Vistas de página en total

martes, 25 de febrero de 2025

BREVE HISTORIA DEL DESODORANTE O DE CÓMO LLEGUÉ A THE WO

 .

Un viaje nostálgico por la centenaria historia de los desodorantes corporales

Sabido es que los aromas corporales de la adolescencia son, por ser sutiles, peculiares, así que a finales de los 60 llegué hasta el grupo británico de rock The Who gracias a The Who Sell Out, un álbum que el grupo había grabado en 1967, en cuya portada aparecía Pete Townshend aplicándose desodorante en la axila con un tubo enorme de Odorono. Compré el álbum y lo guardé durante varios años hasta que le perdí la pista no recuerdo cuándo ni dónde.

Una de las canciones del álbum titulada precisamente “Odorono” contenía unos párrafos que decían: “Ella rasgó su vestido brillante / No pudo afrontar otro espectáculo / Su desodorante la había abandonado / Debería haber usado Odorono”. A pesar de ello, a menos que yo sepa, la canción nunca se usó como música de fondo para publicitar esos productos de cuidado personal.

¿Por qué lo recuerdo ahora? Me ha venido de repente a la memoria cuando he visto la tendencia actual de los “desodorantes corporales”, es decir, aplicables a todo el cuerpo. No solo se nos insta a evitar que los olores desagradables se desprendan de nuestras axilas, sino que también debemos ser considerados con los demás y asegurarnos de que no se desprendan olores de otras partes del cuerpo, incluidas las regiones íntimas de “ahí abajo”.



Es una idea que, desde el punto de vista del marketing puro, es más que inteligente al menos en términos de superficie y ventas potenciales: si se aumenta la superficie a desodorar, aumentarán las ganancias. Impecable. Pero ¿qué tal si aplicamos algo de ciencia al asunto? ¿Son realmente necesarios estos productos? ¿Entraña algún riesgo su uso?

El sudor es el medio por el cual regulamos nuestra temperatura corporal. La evaporación de la humedad requiere calor, que se extrae del cuerpo, lo que produce un efecto refrescante. Ahora bien, desde el punto de vista químico el sudor tiene una composición diferente según el lugar desde donde se secrete.

La mayor parte del cuerpo está cubierta por glándulas sudoríparas ecrinas que producen principalmente agua salada inolora, mientras que, además de humedad, las glándulas apocrinas de las axilas y las ingles emiten desechos de proteínas, carbohidratos y grasas, que proporcionan un sabroso alimento para las bacterias que, por naturaleza, viven en la piel.

Como nosotros, las bacterias defecan, a su modo, pero defecan, y cuando lo hacen producen excrementos compuestos de sustancias con diferentes olores, el más notable de los cuales es el ácido trans-3-metil-2-hexenoico, cuyo olor es típicamente hircino (a macho cabrío, para entendernos). Cualquiera que alguna vez haya olfateado más o menos de cerca un macho cabrío confesará sin necesidad de aplicarle el tercer grado que no es una fragancia que desee que brote de sus axilas. Las cabras hembras no opinan los mismo: encuentran el aroma positivamente atractivo.

Dado que las glándulas apocrinas se encuentran únicamente en las axilas y las ingles, no parece tener mucho sentido intentar desodorizar desde la cabeza hasta los pies. Por ello, las axilas sudorosas han sido el objetivo tradicional de los antitranspirantes y desodorantes, dos productos que no son idénticos.

Los desodorantes contienen sustancias que impiden el crecimiento de las bacterias de la piel y emiten fragancias que ocultan los olores que producen los microbios. Los antitranspirantes, en realidad, impiden la sudoración al formar un tapón en las glándulas apocrinas.


Mum, la primera crema desodorante de 1888. Fuente

El primer producto para silenciar el olor corporal, elaborado en Filadelfia en 1888, fue el Mum, la primera marca registrada de desodorante comercial. Según el sitio web del fabricante, la marca debe su nombre a una enfermera que cuidó del inventor a la que apodaban "Mum" (“mami”). 

