Aunque pueda parecer un tema recién
nacido, el paisaje glaciar de Groenlandia ha estado entrando y saliendo de la
política estadounidense durante ocho décadas.
Las baladronadas del presidente Trump
al inicio de su segundo mandato han puesto a la isla más grande del mundo en
conflicto directo con el país más poderoso del orbe. Aunque no es la primera
vez que han intentado adquirir la propiedad de esta gigantesca masa terrestre
ártica, el deseo de Trump de incorporarla a Estados Unidos ha causado un
considerable impacto entre sus 57.000 endogámicos
habitantes.
En 1946, bajo la presidencia de
Truman, los Estados Unidos, que deseaban controlar Groenlandia para reforzar la
seguridad internacional contra sus enemigos nucleares rusos, hicieron una
oferta de compra por mil millones de dólares a Dinamarca, que había gobernado la
isla desde 1814.
La presencia estadounidense, que
comenzó durante la Segunda Guerra Mundial cerca de Thule, en el extremo noroeste
de Groenlandia, ha continuado allí desde entonces. Como parte de un plan
secreto para ocultar armas nucleares a los soviéticos, en la década de los 50
del siglo pasado, en plena Guerra Fría, el ejército estadounidense puso en
marcha el proyecto Iceworm
(Gusano de Hielo).
Hasta el noreste de Groenlandia llegaron cientos de militares, equipos pesados e incluso un reactor nuclear. Los ingenieros militares construyeron una base subterránea soterrada. La llamaron Camp Century. No duró mucho. La nieve y el hielo comenzaron a aplastar lentamente los edificios sobre los túneles situados debajo, lo que obligó a los militares a abandonarlo en 1966.
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Construcción de un túnel bajo el hielo en Camp Century. Foto. |
Durante su corta vida, los
científicos pudieron atravesar el núcleo de hielo y comenzar a analizar la
historia climática de Groenlandia. La estación meteorológica estadounidense Bluie
West Six, construida durante la guerra, se encontraba a solo unos pocos
kilómetros del asentamiento indígena de Pituffik. Justo después de la guerra,
como parte de la Operación Nanook, los estadounidenses ampliaron la instalación
existente con una pista de aterrizaje de grava como parte de una actualización
para una estación meteorológica más grande y nueva.
Entre 1947 y 1950, aviones de
reconocimiento estadounidenses fotografiaron a fondo la zona con fines
cartográficos. Mientras tanto, estudiantes universitarios jóvenes realizaban
trabajos de topografía y mapeo en el terreno. Había poca información sobre las
condiciones geográficas y meteorológicas de la zona, y obtener este
conocimiento era una condición esencial para llevar a cabo la estrategia polar
y así establecer la supremacía militar de Estados Unidos en el Ártico.
Como señala el registro
histórico, tanto Dinamarca como Estados Unidos deben mucho a los antiguos
nórdicos, que se cree fueron los primeros habitantes de Groenlandia. Su
oscuridad puede, al menos en parte, explicarse por los pocos detalles que
poseemos de la civilización pionera en el techo del mundo.
Las sagas
legendarias [islandesas] dan un relato detallado (y hasta cierto punto
históricamente correcto) de la vida en Groenlandia durante el período de dominación
vikinga de la que existen testimonios escritos desde el siglo XIII que
demuestran que las fuerzas naturales han moldeado durante mucho tiempo la
interacción humana con la región.
A diferencia de los vikingos
medievales que abandonaron los primeros intentos de colonizar la isla, los inuits
groenlandeses se enfrentan hoy a un clima más cálido. En Summit, una estación
de investigación situada cerca del punto más alto del centro de la capa de
hielo, las temperaturas aumentaron seis veces más rápido que el promedio
mundial entre 1982 y 2011.
Por primera vez en casi 130 años,
en julio de 2012 un 97% de la superficie se derritió durante unos días. La capa
de hielo se ha adelgazado y ennegrecido desde principios de la década de 1990,
especialmente en sus bordes, lo que hace que aumente el número de icebergs que se
desprenden de los glaciares cercanos al mar al tiempo que aparecen más
terremotos glaciales.
Ese comportamiento augura un
futuro sombrío porque, como se puede se observar en el siguiente vídeo, puede interrumpir
potencialmente la circulación oceánica a medida que más y más agua dulce fluye
desde el deshielo glaciar.
A medida que las temperaturas de Groenlandia aumentan, también lo hace el termómetro político interno, porque algunos de los políticos de la isla reclaman la plena independencia de la corona danesa. Aunque Dinamarca contribuye con dos tercios del presupuesto de Groenlandia, tanto los groenlandeses como los observadores foráneos son conscientes de las posibilidades que una isla en deshielo rodeada de aguas cada vez más cálidas ofrece para futuras rutas de transporte naval, sin mencionar la extracción de gas y minerales raros que serán más accesibles conforme se desvanezca el permafrost.
La codicia por esos recursos es cada vez mayor, a pesar de que el gobierno de
Groenlandia prohibió en 2021 cualquier intento de extracción de petróleo y
gas, argumentando que "el precio era demasiado alto" en términos de impactos
ambientales.
Como cabía esperar, las
ambiciones de la Administración Trump han puesto a la Casa Blanca en conflicto
directo con Groenlandia y Dinamarca. Como escribió Hans W. Weigert en un artículo
de la revista Foreign Affairs publicado en 1944, «la
conciencia de que el lejano norte es un área de gran importancia estratégica
para Estados Unidos ya no está limitada a un pequeño grupo de personas... […]. La
estrategia de esta guerra ha acelerado el ritmo del progreso en el Ártico, pero
existen ciertas barreras que la naturaleza ha levantado contra el desarrollo de
esta área; y las realidades políticas establecen límites a las posibilidades de
un avance estadounidense hacia el norte».
Ese argumento, escrito en el
contexto de la Segunda Guerra Mundial y poco después de que Islandia declarara
su independencia de Dinamarca (mientras que esta última aún estaba ocupada por
la Alemania nazi), sigue siendo relevante hoy.
En el Day of Infamy speech,
su famoso discurso de 1941 ante el Congreso, el presidente Roosevelt habló de
la necesidad de prevenir la «ocupación por parte de Alemania de
puestos avanzados estratégicos en el Ártico para un eventual ataque contra el
hemisferio occidental». Roosevelt también describió la obligación de una futura
retirada de la región: «Inmediatamente después de la terminación de la “emergencia
internacional actual”, todas las fuerzas estadounidenses serán retiradas de
Islandia».
Sin embargo, dijo también que el Pacto
sobre la defensa de Groenlandia de 1941, a suscribir entre Estados Unidos y
Dinamarca, abría la puerta a negociaciones sobre el futuro de la isla,
especificando que el pacto «permanecerá en vigor hasta que se
acuerde que los peligros actuales para la paz y la seguridad del continente
americano hayan pasado. En ese momento, la modificación o terminación del
acuerdo será objeto de consulta entre los gobiernos de Estados Unidos y Dinamarca».
Ochenta y cuatro añosdespués, la sensación de la nueva Administración Trump es que esos "peligros actuales" siguen existiendo. ¿Qué posibilidades habrá esta vez, de que se alcance un acuerdo negociado y pacífico entre Estados Unidos, Dinamarca y la isla más grande del mundo?