Flores del romero (Rosmarinus officinalis o Salvia rosmarinus). Autor: Rafael Tormo. |
Desde el antiguo
Egipto hasta hoy, el aroma del romero ha sido símbolo de consuelo, alegría e inmortalidad.
Cada mes de
diciembre, en todo el mundo se adornan los hogares con plantas propias de las fiestas
navideñas. Luces y adornos coloridos adornan
los abetos, las flores
de Pascua de colores vivos alegran las repisas y las mesas de salones y cuartos
de estar, al tiempo que con
el acebo y el
muérdago se tejen guirnaldas y coronas.
Desde la Edad
Media hasta el siglo XVIII hubo otra planta que desempeñó un papel igualmente importante
en la decoración navideña: el romero, Rosmarinus officinalis. Este
arbusto aromático alfombraba los suelos de las estancias domésticas y de las iglesias.
Era más que un simple adorno. La historia del romero está entrelazada con la religión,
la medicina, la literatura y la gastronomía.
Según la leyenda cristiana, el romero era una de las matas que cubrían el pesebre en el que nació Jesús. Este arbusto de hoja perenne era llamado la “Rosa de María” por sus flores, cuyo color azul pálido simboliza la divinidad de la Virgen. Una leyenda afirma que la Virgen María cambió el color de las flores de blanco a azul después de cubrir con su manto celeste un arbusto de flores blancas.
Estas y otras historias inspiraron la creencia medieval de que oler romero en Nochebuena traería consigo un año de buena suerte, salud y felicidad. Se convirtió en tradición esparcir la hierba en el suelo y pisar sus hojas, que liberaban un aroma fresco y amaderado. Los feligreses también colgaban ramitas de romero junto con acebo y hiedra en parroquias, ermitas y capillas.
Cubrir el suelo con hierbas aromáticas era una práctica común en la Edad Media destinada a ocultar los olores desagradables de los suelos de tierra compactada y los malolientes albañales de la época. Se creía que los malos olores traían enfermedades, mientras que los aromas de la naturaleza se consideraban curativos y revitalizantes.
Como
escribió el filósofo y médico renacentista italiano Marsilio Ficino en 1489:
«Todas las hierbas, flores, árboles y frutas tienen un olor, aunque a menudo no
lo notes. Con este olor te restauran y vigorizan por todos lados, como si fuera
el aliento y el espíritu de la vida del mundo». La costumbre de esparcir romero
en Nochebuena continuó al menos hasta el siglo XVIII.
Aplicaciones
en la Antigüedad
En la antigüedad,
el romero se convirtió en un símbolo de fidelidad e inmortalidad. Esta tradición
comenzó en el área de distribución nativa de la planta, la cuenca del Mediterráneo.
El romero florecía en los hábitats secos y rocosos de la región, especialmente a
lo largo de la costa. La primera mitad del nombre científico original de la planta,
Rosmarinus officinalis, alude a la apariencia semejante al rocío que
la espuma del mar creaba en las plantas costeras. Juntas, las palabras latinas "ros"
y "marinus" se traducen como "rocío del mar".
Los antiguos
egipcios utilizaban romero en sus prácticas de embalsamamiento y enterraban a los
muertos con ramitas de la planta para proteger sus almas en el viaje al más allá.
Se creía, y aún se cree que esta planta aromática mantiene a raya a los malos espíritus,
que de otro modo podrían ejercer una influencia dañina en los ritos importantes
de la vida, explican los autores de un reciente estudio sobre las plantas rituales
en diferentes religiones.
Los dolientes
de la antigua Grecia y Roma solían llevar ramitas de romero en las procesiones fúnebres
y las colocaban sobre el cuerpo del difunto en el sitio del enterramiento. Las hojas
perennes de la planta simbolizaban la inmortalidad del alma y su aroma ocultaba
el olor a descomposición. El romero todavía se usa en los funerales actuales de
los cristianos europeos. En 2022, el romero fue parte del arreglo floral que adornó
el ataúd de la reina Isabel II.
