Hace algunos meses decidí dejar de comer
carnes rojas. Suprimir un alimento que me encanta, supone otra de mis pequeñas contribuciones
a la mitigación del mayor problema global: el cambio climático inducido. Las
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) debidas a la producción de carne
de rumiantes son muy importantes. Reducir a nivel mundial el número de
rumiantes domésticos supondría una contribución sustancial a los objetivos de
mitigación del cambio climático, al tiempo que generaría importantes beneficios
sociales y ambientales añadidos [1].
Los rumiantes son herbívoros salvajes y
domésticos que comen plantas y las digieren a través del proceso de
fermentación entérica en un estómago de cuatro cámaras. El metano se produce
como un subproducto de procesos digestivos microbianos que tienen lugar en la
primera de esas cámaras, el rumen. Allí, para obtener energía, millones de microorganismos
anaeróbicos (bacterias, protozoos y hongos) fermentan el alimento que pueden
utilizar: la fibra (especialmente celulosa y hemicelulosa).
Aunque el objetivo principal de la lucha
contra el cambio climático inducido se ha centrado en reducir el consumo de
combustibles fósiles, los grandes recortes en las emisiones de dióxido de
carbono (CO2) no mitigarán por sí solos el cambio climático. En la
actualidad, los gases de efecto invernadero (GEI) sin CO2 representan
aproximadamente un tercio del total de emisiones antropogénicas equivalentes de
CO2 (CO2eq)*. Por tanto, solo mediante grandes reducciones
simultáneas en las emisiones con y sin dióxido de carbono se lograrán mitigar
los efectos de los GEI.
Figura 1. a, emisiones de gases de efecto
invernadero y fuentes específicas (F1-F6); F1: Rumiantes; F2: Gas natural,
petróleo, industria; F3: Vertederos; F4: Quema de biomasa; F5: Carbón; F6:
Arrozales. b, censos mundiales de
rumiantes de 1961 a 2011. Fuente.
El metano (CH4) es el GEI sin
dióxido de carbono más abundante. Existen varias fuentes antropogénicas
importantes de metano: los rumiantes, la industria de los combustibles fósiles,
los vertederos, la quema de biomasa y la producción de arroz (Figura 1a). La ganadería
de rumiantes es la mayor fuente de emisiones antropogénicas de CH4 y
ocupa más superficie que cualquier otro uso del terreno a nivel mundial. La
relativa falta de atención puesta en esta fuente de GEI sugiere que la
conciencia de su importancia es inapropiadamente baja. Las reducciones en el
número de rumiantes y de la producción cárnica derivada de ellos beneficiarían
simultáneamente a la seguridad alimentaria mundial, la salud humana y la
conservación del medio ambiente.
Los animales no rumiantes o
"monogástricos" como cerdos y aves de corral tienen un estómago de
una sola cámara y sus emisiones de metano son comparativamente insignificantes.
En 2011 había censados 3.600 millones de rumiantes domésticos (1.400 millones
de bóvidos, 1.100 millones de ovejas, 900.000 cabras y 200.000 búfalos). En
promedio, durante los últimos 50 años cada año se suman unos 25 millones de
rumiantes domésticos a la cabaña mundial (Figura 1b).
En todo el mundo, el sector ganadero es
responsable de aproximadamente el 14,5% de todas las emisiones antropogénicas
de GEI (7,1 de 49 Gt CO2eq/año)**. Aproximadamente el 44% de las emisiones del
sector ganadero son en forma de CH4 procedente de la fermentación gástrica,
del estiércol y del forraje de los animales alimentados con derivados del arroz,
mientras que el resto corresponde casi por igual al CO2 (27%) debido
al cambio de uso del territorio y al empleo de combustibles fósiles, y al óxido
nitroso (29%) de los fertilizantes aplicados en los pastizales.
Los rumiantes contribuyen significativamente más (5,7 Gt CO2eq/año)
a las emisiones de GEI que el ganado monogástrico (1,4 Gt CO2eq/año).
Las emisiones debidas al ganado bovino (4,6 Gt CO2eq/año) son
sustancialmente más altas que las de los búfalos (0,6 Gt CO2eq/año) y
las de ovejas y cabras (0,5 Gt CO2eq/año) [2].
A nivel mundial, los rumiantes
contribuyen con el 11,6% y el ganado bovino con el 9,4% de todas las emisiones
de GEI procedentes de fuentes antropogénicas. El área total dedicada al
pastoreo abarca el 26% de la superficie terrestre. La producción ganadera
representa el 70% de las tierras agrícolas mundiales y el área dedicada a la
producción de cultivos forrajeros representa el 33% del total de tierras
cultivables [3].
