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sábado, 15 de marzo de 2025

UNA MIAJA QUÍMICA DE ACEITE DE OLIVA

 

Muchas tardes, después de una buena ración de Jordi Hurtado y antes de sentarme a escribir, veo retazos del programa de Carlos Arguiñano. El cocinero vasco se empeña en recomendar en cada programa el uso de “aceite de oliva virgen extra”. Por el contrario, en otro programa de La 2, Las recetas de Julie, se usa (y creo que se abusa) de la mantequilla para elaborar todo tipo de guisos. La recomendación en el programa culinario francés es un reflejo del enorme excedente en la producción de leche de la colosal cabaña bovina francesa.

El empeño de Arguiñano es eminentemente gastronómico, pero la ciencia viene también en su ayuda si nos atenemos a estudios recientes centrados en los beneficios del aceite para la salud. Dos estudios, ambos realizados por investigadores de la Universidad de Harvard, examinaron datos recopilados de unos 90.000 profesionales de la salud a los que se les realizó un seguimiento durante 28 años, durante los cuales completaron cuestionarios dietéticos y se monitorizó su estado de salud.

Los científicos estaban particularmente interesados ​​en el consumo de aceite de oliva, ya que es un componente integral de la dieta mediterránea que se ha asociado con numerosos beneficios para la salud. Como resultado global, los datos revelaron que los sujetos que consumían media cucharada de aceite de oliva al día tenían aproximadamente un 20 % menos de riesgo de padecer enfermedades cardíacas.

Eso suena fantástico, pero como siempre, conviene indagar un poco. Los beneficios se observaron al sustituir la mantequilla, la nata, la margarina y la mayonesa por aceite de oliva, no por añadir simplemente aceite de oliva a la dieta. Además, existen los factores colaterales de confusión habituales en todo este tipo de estudios: ¿Las personas que incorporan aceite de oliva a su dieta llevan un estilo de vida más saludable? ¿Hacen más ejercicio y comen más fruta, frutos secos y verduras? ¿Comen menos carne roja? ¿Simplemente comen menos? Corregir estas variables es una tarea difícil cuando no imposible.

En todos ellos subyace una cuestión de fondo: ¿Qué hay de la posibilidad de que los beneficios para la salud se deban no al aceite de oliva, sino a la reducción de la mantequilla y la nata en la dieta?

Por otro lado, sin duda los beneficios saludables del aceite de oliva tienen una base científica, dado que es una grasa monoinsaturada que no eleva el colesterol en sangre y contiene diversos polifenoles que pueden contrarrestar los efectos dañinos de los radicales libres producidos por el metabolismo normal. Sin embargo, existe un inconveniente: el aceite de oliva virgen extra y otros aceites de oliva tienen perfiles químicos diferentes, que el primero de esos estudios no distinguió.

En el año 6000 a. C. las aceitunas se prensaban en Oriente Medio para producir aceite moliéndolas con piedras de molino hasta obtener una pasta que se extendía sobre discos de fibra vegetal que luego se apilaban y prensaban para extraer el aceite y el agua. Este es básicamente el proceso que se utiliza hoy en día, salvo que, en lugar de usar la gravedad para separar el aceite del agua, se utiliza una centrifugadora. El aceite resultante se conoce como «aceite virgen».

Dado que existen cientos de variedades de aceitunas que se pueden recolectar en diferentes grados de maduración, existen numerosos aceites de oliva vírgenes. El de mayor calidad es el aceite de oliva virgen extra, que posee un sabor superior gracias a su baja acidez. En este caso, la acidez no se refiere al pH, sino a la presencia de ácidos grasos libres. Las grasas se componen de una estructura básica de glicerol a la que se unen tres ácidos grasos (triglicéridos). Cuando estos triglicéridos se descomponen, se liberan ácidos grasos, que pueden dar un sabor desagradable si su concentración supera el 0,8 %.

El segundo estudio amplió los posibles beneficios del consumo de aceite de oliva. Se basó en datos de los mismos 90.000 profesionales de la salud y lució el atractivo título de "Consumo de aceite de oliva, calidad de la dieta y riesgo de muerte por demencia". En este caso, los sujetos que consumían al menos una cucharada de aceite de oliva al día presentaban un 28 % menos de riesgo de muerte por demencia, incluyendo las muertes asociadas con la enfermedad de Alzheimer.

Sin embargo, siempre existe un problema al informar de la reducción del riesgo en términos porcentuales, ya que una disminución porcentual elevada no significa mucho si el riesgo inicial es pequeño. Una forma más realista de informar los resultados de este estudio es que por cada 92 personas que sustituyen la mantequilla, la margarina o la mayonesa por una cucharada (7 gramos) de aceite de oliva, habrá una muerte menos relacionada con la demencia. No resulta tan impresionante, pero tampoco es moco de pavo.

Hay otro pero en el aceite de oliva que pasó desapercibido para los medios. Estos estudios no encontraron que el aceite de oliva fuera mejor que otros aceites vegetales. Aunque el aceite de oliva demostró ser más saludable que la mantequilla y la margarina, no presentó más beneficios que otros aceites vegetales como el de maíz, canola, cártamo o soja.

Lamentablemente, cabe mencionar que, debido a la publicidad dada a los beneficios del aceite de oliva, la demanda ha aumentado significativamente. Esto, sumado a la caída de la producción debido al calentamiento global, ha impulsado la invasión del mercado de productos falsificados. Algunos aceites vírgenes extra pueden estar diluidos con aceites de semillas más baratos o con aceite de oliva de menor calidad, como el aceite lampante, palabra que deriva del italiano para "lámpara".

Sí, las lámparas de aceite todavía existen, aunque no se parecen a la que cambió la vida de Aladino. El aceite lampante se utiliza como combustible para estas lámparas y se caracteriza por su alta acidez, sabores desagradables e impurezas, debido a que se produce a partir de aceitunas demasiado maduras o deterioradas. El "aceite de oliva ligero" también es una especie de falsificación, ya que "ligero" se refiere al color, no a la reducción de calorías. Suele ser aceite de oliva barato mezclado con aceites de semillas.

¿Adónde nos lleva esto? Se debe argumentar a favor de sustituir la mantequilla, la nata y la margarina por aceite de oliva virgen extra en la dieta, aunque desde el punto de vista de la salud no está claro que sea mejor que otros aceites vegetales. Eso sí, sabe mucho, muchísimo mejor.

Los restaurantes que sirven un plato pequeño de aceite de oliva virgen extra para mojar pan en lugar de untarlo con mantequilla como hacen otros deben reconocer su progreso científico. Solo espero que no sirvan aceite de oliva falsificado.