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Hay descritas más de
25.000 especies de orquídeas. Una diversidad floral tan grande obedece a un solo
fin: la polinización.
La polinización de las
orquídeas es un capítulo maravilloso en la biología de esta familia de plantas
que sobresalen entre las demás angiospermas por la complejidad de sus flores y
por las complicadas interacciones ecológicas con sus agentes polinizadores. Es
un tema que ha captado la atención de numerosos científicos a través del tiempo,
incluyendo a Charles Darwin, que realizó las primeras observaciones acerca del
papel fundamental de los insectos en la polinización de las orquídeas,
publicadas en 1862 en su libro La fecundación de las orquídeas. Cuando
Darwin afirmó que las variadas estratagemas que usan para atraer a sus
polinizadores superan la imaginación de cualquier ser humano, no estaba
exagerando.
Las orquídeas son
realmente hábiles para engañar a los polinizadores. No es para menos: el 97% de
las especies necesitan un polinizador para que se lleve a cabo la transferencia
de los granos de polen de una planta a los pistilos de otra y, por tanto, para
que se produzca la fecundación y la formación de las semillas.
Hay que tener en cuenta
que, mientras que en la inmensa mayoría de las plantas, el polen está formado
por granos individuales, el de las orquídeas está agrupado en masas compactas
llamadas polinias, de tal
modo que por sí solo o por acción del viento el polen no se puede dispersar de
una flor a otra, y de ahí que los polinizadores sean unos transportistas imprescindibles
para asegurar la reproducción sexual.
La polinización por
animales (zoófila) que caracteriza a las orquídeas presupone que los polinizadores
visiten las flores de manera regular y se detengan en ellas el tiempo
suficiente para que rocen las anteras (y se lleven las polinias) y el estigma (la
porción terminal del ovario donde deberán depositar las polinias), y que el
polen quede adherido a los visitantes de modo tan perfecto que pueda llegar con
seguridad a los estigmas de otras flores.
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El resultado de la
zoofilia depende esencialmente de que los animales puedan reconocer las flores
desde una cierta distancia y de que se sientan atraídos por las flores de la
misma especie. Por eso, las flores zoófilas deben poseer productos atractivos
(cebos, como el polen y el néctar), medios de reclamo (olores y colores) y,
además, polen viscoso o adherente.
Los polinizadores son muy
variados y, según sea la especie de que se trate, pueden ser abejas, avispas,
mariposas, coleópteros, otros muchos insectos y aves (especialmente colibríes).
Los polinizadores no hacen su trabajo gratis, sino que buscan una recompensa,
que en general es en forma de néctar pero que también incluye otros pagos en
especie. No obstante, algunas orquídeas se las han apañado para engañar a sus
polinizadores, dejándolos con tres pares de narices. De un par de ellas me he
ocupado en este mismo blog (1,
2).
Otra de ellas es Calypso bulbosa.
Calypso bulbosa es una orquídea circumboreal, lo que significa
que su área de distribución se extiende por todo el hemisferio norte en
Norteamérica y Eurasia. Pasa prácticamente desapercibida la mayor parte del año
hasta que llega el momento de florecer. Sobrevive con su peudobulbo semienterrado debajo
de la hojarasca de los bosques de coníferas.
Las plantas han resuelto
de maneras muy diversas el problema de la supervivencia durante épocas
adversas. Las bulbosas como las orquídeas sobreviven gracias a sus bulbos
subterráneos, que constituyen una reserva para pasar el invierno en estado de
latencia, protegidos de las temperaturas extremas de la superficie gracias al
poder atemperador de los suelos. Son increíblemente resistentes en esta etapa.
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Durante la primavera,
cuando aparecen las hojas (Calypso bulbosa, curiosamente, produce una
sola hoja), las plantas bulbosas activan su metabolismo, fotosintetizan
aprovechando las largas horas de insolación y movilizan los compuestos
elaborados gracias a la luz hacia los bulbos subterráneos. Mientras lo hacen,
producen flores, por lo general muy numerosas y vistosas porque la mayoría de
las bulbosas son polinizadas por insectos libadores.
Cuando aprieta el calor
al inicio del verano, las flores ya han producido frutos, y las hojas comienzan
a secarse. Durante el verano no queda más rastro de las bulbosas que un manojo
de hojas secas y un puñado de frutos que, agitados por el viento, liberan
decenas de semillas menudas.
A principios de la
primavera, las espectaculares y un tanto extravagantes flores de Calypso
bulbosa se abren y esperan la llegada de los abejorros. Las orquídeas calipso
hacen todo lo posible para atraer abejorros comunes del género Bombus. La
flor emite un aroma dulce. Además, el labio inferior en forma de bolsa de la
flor luce unas protuberancias pequeñas, amarillas y con forma de cabello que imitan
anteras cubiertas de polen. Finalmente, dentro de la bolsa formada por el labio
hay dos apéndices que parecen producir néctar, pero que únicamente brillan como
si estuvieran barnizados. Toda la flor es una estafa. La orquídea no ofrece
recompensas reales en forma de polen o de néctar a los abejorros que las
visitan.
Pero no todos los
abejorros acuden al engaño. Los abejorros no son animales insensatos. Aprenden
rápidamente qué flores vale la pena visitar porque les ofrecen un premio y
cuáles no. Para que la artimaña funcione, se requieren abejorros recién surgidos
de la larva no hayan adquirido una experiencia previa y acudan al engaño. Por eso,
para practicar su estafa, Calypso dispone de un corto período de tiempo para
que los abejorros de las cercanías acudan a su engaño. El timo es suficiente
para que sobrevivan algunas de ellas, pero las tasas de polinización son muy
bajas en esta orquídea.
El aspecto más
interesante de todo esto es que la que podríamos llamar "función masculina"
de la flor, la liberación de las polinias, es más probable que ocurra que la
"función femenina", la deposición de polen. La razón es fácil de
entender; la función masculina requiere que un abejorro sea engañado solamente
una vez, mientras que la función femenina requiere que un abejorro sea lo
suficientemente incauto como para ser engañado al menos dos veces.
Calypso asegura la continuidad de sus poblaciones porque,
como todas las demás orquídeas, puede producir decenas de miles de semillas con
una sola fecundación. Por lo tanto, cada orquídea tiene decenas de miles de
propágulos potenciales para garantizar la próxima generación al tiempo que
asegura su supervivencia mediante la estrategia de las bulbosas. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.