Probióticos, complejos vitamínicos, dietoterápicos, antioxidantes, medicinas ayurvédicas y naturoterapias, el mundo esotérico de la paramedicina y el enorme negocio de la parafarmacia han provocado a su alrededor una corte de los milagros en la que chamanes, vendedores de crecepelo, influencers, tuiteros, apóstoles de lo “saludable” y pelmazos campan por sus respetos apoyándose en unos descubrimientos científicos que no entienden para hacer caja con la ignorancia y el analfabetismo científico del personal, campo abonado para que vendan sus bálsamos milagrosos a precio de oro.
En ese patio de Monipodio donde toda falacia encuentra cómodo asiento,
reina una palabra clave: microbioma, un conjunto de microrganismos que parece
tener un futuro prometedor en futuros tratamientos para la enfermedad
inflamatoria intestinal y la prevención de crisis cardiovasculares.
Un microbioma
es la comunidad de microorganismos que se pueden encontrar conviviendo en un
entorno definido como el “teatro
de operaciones”. El microbioma
humano es el conjunto de todos los microorganismos (bacterias, hongos,
virus, protozoos y parásitos) que viven de forma natural en el interior de
nuestro cuerpo, además de sus genes y sus metabolitos. Es importante que no se
confunda con el término microbiota, que se
refiere exclusivamente a los microorganismos residentes en un nicho
ecológico determinado.
Figura 1. Esquema que destaca la composición del término microbioma que contiene tanto la microbiota (comunidad de microorganismos) como su "teatro de actividad" (elementos estructurales, metabolitos/moléculas señal y las condiciones ambientales del entorno). Modificado de Berg et al. (2020). |
Aunque hoy está firmemente establecido que el microbioma
humano previene los déficits metabólicos, nos protege de patógenos
invasores y mantiene la homeostasis inmunológica, la influencia clínica de los
trabajos bacteriológicos de Robert
Koch sobre el origen de las enfermedades infecciosas y el desarrollo del
concepto de patogenicidad supuso un hito tan importante que desde entonces las
investigaciones en microbiología médica se han centrado en nuestras bacterias
endosimbióticas, es decir, en el bacterioma, que constituye más del 99 % de
nuestro microbioma.
Cada año se publican miles de artículos científicos sobre el microbioma
y sus posibles aplicaciones a la medicina, que han servido y sirven para
infinidad de leyendas urbanas, conversaciones de barra de bar, exageraciones hiperbólicas
y alegatos con poco fundamento, que los vendedores de humo convierten en soluciones
mágicas mediante la repetición constante, como escriben en Nature
Microbiology los especialistas Alan Walker y Lesley Hoyles que
sostienen que el microbioma es importante, sí, pero más importante aún es
refutar el alud de mentiras y sandeces que lo acompañan.
En su artículo, cuyos principales alegatos recojo en los siguientes apartados,
Walker y Hoyles arrojan luz sobre los mitos y conceptos erróneos persistentes o
emergentes sobre microbiomas, destacando sus inexactitudes siempre interesadas
en el negocio.
El microbioma es un nuevo campo de investigación
El ritmo de la investigación del microbioma humano se ha acelerado
considerablemente en los últimos 15 años, pero no está en mantillas. De hecho,
ha habido una rica historia de investigación sobre microorganismos asociados
con humanos desde al menos finales del siglo XIX. Escherichia coli se
aisló por primera vez en 1885, las bifidobacterias (los ahora famosos
bífidus de los yogures) se
describieron en 1899 y Metchnikoff especuló sobre la importancia de los microorganismos
intestinales beneficiosos a principios del siglo XX. Del mismo modo,
conceptos como la conexión
intestino-cerebro se han investigado durante siglos y los impactos en la
salud de los metabolitos clave asociados con el microbioma se
publicaron por primera vez hace más de 40 años.
Hay un billón de células bacterianas por gramo de heces humanas
Falso. Esta cifra se menciona comúnmente en la literatura sobre
microbiomas, pero la cifra real, determinada mediante varios métodos, suele
oscilar entre 10 y 100 veces menos.
La microbiota humana pesa de 1 a 2 kg
Falso de nuevo. La mayoría de la microbiota humana reside en el colon,
y estos microorganismos suelen representar menos de la mitad del peso de los sólidos fecales. Las media del peso de las heces humanas es inferior a 200 g,
con contenidos colónicos totales cuyo peso oscila entre 83 y 421 g. Por lo
tanto, aparte quizás de los raros casos de personas con estreñimiento severo
con materia fecal extremadamente compactada en el colon, es mucho más probable
que el peso total de la microbiota humana sea inferior a 500 g, y quizás mucho
menos.
En la microbiota hay diez células bacterianas por cada célula humana
Este mito es quizás uno de los más repetidos en la literatura del
microbioma humano. Sin embargo, los análisis más detallados indican que la cifra
real, aunque sigue siendo impresionante, probablemente esté más cerca de una
proporción de 1:1, es decir, están igualadas una a una.
La microbiota se hereda de la madre al nacer
Este es un ejemplo de cómo los matices son extremadamente importantes
al describir el microbioma humano. Aunque algunos microorganismos se
transfieren directamente de la madre al bebé durante el nacimiento,
proporcionalmente pocas especies de microbiota son verdaderamente 'heredables'
y persisten desde el nacimiento hasta la edad adulta en la descendencia. De
hecho, la mayor parte de la expansión de la diversidad de la microbiota
intestinal ocurre después del nacimiento, durante los primeros años de vida, y
aumenta de manera más espectacular después del destete (Fig. 2).
La mayoría de las enfermedades se caracterizan por un patobioma
Se ha vuelto cada vez más común leer afirmaciones de que la mayoría de
las enfermedades son causadas por un 'patobioma'. El término patobioma es
simplista, vago y carece de la precisión necesaria para ser verdaderamente útil
en la práctica clínica. Los microorganismos y sus metabolitos no son ni
"buenos" ni "malos" y sus impactos en nosotros dependen en
gran medida del contexto: pueden ser perjudiciales en un contexto y no causar
daño en otro. De manera similar, una cepa de Escherichia coli puede ser
relativamente inofensiva en el colon, pero causar una infección del tracto
urinario si invade la uretra.
Aunque en su publicación Walker y Hoyles siguen ofreciendo más datos en
esta línea de desenmascarar camelos y tontunas, lo dejo aquí con una única
reflexión: Dados los muchos impactos potenciales en la salud y el gran interés
público en los microbiomas, el rechazo de afirmaciones infundadas es crucial si
no queremos gastar recursos siempre escasos en investigar vías sin fundamento
ni salida y socavar la confianza pública en las conclusiones a las que llegan
estudios científicos solventes.