Flor de Banisteriopsis caapi. Foto. |
La ceremonia de la ayahuasca atrae
a miles de personas cada año. Quienes ofrecen la sustancia son miembros de
un boyante y peligroso mercado de salud mental sin regulaciones ni permisos.
Viajeros de todo el mundo, pero
sobre todo de Estados Unidos, viajan hasta el oeste de Costa Rica para probar
la ayahuasca, una mezcla de plantas amarga y nauseabunda, que los pueblos de la selva amazónica han
bebido durante siglos enmarcada en ceremonias rituales. Algunas comunidades
indígenas consideran que la infusión es una poderosa medicina que conecta con
el inframundo, eleva el espíritu y la armonía con el mundo natural.
Los alojamientos que encuentran
los turistas en busca de la alucinogénesis está muy lejos de las chozas aisladas
en las selvas amazónicas de donde surgió la ayahuasca. El alojamiento que los turistas
ocupan está a años luz: son cabañas bien equipadas con espléndidas vistas al
océano rodeando a piscinas refulgentes. Con tarifas que oscilan entre 3.000 y 7.000 dólares por persona, esos alojamientos son parte de un boyante sector de la
terapia alternativa destinada a ilusos adinerados que, con los bolsillos llenos
y con la cabeza a pájaros, buscan otros mundos que no están en este.
En el idioma quechua que hablan
los indígenas de la selva amazónica el término ayahuasca significa “la liana de
los muertos” (de “aya”: espíritu, muerto y “waskha”: liana) y que, como su
sinónimo yagé, se refiere tanto a Banisteriopsis caapi, una liana
gigante endémica de la cuenca amazónica, como al brebaje ritual indígena en el
que intervienen otras plantas, entre las que no puede faltar la chacruna (Psychotria
viridis), un arbusto cuya savia contiene un compuesto, la dimetiltriptamina
(DMT), en el que radica el auténtico poder alucinógeno y enteógeno
de la infusión.
Flores de Psychotria viridis. Foto |
B. caapi contiene dos alcaloides del grupo de las β-carbolinas: harmina y tetrahidroharmina (THH), que juegan un papel fundamental en los efectos neurológicos de la ayahuasca porque, como el resto de los alcaloides de su grupo, que son comunes en plantas y animales, actúan como inhibidores de una enzima, la monoaminooxidasa. Al impedir que la enzima actúe, las β-carbolinas evitan la degradación de la DMT de la chacruna en el tracto digestivo, permitiendo así que ejerza su acción psicoactiva en el sistema nervioso central.
De ese modo, a diferencia de los
cristales de DMT procedentes de P. viridis, que los nativos usan para
fumar y no requieren una sustancia asociada que los vehiculice en el intestino,
el bebedizo resulta psicoactivo por administración oral. Por tanto, desde el
punto de vista farmacológico, el DMT es el principio activo, mientras que las β-carbolinas
son coadyuvantes. Esta combinación de plantas en una única infusión es un logro
increíble del conocimiento etnofarmacológico de las culturas indígenas
amazónicas.
El efecto psicoactivo de la DMT obedece
a que nuestras neuronas sintetizan de forma natural otra triptamina, la
serotonina, a la que coloquialmente se le denomina el “neurotransmisor de la
felicidad”. Los procesos conductuales y neuropsicológicos modulados por la
serotonina incluyen el estado de ánimo, la percepción, la recompensa, la ira,
la agresión, el apetito, la memoria, la sexualidad y la atención. Su
metabolismo está asociado en varios trastornos psiquiátricos y su concentración
se ve reducida por el estrés.
Hay veces en las que nos
sentimos decaídos y no sabemos por qué. No ha ocurrido nada especial, pero no
conseguimos alcanzar un buen estado de ánimo. En estos casos puede que la causa
sea un nivel de serotonina bajo. Un ritmo de vida agobiante, una mala
alimentación y la falta de ejercicio hacen que nuestro nivel de serotonina
descienda, provocando un estado anímico ciclotímico y, por lo general, decaído.
