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sábado, 26 de octubre de 2024

CAMBIO DE HORARIO: ¿POR QUÉ CUANDO HACE FRÍO TENEMOS MÁS GANAS DE COMER?

 


Esta noche cambiamos de horario. Pasamos al horario de invierno y con ello dejamos definitivamente atrás los días de verano, la estación que, de acuerdo con el calendario astronómico terminó el pasado 21 de septiembre.

Es un buen momento para responder a una pregunta relacionada con nuestros hábitos alimenticios: ¿por qué comemos más en invierno que en verano y viceversa?

A más calor menos calorías

¿Cuál es la relación entre la temperatura y el apetito? ¿Por qué sentimos menos ganas de comer cuando hace calor?

Los científicos han observado desde hace mucho tiempo la influencia de la temperatura en el apetito que conduce a una regla general: las personas que viven en ambientes más fríos consumen más calorías.

Existe una razón biológica básica que lo explica. Las calorías son una unidad de energía; quemarlas puede liberar calor, lo que nos ayuda a mantener la temperatura corporal en climas más fríos. Pero a medida que el invierno da paso a un clima más cálido, la gente nota que tiene mucha menos hambre, una tendencia que aparece profusamente en la bibliografía científica.

Sin embargo, los mecanismos que se esconden detrás de este fenómeno no están claros. Hay muchos factores que influyen en la ingesta calórica, incluidas las hormonas, las proteínas y los factores ambientales, y pueden explicar cómo y por qué sentimos hambre y, en última instancia, por qué esa sensación disminuye en los días más calurosos

Nuestro cuerpo siempre está intentando mantener estables las condiciones internas. Ese proceso multifactorial y regulado por múltiples mecanismos se llama homeostasis. Por eso sudamos bajo el sol abrasador o bebemos agua después de un entrenamiento agotador. El hambre también es homeostática: sentimos hambre cuando nuestro cuerpo tiene pocas calorías y nos sentimos llenos después de comer, manteniendo equilibrado nuestro estado fisiológico interno.

El papel de dos hormonas

Muchos procesos homeostáticos se mantienen gracias a las hormonas, que actúan como mensajeros químicos en el cuerpo. Las dos hormonas que desempeñan un papel importante en las sensaciones de hambre y saciedad son la llamada “hormona del hambre”, la grelina, liberada por el estómago cuando está vacío, y la leptina, que secretan las células grasas, los adipocitos, para indicarle al cerebro que el cuerpo está saciado.



Para influir en nuestras sensaciones y comportamiento, estas hormonas envían señales al hipotálamo, una parte del cerebro que trabaja para regular aspectos como la temperatura corporal, el hambre y la sed. En la base del hipotálamo, en el núcleo arqueado (ARC), se encuentra una masa de neuronas especializadas que regulan la sensación de hambre y saciedad. Allí, la grelina estimula las neuronas asociadas con el hambre, las llamadas neuronas AgRP, que nos hacen sentir hambre. La leptina, en cambio, inhibe estas neuronas y estimula las neuronas POMC, que nos hacen sentir saciados.

Cómo interviene el cerebro

La forma en que la temperatura influye en el intrincado sistema de regulación homeostática de la temperatura es todavía un campo abierto para la investigación. El cerebro tiene sensores de temperatura: proteínas que cambian de forma cuando el cuerpo alcanza un cierto nivel de calor.

Ciertas células cerebrales envían información a las neuronas AgRP cuando las temperaturas son frías, lo que aumenta la sensación de hambre. Por otro lado, cuando hace calor, las neuronas POMC tienen una proteína sensora de calor que se activa cuando aumenta la temperatura corporal, lo que luego activa las neuronas asociadas con la saciedad. Pero probablemente otros circuitos cerebrales también trabajen interrelacionados para influir en cuánto comemos.

Independientemente de las señales que nos envíe el cuerpo, en verano es importante mantenerse hidratado, ya sea comiendo alimentos ricos en agua, como verduras y frutas, o bebiendo líquidos. Aunque parezca contradictorio, los helados y otros refrescos azucarados pueden aumentar la temperatura corporal porque suelen tener muchas calorías.



Haga calor o no, el apetito es un equilibrio complejo, una forma en que nuestro cuerpo se sincroniza con el medio ambiente. Comer y beber son cosas que parecen ocurrir sin más, pero en realidad el cerebro mide con precisión la necesidad de calorías, de agua y de una temperatura corporal óptima.

Y eso es algo maravilloso.