El Día de Muertos es una tradición mexicana celebrada el 1 y 2 de
noviembre en la que se honra la memoria de los muertos. Se originó como un
sincretismo entre las celebraciones católicas (especialmente el Día de los
Fieles Difuntos y de Todos los Santos) y las diversas costumbres de los
indígenas de México. Se suele asociar con otras celebraciones como Halloween,
aunque en realidad difiere mucho de ella.
La Catrina, la creación más reconocible de un modesto artista mexicano,
José Guadalupe Posada, es el ícono del Día de Muertos. Su rostro convertido en
el tótem nacional no oficial de México, quizás sólo superado en popularidad por
la Virgen de Guadalupe, se reproduce sin cesar durante la festividad.
Los comienzos de un éxito iconográfico: Chicago 1944
El 13 de abril de 1944, una enorme e impaciente multitud desbordó la
capacidad del Instituto del Arte de Chicago, provocando un caos que requirió la
presencia de la policía. La gente quería ver el estreno en Estados Unidos de
una exposición titulada “Posada: grabador para el pueblo mexicano”.
La exposición presentaba las estampas de José Guadalupe Posada, un
grabador mexicano que había muerto en 1913 ignorante del éxito que tendrían sus
creaciones. En la exposición de Chicago se exhibían sus calaveras, plasmadas en
las ilustraciones satíricas de calaveras y esqueletos que creaba para el Día de
Muertos y que se imprimían en panfletos baratos de una sola hoja conocidos como
“andanadas”.
Una calavera era la reina de la exposición. Era un esqueleto llamativo con una gran sonrisa dentada y un enorme sombrero de plumas. Una gran pancarta con su imagen colgaba de la pared del museo. El público la vio aparecer en los materiales promocionales del museo. Incluso fue la portada del catálogo de la exposición. En México era prácticamente desconocida, pero la exposición estadounidense convirtió a La Catrina en un icono internacional.
Aunque hay quien podría suponer que su origen se remonta a la noche de
los tiempos, la Catrina es en realidad un icono transcultural cuyo prestigio y
popularidad proceden a partes iguales de la invención y la casualidad.
Una vida en el anonimato
Cuando Posada la grabó por primera vez en 1912, ni siquiera se llamaba
La Catrina. En la impresión original, era Calavera Garbancera, un apodo
utilizado para referirse a las campesinas indígenas que vendían garbanzos en
los mercados callejeros.
Para satirizar la forma en que las garbanceras intentaban pasar como de
clase alta empolvándose la cara y vistiendo trajes franceses a la moda, Posada
la dibujó con un atuendo ostentoso. Así que desde el principio, la que habría
de llamarse La Catrina fue un icono transcultural: una mujer indígena rural que
adoptó costumbres europeas para sobrevivir en la sociedad urbana y mestiza de
México.
Como las demás ilustraciones de Posada, la andanada de 1912 se vendía
por un centavo y gozaba de cierta popularidad entre las gentes humildes de toda
la Ciudad de México. Pero no había nada particularmente significativo en
Calavera Garbancera. Como su creador, permaneció en el anonimato durante muchos
años.
Posada murió ignorado y pobre, pero sus ilustraciones le
sobrevivieron. Su editor las reutilizó para otras andanadas hasta bien entrada
la década de 1920. Calavera Garbancera fue reciclada como otros personajes,
ninguno particularmente digno de mención. Mientras tanto, nadie sabía realmente
quién hacía las andanadas de calaveras que se veían en la capital cada Día de
Muertos.
Cartel impreso con texto y dibujo de un esqueleto con un gran sombrero sobre papel verde. 'Calavera revolucionaria', de José Guadalupe Posada. Arte patrimonial/Imágenes patrimoniales de Getty Images. |
De La Garbancera a La Catrina
Marido de Frida Kahlo, Diego Rivera, es posiblemente el artista más grande de
la historia de México. Sus grandiosos murales épicos siguen siendo famosos
internacionalmente. Frances Toor, por su parte, fue una intelectual judía que
forjó su modesta carrera escribiendo sobre la cultura mexicana. En 1925 comenzó a
publicar Mexican Folkways, una popular revista bilingüe distribuida en
México y Estados Unidos. Con Diego Rivera como editor de arte, comenzó a
utilizar la revista para promover a Posada. En las ediciones de octubre a
noviembre, Toor y Rivera publicaron grandes reimpresiones de las calaveras de
Posada.
Sin embargo, Calavera Garbancera nunca estuvo entre ellas. No era lo
suficientemente importante como para exhibirla. En 1930, Toor y Rivera
publicaron el primer libro de grabados de Posada, que se vendió en todo México
y Estados Unidos. Por fin, en ese libro hizo acto de presencia La Garbancera.
Pero ahora tenía un nuevo nombre: Calavera Catrina. Por razones desconocidas,
Toor y Rivera eligieron ese nombre, y desde entonces la calavera fue para
siempre La Catrina.
Su fama, sin embargo, no llegó realmente hasta el tumultuoso debut de
Posada en el Instituto de Arte de Chicago en 1944. La exposición era una
colaboración entre el museo y el gobierno mexicano. Fue financiado y facilitado
por una agencia especial de propaganda de la Casa Blanca que utilizó la
diplomacia cultural para fortalecer la solidaridad con América Latina durante
la Segunda Guerra Mundial.
Con La Catrina como icono dominante, además de en Chicago, la
exposición fue vista y promocionada en Nueva York, Filadelfia, Ciudad de México
y otras ciudades de México. Quizás lo más importante era el catálogo de la
exposición, con una portada dominada por La Catrina. El catálogo se vendió muy
bien en cada lugar en el que se exhibió la exposición. También se distribuyeron
copias de cortesía a destacados autores y artistas estadounidenses y mexicanos.
Algunos comenzaron a escribir sobre La Catrina y a remodelarla en sus obras de
arte, popularizándola en ambos lados de la frontera.
La Catrina se globaliza
En 1947, Diego Rivera inmortalizó aún más a La Catrina cuando la
convirtió en el punto focal de uno de sus murales más famosos, Sueño de una
tarde de domingo en el Parque Alameda. El mural retrata la historia de México
desde la conquista española hasta la Revolución Mexicana. La Catrina se
encuentra literalmente en el centro de esta historia, donde Rivera la pintó cogida
de la mano de Posada por un lado y de una versión infantil de él mismo por la
otra.
La fama de Rivera –y la nueva iconografía de La Catrina– inspiró a
artistas mexicanos y mexicoamericanos que la incorporaron a sus obras. Los artesanos
populares de México comenzaron a transformarla en juguetes de cerámica,
figuritas de papel maché y otras artesanías vendidas durante el Día de Muertos.
Por su parte, los mexicoamericanos utilizaron La Catrina en sus murales,
pinturas y carteles políticos como parte del Movimiento Chicano,
que impulsó los derechos civiles de los mexicoamericanos en las décadas de 1960
y 1970.
Figurita de cerámica adquirida por el autor el Día de los Muertos de 1999 en Guanajuato. Foto de María Gallego. |
Catrina gigantesca en la ofrenda del Día de Los Muertos de 2022 en la plaza del Zócalo de Ciudad de México. |
Hoy, durante el Día de los Muertos, esa misma plaza central se llena con cientos de imitadores de La Catrina que, por unos pocos dólares, posan para fotografías con turistas dispuestos a pagar por una experiencia cultural supuestamente “tradicional” del Día de Muertos.
Mientras tanto, Posada probablemente esté riéndose en algún lugar de
la tierra de los muertos. © Manuel Peinado Lorca, @mpeinadolorca.