Aunque algunos la condenen como una “americanada”, Halloween
(contracción de «All Hallows' Eve», en castellano «Víspera de Todos los
Santos») es una celebración moderna resultado del sincretismo originado por la
cristianización del Samhain,
la fiesta celta del fin de verano, que, con el nombre de Magosto y utilizando castañas
en vez de calabazas, perdura como fiesta tradicional en algunas regiones españolas.
Las raíces del Halloween vinculan el Samhain y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos, celebrada por los
católicos el 1 de noviembre. Se trata de una fiesta secular, aunque como
tantas otras fiestas paganas se incorporó al calendario festivo cristiano.
Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a Estados
Unidos durante la Gran Hambruna
irlandesa.
Halloween se asocia a menudo con los colores naranja, negro
y morado, y está fuertemente ligada a símbolos como una calabaza hueca, la «Jack-o'-lantern»,
que rememora un viejo relato popular irlandés que habla de Jack, un granjero tan perezoso como astuto que usó una cruz para atrapar al diablo, un intento frustrado por el que se vio
obligado a vagar eternamente como un alma en pena alumbrando las tinieblas con
una brasa del infierno que le había dado Pedro Botero a modo de burla. Jack
ahuecó un nabo de gran tamaño, puso la brasa en su interior y comenzó a vagar
eternamente y sin rumbo por todo el mundo para encontrar un lugar donde pudiera
descansar eternamente.
La linterna de Jack en Irlanda y Escocia era un nabo tallado
con la supuesta cara tenebrosa de Jack, que se solía colocar en las ventanas
para ahuyentar al diablo y a todo espíritu maligno de los hogares. Hoy, un
Jack-o’-lantern es una calabaza tallada a mano en cuyo interior se coloca una
vela encendida. Antes de ponerte a tallar una calabaza para colocar una vela en
su interior, quizás quieras identificar su especie y variedad, lo que puede orientarte
sobre qué hacer con ella una vez que haya pasado Halloween.
Figura 1. Secciones longitudinales de flores femeninas (A) y masculinas (D) de la calabaza Cucurbita maxima. En ambas, los nectarios (B, E) recubren la cavidad del receptáculo y se tiñen de negro en solución de yoduro de potasio de Lugol (C, F). n, nectario; sm, estigma; sy, estilo; o, ovario; a, antera; f, filamento estaminal. Barras de escala en A y D = 50 mm; en B, C, E, F = 5 mm. Fuente. |
Para empezar, las calabazas poseen los caracteres
diferenciales de la familia a la que pertenecen, las cucurbitáceas, una familia dominada por herbáceas trepadoras mediante zarcillos. Sus
flores amarillas y de corola tubular que se abren durante la mañana, están
adaptadas a la polinización por insectos diurnos principalmente abejas a las
que recompensan con abundante néctar (Figura 1). Sus flores solitarias o en
fascículos tienen corolas de pétalos soldados y campanuladas (Figura 2). Son unisexuales, unas masculinas provistas de unos estambres con grandes
anteras, y otras femeninas dotadas con un ovario del que me ocuparé más abajo.
Hay calabazas de verano y calabazas de invierno. Las
primeras aparecen de julio a agosto. Son blandas y de piel clara y fina. Tienen
un periodo de conservación más corto que las de invierno. Al tener la piel más
fina, se pueden comer enteras, incluyendo la cáscara donde se encuentran la
mayoría de los nutrientes. Las de invierno son más dulces, pero más secas que
las de verano, con menor contenido de agua y piel más gruesa.
Figura 2 |
Casi todas las calabazas cultivadas y comercializadas proceden
de cinco especies estrechamente relacionadas del género Cucurbita. Las
tres especies más comunes, C. pepo, C. moschata y C. maxima,
tienen variedades que incluyen la palabra “calabaza” en sus nombres comunes. La
mayoría de las calabazas de Halloween son variedades de C. pepo, que
también incluye a los calabacines y otras calabazas de verano. Las calabazas zapallo
son variedades de C. moschata, mientras que las calabazas enlatadas
comerciales, las calabazas gigantes, la calabaza para tartas y la mayoría de las
calabazas de formas o colores extraños son todas variedades de C. maxima.
Una calabaza es un fruto. Concretamente, es una pepónide,
una baya de paredes endurecidas que se desarrolla a partir de una flor con un
ovario ínfero, que se encuentra dentro del hipanto, el tejido procedente del tálamo floral que sostiene pétalos y sépalos (Figura 2). El círculo
marrón de la parte inferior de la calabaza es la cicatriz que queda después de
que pétalos y sépalos se desprendan al desarrollarse el fruto
(Figura 4).
