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miércoles, 5 de marzo de 2025

NO, NI LAS OSTRAS NI LA VIAGRA SON AFRODISIACOS

 

El nacimiento de Venus, de Sandro Boticelli (1485). Galería de los Uffizi, Florencia.

Eres muy dueño de gastarte el dinero en lo que te venga en gana, pero no te engañes pensando que los “mariscos de concha” son afrodisíacos: desengáñate, no lo son. Las ostras tienen un contenido excepcionalmente rico de zinc, pero la reputación como afrodisíacos de ese metal y de los moluscos es inmerecida. 

Surgida en la Antigüedad, la imaginativa y desacreditada doctrina de las signaturas, muy extendida tanto en la medicina antigua como en la medicina popular del tiempo que nos ha tocado vivir, sostiene que las plantas, los animales o los minerales llevan sobre sí los signos que permiten conocer sus virtudes terapéuticas o mágicas. 

La metafísica cristiana, siempre presta para apropiarse de cualquier creencia que conviniera a sus intereses, introdujo esta noción en la teología, afirmando que el Creador puso en cada ser natural las señales necesarias para que, desde el principio, se sepan sus virtudes terapéuticas. Con esos antecedentes, no debe sorprender que algunos moluscos bivalvos como almejas, chirlas, mejillones y ostras, cuyo aspecto recuerda a las partes externas de los genitales femeninos, se hayan tenido como afrodisiacos. 

Alrededor del día de san Valentín, una festividad tan importada e impostada como la de Papá Noel, se incrementaron sustancialmente las ventas de ostras crudas que, animados quizás por los anuncios que las califican como «ideales para encender la llama de la pasión», algunos enamorados las llevaron para la cena romántica de ese día. 

Considerar a las ostras como afrodisíacas es tan antiguo como la civilización. Los griegos ya conocían el efecto de algunas hierbas como estimulantes sexuales y hacían con ellas infusiones, que llamaron aphrodisiakós, un vocablo surgido del nombre de la divinidad Afrodita, hija de Zeus y Dione, diosa del amor erótico y amante de Adonis. En la mitología griega, Afrodita emergió del mar en una concha de ostra, lo que para muchos es prueba suficiente de su capacidad amatoria. 

Según cuenta la leyenda, Casanova podía comer cincuenta ostras crudas para desayunar, supuestamente para no desfallecer después. Éstas y más anécdotas sobre las ostras y la comida están recogidas en el libro La cocina de la salud, escrito a seis manos por Ferran Adrià, el cardiólogo Valentín Fuster y el periodista Josep Corbella.

Cuando alguien intenta justificar científicamente el poder estimulante de las ostras, suele subrayar su alto contenido en zinc. El zinc se encuentra en muchos alimentos y la mayoría de nosotros lo obtiene en dosis más que suficientes de la carne, los cereales y el yogur. Pero las ostras tienen un contenido excepcionalmente elevado de ese metal, unas diez veces más que un trozo de carne de ternera de tamaño comparable. El zinc tiene muchas funciones en el cuerpo humano y es imprescindible, entre otras muchas cosas, para la producción de esperma; por tanto, fue un pequeño salto intuitivo suponer que mejoraría la fertilidad y el rendimiento sexual.

Pero la reputación del zinc (y, por tanto, de las ostras) como afrodisíaco no es merecida. En primer lugar, fertilidad y deseo sexual no son equivalentes. Frecuentemente confundimos diferentes conceptos cuando se trata de sexo. A menudo se habla del Viagra como afrodisíaco, pero en realidad no aumenta el deseo sexual. 



Recuérdese que el adjetivo “afrodisíaco” se aplica a las sustancias que tienen la propiedad de estimular el apetito sexual. Las famosas pastillas azules sirven para trata la disfunción eréctil, que a menudo es una consecuencia de la aterosclerosis, pero no hace que alguien esté más dispuesto a tener relaciones sexuales. Simplemente lo hace más capaz, pero tenga en cuenta que para comer es necesario tener apetito.

La fertilidad y el deseo sexual también son conceptos distintos, por lo que un problema con la primera no implica un déficit del segundo. No hay nada en la literatura científica que sugiera que el zinc pueda aumentar la libido e incluso su capacidad para mejorar la fertilidad es dudosa. Aunque su deficiencia metabólica puede perjudicar la producción de esperma, eso no significa que ingerirlo a cucharadas mejore la fertilidad.

Un ensayo clínico publicado en el Journal of the American Medical Association analizó si una combinación de zinc y folato mejoraría la calidad del semen o la capacidad de generar hijos vivos en aproximadamente 2.000 hombres que estaban planeando un tratamiento de fertilidad. Ninguno de los resultados mostró ninguna mejora, lo que subraya un punto importante sobre los criterios de valoración clínicos estrictos. 

El único criterio de valoración que importa con los tratamientos de fertilidad es si algo puede mejorar la tasa de nacimientos vivos: en este ensayo quedó claro que el zinc no lo hizo. El zinc y el folato se incluyen comúnmente en los suplementos para la fertilidad masculina, pero este estudio demuestra que probablemente sean tan inútiles como beber gaseosa.

El zinc puede parecer un tratamiento de fertilidad tan inofensivo como ineficaz, y las ostras un capricho divertido para un día especial. Pero en dosis altas (aunque no sean “casanovescas”) puede provocar malestar gastrointestinal, náuseas y vómitos. El zinc presente en ciertas terapias para el resfriado también puede causar anosmia permanente, es decir, la pérdida del sentido del olfato. Aunque a menudo se comercializa como un remedio para el resfriado, las revisiones clínicas demuestran que no produce un mínimo beneficio.

Es poco probable que se produzca una sobredosis de zinc por comer unas cuantas ostras. Es más probable conseguir una intoxicación alimentaria, una amenaza que se acentúa con el cambio climático: las ostras son particularmente peligrosas para comer crudas porque se alimentan filtrando el agua del océano. A medida que las aguas marinas se calientan, pueden prosperar más virus y bacterias, lo que aumenta el riesgo de contaminación de la ingesta de moluscos vivos. 

Las ostras comparten con el resto de bivalvos un reglamente propio (852/2004) que obliga a que los ejemplares que lleguen al mercado tengan unas características sanitarias adecuadas y cumplan con determinados requisitos de higiene que minimicen las probabilidades de que sean portadores de microorganismos patógenos o toxinas.


Sin embargo, cumplir con la legislación no equivale a decir que el riesgo microbiológico sea cero porque el marisco crudo es un alimento de alto riesgo en especial de contraer vibriosis, la infección bacteriana más habitual ligada a este producto, una amenaza cierta que aconseja no comer nunca crudos los bivalvos.

Una buena regla general para evitar infecciones es que, si la concha de una ostra está abierta, agrietada, no cierra o huele mal (obviamente), hay que desecharla inmediatamente. De lo contrario, es posible que pases el día de San Valentín con diarrea, una circunstancia muy poco romántica.