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domingo, 16 de marzo de 2025

ASPIDISTRAS Y GAMBAS LILIPUTIENSES

 

Aspidistra elatior. A la derecha ejemplar adulto. A la izquierda, lámina extraída de las colecciones del Jardín Botánico de Nueva York. Los números indican: 1, flores naciendo a ras de suelo, directamente desde los rizomas subterráneos. 2, corte transversal de una flor con los ocho tépalos y, en su interior, el disco estigmático. 3, interior de una flor de la que se ha extraído el disco estigmático. 4, disco estigmático en cuya base se observan los estambres, más aumentados en 5. 6, hoja. 

La naturaleza nunca dejará de sorprenderme. Por primera vez en mi vida, que ya va siendo larga, en el Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá he visto estos días las flores de las aspidistras, unas plantas que jamás faltan en las iglesias y que hace unos años eran muy usadas como plantas domésticas, porque lograron convertirse en un símbolo de distinción de la clase media durante la época victoriana.

Las primeras aspidistras fueron descubiertas y descritas en 1822 por el botánico inglés John Bellenden Ker, a quien las hojas le parecieron escudos; como le gustaban los gladiolos, cuyo nombre científico (Gladiolus) alude a los gladiadores (gladiator), se le ocurrió que el de escudo sería un buen nombre para las plantas que acababa de descubrir. Ese es el verdadero origen del nombre aspidistra, mezcla del del griego ασπίς/ασπίδ-, que significa escudo y del nombre de un género hermano, Tupistra, por más que en algunos sitios relacionen su nombre con las víboras o áspides.

Flores de A. elatior en el Jardín Botánico el pasado 13 de marzo.


Las aspidistras que conocemos (Aspidistra elatior), también llamadas en España pilistras u orejas de burro, que son autóctonas de unas pocas islas pequeñas del sur de Japón, forman parte de un género con alrededor de cien especies​ de la misma familia que los espárragos, los agaves o las yucas (familia Asparagaceae). Originarias de China, Himalaya y Japón, donde prosperan a la sombra de bosques y matorrales, son plantas ornamentales ampliamente cultivadas tanto en el interior como en exterior, siempre que no haya heladas: resisten temperaturas de hasta cinco grados bajo cero, pero mueren con temperaturas más bajas. Además de sombra, las aspidistras requieren suelos sueltos, ácidos y rico en humus. Una vez aclimatadas, siguen creciendo perfectamente si se abandona su cuidado y se dejan crecer a su aire en un jardín.

Como planta de interior, A. elatior se hizo popular a finales de la Gran Bretaña victoriana y era tan común que se convirtió en un "símbolo de la respetabilidad de la clase media aburrida". Como tal, fue central en la novela de George Orwell Keep the Aspidistra Flying, como símbolo de la necesidad de la clase media de hacerse respetar según decía Gordon Comstock, el protagonista de la novela. Fue inmortalizada en la canción cómica de 1938 The Biggest Aspidistra in the World, que, cantada por Gracie Fields, se convirtió en un clásico popular de la guerra y fue utilizada como nombre en clave (inspirado en la canción anterior) de un transmisor radiofónico británico muy poderoso utilizado con fines de propaganda y engaño contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Son plantas herbáceas, perennes, con tallos subterráneos de los que emergen grandes hojas que pueden alcanzar un metro de longitud y hasta un palmo de anchura. Las hojas, que nacen solitarias o en grupos de cuatro, son de color verde oscuro, anchas, nervudas, coriáceas y provistas de peciolos muy largos, Produce unas pocas flores escondidas entre el follaje rodeadas por una o dos brácteas situadas en la base del perianto. 

Son flores hermafroditas, poco vistosas, de textura carnosa y con forma acampanada cuyos ocho tépalos rematan en otros tantos dientes triangulares. La característica más singular de la flor es un estigma grande, carnoso, en forma de disco, que bloquea por completo la corola interior e inferior que contiene los estambres (a, b en la figura). El fruto es una baya globosa u ovoide que suele contener una sola semilla. ​

Flor de A. elatior y su polinizador anfípodo Platorchestia japonica. a, sección vertical; b, vista superior de un estigma. La flecha muestra un poro a través del cual entran los anfípodos por debajo. c, sección vertical de una flor visitada por un anfípodo; d, un anfípodo que se alimenta de polen.

Dada la posición a ras de tierra y su poca vistosidad, desde que fueron descubiertas se pensaba que eran las únicas plantas que polinizaban babosas y caracoles. Sin embargo, de su polinización se encargan otras criaturas de hábitos un tanto clandestinos: unos anfípodos terrestres con forma de pequeñas gambas (son también crustáceos) que se alimentan de restos vegetales y animales.

Muchos anfípodos son marinos; aunque un pequeño número de especies son de aguas dulces o terrestres. Los anfípodos terrestres, cuyos hábitos son omnívoros y carroñeros, son talítridos (familia Talitridae) que viven en la arena, guijarrales o en playas.

Makoto Kato, un botánico curioso de la Universidad de Kyoto, se dedicó a observar las criaturas que visitaban las flores y, por lo tanto, sospechosas de actuar como polinizadores. Los artrópodos, recolectados dentro o alrededor de las flores, entre ellos talítridos y colémbolos, se introducían en cajas de plástico con flores de aspidistra que habían sido cortadas transversalmente. Kato publicó sus resultados en un artículo del que he extraído la composición fotográfica de arriba.

De las 89 flores muestreadas por Kato el 37% fueron visitadas por varios artrópodos; en el 28% de las flores había heces de color blanco amarillento compuestas de polen digerido. Casi todos los granos de polen encontrados en esas flores habían desaparecido. Los anfípodos comían polen (d en la figura), y excretaban heces idénticas a las que quedaban en las flores en su hábitat natural.

Debido a que las anteras de las aspidistras están aisladas por el estigma discoidal que las cubre como un parasol, la autopolinización es poco probable si la flor no es visitada por algún organismo. La formación de frutos y semillas confirmada en los hábitats naturales y la evidencia de visitas frecuentes de anfípodos a las flores sugieren que estos animalitos son los candidatos más probables como polinizadores.

El papel polinizador de los anfípodos se ve reforzado por varias evidencias: (1) Entre el estigma en forma de disco y la corola, hay cuatro pequeños, poros estrechos, a través de los cuales los anfípodos accedían al estambre (b en la figura). Por tanto, el estigma actuaba como un paraguas para la lluvia y como escudo protector frente a otros artrópodos de mayor tamaño que podrían dañar las flores, pero dejaba unas pequeñas “gateras” para los polinizadores con el tamaño adecuado. (2) Los anfípodos visitaban la flor para comer polen y salían de la flor con polen adherido al cuerpo. (3) Los anfípodos no pueden volar, pero son saltarines muy hábiles y, por lo tanto, podrían transportar polen a largas distancias.

Lo dicho, la naturaleza es una infinita caja de sorpresas.