinte conduce por un camino que termina con la síntesis de un fármaco salvavidas?

LA VERDADERA HISTORIA DE FRANKESTEIN

 


Frankenstein no era un monstruo ni un médico. Halloween es el momento adecuado para contar la verdadera historia.

Durante el verano boreal de 1816, el año sin verano novelado por William Ospina, el hemisferio norte soportó un largo y frío «invierno volcánico» debido a la erupción del volcán Tambora. Durante este terrible año, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron que entonces residía en Villa Diodati, Suiza.

Después de leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico personal John Polidori a escribir, cada uno, una historia de terror. De los cuatro, solo Polidori completó la historia y con ella publicó en 1819 la novela El vampiro, que es también la primera referencia literaria de este subgénero del terror.

Mary concibió una idea: esa idea fue el germen de la que es considerada la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror gótico. Pocos días después tuvo una pesadilla y escribió lo que sería el cuarto capítulo del libro. Se basó en las conversaciones que mantenían con frecuencia Polidori y Percy Shelley respecto de las nuevas investigaciones de Luigi Galvani y de Erasmus Darwin que trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes, descubriéndolo con lo que se conoce como experimentos galvánicos.

«Recogí los instrumentos de la vida a mi alrededor, para poder infundir una chispa de ser en la cosa sin vida que yacía a mis pies». Con estas palabras Víctor Frankenstein comenzaba su relato de la aventura que aterrorizaría a generaciones de lectores. Aunque el cuento clásico de Mary Shelley de 1816 generalmente se considera una historia de terror, en realidad es una fantasía reflexiva sobre las consecuencias de la ciencia mal aplicada.

¿Qué impulsó a una chica de dieciocho años, Mary Shelley, a escribir una historia tan oscura y aterradora sobre la creación de la vida? Con frecuencia, las obras de ficción nacen de alguna experiencia de la vida real. Por eso, es interesante reflexionar sobre qué acontecimientos reales pudieron desencadenar el concepto de Frankenstein.

Primero, aclaremos una cosa. Frankenstein era el creador, no el monstruo. Y no era médico. Tampoco era un "científico loco". Víctor Frankenstein era un estudiante universitario que desde muy joven había estado obsesionado con la búsqueda de los secretos del cielo y la tierra. Leyó vorazmente las obras de grandes alquimistas como Alberto Magno y Paracelso, que trataban de encontrar el secreto de la eterna juventud. Se quedó fascinado con el poder de la electricidad cuando vio un árbol partido por un rayo.

La muerte de su madre le impulsó a buscar con más ahínco el secreto de la vida. Finalmente, después de numerosos experimentos fallidos, logró dar vida a la famosa criatura que había reunido a partir de porciones de cuerpos robados en cementerios y patíbulos. Mary Shelley no describe los detalles de la creación; en su narración no se mencionan matraces burbujeantes, probetas llenas de líquidos extraños y ni siquiera generadores eléctricos. Todo eso fue añadido por los cineastas.

Video de la pelicula de 1931 Frankestein! Its alive! Fuente: https://youtu.be/wL9E2QKP2us

Puede resultar curioso, y a la vez decepcionante para los amantes de la criatura salida de la mente de Mary Shelley, que la primera referencia de Frankenstein en la historia del cine, que llevó el título de Frankenstein’s Trestle, nada tiene que ver con la famosa novela de la escritora inglesa. La película, de unos pocos minutos de duración, corresponde a una grabación dirigida en agosto de 1899 por Wallace MacCutcheon en la que se muestra el paso de un tren por la garganta más profunda de White Mountain.

Tendrían que pasar otros once años para que la verdadera criatura creada por Mary Shelley y, de forma ficticia, por el doctor Víctor Frankenstein, se pudiese ver reflejada en una pantalla de cine. Ocurriría, exactamente, un 18 de marzo de 1910.

Esta primera versión cinematográfica de la novela de Shelley, un cortometraje dirigido por J. Searle Dawley en 1910 titulado Frankenstein, fue producido por Thomas Alva Edison (por eso muchos conocen este film como el Frankenstein de Edison), que para muchos teóricos e historiadores del cine no solo es la primera versión dedicada a Frankenstein, también es el primer film estadounidense del género de terror.

