Ese feo anillo en el desagüe de la
bañera no tiene nada que ver con la suciedad, tiene que ver con la dureza del
agua, el término que se usa para medir la cantidad de minerales de calcio y
magnesio que contenga.
Aguas duras y aguas blandas
El agua dura es la que posee una
alta concentración de minerales. Se suele presentar en las zonas costeras, que
se caracterizan por tener rocas que contienen un porcentaje elevado de
carbonato cálcico. El agua blanda es la que tiene una cantidad mínima de sales
minerales. Procede de lugares montañosos y de pozos, siempre que las rocas no
acumulen mucho calcio ni magnesio.
Aparte de la cantidad de
minerales que contenga cada una, hay otras diferencias que se deben tener en
cuenta. La primera es el sabor, que cambia. Al beber aguas duras se siente que
son más fuertes debido a la alta presencia de sales. Las aguas blandas se
caracterizan por tener un sabor mucho más ligero. En segundo lugar, mientras el
agua blanda es buena para la limpieza, el agua dura debilita los detergentes
porque las moléculas del jabón se rompen cuando interactúan con los iones de
calcio o magnesio.
El agua dura causa muchos
problemas en las instalaciones de fontanería. Obstruye las tuberías, porque
cuando el agua se calienta libera trozos de cal que se acumulan poco a poco; las
sales cálcicas producen un sarro que salpica de mancha grifos y paredes y, por
último, daña los electrodomésticos, porque los residuos sólidos de las sales se
pueden acumular en el interior de lavadoras y lavaplatos y reducen la eficacia
de los detergentes.
Ya ha transcurrido casi un siglo
desde que, después de años de investigación, una empresa estadounidense anunció
que esos problemas estaban solucionados.
El nacimiento de Calgon
En 1933, la Pittsburgh Coke &
Chemical Corporation, una empresa radicada en Pittsburgh, Pensilvania,
presentó su producto estrella, patentado muy apropiadamente como “Calgon”,
un nombre derivado de “calcium gone” (algo así como “el calcio se ha ido”),
una descripción precisa de lo que el producto estaba diseñado para hacer, es
decir, ablandar el agua.
Cuando la concentración de
minerales disueltos, sobre todo de sales de calcio y magnesio en un agua dura es
mayor de aproximadamente 120 mg por litro, se producen varios problemas. A
diferencia de las sales de sodio de los ácidos grasos, que son el fundamento de
los jabones y se disuelven fácilmente, las de calcio y magnesio son insolubles,
lo que se hace notar, entre otras cosas, en las clásicas salpicaduras en la grifería
y en lo que parece roña (que no lo es) alrededor del anillo de desagüe de la
bañera.
Aunque los detergentes no forman
precipitados con los minerales del agua dura, sí forman complejos solubles que
reducen la eficacia de la limpieza. Otro problema importante aparece cuando los
bicarbonatos de calcio y magnesio disueltos se convierten en carbonato de
calcio y magnesio insolubles cuando se calienta el agua. Estas sales insolubles
forman una cal que puede obstruir las tuberías, depositarse en la ropa y, en
teoría, favorecer averías en las lavadoras.
Los suavizantes añadidos al agua
hacen que el calcio y el magnesio se precipiten en forma de sales que se
eliminan fácilmente con el enjuague o secuestran los iones de calcio y magnesio
para formar complejos solubles, lo que evita que reaccionen con el jabón o se formen
depósitos.
La versión original del
suavizante Calgon consistía en hexametafosfato
de sodio, un compuesto que secuestraba el calcio y hacía que pareciera que no
estaba allí. ¡Eureka: el calcio parecía haber desaparecido! La publicidad realzaba
hiperbólicamente la capacidad del suavizante Calgon para mejorar el
aspecto de la ropa. Cuando la televisión invadió los hogares estadounidenses, Calgon
produjo auténticas marejadas de anuncios a cuál más ingenioso.
