Circula estos días por las redes un
fragmento de un antiguo documental
antifascista que me parece muy pertinente en los vientos que soplan actualmente en todo el mundo, un huracán cuyo vórtice está en el entorno de
Donald Trump y su camarilla de ultrarricos hiperreaccionarios.
El documental Don't Be a
Sucker (No seas tonto) es un cortometraje de propaganda
estadounidense producido en 1943 y posteriormente actualizado en 1947. Con una
duración de aproximadamente 17 minutos, este corto fue desarrollado por el
Departamento de Guerra de Estados Unidos con el objetivo de advertir sobre
los peligros del fascismo y la discriminación en la sociedad estadounidense.
Su mensaje central gira en torno
a la importancia de la unidad, la igualdad y la lucha contra la división
ideológica basada en prejuicios. Sostiene que tanto los grupos mayoritarios
como los minoritarios se ven perjudicados por el fascismo, y que los
estadounidenses deben unirse contra el fascismo independientemente de la raza,
la religión o el origen nacional.
Desde el primer momento, Don't
Be a Sucker establece su tono con una escena en la que un orador en una
plaza pública arenga a una multitud denigrando a diversos grupos sociales:
inmigrantes, católicos, judíos, afroamericanos y sindicatos. Mientras la
soflama avanza, un hombre mayor que observa la escena se da cuenta del peligro
que conlleva esa retórica y comparte su experiencia con un ciudadano
estadounidense medio. Este anciano resulta ser un inmigrante europeo que vivió
en la Alemania nazi y, a través de su relato, advierte sobre los paralelismos
entre la propaganda nacionalsocialista y el discurso de odio que escucha en
Estados Unidos.
Uno de los aspectos más notables
del documental es su manera de presentar la manipulación ideológica. Utiliza
ejemplos concretos de cómo los nazis alemanes explotaron el resentimiento
social y promovieron la discriminación para consolidar su poder. Se ilustra
cómo, al dividir a la sociedad en grupos opuestos, los líderes autoritarios
logran controlar y oprimir a la población. Esta estrategia de "divide y
vencerás" se muestra como una amenaza latente en cualquier sociedad que no
valore la unidad y la igualdad.
En términos visuales, Don't Be
a Sucker emplea un estilo narrativo directo y eficaz. La puesta en escena
es sencilla pero efectiva: los personajes principales —el anciano europeo y el
ciudadano estadounidense— conversan en un tono didáctico que facilita la
comprensión del mensaje incluso para una audiencia sin conocimientos profundos
sobre historia o política. Además, el cortometraje intercala imágenes de
archivo y dramatizaciones para reforzar su argumento.
Un punto clave del documental es
su defensa del ideal estadounidense de igualdad y derechos civiles. Enfatiza
que la verdadera fortaleza de Estados Unidos radica en su diversidad y en la
protección de los derechos individuales de todos los ciudadanos, sin importar
su origen étnico o creencias. En una época en la que la segregación racial era
un problema en el país, este mensaje cobraba una relevancia particular.
La actualización de 1947
incorporó nuevos elementos, como la referencia a los peligros del comunismo y
el refuerzo del mensaje antidiscriminatorio en el contexto de la posguerra.
Este cambio reflejaba la preocupación creciente por la Guerra Fría y la necesidad
de mantener la cohesión social en un momento de tensión ideológica global.
A pesar de haber sido producido
hace más de 75 años, Don't Be a Sucker sigue siendo un documental
sorprendentemente relevante en la actualidad. Su advertencia sobre la
manipulación política, la discriminación y la erosión de los derechos civiles
resuena en un mundo donde los discursos de odio y la polarización política siguen
siendo problemas graves.
Su mensaje de unidad y vigilancia
cívica continúa siendo una herramienta educativa muy valiosa en la lucha contra
el extremismo y la intolerancia.
En conclusión, Don't Be a
Sucker es un documental potente que, a pesar de su brevedad, logra
transmitir un mensaje profundo sobre la importancia de la cohesión social y la
resistencia frente a la propaganda populista. Su estilo narrativo claro, sus
ejemplos históricos y su relevancia contemporánea lo convierten en una pieza
imprescindible para reflexionar sobre la importancia de la tolerancia y la
igualdad en cualquier sociedad democrática.
Y, ante todo, amigo lector, amiga
lectora: ¡Don't Be a Sucker!
* Traducción a inglés en la siguiente entrada.