Las galletas María
No faltan los estudios de mercado
que dicen que las galletas más populares y consumidas son las “María”, también
conocidas en otros lares como Mariebon, Ping Pong Marie o Marietta. Sea cual
sea la denominación, la María es redonda y suele tener el nombre grabado en
relieve en la cara superior, con bordes también grabados con un diseño
intrincado. Se elabora con harina de trigo, azúcar, aceite de palma o de girasol.
Corre un rumor infundado, que ha terminado
por convertirse en leyenda urbana, que asegura que estas peculiares y famosas
galletas deben su nombre a que en la década de 1920 el industrial palentino Eugenio
Fontaneda decidió llamarlas así en honor a su nieta pequeña. Pero nada más
lejos de la realidad, las galletas María fueron inventadas y bautizadas con tal
nombre medio siglo antes y no en España sino en el Reino Unido.
Fue concretamente en Londres,
donde los maestros reposteros James Peek y George Hender Frean, propietarios de
la firma galletera Peek,
Frean & Co decidieron crear una nueva galleta, diferente a las pastas
tradicionales que producían para servirlas junto al no menos tradicional té de
las cinco.
La firma de galleteros ingleses era un gigante comercial de la época. A partir de 1861, comenzaron a exportar galletas a Australia, pero casi superan su capacidad de producción a partir de 1870 cuando aceptaron un pedido del ejército francés de 460 toneladas de galletas para los paquetes de raciones suministrados a los soldados que luchaban en la guerra franco-prusiana.
Cuando terminaron las hostilidades, el
gobierno francés ordenó otras 16.000 toneladas (unos 11 millones de galletas
dulces "Pearl") para celebrar el final del Sitio de París, y más
suministros de harina para París en 1871 y 1872, con financiación de los
banqueros Rothschild. Las consiguientes demandas consumidoras de los soldados
franceses expatriados que emigraron, permitieron a la empresa comenzar a
exportar directamente a Canadá y la Conchinchina desde mediados de la década de
1870.
Para promocionar su nueva
creación, decidieron presentar la María como una dulce
aportación a la boda Real que se celebraría el 23 de enero de 1874 entre el
príncipe Alfred, duque de Edimburgo, (cuarto hijo de la reina Victoria y
Alberto de Sajonia) y María Alexandrovna (hija del zar Alejandro II de Rusia y
María de Hesse-Darmstadt).
El enlace tuvo lugar en el
palacio de Invierno de San Petersburgo y se convirtió en el acto social más
importante del recién estrenado año en toda Europa. Por este motivo y con no
poca astucia, Peek y Frean decidieron homenajear a la nueva integrante de la
Familia Real Británica con ese presente al que bautizaron en su honor con el
nombre de ‘Marie biscuit’.
Los ciudadanos británicos, tan
mitómanos con todo lo relacionado con la familia Real, adoptaron esas galletas
como sus favoritas, convirtiéndolas en poco tiempo en un producto sumamente
conocido en todo el planeta. La firma le cogió el tranquillo a las bodas reales,
porque años más tarde los pasteles de boda tanto para la princesa Isabel y Felipe
de Edimburgo como para Carlos, Príncipe de Gales, y Diana Spencer.
Se hizo popular en toda Europa,
particularmente en Portugal y España donde, finalizada la Guerra Civil, la María
se convirtió en un símbolo de la recuperación económica después de que las
panaderías produjeran cantidades masivas para
consumir un excedente de trigo.
El baño María
Con mermelada, las galletas María entran mucho mejor. Qué sería de la mermelada casera, del flan o de la fruta en almíbar si no existiera el baño María.
Esa técnica, una de las más antiguas
empleadas actualmente tanto en operaciones de laboratorio químicos y
farmacéuticos, como en tareas domésticas, que garantiza una
temperatura constante introduciendo un recipiente en
otro mayor que contiene agua en ebullición, se utiliza cuando se quiere
calentar una materia de forma indirecta y uniforme. Sirve, por ejemplo, para
destilar sustancias volátiles o aromáticas y para evaporar extractos.
El baño María original era
realmente un baño de arena y cenizas que calentaba otro recipiente con agua que
a su vez calentaba al siguiente. El baño de arena tenía como objeto conservar
mejor el calor que debía transmitir, ya que su temperatura podía ser superior a
la del agua que hervía. Posteriormente a este aparato se le quita la arena
quedándose sólo con el recipiente con agua, la cual deberá hervir para que sus
vapores sean capaces de calentar el otro recipiente que está dentro.
A pesar de su vigencia, su
historia viene de muy atrás, en concreto de la Alejandría grecorromana, en
torno al siglo III. En aquella ciudad egipcia, pero con influencias griegas y
romanas, nació la alquimia, el conjunto de técnicas y procedimientos que sentó
las bases de la química moderna. Entre las grandes expertas de la época estaba
una mujer, que ha pasado a la historia como María de
Alejandría, María la Judía o Miriam la Profetisa.
En realidad, no han quedado
muchos vestigios de su trabajo, porque se cree que sus obras se quemaron con el
incendio de la Biblioteca de Alejandría. Pero su repercusión fue tal que
aparece mencionada en libros de autores posteriores. Gracias a ellos sabemos que María
inventó lo que hoy conocemos como baño María, que utilizaba para destilar
sustancias aromáticas y para evaporar extractos.
Esta mujer, una de las primeras científicas e inventoras de la historia, creó también aparatos que se han seguido usando con el paso de los siglos. Entre ellos están el tribikos, un alambique de tres brazos para destilar, y el kerotakis, un aparato que la industria perfumera usaba para extraer esencias de las plantas.