En uno de ellos, una señora le
pregunta al dueño de una lavandería, obviamente asiático, cómo consigue que las
camisas queden tan limpias. “Un antiguo secreto chino”, es la respuesta,
pronunciada con el acento apropiado (“secleto”). El “secreto” se descubre
cuando la esposa del dueño (obviamente asiática), asoma la cabeza y grita:
“¡Necesitamos más Calgon!”.
En esa época, al suavizador de
agua se le había unido una línea de sales y aceites de baño Calgon, que también
contenían hexametafosfato de sodio para suavizar el agua, pero que además incorporaban
sulfato de magnesio (las conocidas “sales de Epsom”).
Esta combinación le da al agua una sensación más viscosa, como resbaladiza, que
también suaviza la piel encallecida.
Los aceites de baño Calgon,
que básicamente consistían en aceite de coco que dejaba una capa oleosa en la
piel, eran también muy populares. Unos ingeniosos eslóganes publicitarios como “Ama
tu piel”, “Deja que Calgon te lleve lejos” y el más difundido, “Abandónate en
el lujo”, popularizaron estos productos cosméticos femeninos.
El problema ecológico e los
fosfatos
Los descalcificadores de agua
siguen comercializándose, aunque la fórmula original se ha modificado porque
las consecuencias ambientales creadas por el uso de fosfatos han salido a la
luz desde su introducción en la década de 1930.
Dado que el fósforo es un
nutriente esencial para las plantas, la abundancia de fosfatos en las aguas
naturales puede provocar su eutrofización,
es decir, un crecimiento excesivo de plantas y algas, que al morir se
descomponen y consumen parte del oxígeno disuelto en el agua. La eutrofización
puede tener efectos terribles en la vida acuática.
Actualmente, existen varias
versiones de los descalcificadores de agua Calgon que cumplen con las diferentes
legislaciones sobre el contenido de fosfato autorizado. En la mayoría de los
casos, los ingredientes activos son el sesquicarbonato
de sodio y varios polímeros del grupo de los “policarboxilatos”,
unos aditivos plastificantes muy utilizados en la industrial del hormigón, que cumplen
la misma función que los fosfatos, es decir, unen los minerales en solución,
pero sin las consecuencias ambientales de aquellos.
Pero además de esto, los
suavizantes de mercado son productos con un gran impacto medioambiental que
generan muchos residuos plásticos y se fabrican emitiendo toneladas de dióxido
de carbono. Eso sin contar con que la mayoría se compone de tensioactivos
catiónicos, generalmente amonio cuaternario, que en cantidades concentradas es
tóxica para la biodiversidad marina.
La discutible función descalcificadora
de los electrodomésticos
La publicidad de los
descalcificadores subraya que se puede utilizar menos detergente si el agua se
ablanda adecuadamente, porque los complejos de minerales disueltos no
interfieren con la actividad del detergente.
Calgon no pone énfasis en
ablandar el agua, sino en el papel del producto como “protector” de las
lavadoras, un papel basado en que la acumulación de cal en el interior acorta su
vida útil, por lo que añadir un ablandador de agua a cada carga de lavado puede
evitar que las lavadoras se estropeen prematuramente.
Si esto es así o no lo es constituye
un asunto discutible y discutido. Which?, una organización británica de
consumidores, abordó
este tema simulando tres años de lavado y, aunque descubrieron que había
una clara disminución en la cantidad de espuma que se formaba, no había ninguna
diferencia en el rendimiento de la lavadora independientemente de si se
utilizaba Calgon o no.
De hecho, los investigadores de Which? calcularon que la cantidad de dinero gastado al añadir un suavizante de agua a cada carga sería suficiente para comprar una nueva lavadora cuando fuera necesario, incluso en el supuesto de que los depósitos calcáreos acortaran la vida útil del aparato, lo que aparentemente no era el caso.
Muchos consumidores se sintieron estafados por ese hallazgo, porque pensaron, y no andaban muy equivocados, que estaban tirando el dinero por los desagües. Teniendo en cuenta que el vinagre o el limón son unos descalcificadores caseros baratos, perfumados y ecológicos, Calgon podría haberles aconsejado que se tomaran un baño reconfortante con sales de baño y perlas de baño Calgon.