Frankestein de Edison (1910). Fuente: https://youtu.be/w-fM9meqfQ4

Realizada el 18 de mayo de 1910 en los estudios de Edison de Nueva York con Charles Ogle como la “Criatura”, un ser grotesco y mucho más monstruoso que sus sucesores, un engendro repulsivo que la mítica revista Famous Monster describió como un ser que mezclaba elementos de Nosferatu y Quasimodo y con un pelo que habría ganado el primer premio de un desfile hippie. A partir de esa primera película, todos los filmes presentan al ser creado por el doctor Frankstein como una criatura monstruosa.

Frankestein no era un monstruo

Pero, en realidad, ¡la criatura de María no es un monstruo! A diferencia de la encarnación que popularizó Boris Karloff, aprende a pensar y conversar de manera inteligente. Solo se vuelve violento cuando la sociedad lo rechaza por su apariencia. Víctor Frankenstein había desatado involuntariamente un azote social.

¿Estaba Mary Shelley preocupada por lo que la ciencia descontrolada podría desatar? Quizás. Mary había ido a una demostración pública de "galvanismo" y había quedado impresionada por ella. El galvanismo es una teoría del médico italiano Luigi Galvani (1737-1798) según la cual el cerebro de los animales produce electricidad que es transportada por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros.

A partir de la publicación en 1791 de su libro De viribus electricitatis in motu musculari commentarius, el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.

Luigi Galvani había descubierto que tocar una pata de rana cortada con instrumentos de metal hacía que la pata temblara. Interpretó erróneamente este fenómeno como "electricidad animal". En realidad, había creado accidentalmente una batería con dos metales diferentes que actuaban como terminales y el fluido de la rana como electrolito. En cualquier caso, el experimento de Galvani produjo un gran impacto en Mary Shelley. Aparentemente, incluso tuvo un sueño en el que la electricidad devolvía la vida a un bebé que nació muerto.

Mary se casó con el poeta romántico Percy Bysshe Shelley, que había abandonado a su esposa e hijos para vivir con ella. Huyeron de Inglaterra a causa de este escándalo. Al parecer, durante un crucero en barco por el río Rin, se detuvieron en un castillo que se había convertido en una atracción turística basada en las hazañas de un antiguo habitante llamado Johan Conrad Dippel.

Dippel fue un infatigable alquimista del siglo XVII del que se decía que había cavado tumbas y robado cadáveres para realizar experimentos macabros. Le apasionaba descubrir cómo funcionaba el cuerpo. Incluso creó el "Aceite de Dippel", que supuestamente prolongaba la vida. Es posible que muriera por probar sus propios brebajes, ya que se sabe que murió echando espuma por la boca mientras convulsionaba. ¿El nombre del castillo?: ¡Castillo Frankenstein!

Los Shelley también se detuvieron en otra atracción turística en las orillas del Rin, un museo con "autómatas". Eran ingeniosas criaturas de relojería creadas por maestros artesanos. Algunos sobreviven hasta el día de hoy y todavía sorprenden a la gente con sus travesuras realistas.

El escenario estaba listo. A Mary le había impresionado el galvanismo. Había visitado el castillo Frankenstein y se había enterado de los esfuerzos de Dippel por crear vida. Los autómatas que había visto parecían prácticamente seres vivos.

Por lo tanto, no es de extrañar que cuando ella, su esposo y dos amigos obligados a quedarse en casa por el frío se enzarzaran en el juego de escribir historias de terror, Mary produjera el clásico Frankenstein. También nos dejó un importante legado sobre la necesidad de pensar detenidamente en las consecuencias de la ciencia, ya sea ensamblando partes del cuerpo, reuniendo fragmentos de ADN o enlazando moléculas para crear compuestos de funciones desconocidas.

CUANDO LA CIENCIA HIZO PERDER LA CABEZA A UNA BAILARINA BALINESA

 

Un truco de magia con sustancias fluorescentes le valió al químico Joe Switzer un premio en la Convención de la Asociación de Magos de la Costa del Pacífico de 1934. Años después, esas mismas sustancias le harían multimillonario.

