Hace ya demasiados años, cuando vagabundeaba con el agua por los tobillos por los bosques de cipreses de los pantanos de Alabama que les muestro en la fotografía, tenía buen cuidado en mirar precavidamente al suelo para esquivar la inquietante presencia (que nunca se produjo) de los, por otra parte, abundantes reptiles entre los que se cuentan los caimanes y alguna que otra serpiente venenosa de las que proliferan por aquellos pagos.
Cuando vi por primera vez la pequeña planta que les muestro en la fotografía y que crecía en las orillas de un marjal, no lo dudé: aquello era una licopodiácea anfibio. Más adelante, cuando volví a dar con ella ya florecida, resultó que era una Angiosperma: Mayaca fluviatilis. Vaya en mi descargo que Mayaca es el único género perteneciente las Mayacaceae, una familia anómala difícil de ubicar en el árbol filogenético de las Angiospermas y que incluso en la prestigiosa Flora of North America se indica su semejanza vegetativa con los licopodios semiacuáticos. Ya saben: Mal de muchos, consuelo de tontos. Para mí fue muy emocionante ver en el campo una de estas plantas, que no son muy frecuentes en la naturaleza, pese a que los entusiastas de los acuarios, entre los que no me cuento, la conocen bien.
Mayaca fluviatilis |
Las ocho o diez especies de Mayaca se pueden encontrar en todo el sudeste de América del Norte, en Latinoamérica, en las Indias Occidentales y en África. Se preguntarán ustedes cómo, en el caso de un género con tan escaso número de especies, no se sepa a ciencia cierta si son ocho o diez. Yo lo descubrí rápidamente. Cuando los ejemplares estaban semisumergidos, tenían una pinta diferente a cuando crecían en el fango de las orillas. Repaso ahora los caracteres que anoté entonces en mi libreta de campo.
Los ejemplares semiacuáticos tenían hojas bastante largas, en su mayoría entre 5 y 20 mm, pedicelos florales más cortos que las hojas y frutos capsulares elipsoidales, algo más largos que anchos. Los ejemplares del fango tenían hojas mucho más cortas (3-5 mm), pedicelos más largos que las hojas, y cápsulas ovoides casi globosas, casi tan anchas como largas. Las diferencias son tan acusadas que unas y otras poblaciones fueron en tiempos clasificadas como dos especies diferentes M. fluviatilis para los ejemplares de medios encharcados, y M. aubletii para los de medios más secos. Flora of North America, de obligada referencia en estos casos de duplicidades de difícil sustento, reconoce una sola especie: M. fluviatilis, nombre que, por otra parte, le viene como anillo al dedo.
Y ahora una pincelada de historia. El género Mayaca fue descrito por el botánico y explorador francés Jean Baptiste Christophore Fusée Aublet (1720-1778) en su reputada Histoire des plantes de la Guiane Francoise, que los lectores más curiosos pueden consultar en este enlace. Aublet dedicó el nombre a los Mayaca, el nombre usado por los españoles para referirse a una tribu nativa americana en el centro de la Florida, a la aldea principal de esa tribu y al jefe de esa aldea en la década de 1560.
Según cuenta el historiador John Hann [1], los españoles encontraron por primera vez Mayaca en 1566 mientras intentaban rescatar a algunos franceses capturados por los indios. Los frailes franciscanos españoles visitaron por primera vez Mayaca a finales del siglo XVI. En 1597, el jefe de los mayacos se había convertido al cristianismo, pero al parecer sus sucesores no estaban por la labor de seguir bajo el austero manto de los beneméritos franciscanos, así que a finales del XVII incendiaron las misiones y mandaron a los frailes y a sus sirvientes indios al Paraíso. Para fortuna de unos y otros, los mayacos no eran caníbales, que se sepa, así que se fueron enteritos. Las últimas noticias de la tribu datan de la primera mitad del XVIII, por lo que se fueron al valle de Josaphat sin saber el honor que unos años después le otorgó el ciudadano Aublet.
Sic transit gloria mundi.
[1] Hann, John H. (2003). Indians of Central and South Florida: 1513-1763. University Press of Florida.