Aspecto primaveral del collejón, Moricandia arvensis. Foto |
Imagínate por un momento que eres
una planta que necesita ayuda de polinizadores para llevar a cabo el proceso
fundamental de la reproducción sexual: ¿cuál sería tu mejor estrategia para
atraer polinizadores? ¿Deberías seguir una estrategia de búsqueda de un solo
especialista o, por el contrario, convertirte en un generalista que atraiga a
muchos para no tener problemas si tu polinizador especializado desaparece?
La estrategia que ha seguido Moricandia arvensis, el collejón, una herbácea común en la cuenca mediterránea, es ambiciosa: produce unas flores en primavera y otras diferentes en el verano.
En primavera, la temporada de esplendor floral, M. arvensis produce flores grandes de color violeta que atraen a las abejas especialistas de lengua larga. Cuando llega el verano, produce flores pequeñas y blancas que atraen a una gran variedad de insectos. El cambio no es simplemente de apariencia. Las flores primaverales producen tres veces más néctar que las versiones veraniegas. Es como si la flor practicara en verano una política de “puertas abiertas”, muy alejada del selecto club primaveral.
Un grupo de investigadores en
ecología de la polinización, un tema que sedujo a Darwin, querían saber cómo ese
comportamiento bipolar afectaba al éxito reproductivo de la especie. No
escatimaron esfuerzos: observaron visitantes de flores en seis lugares
diferentes de España durante un período de ocho años. En total, registraron más
de 6.700 visitas de polinizadores.
Diferencia de color entre las flores de primavera y verano que produce Moricandia arvensis. Imagen capturada de Gómez et al 2025. |
También hicieron un seguimiento
de la eficacia de los polinizadores. Se expusieron más de ochocientas flores
vírgenes a insectos pertenecientes a trece grupos funcionales de polinizadores.
Una vez que la flor recibía una visita, para evitar más visitas los
investigadores le arrancaban los pétalos, anotaban que insectos o insectos
habían visitado la flor y, pasado el tiempo, volvían a visitar las flores para
comprobar la producción de semillas.
Más de tres cuartas parte de las
flores de primavera produjeron semillas tras haber sido polinizadas por abejas
de lengua larga y un 11% más por abejas carnívoras. Los resultados de las
flores de verano fueron mucho más variados: un 26% de las plantas productoras
de semillas habían sido fecundadas por abejas pequeñas de lengua corta; un 19% por
abejas grandes de lengua larga y un 17% por abejas minúsculas. Un tanto sorprendentemente,
algunos visitantes habituales, como las moscas y los escarabajos, apenas sirvieron
para la polinización.
Gómez y sus colegas demuestran
que las plantas pueden adaptarse a condiciones cambiantes modificando radicalmente
su estrategia de polinización interestacional. El comportamiento del collejón resulta particularmente original porque tiene éxito en practicar una
estrategia generalista de dos maneras diferentes. En primavera, utiliza
eficazmente varios tipos de insectos de lengua larga, mientras que en verano se
beneficia de una gama aún más amplia de polinizadores.
En lugar de elegir entre especialización
y generalización, M. arvensis adopta un enfoque que le permite ser un
generalista competente en ambas estaciones, al tiempo que aprovecha las
diferencias en la calidad de los polinizadores para maximizar su éxito
reproductivo.
Las altas temperaturas y las
mayores horas de luz del verano desencadenan cambios en la expresión de más de
625 genes de esta planta, que hacen que comience a producir flores radicalmente
diferentes: donde en primavera eran grandes y con forma de cruz, en verano son
pequeñas y redondeadas; donde antes eran de color lila y reflejaban los rayos
ultravioletas, ahora son blancas y absorben estos rayos.
Además, estas flores de verano
atraen a un conjunto diferente de polinizadores, compuesto por especies más
generalistas. Este cambio en el conjunto de polinizadores (el nicho de
polinización) permite que esta planta tenga éxito reproductivo en condiciones
difíciles.
Este curioso fenómeno se debe a
la denominada plasticidad fenotípica, que es la capacidad de un genotipo de
producir diferentes fenotipos en respuesta a cambios en el ambiente. Se trata
de una propiedad esencial de los seres vivos, cuyo papel en la adaptación y
aclimatación a los cambios ambientales todavía no es completamente conocido.