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Taenia solium (lombriz del cerdo) |
La terapia helmíntica se basa en la idea de que nuestro
sistema inmunitario necesita gusanos helmínticos para evitar un mal
funcionamiento. ¿Podría ser beneficiosa la ingestión de estos parásitos?
Ingerir gusanos (helmintos) para curar enfermedades es el objetivo de la llamada terapia helmíntica, cuyos defensores intentan aplicar introduciendo en el aparato digestivo de pacientes desesperados los gusanos parásitos que, afirman, necesita nuestro cuerpo.
En 1974, J. A. Turton, un hombre
de unos treinta y pocos años, decidió experimentar con su propio cuerpo. Desde
los ocho años sufría de alergias estacionales y el uso de antihistamínicos para controlar los síntomas le resultaba extraordinariamente molesto. Tal y como escribió en
la revista científica The Lancet, se infestó ingiriendo larvas vivas
de ciertas lombrices de aproximadamente un centímetro de longitud responsables de la anquilostomiasis.
También llamada anemia tropical y uncinariasis, la anquilostomiasis es una infección intestinal causada por dos nematodos parásitos: Necator americanus y Ancylostoma duodenale. Es una infección ampliamente distribuida en humanos de todo el mundo y en particular en las zonas tropicales húmedas, en las que afecta a más de mil millones de personas.
Lo que Turton esperaba es que su sistema inmunitario abandonara su fijación alergógena por el polen de las plantas que le producían una tremenda alergia para dar respuesta a la infección por los nematodos intestinales. Escribió que durante los veranos en los que su intestino sirvió de huésped para esos parásitos, permaneció completamente libre de todos los síntomas de la alergia polínica.
¿Estamos demasiado limpios?
A primera vista, infectarse a
posta con parásitos parece una terapia insensata. Al fin y al cabo, llevamos décadas financiando
programas de desparasitación en todo el mundo porque las lombrices pueden
causar enfermedades. No me refiero a las lombrices de tierra, sino a los helmintos,
unos pequeños gusanos que han evolucionado para sobrevivir dentro de un huésped
animal (y nosotros lo somos, mal que le pese a algunos), que sufre las consecuencias mientras el gusano
prospera. Una infección por helmintos puede provocar anemia, hipertensión,
desnutrición y problemas intestinales. Pero las lombrices no son necesariamente
malas y es ahí donde está el meollo del argumento a su favor: la
hipótesis de la higiene, que en resumidas cuentas sostiene que quizás ser
demasiado limpio no sea tan positivo.
Nuestro mundo industrializado es
muy limpio y hay quien sostiene que demasiado limpio. Gracias a la vacunación, la pasteurización, la cadena de frío
y las prácticas generales de limpieza y desinfección, hemos mantenido a raya
muchos microorganismos. Mientras tanto, hemos observado un aumento pronunciado
de enfermedades relacionadas con nuestro sistema inmunitario: alergias, asma,
diversas afecciones cutáneas, diabetes tipo 1, lupus, enfermedad de Crohn,
colitis ulcerosa y artritis reumatoide.
Muchas de ellas son enfermedades
autoinmunes: nuestro sistema inmunitario se rebela contra una molécula propia
de nuestro cuerpo, como un ejército golpista que atacase a sus propios
ciudadanos. Un mejor diagnóstico y un mayor acceso a la atención médica ayudan
a explicar por qué algunas de estas enfermedades están en aumento en los países
desarrollados, pero para los partidarios de la hipótesis de la higiene eso no es suficiente.
La hipótesis de la higiene
Esta hipótesis plantea que la mejora de las condiciones sanitarias causó el aumento de las enfermedades autoinmunes, o que al menos es una causa importante del mismo. Hasta hace poco, nuestros antepasados estaban plagados de parásitos. Era la norma, y los contraíamos a través de la agricultura, la caza, el trabajo de la tierra y del consumo de alimentos y agua contaminados.
Eso significa que nuestro sistema inmunitario evolucionó
dentro de cuerpos infectados por helmintos. La teoría sostiene que, al eliminar
el gusano —un supuesto "viejo amigo" del cuerpo humano—, el sistema
inmunitario se desequilibra y funciona mal.
Los científicos han intentado
explicar cómo se produce ese desequilibrio. Una primera hipótesis se centró en
dos tipos de respuesta inmunitaria: la respuesta Th1
y la respuesta Th2. Se creía que los gusanos provocaban una respuesta Th2 que bloqueaba los linfocitos Th1 del sistema inmunitario.