En 1800, William Herschel utilizó un termómetro para medir la temperatura de cada uno de los colores del espectro electromagnético desvelado por el prisma de Newton en 1671. Descubrió que se producía un aumento térmico progresivo y que la temperatura más alta se observaba en el límite del rojo. Cuando deslizó el termómetro más allá del rojo, registró un aumento térmico espectacular pese a que el bulbo del termómetro no estaba iluminado. Había descubierto una forma invisible de radiación que llamó “calorífica”, que, con el tiempo, se conocería como “radiación infrarroja”, del latín infra, que significa “debajo”.

(A): Cuando la luz blanca atraviesa un prisma se descompone en los diferentes colores que apreciamos como un arcoiris. (B): La luz es una forma de radiación electromagnética, un tipo de energía que viaja en ondas. En conjunto, todos los tipos de radiación conforman el espectro electromagnético. El espectro visible para el ojo humano es la radiación cuya longitud de onda está aproximadamente entre 400 y 700 nm. Dibujo de Luis Monje.

Johann Wilhelm Ritter, al que recordarán de los libros de bachillerato por sus experimentos de contracción de ancas de rana muertas al aplicarles electricidad, había estado realizando algunos experimentos con papel empapado en una solución de cloruro de plata que se oscurecía cuando se exponía a la luz solar, un fenómeno que más tarde conduciría a la invención de la fotografía.

Cuando en 1801 proyectó el espectro sobre un papel de cloruro de plata y anotó sobre el mismo los nombres de los colores, comprobó que el máximo oscurecimiento aparecía justo más allá del violeta, una región en la que no había proyectado luz visible. Gracias a la experiencia de Herschel, Ritter comprendió inmediatamente que había descubierto otro tipo de radiación invisible que llamó “radiación química”, que terminaría llamándose "radiación ultravioleta", del latín ultra, que significa "más allá".

La invención de la luz negra

Decenas de físicos, químicos y aficionados diletantes dedicaron esfuerzos, tiempo y dinero para seguir profundizando en esas investigaciones, pero tuvieron que pasar otros cien años antes de que el físico e inventor estadounidense Robert Williams Wood pudiera aislar luz ultravioleta de una manera que permitiera realizar más investigaciones.

Utilizando compuestos de bario, sodio y níquel, Woods fabricó un vidrio capaz de bloquear la luz visible y al mismo tiempo permitir el paso de los rayos ultravioleta. En 1903 rodeó el filamento incandescente de una bombilla de Edison con el vidrio de su invención y fabricó así la bombilla de luz negra.

Uno de los más bellos minerales fluorescentes: la willemita procedente de la mina Franklin de Nueva Jersey, iluminada con luz visible y luz ultravioleta (derecha). 

Varias sustancias, desde la quitina de arañas y escorpiones hasta minerales como la fluorita y la willemita o algunas maderas, brillaban de otro color cuando se exponían a la luz negra. Comenzó a decirse de ellas que eran “fluorescentes”, un término acuñado en 1852 por el científico irlandés George Gabriel Stokes para los materiales que convierten la luz ultravioleta invisible en longitudes de onda visibles más largas.

Fluorescencia de la capa más externa de la epidermis quitinosa de dos arácnidos: el alacrán común (Buthus occinatus) a la izquierda y una escolopendra española (Scolopendra cingulata) a la derecha. Foto de Luis Monje.

La fluorescencia se produce gracias a la luz ultravioleta, que hace que algunos electrones del objeto emisor se desplacen a un nivel de energía más elevado y que esta energía se libere a medida que los electrones regresan a su nivel de energía previo. Parte de la energía se libera en forma de calor y el resto en forma de luz visible.

Gráfica del espectro de una fuente de fluorescente de luz negra utilizando el vidrio de Wood. Obsérvese cómo las longitudes de onda mayores de 400 nm se anulan, mientras que se realzan los inferiores a 400 nm, es decir la parte del espectro correspondiente al ultravioleta (1). El pequeño pico de la derecha (2) corresponde a un poco de luz azulada de 404nm que suele escapar del filtro.

