sábado, 26 de octubre de 2024

BREVE HISTORIA DE LA SAGA DE LOS GREMLINS

 


Hace cuarenta años, Hollywood hizo que los gremlins fueran unos seres encantadores, retratándolos como unas adorables criaturas peludas. Sus orígenes son mucho más siniestros y su secuela cibernética.

Cuando escuchas la palabra “gremlin”, la primera imagen que te viene a la mente es la de unas encantadoras criaturas pequeñas y peludas que se vuelven feroces cuando se alimentan pasada la medianoche. La película homónima, un éxito de taquilla que ahora celebra su cuadragésimo aniversario, todavía se considera la comedia de terror por excelencia.

Los gremlins de Hollywood se afanaban particularmente ​​en interferir con dispositivos tecnológicos para provocar accidentes graves hasta el punto de que una voz en off al final de la película advierte siniestramente que cualquier problema inexplicable con los dispositivos eléctricos domésticos podría deberse a que una de esas criaturas fantasmagóricas acecha por allí. Eso coincide con su reputación folclórica.

El origen folclórico de los gremlins

Aunque el verdadero origen del nombre gremlin no está claro, parece estar vinculado al verbo holandés grimmelen, que significa invadir. El término se remonta a la jerga de la Royal Naval Air Force británica de la década de 1920, pero fue durante la Segunda Guerra Mundial, una época de rápidos avances tecnológicos, cuando la tradición evolucionó hasta tal punto que los gremlins se convirtieron en celebridades caracterizadas como criaturas entrometidas que se deslizaban hasta el motor del avión y lo destruían.

No era el primer caso en el que se atribuían defectos mecánicos inesperados a plagas invisibles. El término popular “bug” (error) para describir fallos técnicos se utilizaba ya en 1876. Thomas Edison usó el término para describir incidencias repentinas en sus inventos. «Los errores, escribió, se manifiestan por sí mismos y se requieren meses de observación, estudio y trabajos exhaustivos antes de que se alcance con certeza el éxito comercial (o el fracaso)».

El uso de “por sí mismos” confiere a estas criaturas una cualidad curiosamente sensible, que se ampliaría con la popularización de la idea de los duendes que se meten en los aviones. En aquellos tiempos pioneros de la aviación, para los aviadores había motivos más que suficientes para temer fallos repentinos e inesperados. A diferencia del caso de Edison, una plaga de molestas minibestias en los motores podía ser una cuestión de vida o muerte.

En 1944, Charles Massinger teorizó que los duendes ofrecían un mecanismo de defensa para estos pilotos cada vez más estresados ​​y novatos, que sentían la necesidad de inventar sus propias fantasías para afrentar su peligrosa situación». Las fábulas fantásticas proporcionaban un alivio muy necesario de un trabajo en el que nunca se sabía con certeza si la próxima vez que uno se abrochaba el cinturón de seguridad sería la última.

Los gremlins se incorporaron a iconografía popular durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se decía que rondaban los aviones de guerra. Fuente.

La superstición que cundía entre el personal de la Royal Air Force es un fenómeno bien documentado, lo que otorgaba a la mitología de los gremlins el entorno perfecto para florecer. Los gremlins se valieron de los personajes de las hadas de la mitología británica clásica para convertirse en un chivo expiatorio de los innumerables desastres que podían sucederle a un piloto, especialmente durante la guerra.

El poder estelar de los gremlins creció con sus frecuentes apariciones como mascotas en carteles emitidos por la Oficina de Gestión de Emergencias, un organismo gubernamental estadounidense; esos carteles retrataban a los gremlins como personajes cómicos que incordiaban a los trabajadores de las fábricas de aviones para que cumplieran normas de seguridad tales como el uso de gafas de seguridad y la prevención de derrames de combustible. El año siguiente vio la publicación del libro ilustrado Gremlins, opera prima de antiguo as de la aviación Roald Dahl, que se convirtió en un éxito de ventas internacional.

Una serie de carteles de seguridad de la Segunda Guerra Mundial, Oficina de Gestión de Emergencias, Junta de Producción de Guerra a través de Wikimedia Commons

Una vez que en 1941 Estados Unidos entró en la guerra, no pasó mucho tiempo antes de que surgieran supersticiones similares en la Fuerza Aérea de Estados Unidos. En Superstition and the Air Force, el aviador Bill Wallrich relata la práctica de la tripulación aérea de llevar diferentes objetos y pequeños muñecos como talismanes para la buena suerte.

Los pilotos de la RAF tenían un ritual similar llevando a bordo juguetes hechos a mano conocidos como “gremlins de la suerte”, que, según el Museo de la RAF, se decía que eran capaces de combatir y neutralizar a sus diabólicos adversarios. Con este espíritu reconfortante y jocoso, el gremlin demostró un uso humorístico e imaginativo de las fuerzas aliadas para levantar la moral y calmar la ansiedad de sus aviadores.

Después de la guerra, la popularidad de los gremlins disminuyó hasta que, en 1984, el enorme éxito de la película de Joe Dante consolidó su condición de iconos de la cultura pop. Los gremlins ya no eran sólo representantes de supersticiones exclusivas de aviadores militares estresados.