Por tanto, dicen, si se eliminan los
gusanos, el sistema inmunitario produce una respuesta Th1 que conduce a
enfermedades autoinmunes. Sin embargo, esta hipótesis del yin y el yang
es simplista, ya que muchas de las armas inmunológicas de nuestro cuerpo no
encajan perfectamente ni en Th1 ni en Th2. Una mejor comprensión de la
inmunidad ha llevado a los científicos a considerar cómo los gusanos afectan a
tipos específicos de glóbulos blancos, como las células reguladoras T, las
células dendríticas y los macrófagos.
El objetivo de la terapia
antihelmíntica es reintroducir los heilmintos en el organismo para tratar alergias o
enfermedades autoinmunes. Sin embargo, no todos los helmintos son iguales; el
gusano ideal no causaría ninguna enfermedad, no se multiplicaría dentro del
cuerpo ni colonizaría otros órganos; no se propagaría a otras personas ni
causaría síntomas en su hospedante y sería resistente a los medicamentos comunes,
pero se eliminaría con antiparasitarios. Encontrar un gusano fetén como este no ha
sido fácil, pero algunos candidatos han llegado a la cima de la lista.
Los dos principales son el anquilostoma humano (Necator americanus) y los huevos del tricocéfalo porcino (Trichuris suis ova), este último aprobado por el Departamento de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA) para su empleo en investigación con humanos.
La evidencia de la terapia helmíntica en modelos animales (es
decir, ratas y ratones criados para expresar enfermedades similares a las que
buscamos tratar en humanos) ha resultado positiva y alentadora, a menudo porque
los científicos utilizan muchos gusanos
para influir en el sistema inmunitario. El problema es que nosotros no
somos ratones grandes.
De gusanos y hombres
Los pocos ensayos clínicos de terapia antihelmíntica que se han realizado han dado resultados contradictorios. A veces funciona; a veces, no. Los estudios escasean y los defensores de la técnica se apresuran a señalar problemas cuando los ensayos ofrecen resultados negativos: argumentan que los pacientes presentaban síntomas graves y no habían respondido a ningún tratamiento, por lo que no debería generalizarse la falta de respuesta.
Por otro lado, cuando los investigadores intentan resumir
los hallazgos sobre el tema suelen comparar un estudio realizado con un
tipo de gusano con otro realizado con una especie completamente diferente, lo
que es lo mismo que comparar peras con manzanas (ambas agusanadas).
He buceado en ClinicalTrials.gov, la base de datos de
estudios de investigación clínica, y no he encontrado ningún ensayo registrado de
terapia con lombrices que esté inscribiendo participantes. Dado que la
investigación es tan escasa, la gente que intenta recuperar a toda costa su sistema inmunitario está recurriendo a grupos de apoyo en redes sociales.
Un artículo de 2020 de un equipo de investigadores canadienses analizó a personas con esclerosis múltiple que buscaban alivio ingiriendo lombrices. Muchos creían que los tratamientos convencionales les habían fallado, así que recurrieron a internet. La información que encontraron era de índole diversa. Incluso una fuente citaba:
«Sus resultados son inequívocos y sorprendentes: la terapia helmíntica ralentizará o detendrá la evolución de la esclerosis múltiple remitente-recurrente en todos los que la prueben».
No existe un solo fármaco contra cualquier enfermedad que pueda ofrecer resultados con tanta precisión ni con la esclerosis múltiple ni con cualquier otra enfermedad, y mucho menos lo ofrecen las lombrices
parásitas.
Con anuncios como esos, algunos pacientes
desesperados pagan grandes sumas de dinero para comprar helmintos on line, por
lo general ocultando la información a su médico, porque temen su rechazo, y a
sus amigos, porque temerían infectarse. No existen protocolos normalizados: muchos
de estos gusanos mueren dentro del cuerpo y es necesario administrar una nueva
dosis. ¿Cuánta? ¿Con qué frecuencia? Estas preguntas no han sido respondidas
por los investigadores, por lo que quienes experimentan por su cuenta se basan
en bulos y milagros compartidas en foros de internet.
Como de costumbre, sembrando muchas afirmaciones falsas e información errónea, las redes sociales han llevado la terapia con helmintos a la vanguardia de la discusión sobre el tratamiento autoinmune. Debido a este aumento de la discusión online sobre la terapia con helmintos, muchas personas que luchan contra enfermedades autoinmunes han recurrido a parásitos autoadministrados para tratarse, a pesar de que el tratamiento aún se encuentra en proceso de prueba y, en general, la mayoría de los profesionales médicos lo desaconsejan.
Por supuesto, siempre que existen
terapias alternativas, es inevitable que se las vendan a padres de niños
autistas, y con la terapia helmíntica ocurre lo mismo: muchos padres
angustiados acuden a curanderos que les administran lombrices y terapia de
quelación. También es de esperar que los helmintos se abran paso en el mercado
de la pérdida de peso (algo así como "explota unos cuantos huevos de lombriz y observa cómo
estas criaturas ingieren tu exceso de calorías"), pero de
momento eso parece
ser más una leyenda urbana que una realidad. Si te tienta la idea de una
dieta para la tenia, recuerda que estos helmintos planos pueden excavar en el
intestino e infectar otros órganos, incluido el cerebro.