La introducción de la iluminación fluorescente en la década de 1920 dio lugar a versiones mejoradas de la “luz negra”. Los tubos de luz fluorescente, ya casi en desuso doméstico, contienen un gas, por lo general neón y las bombillas de iluminación callejera vapor de mercurio o de sodio.

En ambos casos, el gas se excita mediante el paso de una corriente eléctrica y sus átomos emiten luz ultravioleta. Como los tubos y bombillas fluorescentes están recubiertos de fósforos, es decir, de sustancias capaces de convertir la luz ultravioleta, el tubo emite luz visible. Pero si se suprime el recubrimiento y el tubo se fabrica con el vidrio de Wood, obtenemos lámparas de luz negra cuya emisión oscila entre los 365 y 390 nm, al tiempo que absorben las superiores a los 400 nm.

Lámpara callejera de vapor de sodio en la que se ha recortado parcialmente el bulbo de vidrio recubierto de fósforo. En los restos de su base, muestra la típica fluorescencia naranja del espectro excitado del sodio. Foto de Luis Monje.

El truco de Joe Switzer

En 1934, Joe Switzer ganó un premio en la Convención de la Asociación de Magos de la Costa del Pacífico gracias a un truco espectacular al que llamó “Bailarina balinesa decapitada” ideado por él su hermano Bob.

La historia comienza cuando Bob se cayó de un muelle de carga golpeándose la cabeza. Después de recuperarse de un coma que lo dejó con visión borrosa, le aconsejaron que evitara las luces brillantes. Su padre convirtió una habitación del sótano de su farmacia en un cuarto oscuro donde su hijo pudiera pasar el tiempo sin deslumbrarse.

La habitación semioscura consiguió deslumbrar (mentalmente) a su hermano Joe, estudiante de química y mago aficionado., que había estado experimentando con luz ultravioleta para crear efectos mágicos con objeto de hacer que los objetos cubiertos con materiales fluorescentes aparecieran y desaparecieran en un escenario.

En la habitación semioscura, los hermanos comenzaron a experimentar con varias sustancias de la farmacia paterna para ver cuáles brillaban bajo la luz ultravioleta. Finalmente, encontraron un colirio para ojos irritados, el Murine Eye Wash, que, mezclado con alcohol y laca blanca de uñas, producía una pintura que emitía fluorescencia bajo la luz ultravioleta.

Los hermanos Joe (izquierda) y Robert Switzer en la década de 1950. 

Animados por el éxito, Bob y Joe Switzer exploraron otras sustancias fluorescentes y desarrollaron tintes que brillan en respuesta al componente ultravioleta de la luz del día. Sus innovaciones acabaron en la creación de la empresa DayGlo, que hoy en día factura cientos de millones de dólares produciendo una gama de tintes fluorescentes patentados que, al aumentar su visibilidad, se utilizan para tejer la ropa de trabajo de obreros, policías de tráfico, bomberos y ciclistas, y para elaborar detergentes clorofosfatados que aumentan la “blancura” al convertir la luz ultravioleta en luz visible.

Y ahora desvelemos (hasta cierto punto, porque desvelar los trucos hace que la magia pierda el encanto que nos emboba como niños) la ilusión óptica de la que se valió Joe Switzer para crear el artificio de la bailarina descabezada. Recuerde antes que un objeto que se vuelve fluorescente bajo la luz negra puede hacerse visible o invisible con el uso astuto de terciopelo negro.


En un escenario a oscuras, aparecía la figura hierática de una bailarina balinesa con un tocado y una máscara decoradas con pintura fluorescente que ocultaban la capucha de tela negra que cubría su cabeza. Oculto por un lienzo de terciopelo negro, el cuerpo de la danzante estaba vestido con una ceñida malla de tela fluorescente.

Al sonar la música, el mago desplazaba el tocado unido a la máscara en un sentido, al tiempo que la bailarina se desplazaba en sentido opuesto hasta hacerse visible para los espectadores cuando dejaba atrás el lienzo negro. Luego, la descabezada ejecutaba una danza por el escenario antes de deslizarse de nuevo detrás del lienzo hasta situarse debajo del tocado que el mago había sostenido con sus manos.