La demanda de limones sicilianos
se disparó tras conocerse, a finales del siglo XVIII, que los cítricos podían
prevenir y curar el escorbuto. Luego vino un proceso que puede resultar familiar. Un mercado mundial enfebrecido aumenta la demanda de un recurso que
se encuentra en una región remota y subdesarrollada.
Sin apenas un Estado de derecho
que proteja sus derechos de propiedad y sus beneficios, los productores locales
buscan una alternativa a la anarquía. Pero esa alternativa tiene un alto
precio, ya que los “protectores” terminan dominando la producción, el
procesamiento y la exportación del recurso.
La “institución
extractiva” resultante se enriquece con las ganancias, distorsiona y
atrofia otras formas de desarrollo económico local mediante un régimen de
corrupción generalizada basado en la extorsión y la violencia. Eso es
exactamente lo que ocurrió con los cítricos en Sicilia en el siglo XIX con
los orígenes de la mafia siciliana.
El origen de la palabra “mafia” está
en el árabe marfud, que en sus inicios significaba estafador o
tramposo. Pero en Sicilia mafioso no tuvo en sus principios una connotación
negativa; era un término laudatorio, que se refería a alguien que se enfrentaba
a los bandidos, a los ejércitos privados de los barones feudales o a
quienquiera que estuviera ocupando la isla en ese momento. Eran personajes tipo
Robin Hood, hasta que se convirtieron simplemente en asesinos extorsionadores.
La combinación de altas ganancias, un Estado de derecho debilitado hasta la casi inexistencia, un bajo nivel de confianza social y un alto nivel de pobreza local hicieron de los productores de limones un blanco idóneo para la depredación. Ni el régimen borbónico (1816-1860) ni el gobierno constituido después de la independencia italiana en 1861 tenían la fuerza o los medios imprescindibles para hacer cumplir eficazmente los derechos de la propiedad privada.
Recogiendo limones en un huerto en la Conca d'Oro, en las afueras de Palermo, Sicilia, hacia 1900-1910. Biblioteca del Congreso de EEUU. |
La pobreza, las enormes
disparidades en la riqueza, el bandidaje generalizado y la incapacidad de
cualquier principio regulador para cumplir el papel del Estado después de que
el sistema feudal se agotara a principios del siglo XIX prepararon el terreno
para el surgimiento de la mafia. En cierto modo, la isla estaba maldita por su
posición estratégica en el Mediterráneo: estuvo dominada sucesivamente por
griegos, romanos, bizantinos, árabes, normandos, españoles y franceses, y todos
los colonizadores hicieron más por obstaculizar que por fomentar el su desarrollo
socioeconómico.
La clandestinidad primaria y
secreta de una organización rural conocida como mafia no comenzó en las zonas
más pobres y deprimidas de la isla, empezó en áreas donde los productores de
cítricos obtenían grandes beneficios de las exportaciones al extranjero. Esos
ingresos fueron la clave.
Los cítricos llegaron por primera
vez a Sicilia con los árabes en el siglo X. Las cálidas llanuras costeras de la
isla, junto con el suelo excepcionalmente fértil, superpuesto a una base de
piedra caliza con fuertes capas de lava, eran extraordinariamente adecuadas
para el cultivo de cítricos. Durante el siglo XV, al ver los árboles bañados
por el Sol, la gente empezó a llamar a la bahía de Palermo "la cuenca de
oro".
Los limones, sin embargo, tienen
poca tolerancia a los extremos climáticos: son vulnerables tanto a las heladas
como al cálido siroco que sopla desde el sur. Por lo tanto, la producción era un
negocio arriesgado y geográficamente muy restringida. Tan restringida, que
muchas veces los limoneros se amurallaban con cercas de piedra para proteger
los árboles del viento.
De James Lind a Vito Corleone:
el escorbuto, los limones y el auge de la mafia siciliana
Durante siglos, los limones habían
sido "símbolos aristocráticos de riqueza", utilizados para la
decoración o la extracción de esencias de su cáscara. La demanda internacional lo
cambió todo.
Aunque es conocido que los españoles, ya desde al menos principios de siglo XVII, utilizaban de forma habitual cítricos como método para evitar el escorbuto, la demanda de limones sicilianos se disparó después de que, en 1753, el doctor escocés James Lind, demostrara que los cítricos podían prevenir y curar el escorbuto, la “plaga de los mares”. Las guerras napoleónicas anglo-francesas son un buen ejemplo: el Almirantazgo británico suministró unos seis millones de litros de zumo de limón a los marineros durante esos años. Sicilia se convirtió, de hecho, en una fábrica de limonada.
Efectos del escorbuto en el diario de Henry Walsh Mahon a bordo del barco de presidiarios Barrosa. Wikipedia. |
Cuando la Marina Real asumió que debía
suministrar limón a sus hombres, los frutos pasaron de ser un lujo a una
necesidad. Esa demanda no hizo más que crecer después de las guerras
napoleónicas: los registros del puerto de Messina muestran un
aumento de las exportaciones de 740 barriles de zumo de limón en 1837 a 20 707
en 1850. Las exportaciones de fragancias de limón se multiplicaron por diez entra
1837 y 1850.
En 1853 unas 7 695 hectáreas de
la isla estaban dedicadas a la producción de cítricos; en 1880 eran 26 840. Los
agricultores comenzaron a cambiar olivos por limoneros, nada sorprendente si
tenemos en cuenta que los beneficios de la venta de limones eran 35 veces mayores
que los del aceite de oliva y cultivar
limones era lo más lucrativo en agricultura en toda Europa. A mediados de
la década de 1880, tan solo a la ciudad de Nueva York llegaban cada año 2,5
millones de cajas de cítricos italianos, la mayoría procedentes de Palermo.
Con la rentabilidad de la
producción limonera, los primeros mafiosos, que eran en realidad terratenientes
ricos, se presentaban ante los nuevos cultivadores y les ofrecían personal, préstamos
para instalar sistemas de regadío, ayuda para vender los limones por adelantado,
protección contra los ladrones, además de manejar el transporte hasta el puerto y a los
estibadores que cargaban los barcos. La misma estructura que luego funcionaría
con el tráfico de drogas u otros negocios daba aquí sus primeros pasos.
Si aceptaban la oferta, los
pequeños agricultores no ganaban tanto pues les quitaban una parte sustancial
de sus ganancias, pero podían cultivar sin problemas. Si respondían que
preferían encargarse de todo por sí solos, la misma persona que les había
ofrecido ayuda mandaba hombres a sus plantaciones a romper sus sistemas de
riego, cortar los árboles, incendiar las casas y, si se resistían, los mataban.
En resumen, no son necesariamente
productos ilegales como el alcohol o las drogas los que financian el auge del
crimen organizado. En 1900, la mafia también se había apropiado de la
producción de azufre siciliano, por entonces vital para la fabricación de
carbonato de sodio, pólvora e incluso pesticidas antifúngicos para la industria
del vino.
Los ingresos extraordinarios que
recibían algunos productores, junto con la inseguridad política general y la
debilidad del Estado de derecho, constituyeron un caldo de cultivo ideal para
el surgimiento de una mafia que brindaba protección y actuaba como intermediaria
en la producción de cítricos.
Con el tiempo, la influencia de la organización se extendió a la Italia continental, se constituyó como una de las instituciones económicas más dañinas en Europa durante la era moderna y saltó a Estados Unidos y a otros lugares llevando consigo prácticas corruptas y procedimientos delictivos extraordinariamente violentos.