En cuanto a la seguridad general de ingerir parásitos más benignos para curarse de una enfermedad inmunológica, como alergias o la enfermedad de Crohn, también persiste una gran incógnita. No somos cerdos, por lo que el tricocéfalo porcino no puede infectarnos más allá de que consiga vivir dentro de nosotros durante un tiempo y captar la atención de nuestro sistema inmunitario si es que lo consigue.
Sin embargo, los gusanos pueden causar daño
tisular interno al migrar de un órgano a otro, y pueden transportar las bacterias y
sus toxinas si no se analizan antes de su uso. Los ensayos en
humanos suelen reportar una buena tolerancia y ningún exceso de efectos
secundarios en comparación con los grupos placebo, pero los estudios son
demasiado escasos y poco representativos como para ser tranquilizadores.
Es difícil predecir qué
enfermedad inmunológica se beneficiará de la terapia helmíntica, si es que se beneficia alguna. No es raro que una posible vía terapéutica conduzca a un callejón sin
salida o a una sola aplicación probada. Con los gusanos, cualquier uso efectivo
dependerá de demostrar qué especie funciona, en qué dosis y durante por cuánto
tiempo. Pero el problema con estos gusanos es que pueden ser demasiado
rudimentarios, peligrosos y "repulsivos" para ser útiles, razón por
la cual los científicos intentan convertirlos en biofármacos más manejables.
Así como la llave es importante
para abrir una puerta, no la persona que la sostiene, es posible que ingerir el gusano entero no sea necesario. Quizás se logre aislar una molécula producida por el gusano que sería la clave para
reequilibrar nuestro sistema inmunitario. Una de las más estudiadas es la
molécula de azúcar-proteína llamada ES-62, secretada por el gusano Acanthocheilonema
viteae, que infecta a roedores. Parece proteger a los ratones contra el
asma, la artritis reumatoide y la fibrosis pulmonar, pero, según afirman los investigadores, se
necesitan más estudios.
Conclusión
Actualmente existen resultados
prometedores de ensayos clínicos sobre terapias helmínticas aplicadas al
tratamiento de enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Crohn y la
colitis ulcerosa. Igualmente prometedora es la gran variedad de ensayos
clínicos que actualmente se están desarrollando sobre la aplicación de la terapia
helmíntica al tratamiento de diversas patologías en las que está involucrado el
sistema inmunológico, como son: asma, rinitis alérgica, artritis reumatoide,
esclerosis múltiple, diabetes Mellitus tipo I, encefalomielitis autoinmune,
obesidad, autismo, etc., que han llevado a identificar cuáles son los parásitos
indicados en el tratamiento de este amplio espectro de enfermedades.
Sin embargo, es necesario indicar que no todos los helmintos son inmunorreguladores y, por lo tanto, útiles en el tratamiento de estas enfermedades y que, los que lo son, no son útiles en el tratamiento de todas las enfermedades de origen inmunológico, sino que presentan una marcada especificidad.
Es más, la utilidad de los que resultan útiles presentan una
variabilidad importante, no sólo dependiente de la enfermedad de origen
inmunológico a tratar, sino también de las condiciones del paciente. Es por
eso por lo que actualmente no existen terapias helmínticas aprobadas oficialmente; aún quedan muchos aspectos por desvelar,
lo que hace que la hipótesis de la higiene no haya pasado de ser eso, una hipótesis, no una teoría contrastada.
Sin embargo, lo prometedor de estas terapias ha traído consigo la autorización
de algunas de ellas como “productos en fase de investigación clínica”.
Aunque quienes se dedican a la medicina alternativa prefieren que la industria farmacéutica no se involucre en la terapia antihelmíntica, la cuestión es que si lo hace podría facilitar su acceso al público. Por ahora, las compañías farmacéuticas no están dispuestas a invertir en gusanos terapéuticos, ya que aislarlos del intestino de los animales conlleva el riesgo de contaminación bacteriana y los clientes potenciales generalmente rechazan la idea de ingerir huevos de gusanos. Pero todo cambiaría si pudiera patentarse un extracto molecular administrable en forma de píldora, lo que facilitaría su comercialización.
Los gusanos parásitos pueden dañarnos, pero nos han acompañado a medida que nuestro sistema inmunitario evolucionaba. Quizás encontremos una forma segura de reincorporarlos a nuestro sistema inmunitario con beneficios comprobados y no sólo como remedios milagrosos.
Quizás logren escapar del mundo de la autoexperimentación y se infiltren en la medicina moderna. Pero eso todavía está por verse.