Las culturas
antiguas también reconocían las propiedades medicinales de la hierba. El romero
proporcionaba alivio para varias dolencias, incluidos el dolor, la inflamación y
la indigestión. El médico Pedanius Dioscórides incluyó el romero en su obra más
famosa, De Materia Medica, una enciclopedia griega del siglo I sobre medicina
herbal. Según Dióscorides, el romero «es cálido y cura la ictericia... También se
mezcla con remedios para eliminar la fatiga».
Romero en el libro de Dióscorides De Materia Medica. Grabados y traducción de Andrés de Laguna, 1555. Biblioteca Digital Mundial |
Un médico
griego aún más antiguo, Hipócrates, al que se suele denominar el "Padre de
la Medicina", trataba el dolor de las articulaciones con ungüentos hechos de
flores y hojas de romero maceradas en aceite de oliva.
Además, la
hierba se utilizaba como potenciador mnemotécnico. En Grecia y Roma, los estudiantes
llevaban coronas de romero durante los exámenes para mejorar su memoria. Estudios
recientes parecen corroborar estos beneficios tradicionales: se ha demostrado que
consumir romero o respirar su aroma mejora la memoria y otras funciones cognitivas.
El romero
en la literatura
El uso y la
apreciación que la humanidad ha tenido del romero durante tanto tiempo están en
el origen de numerosas menciones literarias de la planta. Tal vez el ejemplo más
famoso se encuentre en el Hamlet, de Shakespeare. Mientras Ofelia llora la
trágica muerte de su padre, Polonio, y cae en la locura, distribuye flores imaginarias
a quienes conoce diciendo:
«Hay romero, para el recuerdo.
/ Te lo ruego, amor, recuérdalo».
Shakespeare
introduce el romero en los mundos de Romeo y Julieta y en El cuento de
invierno. En el primero, adopta el significado funerario de la planta. Después
de encontrar el cuerpo de Julieta en un trance parecido a la muerte, el fraile les
dice a sus deudos:
«Sequen sus lágrimas y pongan
romero / sobre este bello [cadáver]».
En El cuento
de invierno, Perdita se hace eco del sentimiento de Ofelia y presenta la hierba
en un festival de esquila de ovejas como símbolo de recuerdo y gracia:
«Para vosotros, el romero
y la ruda. Estos siguen
apareciendo
y saboreando durante todo el invierno.
Gracia y recuerdo
sean para vosotros dos,
y bienvenidos
a nuestra esquila».
En El Quijote, Miguel de Cervantes, contemporáneo de
Shakespeare, también alude a las propiedades medicinales del romero. Don Quijote
utiliza romero, aceite, vino y sal para elaborar el Bálsamo de Fierabrás, una sustancia
milagrosa destinada a curar a quien la beba.
Cultivado
para el hogar y la salud
En la actualidad,
el romero se ha naturalizado en gran parte de Europa y América del Norte y se cultiva
en climas cálidos de todo el mundo. La planta ha evolucionado para soportar la sequía,
con hojas que minimizan la pérdida de agua y un sistema de raíces profundo que puede
acceder a la humedad incluso en suelos pobres. La resistencia de la planta, su agradable
aroma y su valor ornamental de hoja perenne son atractivos tanto para los jardineros
domésticos como para los arquitectos paisajistas.
La planta
también se cultiva ampliamente para la cosmética y la cocina. Las tiendas de alimentos
naturales y las de artículos de baño ofrecen una gran variedad de productos a base
de romero, desde aceites esenciales y suplementos hasta jabones perfumados, cremas
y lociones.
En el mundo culinario, el sabor picante y a pino del romero con notas cítricas acompaña platos de aves, guisos, ensaladas, cócteles y muchos más. Y es que, si se usa con mesura, el romero realiza una magia sutil en la cocina. Aporta un toque de bosque y aire marino salado, parecido al alcanfor y a la maresía.