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domingo, 26 de enero de 2025

SOBRE SALCHICHAS, OSITOS DE GOMINOLA, CHUCHES Y GELATINAS

 

Si te gustan los ositos de gominola o la mayoría de las chuches, pero eres aprensivo, quizás no deberías seguir leyendo este artículo.

«Las leyes son como las salchichas: mejor no ver cómo las hacen». La frase, que se suele atribuir a Otto von Bismarck, bien pudiera aplicarse a la elaboración de los ositos de gominola, a infinidad de chuches y a la gelatina de la que tanto se usa y se abusa en los postres de hospitales y geriátricos.

Parece imposible que los adorables ositos de gominola puedan contener ingredientes poco deseables. Depende del grado de escrupulosidad de cada uno. El contenido aparece en los envases: jarabe de glucosa (un monosacárido disuelto en agua), azúcar, aromas, colorantes, correctores de acidez, pectina (una fibra que abunda, por ejemplo, en las manzanas), almidón y gelatina.

¿Qué es exactamente la gelatina? La respuesta no es del todo agradable: huesos, pieles y cartílagos de cerdo, burro, vaca o caballo, es decir, un montón de despojos desechados por la industria cárnica e incluso por las casquerías disueltos lentamente en agua hirviendo. Esa mezcla de desechos recogida diariamente en los mataderos contiene una sustancia producida al calentar un extracto acidificado de huesos o piel de animales llamado “colágeno hidrolizado”, vulgo “gelatina”.

El colágeno es una proteína que se encuentra en los huesos, la piel y el tejido conectivo de los animales, incluidos los humanos. Dicho en otros términos, como indica la raíz de su nombre, la gelatina es un gel, una mezcla proteínica semisólida, incolora, translúcida, quebradiza e insípida a temperatura ambiente. Una notable propiedad de esa mezcla es su comportamiento a temperaturas diferentes: es líquida en agua caliente (un coloide tipo sol) y se solidifica en agua fría (un coloide tipo gel).

Cuando la gelatina se disuelve en agua caliente, las cadenas de péptidos que conforman las proteínas, normalmente amalgamadas las unas con las otras se separan y se mueven libremente en la solución. Conforme la solución se enfría, esas cadenas se atraen nuevamente entre sí y el “caldo” se espesa. Al unirse, forman una matriz que atrapa las moléculas de agua y el resultado es un gel. Si alguna vez has observado lo que sucede cuando se enfría un caldo hecho con huesos, habrás asistido a ese proceso químico.

Breve historia de la gelatina industrial

En 1845, aunque la gelatina en sí ya había sido descubierta en el siglo XVII por el francés Denis Papin que la obtuvo como un subproducto de hervir huesos de animales, el industrial e inventor Peter Cooper (al que, dicho sea de paso, le cabe el honor de haber sido, a sus 85 años, el candidato a presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos) obtuvo la primera patente para la fabricación de gelatina.

La sustancia gelatinosa que Cooper logró separar de los huesos era pura proteína y, según se fue comprobando poco a poco, tenía miles de usos potenciales en las industrias alimentaria, cosmética, farmacéutica y fotográfica. Cooper patentó su fabricación, pero hizo poca cosa para indagar en sus posibles usos y se limitó a comercializarla empaquetándola para venderla a los cocineros, pero tuvo poco éxito.

Aburrido, nuestro inquieto inventor abandonó la investigación en gelatinas y se dedicó con más éxito a los ferrocarriles: inventó la Tom Thumb, la primera locomotora estadounidense, y otras máquinas pesadas y finalmente creó la compañía de ferrocarriles de Baltimore y Ohio (B & O), el ferrocarril más antiguo de los Estados Unidos.

En 1895, Pearle B. Wait, dueño de una farmacia en LeRoy, Nueva York, compró la fórmula de Cooper y, animado por el relativo éxito de su negocio de jarabe para la tos, él y su esposa experimentaron artesanalmente en la cocina de su casa añadiendo saborizantes para elaborar un postre con sabor a frutas, al que su esposa, May, llamó Jell-O, convertida hoy en una popularísima marca registrada de Kraft Heinz. 

Los primeros sabores que prepararon fueron fresa, frambuesa, naranja y limón. Trataron de comercializar su producto, que patentaron en 1897, pero carecían de capital y experiencia. En 1899 vendieron su patente por 450 dólares a Orator Frank Woodward, que ya tenía cierto éxito en la fabricación y venta de fármacos.