Ni que decir tiene que, de disminuir la presión ganadera, todos esos terrenos recuperarían
su carácter forestal original.
Aunque las políticas climáticas internacionales se
esfuerzan por reducir las emisiones de combustibles fósiles, el sector pecuario
ha estado generalmente exento de las políticas climáticas y se está haciendo
muy poco para modificar los patrones de producción y consumo de productos
cárnicos procedentes de rumiantes [4, 5]. La producción anual de carne en todo el
mundo está creciendo rápidamente y se prevé que, si no hay cambios en las
políticas, se duplique con creces, de 229 millones de toneladas en 2000 a 465
millones de toneladas en 2050 [3].
Figura 2. Huella media de carbono equivalente de alimentos sólidos ricos en proteínas por kilogramo de producto. F1: Bovino extensivo; F2: Ovino; F3: Bovino en prados; F4: Bovino intensivo (estabulado); F5: Pesquerías; F6: Avicultura (carnes); F7: Avicultura (huevos); F8: Vegetales sustitutos de la carne (productos vegetales de alto contenido proteínico que tienen cualidades morfológicas y organolépticas semejantes a algunos tipos específicos de carne, y que se utilizan en dietas vegetarianas o veganas. Entre las más conocidas se encuentran el tempeh, el seitán, el tofu y otros derivados de la soja); F9: Legumbres. Fuente. |
Cuando el análisis del ciclo de vida
completo toma en consideración los efectos ambientales directos e indirectos desde
la "granja a la mesa" lo que incluye la fermentación entérica, el estiércol,
el forraje, los fertilizantes, el procesamiento, el transporte y el cambio en
el uso de la tierra, la huella de GEI del consumo de carne de rumiante es, en
promedio, 19-48 veces mayor que la de los alimentos ricos en proteínas
obtenidos de las plantas (Fig. 2). Las carnes de animales no rumiantes como las
de cerdos y aves de corral (y los marinos) tienen una huella inferior de
carbono equivalente, aunque todavía tengan un promedio de 3 a 10 veces mayor
que los alimentos vegetales con alto contenido de proteínas. Los cerdos y las
aves de corral también consumen alimentos que, de otro modo, consumirían los
humanos.
Dado que el cambio del clima
de la Tierra puede estar cerca de alcanzar puntos de inflexión importantes, la
necesidad de actuar es cada vez más apremiante. Disminuir el aumento del cambio
climático forzando rápidamente las reducciones de rumiantes y de CH4
disminuiría la probabilidad de cruzar irreversiblemente esos puntos de
inflexión hacia un nuevo estado climático. Reducir el número de rumiantes será
una tarea difícil y compleja, tanto política como socialmente. Sin embargo, la
disminución de la cabaña de rumiantes debe considerarse a la par que nuestro
gran desafío de reducir significativamente la dependencia del mundo de los combustibles
fósiles.
Solo con el
reconocimiento de la urgencia de este tema y la voluntad política de
comprometer recursos para mitigar de forma integral tanto las emisiones de
gases de efecto invernadero con y sin emisiones de CO2 se logrará un
progreso significativo en la mitigación del cambio climático. Para conseguir una
respuesta efectiva y rápida, necesitamos aumentar la conciencia entre el
público y los legisladores de que lo que elegimos comer tiene importantes
consecuencias para el clima. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.
Referencias
[1] Peinado, M. Metano y cambio climático. (2017).
[2] Gerber, P. J. et
al. Tackling Climate Change trough
Livestock. A Global Assessment of Emissions and Mitigation Opportunities (FAO, 2013).
[3] Steinfeld, H. et
al. Livestock’s Long Shadow:
Environmental Issues and Options (FAO, 2006).
[4] Smith, P. et al. Glob. Change Biol. 19: 2285–2302 (2013).
[5] Wirsenius, S.,
Hedenus, F. & Mohlin, K. Climatic
Change 108, 159–184 (2011).
* CO2eq. Medida
en toneladas de la huella de carbono, es decir la totalidad de la emisión de
Gases de Efecto Invernadero. Para uniformizar la medida, la masa de los diferentes
gases emitidos es medida por su equivalencia en CO2 (dióxido de
carbono).
** Gt: gigatonelada, o
mil millones de toneladas.