A medida que se desarrolla el fruto, el tejido de hipanto se
fusiona con la pared exterior del ovario, el exocarpo, para convertirse en la
cáscara, que recubre la pulpa consistente del mesocarpo y el endocarpo blando.
Cuando quitas el tejido fibroso y pegajoso y las semillas del interior de la
calabaza, estás raspando tanto el endocarpo como las placentas que conectan las
semillas con la pared del ovario. Placentas y endocarpo se utilizan para
elaborar el “cabello
de ángel”. Si la calabaza no está demasiado madura, la cavidad central aparecerá
con unos lóbulos delimitados por los septos formados por la proliferación hacia
el interior de las placentas, que en principio se originan en las paredes
externas del endocarpo.
Empieza a ahuecar la calabaza cortando la tapa alrededor del "mango", que en realidad es el pedúnculo, el tallo que unía primero la flor y luego el fruto con el tallo principal de la planta. En el polo opuesto al mango, una protuberancia marca el punto en donde se encontraba el extremo del ovario, el estilo (Figura 4). El pedúnculo es leñoso porque está impregnado de lignina, la sustancia responsable de la dureza de la madera. Cosechamos las calabazas de verano para comer cuando están muy inmaduras y tiernas. Sin embargo, si las dejamos madurar por completo se lignificarán hasta formar una calabaza de peregrino, mucho más dura que la cáscara de una calabaza madura, que no está lignificada.
Cuando observamos el tejido endurecido del exterior de la
calabaza es posible que veamos algunas zonas que presentan un callo rugoso de
color tostado. Es una lignificación parcial con la que la calabaza responde a
las heridas o al ataque de patógenos. La lignificación parcial suele ser más
prominente allí donde la calabaza estaba en contacto con el suelo, donde sufre
el mayor ataque de hongos.
Coge las semillas y guárdalas. Cuesta algún esfuerzo separar
las placentas pegajosas de las semillas, pero saladas y tostadas están muy
ricas. Antes de salarlas, rompe la capa dura de la semilla (la testa) y en su
interior verás los cotiledones (hojas embrionarias) de color verde oliva, que
ocupan la mayor parte de la semilla. El resto del embrión está en el extremo
puntiagudo de la semilla formando una especie de lágrima.
Algunas variedades de C. maxima o C. moschata
tienen una pulpa más gruesa y densa, y son las mejores para cocinar. Sin
embargo, independientemente de la variedad, el tiempo transcurrido desde la
cosecha afectará a la dulzura y al sabor de las calabazas invernales. En la
madurez, la calabaza está llena de almidón, pero a medida que pasa el tiempo
después de cosechada, las enzimas convierten el almidón en azúcar para sostener
la respiración de las células y de las semillas que permanecen vivas durante
algún tiempo, al tiempo que las pectinas celulares se descomponen, ablandando el fruto. Es
por ello por lo que se recomienda un período de “curación” después de la
cosecha de la calabaza de invierno, con objeto de endulzarla y suavizarla un poco.
Merece la pena hablar un poco de las pectinas. Las paredes
celulares de muchas plantas son ricas en pectina, el nombre que se da a un
grupo de polisacáridos (azúcares) que constituyen la estructura de la pared
celular y ayudan a mantener unidas las células. Cuando se calienta con una
cantidad de ácido y azúcar específica para una pectina determinada, esta
convierte el líquido en el que se disuelve en un gel. Por eso se agrega pectina
comercial como gelificante para hacer mermelada o gelatina con frutas con un
bajo contenido en pectina como melocotones, fresas o frambuesas.
Algunas frutas, entre ellas la calabaza, producen suficiente
pectina por sí solas como para gelificarse cuando se cocinan con azúcar. La típica
carne de membrillo, elaborada con el membrillo Cydonia oblonga, y su equivalente
latinoamericano, el dulce de guayaba elaborado con diferentes especies de Psidium,
también se gelifican. Las pectinas naturales gelifican las mermeladas de los cítricos
y son responsables de la agradable textura de la cáscara de los cítricos confitados.
Los arándanos (Vaccinium) y los cítricos producen suficiente ácido para formar
el gel por sí solos. En otras frutas hay que añadir jugo de limón o algún otro
ácido para que las pectinas naturales de las frutas bajas en ácidos se
gelifiquen. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.