Los nuevos gremlins: demonios, gusanos y mascotas virtuales

Aunque se haya perdido su apariencia original, los gremlins siguen vivos y coleando, pero viviendo bajo nuevos nombres: “demonios”, “gusanos” y “mascotas virtuales”, que los humanos siguen insertando en la tecnología informática, tal vez en un esfuerzo por antropomorfizar unas máquinas desconcertantes en constante evolución y, de ese modo, hacer más fácil la coexistencia con ellas.

"Daemons" (demonios), es un término que se originó entre los programadores informáticos del Proyecto MAC, fundado en 1963 en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se utilizó para etiquetar programas que mantendrían el funcionamiento de los sistemas independientemente del usuario.

"Daemon" deriva del demonio de Maxwell, un ser hipotético creado por el físico James Clerk Maxwell en 1867 para refutar la segunda ley de la termodinámica. El demonio de Maxwell es capaz de distinguir entre moléculas de movimiento rápido y lento, lo que le da una cualidad omnipotente, y de la misma manera, el demonio de la computadora es capaz de tomar decisiones y realizar "tareas del sistema".

Eso recuerda a los duendes de la novela de Dahl, a quienes un piloto convence de usar sus poderes para hacer el bien y, posteriormente, se entrenan para convertirse en mecánicos de la RAF. La ortografía de "daemon" también evoca a deidades menores de la mitología griega antigua que actuaban como guardianes. En los Diálogos de Platón, el daemon aparece como un intermediario entre Dios y la humanidad, llevando mensajes y actuando como "fuerzas guías y protectoras". El daemon de la computadora opera de manera similar, trabajando continuamente detrás del escenario para mantener los procesos en marcha.

Con las innovaciones posteriores del software informático aparecieron entidades más molestas con un resultado menos noble, como el "gusano informático" (computer worm), un programa autorreplicante que invade las redes sin interferencia humana. Los primeros gusanos solían tener una naturaleza lúdica, con personalidades distintivas y un comportamiento tramposo no muy diferente al de sus antecesores, los gremlins.

El primer gusano documentado es el programa conocido como Creeper, que mostraba el mensaje "SOY EL CREEPER: ¡CÓGEME SI PUEDES!". Concebido como un experimento inofensivo por el ingeniero informático Bob Thomas en 1971, era, no obstante, una muestra de las características similares a las de los virus que luego se utilizaron con fines perniciosos.

Estos gusanos adoptaron la caracterización de un bromista, como el WANK (Worms Againts Nuclear Killers), que plagaron las computadoras de la NASA con mensajes pacifistas en 1989 y engañaron a los usuarios haciéndoles creer que sus archivos estaban siendo eliminados. También funcionaba Blaster, que en 2003 se burlaba de Bill Gates, con un mensaje que decía: «Billy Gates, ¿por qué dejas que pase esto? ¡Deja de ganar dinero y arregla tu software!». Parecía que cualquiera con suficiente perspicacia en programación y una computadora de escritorio podía transformarse en un duendecillo (o crear uno) y causar un caos total.

Si jugar a ser un gremlin hacker no resultaba atractivo, siempre se podía comprar la segunda mejor opción: la mascota robótica Furby. El Furby, muy popular a finales de los años 90 y principios de los 2000, tenía un diseño sorprendentemente similar al insoportablemente tierno personaje Gizmo de la película de 1984 y estaba programado para que su lenguaje evolucionara, pasando del galimatías furbish a un inglés descifrable.

Furby

Los rasgos de gremlin del Furby y sus molestos arrullos y gorjeos lo sometieron inmediatamente a especulaciones inverosímiles sobre su capacidad, por ejemplo, para destruir equipos médicos y enseñar a los niños a decir palabrotas y actuar como espías. De hecho, en 1999, CBS News informó sobre las preocupaciones dentro de la NSA de que los Furby pudieran interferir con los instrumentos de un avión, tal como lo hicieron sus antepasados ​​gremlins.

La ingeniería de vida inteligente utilizando sustancias inertes ha existido desde hace mucho tiempo en nuestra imaginación. Tomemos, por ejemplo, el “golem” del folclore judío, un ser formado de arcilla y barro, y el Frankenstein de Mary Shelley , cuyo protagonista está formado por partes de cuerpos muertos y creado en medio de la revolución industrial, justo cuando las máquinas comenzaron a dominar las vidas humanas.

La antropomorfización de las maravillas tecnológicas para hacer frente a la brecha cada vez mayor entre la autonomía humana y las máquinas autómatas no ha hecho más que continuar desde los días de los pilotos supersticiosos. Ya se les llame bichos, gusanos, demonios o gremlins, estas plagas impredecibles de las máquinas nos recuerdan no sólo nuestra falibilidad, sino también nuestra arrogancia.

Como advertía el misterioso tendero en la película de 1984: «Actúas con los mogwai como lo que tu sociedad ha hecho con todos los dones de la naturaleza. No lo entiendes. No estás preparado».