Charlie Naysmith muestra su valioso pedrusco |
Si estás caminando por la playa y
te encuentras un pedrusco, lo más probable es que sea... un pedrusco. Pero
¡ojo!, míralo con atención porque existe la remota posibilidad -tan remota como
que te toque el gordo de Navidad- de que te hayas topado con un tesoro: un
trozo de ámbar gris, el nombre elegante con el que se conoce a cierto tipo de
materia fecal de una mínima parte de los cachalotes.
Los cachalotes tienden a expulsar
una secreción intestinal llamada ámbar gris y esta sustancia termina por
endurecerse a medida que flota en el agua. A veces, pocas veces, aparecen en la
orilla del mar y la gente las recoge, como fue el caso de Charlie
Naysmith, un niño de ocho años que encontró una de esas piezas mientras
paseaba con su padre por Dorset (Inglaterra). Cuando buscó que tipo de material
era en Google se dio cuenta de que el valor de aquel pedrusco que le cabía en
el bolsillo ascendía a 63.000 dólares americanos. El precio de esta sustancia
es tan alto por su utilización en la industria del perfume, porque marcas como
Chanel o Lanvin lo aplican a sus perfumes para fijar los aromas a la piel del
consumidor.
Que el ámbar gris sea tan caro no
es ninguna novedad. Desde hace siglos, ha sido considerado un
producto de lujo. Los antiguos chinos conocían esta sustancia como lung sien hiang o aroma de baba de
dragón, y la utilizaban para aromatizar el vino que consumían los poderosos. Como
cuenta Philip Hoare en Leviatán o la
ballena (Ático de los libros, 2010), un extraordinario libro sobre los
cetáceos, era también una de las fragancias que, mezclada con jazmín,
rosa, canela, almizcle y civeta, se preparaba el enigmático perfume con el que
se ungía la cabeza de un soberano británico durante la parte más secretade la sagrada ceremonia de
coronación.
En 1851, Herman Melville, dejó
escrito en uno de los grandes clásicos de la literatura universal, Moby Dick, el
valor de tan repugnante excremento: «¿A quién podría ocurrírsele, pues, que
damas y caballeros exquisitos se deleiten con una esencia surgida de las
tristes entrañas de una ballena enferma? Y sin embargó es así». En esta misma
novela, Ismael, el protagonista, cuenta que los turcos introdujeron esta
sustancia en La Meca «con el mismo propósito que el incienso fue llevado hasta
San Pedro en Roma».
A pesar de ser una de las
sustancias más caras del mundo (su valor es casi el del oro y en otros tiempos
llegó a triplicarlo), el ámbar gris es también una de las menos conocidas del
mundo. Su valor exorbitante se debe a sus propiedades como fijador de perfumes,
pero también a otros factores, según explica el biólogo molecular Christopher
Kemp en su libro Floating Gold: A Natural
(and Unnatural) History of Ambergris [Oro
flotante: una historia natural (y poco natural) del ámbar gris], inédita en
español y publicada en Estados Unidos por The University of Chicago Press
(2012). Según Kemp, es escaso, tiene propiedades muy raras -como la de
estabilizar las fragancias- y es imposible de fabricar en laboratorio. Es
cierto que se han creado versiones artificiales similares, pero distan en mucho
del original. Es algo así como escuchar tocar a los U2 o a una buena banda que
interpreta un tema de los U2. Suenan de alguna manera igual, pero les falta algo
imposible de definir.
Aunque todavía hay quien piensa
que el ámbar gris es
producto del vómito de las ballenas, en realidad es una rara secreción producida
solamente por los cachalotes, a quienes les encanta zampar calamares gigantes (en
un día pueden llegar a ingerir hasta una tonelada), pero cuyos picos córneos son
incapaces de digerir. Normalmente, lo que hacen es regurgitarlos enteros por la
boca, pero en algunos casos los indigeribles picos continúan su recorrido por
el sistema digestivo e irritan el estómago y el intestino delgado. Como
respuesta al problema intestinal y para amortiguar el daño que provocan en el
interior del animal, los desdichados cachalotes que han engullido los picos los
recubren con una secreción grasa rica en colesterol que cementa el codiciado
elemento. Por suerte para los cetáceos y gozo de quienes tienen la fortuna de
encontrarlo, el ámbar gris lo produce sólo una mínima fracción de la población
de cachalotes -cerca del 1%-, y no todos lo expulsan porque algunos mueren de
indigestión.
Por tanto, se trata de un tipo de
materia fecal que se genera en el mismo sitio que los excrementos y se expulsa
también por el ano. Como no podía ser menos dado su origen, en principio la materia
que luego pasará a formar parte de carísimos perfumes huele literalmente a
mierda, pero una vez expulsado al mar flota sobre las corrientes oceánicas
durante años, va transformándose poco a poco y adquiriendo un aroma particular hasta
que el azar del oleaje lo deposita en alguna parte como un anodino guijarro céreo.
A manera de la legendaria piedra
filosofal, el mar transforma la caca en oro.