Barbenheimer,
una palabra que resulta de la fusión de los títulos de dos películas, es un
fenómeno viral de Internet que comenzó a circular antes del estreno simultáneo
el pasado 21 de julio de dos largometrajes de géneros diametralmente opuestos: Barbie
y Oppenheimer.
Si se mira detrás del espejo como hizo Alicia, detrás de Barbie, una
comedia fantástica sobre la famosa muñeca, y de Oppenheimer, un thriller
biográfico sobre el físico J. Robert Oppenheimer, director científico del
Proyecto Manhattan, subyace un fondo común: son sendas muestras de los
materiales con que la humanidad ha alterado el planeta dejando tras de sí unas
huellas materiales que serán evidentes mucho después de que hayamos desaparecido.
El Antropoceno
Las libélulas gigantes, los trilobites y los dinosaurios son testimonios
fósiles de eras anteriores que han quedado grabados para siempre como páginas
petrificadas de la historia geológica de la Tierra. Hoy, la mayoría de los
científicos sostienen que nuestra era, el Antropoceno, dejará como
testimonio fósil la presencia masiva en los sedimentos de isótopos radiactivos
y de microplásticos, convertidos hoy en las basuras más significativas dejadas
por los humanos en el entorno natural a escala planetaria.
El término Antropoceno aparece hoy en centenares de libros y artículos
científicos, se cita miles de veces y se usa cada vez más en los medios de
comunicación. Se propuso para designar las repercusiones que tanto la rápida
acumulación de gases de efecto de invernadero como los daños irreversibles
ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales tienen en el clima y
la biodiversidad.
Creado en un principio por el biólogo estadounidense Eugene F.
Stoermer, este vocablo lo popularizó a principios del decenio de 2000 el
holandés Paul Crutzen, premio Nobel de Química, para designar la época en la
que las actividades del hombre empezaron a provocar cambios biológicos y
geofísicos a escala mundial.
Los científicos sabían que esos cambios habían alterado el relativo
equilibrio ecológico terrestre que existía desde los comienzos del Holoceno, unos
11.700 años atrás. Stoermer y Crutzen propusieron que el punto de arranque de
la nueva época fuera el año 1784, cuando el perfeccionamiento de la máquina de
vapor por el británico James Watt abrió paso a la Revolución Industrial y la
utilización de energías fósiles.
La relación Barbie, Oppenheimer y el Antropoceno
Ilustración de Molly Magnell para The Washington Post |
Barbie y Oppenheimer, dos películas muy diferentes, están
profundamente entrelazadas porque ambas cuentan la historia del amanecer del
Antropoceno marcada por la aparición simultánea y generalizada de plutonio y
plástico en el registro geológico.
Mientras que la relación de J. Robert Oppenheimer con el Antropoceno es
obvia, la de la muñeca es más sutil y fácil de pasar por alto, pero como sucede
con Coca-Cola o Nike, Barbie sigue siendo una de las
marcas estadounidenses más reconocidas del planeta, con aproximadamente cien
muñecas vendidas por minuto, todas ellas fabricadas con plásticos. Son juguetes
cada uno de las cuales requiere más de tres tazas de petróleo para fabricarlo
antes de que, abandonado, permanezca sepultado cientos de años en los vertederos
de todo el mundo o acabe contaminando los mares.
El polietileno, el polipropileno y el cloruro de polivinilo siguen
siendo las tres variantes más comunes de plásticos sintéticos en el mundo, y se
encuentran entre los principales tecnofósiles
que, como autopistas, ciudades, bolígrafos o teléfonos móviles permiten
distinguir la inmensa huella humana que definirá nuestra época millones de años
después de que desaparezcamos del planeta
Antropoceno: La era de las armas nucleares y el plástico
La Era Atómica comenzó en Nuevo México. Un grupo de científicos y militares
se reunieron en el árido paisaje de la Jornada del Muerto,
literalmente, la "Ruta del Hombre Muerto", el nombre que pusieron los
conquistadores a un tramo de 90 millas de desierto sin agua. Siglos después, ese
nombre resultaría profético.
A las 5:29 am del 16 de julio de 1945, Trinity, la primera bomba
nuclear de la historia que usó plutonio como material fisionable, igual que la
lanzada más tarde sobre Nagasaki, Japón. Al ver un espectáculo digno de un
dios, Oppenheimer se preocupó de que el hombre se hubiera convertido en uno.
Exactamente tres semanas después, una bola de luz consumió el horizonte
despejado de Hiroshima. Ese verano marcó la primera aparición significativa de
plutonio-239 en la atmósfera.
En los años siguientes, Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino
Unido realizaron 456 ensayos nucleares atmosféricos adicionales. Por su parte, Francia
realizó, entre 1966 y 1996, un total de 193 pruebas nucleares en los atolones
polinesios de Mururoa y Fangataufa, en el Pacífico Sur.
En 2013, los miembros del Grupo
de Trabajo Antropoceno, los científicos encargados de definir cuál fue
realmente el comienzo de una nueva época geológica influenciada por los
humanos, comenzaron a estudiar la viabilidad de los isótopos radiactivos
producidos por las pruebas nucleares como posibles marcadores estratigráficos.
Descubrieron que el plutonio-239, que tiende a resistir y penetrar en los
rincones más oscuros del océano, era un buen candidato.
Sin embargo, la década de 1950 no fue solo la década del plutonio.
También fue la década del plástico. En la década de 1940, el gigante químico DuPont
había producido el plutonio necesario para fabricar la bomba atómica en sus
instalaciones de Hanford, Washington. Cuando la guerra mundial había terminado
gracias a ese plutonio, DuPont centró su
atención en los plásticos y en la producción en masa de bienes de consumo
elaborados con ellos. La compañía había comenzado a fabricar polietileno en
1944. En 1951, el polipropileno se uniría a sus filas como un nuevo material
maravilloso que ayudaría a lograr la transformación fabril de todo tipo de
productos en esa década.
En la primavera de 1959, uno de los bienes de consumo más famosos de la
historia mundial surgió en una feria
de juguetes de Nueva York. Producida a partir de cloruro de polivinilo,
coloquialmente conocido como PVC, la primeras Barbie arrasaron el
mercado: ese primer año se vendieron más de un cuarto de millón de muñecas.
Casi 65 años después, Barbie sigue siendo una de las marcas
estadounidenses más reconocidas. El polietileno, el polipropileno y el cloruro
de polivinilo de Dupont siguen siendo las tres variantes más comunes de
plásticos sintéticos en el mundo y se encuentran entre los principales
"tecnofósiles" que ayudan a
distinguir el inicio del Antropoceno.
En la película, una mujer mayor le dice a Barbie: «Los
humanos mueren; las ideas viven para siempre». La reciente noticia de que
los científicos han elegido para investigar el comienzo del Antropoceno el
lago canadiense Crawford, un sumidero cercano a Toronto repleto de rastros
de contaminación, desechos y lluvia radiactiva, indica que la inmortalidad de
las ideas va más allá de una bonita frase: es una realidad en un mundo en el
que la humanidad ha dejado sus peores huellas en el registro geológico de la
Tierra.
A pesar de sus aparentes diferencias, tanto Barbie como Oppenheimer
cuentan la historia de las ideas centrales del siglo XX: el militarismo
acelerado y el consumo sin límites, ideas que bien podrían sobrevivir a nuestra
especie en forma de plástico y rastros de plutonio en nuestro frágil planeta. ©Manuel
Peinado Lorca. @mpeinadolorca.