El motivo del decaimiento son
los bajos niveles de serotonina. Este neurotransmisor, que también ejerce un
papel fundamental en la regulación de nuestro funcionamiento intestinal, tiene
la capacidad de llevar a cabo las reacciones químicas necesarias para aumentar
nuestro de sentimiento de bienestar y satisfacción.
La serotonina puede ayudarnos a
sobrellevar mejor el estrés y la tensión del día a día. No obstante, cuando los
niveles de estrés se disparan, la serotonina tiende a bajar, somos menos capaces
de controlar los altibajos en nuestro estado de ánimo y corremos el riesgo de
desarrollar algún tipo de trastorno depresivo.
Como los fitocannabinoides de la
marihuana, que sustituyen a nuestros cannabinoides naturales endógenos, muchas
sustancias tóxicas pueden sustituir, bloquear o modular los receptores
neuronales a los que se unen habitualmente nuestros neurotransmisores. Su
efecto a veces es similar (agonista) y otras opuesto
(antagonista), siempre dependiendo de la dosis.
Cuando la dosis es elevada, el
DMT de la chacruna actúa como agonista de los receptores de serotonina de
tipo 5-HT2A produciendo el efecto psicotrópico que, en el caso del ritual
indígena de la ayahuasca, se potencia por el entorno en el que se encuentra el
individuo (cánticos, percutir de tambores, luces, sonidos e ingestión de cafeína
a través de una infusión de Ilex guayusa, una planta amazónica del
género del acebo).
Además, el mismo DMT puede
actuar sobre los receptores a los que se une una hormona neurotransmisora, la adrenalina. Si sube la
concentración de adrenalina en sangre, nuestro corazón late más veces por
minuto y más fuerte, es decir, se producen taquicardias. El efecto se potencia
en muchos ritos chamánicos porque las β-carbolinas de B. caapi permiten
que el DMT actúe durante mucho más tiempo sobre los receptores de la serotonina
y de la adrenalina.
El DMT, a diferencia de muchos
compuestos psicotrópicos, no parece tener potencial adictivo porque no activa
la ruta mesolímbico
cortical, un circuito nervioso cuya activación libera dopamina
en el cerebro y produce placer. La mayoría de las drogas como la cocaína, las
anfetaminas, el éxtasis y la heroína basan su capacidad adictiva en la
activación de este circuito.
Sin que seamos toxicómanos,
también liberamos dopamina en este circuito cuando apostamos en una
tragaperras, en la bolsa, nos volvemos adictos al trabajo o practicamos sexo.
La activación de la ruta mesolímbico cortical libera cantidades ingentes de
dopamina produciendo placer al realizar comportamientos como los mencionados o
al ingerir algunas drogas.
Los efectos de la ayahuasca varían desde la
embriaguez agradable sin consecuencias, a secuelas de violentas reacciones que
provocan vómitos, parálisis, convulsiones, euforia y alucinaciones. Termina con
sueño profundo. Con alcohol, puede producir la muerte. Sus efectos dependen de
la sensibilidad de quien la ingiere.
Por último, desde hace algunos
años un grupo de científicos españoles ha centrado sus esfuerzos en investigar
el uso potencial de la ayahuasca
como agente neurogénico. La neurogénesis es el proceso por el cual se
forman nuevas neuronas en el cerebro a partir de células madre. Su actividad es
especialmente intensa durante el desarrollo embrionario, pero cuando crecemos
su acción decae.
Si la ayahuasca actuara como
neurogénico, podría servir para curar patologías como el alzhéimer o el
párkinson, que se caracterizan por la muerte de determinadas neuronas, haciendo
“despertar” a las células madre neurales en el adulto para “convencerlas” de que
formen nuevas células nerviosas. Eso permitiría reponer las neuronas que mueren
como consecuencia de las enfermedades neurodegenerativas. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.