Mum se vendía al principio en una caja de crema que se aplicaba con las yemas de los dedos. Era una pasta que contenía óxido de zinc, una sustancia química que tiene algunas propiedades antibacterianas. Aunque no lo he probado y supongo que es muy probable que redujera el olor, untarse una pasta metálica espesa en las axilas no debía ser muy cómodo que digamos y menos aún para las damas que lucían vestido sin mangas.


A finales de la década de 1940, la inventora Helen Diserens desarrolló un aplicador basado en un artefacto de escritorio recién inventado: el bolígrafo. En 1952 la empresa comenzó a comercializar el producto bajo el nombre de Ban Roll-On. El resto es historia conocida: hasta el día de hoy y con permiso de los aerosoles, el roll-on es uno de los métodos de aplicación más importantes en la industria de los desodorantes

Pero la verdadera revolucionaria del mundo de los desodorantes fue Edna Murphey, creadora de la marca de desodorantes Odorono (apócope de Odor… Oh… no) y pionera de las estrategias modernas de marketing de desodorantes. El padre de Murphey era un médico que desarrolló un antitranspirante líquido para ayudar a los cirujanos con las manos sudorosas. Posteriormente, Edna descubrió que este antitranspirante era útil en las axilas y comenzó a comercializar el producto entre las mujeres. Nació Odorono.

En realidad, el antitranspirante era un invento de 1903, cuando apareció Everdryel primer antitranspirante auténtico que contenía cloruro de aluminio como ingrediente principal. Los compuestos de aluminio reaccionan con la humedad y forman un gel que obstruye las glándulas apocrinas. Sin embargo, Everdry era un incordio porque tardaba una eternidad en secarse.

Pronto aparecieron otras formulaciones con cloruro de aluminio y el Odorono acabó conquistando el mercado. Las ventas se estancaron hasta 1912, cuando Edna montó un stand en Atlantic City para promocionar el producto. En el sofocante calor del verano, la gente estaba ansiosa por probar Odorono y, como las ventas aumentaron, pudo contratar una agencia de publicidad. Se forjó un “matrimonio perfecto” cuando la cuenta fue asignada al redactor James Young, a quien se le ocurrió una brillante idea.

En aquella época, Odorono se comercializaba principalmente como un producto para reducir el sudor de las axilas y evitar que la ropa se manchara. Young tenía un mensaje diferente. Su objetivo era convencer a las mujeres de que quizás no eran conscientes de que emitían olores que generaban chismes a sus espaldas e incluso podían interferir en sus relaciones eróticas. “Si quieres conservar a un hombre, es mejor que no huelas”, fue el mensaje. Funcionó. A pesar de que algunas mujeres se sintieron tan insultadas que cancelaron sus suscripciones a revistas que incluían anuncios de Odorono, las ventas se dispararon.

Este anuncio causó una gran conmoción en una sociedad  que todavía no se sentía cómoda mencionando fluidos corporales. 

En poco tiempo, muchos fabricantes se sumaron a la tendencia que siguió hasta la década de 2000, cuando el mercado de desodorantes y antitranspirantes se estancó. Se necesitaba una nueva idea. Las axilas se habían saturado de compuestos de aluminio, antimicrobianos y aromas florales, por lo que la publicidad se centró en las zonas más bajas. Tal vez, si antes la gente no se preocupaba por los olores que se emitían “ahí abajo”, debería hacerlo.

Un ejército de novedosos “desodorantes para todo el cuerpo” estaba listo para luchar contra los olores de las partes íntimas. Presentaban una nueva arma que habían encontrado en el ácido mandélico contenido en la amigdalina, un compuesto aislado de los huesos de albaricoque que supuestamente envenena las células cancerosas al liberar lentamente cianuro.

El ácido mandélico tiene propiedades antimicrobianas que pueden reducir la cantidad de bacterias de la piel que se alimentan de las secreciones de las glándulas apocrinas. Es bastante seguro. El ácido mandélico pertenece a la familia de los “alfahidroxiácidos”, compuestos que se encuentran en las cremas para la piel debido a su capacidad para eliminar las células cutáneas muertas.

Ya ven cómo la foto de la portada de The Who Sell Out me ha llevado enganchado al estudio de los desodorantes corporales. No hay como tener tiempo libre y no emplearlo delinquiendo por ahí, como dijo no sé quién.