Con el tiempo y mucho esfuerzo, Woodward convirtió Jell-O en un producto extraordinariamente conocido y utilizado en Estados Unidos y Canadá. Al principio, las ventas fueron lentas y un tanto frustrantes, pero cuando lanzó la campaña publicitaria “El postre favorito de Estados Unidos” tuvo tanto éxito que en 1902 las ventas ascendieron a 250.000 dólares, a lo que sin duda ayudaron varios influencers de la época que, convenientemente engrasados con dólares, proclamaron que la gelatina Jell-O era perfecta para una comida elegante. Eso lo cambió todo.

Anuncio de 1910 que contiene el lema "El postre más famoso de Estados Unidos. Imagen

La gelatina Jell-O comenzó a aparecer en banquetes y cenas comme il fault. En 1906, las ventas alcanzaron el millón de dólares. La popularidad de Jell-O aumentó gracias al envío de agentes comerciales elegantemente vestidos y a la distribución de quince millones de copias de un libro de recetas con Jell-O que contenía las favoritas de las celebridades.

Breve historia de los ositos de gominola

En 1920, el pastelero alemán Hans Riegel fundó la empresa Haribo, nombre derivado de las dos primeras letras de su nombre y apellido y de Bonn, su ciudad natal. Riegel empezó fabricando caramelos tan duros como los adoquines zaragozanos o los tofes de la Viuda de Solano, pero su negocio no iba bien. Necesitaba una nueva idea. Siguiendo el ejemplo de los fabricantes de mermeladas y jaleas, combinó zumo de frutas, azúcar y una goma gelificante de la savia de las acacias conocida como “goma arábiga”, de donde procede el nombre original “gummy” (goma) del que derivaría más tarde gominola en el idioma de Cervantes, que no en el de Shakespeare.

La goma arábiga tenía que importarse de África y era cara, por lo que Riegel la sustituyó por gelatina, mucho más barata. ¿Por qué decidió darle forma de oso a sus chuches? La historia cuenta que se inspiró en los osos bailarines que hacían reír a los niños en los festivales callejeros.

Esos osos habían entretenido al público desde la Edad Media, pero su adiestramiento no era motivo de risa, era una crueldad. Cuando eran cachorros, los ositos eran obligados a pararse sobre platos calientes, lo que les hacía saltar de una pata a otra mientras sonaba música. Aprendieron a asociar la música con el dolor y comenzaron a “bailar” cada vez que escuchaban la melodía familiar.

El nombre original en alemán de estos caramelos era “Tanzbaren”, que significa “Oso bailarín”. En 1960, el dulce fue rebautizado como “Ositos de oro”, que era un poco más “elaborado” que el original. Gracias a los avances en la química sintética, los ositos comenzaron a aparecer en una gran variedad de colores y sabores.

Como era más barato, el jarabe de maíz sustituyó parte del azúcar, el aceite de palmiste y el almidón mejoraron la textura, mientras que las ceras de carnauba y de abejas añadieron brillo a las chuches. Las “gomitas ácidas” deben su acidez a los ácidos cítrico y málico, que se encuentran en las frutas, pero se producen sintéticamente a partir de materias primas derivadas del petróleo.

Ositos explosivos

Si quieres que los ositos de goma hagan honor al nombre original de “Ositos bailarines”, hay una manera de conseguirlo. Pero necesitas algo de experiencia química y un poco de clorato de potasio fundido.

En su mayor parte los ositos son azúcar, y el azúcar arde. Cuanto más oxígeno, mejor arde. El clorato de potasio es un agente oxidante fuerte, lo que significa que libera oxígeno fácilmente, especialmente cuando está caliente. Un experimento clásico es derretir clorato de potasio en un tubo de ensayo y colocar dentro un osito de goma. Hay muchos videos en YouTube donde puedes ver a ese osito protagonizando una explosión. No intentes hacer eso en tu casa.

Confórmate con ponértelo en la boca y comprueba si, con los ojos cerrados, puedes relacionar el sabor (frambuesa, naranja, fresa, piña y limón) con sus respectivos colores: rojo, naranja, verde, incoloro y amarillo. Apuesto a que no puedes.