Es más que probable que si menciono la palabra “orquídea”, la imaginación le transportará inevitablemente hasta las húmedas y sombrías selvas ecuatoriales y
tropicales con las que relacionamos los hábitats de las especies más delicadas,
fragantes y hermosas destinadas a desaparecer ante la más mínima perturbación.
No obstante, si tenemos en cuenta que la familia de las orquídeas agrupa unas
25 000 especies, en ella, como en botica, hay de todo.
Y si una buena parte de las orquídeas tienen unos hábitats tan estrictos y
unas áreas de distribución tan extremadamente reducidas que están,
lamentablemente, en peligro de extinción, a otras de los géneros Platanthera
o Goodyera les va muy bien a lo largo de senderos y veredas: En
Norteamérica las orquídeas de prado (Zeuxine strateumatica) crecen en céspedes bien cuidados, y a varias
especies del género Pleurothallis les encantan las acequias de montaña de Panamá.
Pero ninguna de ellas puede superar a la helleborina de hoja ancha (Epipactis
helleborine) cuando se trata de prosperar en hábitats alterados por el
hombre. Nativa de gran parte de Europa, el norte de África y
Asia, esta bonita orquídea se ha expandido en muchas regiones templadas y
subtropicales del mundo. De hecho, es una especie que se ha beneficiado
enormemente de las actividades humanas. Es más que posible que la encuentre creciendo
en parques urbanos y a lo largo de las carreteras más que en entornos naturales (donde
tampoco falta). En Estados Unidos y Canadá, esta orquídea ha pasado de ser una
rareza naturalizada a ser catalogada como invasora.
¿Cuál es su secreto?
Gran parte de su éxito tiene que ver con su relación con los hongos micorrícicos. Como todas las orquídeas, la helleborina necesita
hongos simbióticos micorrícicos para germinar y crecer, y luego sigue
dependiendo de ellos toda su vida. Sin hongos micorrícicos, las orquídeas no
podrían sobrevivir. La diferencia está en que mientras que muchas orquídeas (la
mayoría) selecciona muy bien el hongo con el que forman micorrizas hasta el
punto de que si el hongo y solo ese hongo no está en el suelo, la orquídea ni
siquiera germinará.
La helleborina de hojas anchas es generalista. Hay al menos 60 grupos
distintos de hongos micorrícicos que pueden asociarse con ella. Con ese amplio abanico
de socios, esta orquídea puede vivir en lugares donde
las orquídeas más exigentes no pueden.
Otra clave de su éxito estriba en su estrategia de
polinización. De nuevo la eficacia prima sobre la exclusividad. Mientras que
muchas orquídeas están estrechamente atadas a determinados insectos
polinizadores, la helleborina se deja polinizar por una legión de insectos,
desde diversos tipos de moscas hasta escarabajos y mariposas.
¿Cómo se las apaña para atraer una gran variedad de insectos?
La respuesta está en la química. La helleborina de hoja ancha es una
consumada alquimista. Cuando se analizó el néctar producido en la flor, apareció
todo un arsenal de productos químicos, muchos de los cuales se prestan a
interacciones increíbles con los insectos. Para empezar, en el néctar se
producen compuestos perfumados como la vainillina (el compuesto responsable del
aroma y el sabor a vainilla de algunas orquídeas), que atrae a muchos tipos
diferentes de insectos.
Además, en el néctar hay también kairomonas, unas biomoléculas muy
similares a las feromonas de alarma de los pulgones (áfidos). Cuando los áfidos
liberan sus feromonas advierten a los parientes cercanos de que hay
depredadores cerca. La producción de kairomonas en el néctar sirve para alejar
a los pulgones que buscan una nueva planta a la que parasitar. Pero, además,
parece que estos químicos también parecen funcionar como atrayentes de polinizadores.
Para los depredadores de pulgones como las moscas sírfidas, estas
feromonas actúan como un señuelo en el que comer directamente o en el que poner
sus huevos para que sus larvas se atiborren de pulgones mientras crecen. Como
no podía ser menos, las moscas sírfidas son unos importantes polinizadores de
la helleborina de hojas anchas.
Pero sigamos con el arsenal químico de nuestra orquídea. También se han
encontrado en su néctar una serie de compuestos llamados volátiles de las hojas verdes. Muchas plantas producen estos compuestos cuando
sus hojas resultan dañadas por los insectos herbívoros. Como ocurre con los
áfidos, los volátiles de hojas verdes indican a los insectos depredadores que
los apetitosos herbívoros están cerca. Por ejemplo, cuando las orugas de la
mariposa blanca de la col (Pieris brassicae) están tan ricamente mordisqueando las hojas de
coles y repollos, los volátiles de las hojas verdes atraen a las avispas, que
rápidamente se ponen manos a la obra para comer orugas, aliviando a la planta
de los hambrientos herbívoros.
Y como no podía ser menos, las avispas son unos de los principales
polinizadores de la orquídea. Ahora bien, atraer polinizadores usando trucos
químicos tiene sus riesgos. ¿Qué sucede cuando aparece un polinizador y se da
cuenta de que no hay pulgones ni orugas para comer? No hay problema, pasen y
vean.
La respuesta procede de otra serie de compuestos producidos en el néctar de
esta maestra alquimista. Pocos insectos rechazarán un néctar azucarado dulce y
energético como el que suministra la helleborina. Si se encuentra alguna cuando
ande por el campo, tómese un tiempo, siéntese y observe. No tardará mucho en
darse cuenta de que los insectos que liban en la flor parecen descontrolarse
rápidamente. Sus movimientos se vuelven lentos y generalmente se mueven torpemente
alrededor de las flores hasta que se recuperan y vuelan. No es casualidad. ¿Qué
les pasa?
Junto con los productos químicos ya mencionados, también se ha encontrado
una gran cantidad de narcóticos en el néctar. Estos incluyen varios tipos de
alcoholes e incluso productos químicos similares a los de algunos opiáceos. Después
de algunos sorbos de este brebaje embriagador, las avispas y las moscas pasan
mucho más tiempo en cada flor de lo que lo harían si estuvieran sobrias. Eso
sugiere que el alcohol y los narcóticos ayudan a mejorar la probabilidad de una
buena polinización.
Lo que es cierto es que la helleborina de hoja ancha parece no tener
problemas con el sexo. Cada verano, la mayoría de las plantas producen una
cosecha abundante de frutos cargados de semillas. Se ha observado que las
plantas que crecen en áreas muy alteradas por la actividad humana tienden a
producir más semillas que las plantas que crecen en áreas naturales. Probablemente
eso se debe a la gran variedad de polinizadores que se sienten atraídos por el
complejo néctar. Los entornos humanos tienden a tener un conjunto de insectos
diferente y, a veces, más variados que las áreas rurales, lo que significa que
hay más oportunidades para encontrar posibles polinizadores.
La helleborina de hoja ancha es todo un ejemplo de las extraordinarias complejidades
de la familia de las orquídeas. Pocas orquídeas son ecológicamente tan
generalistas como ella. Su capacidad de crecer donde otras no pueden mientras
se beneficia de una gran variedad de polinizadores es el secreto de su expansión
por todo el mundo. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.