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domingo, 19 de enero de 2025

EISENHOWER Y BIDEN: DOS PREMONITORIOS DISCURSOS DE DESPEDIDA

 


Desde el primer discurso que pronunció en 1796 George Washington para anunciar al pueblo estadounidense su intención de abandonar la presidencia después de dos mandatos, el “farewell speech”, el discurso de despedida, ha sido una tradición utilizada por todos los presidentes con la sola interrupción de Donald Trump cuando en 2021 finalizó su primera estancia en la Casa Blanca.

Entre las despedidas presidenciales posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la más famosa fue la de Dwight D. Eisenhower, quien pronunció su discurso desde la Oficina Oval el 17 de enero de 1961. Con el paso de los años, la famosa advertencia del ex general de mirar hacia adentro, al auge del "complejo militar-industrial" diseñado para proteger a la nación contra la Unión Soviética, es la que puede ofrecer hoy las lecciones más significativas.

En el discurso de despedida que ha puesto fin a su amarga presidencia Joe Biden ha hecho una advertencia que recuerda a la del presidente Eisenhower.

El discurso de Eisenhower y la Guerra Fría

La caída del muro de Berlín en 1981 significó también el desmoronamiento del “Telón de Acero”, un término acuñado por Winston Churchill en 1945 en su famoso discurso en la Universidad de Fulton para referirse a la frontera, física e ideológica, que separaba a los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, habían quedado bajo la influencia militar, política y económica de la Unión Soviética de los países occidentales regidos por democracias capitalistas.

Para mantener su hegemonía política y económica, ambos bandos emplearon todos los medios a su alcance. Desde sus orígenes fue una lucha desequilibrada por las condiciones de las que Estados Unidos y la URSS emergieron de la II Guerra Mundial. Estados Unidos había salido enormemente reforzado de ella. Para asegurar el funcionamiento del sistema capitalista, fue esclarecedor el famoso Telegrama Largo del diplomático George Kennan, uno de los principales ideólogos de la Guerra Fría, en el que se afirmaba que era necesario mantener un clima de estabilidad política internacional bajo la hegemonía norteamericana.

En ese documento se manifestó con absoluta nitidez, el interés del capital norteamericano sobre el planeta entero y el verdadero propósito de la «defensa del mundo libre» con las armas de este país y de sus aliados.

A pesar del notable debilitamiento económico de la URSS que no escapaba a los analistas independientes y a quienes tenían ocasión de visitar el «paraíso comunista», la obsesión de las élites políticas de Washington y las militares del Pentágono fue hacer creer al mundo que el enemigo era más fuerte de lo que realmente era. Hacerlo era vital para el llamado Complejo Industrial-Militar, un entramado industrial, financiero y político denunciado por primera vez por el general Smedley D. Butler en 1931, que se aplica a los intereses económicos basados en una política militarista e imperialista interesada en mantener la carrera armamentística para hacer una sustanciosa caja.

Su divulgación se realizó a partir del discurso televisado de despedida del presidente Dwight Eisenhower al terminar su mandato en 1961 en el que denunció el peligro que dicho complejo suponía para el ejercicio de la democracia (audio del discurso aquí).

A pesar de subrayar la importancia del estamento militar para mantener la paz en el país y en el exterior, el 17 de enero de 1961 Eisenhower instó a la cautela: «Esta conjunción de un inmenso estamento militar y una gran industria armamentística es nueva en la experiencia estadounidense […] Sin embargo, no debemos dejar de comprender sus graves implicaciones». El presidente saliente también defendió la importancia central del equilibrio en el gobierno y la resistencia a la idea de que «alguna acción espectacular y costosa podría convertirse en la solución milagrosa a todas las dificultades actuales».

El discurso de despedida de Joe Biden: el recuerdo a los nuevos barones ladrones

Cinco días antes de abandonar la Casa Blanca, Joe Biden se despidió del cargo de presidente de Estados Unidos el miércoles 15 de enero con un discurso en el que advirtió de las amenazas que acechan a la democracia por el peligro de la desinformación fomentada por la “oligarquía” de las tecnológicas, los “abusos de poder” y el peso de los ultramillonarios en la nueva Administración Trump:

«Quiero advertir al país de algunas cosas que me preocupan mucho. Se trata de la peligrosa concentración de poder en manos de muy pocas personas ultrarricas, y de las peligrosas consecuencias si su abuso de poder queda sin control. Hoy, en Estados Unidos está formándose una oligarquía con riqueza, poder e influencia extremas que literalmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas y una oportunidad justa para todos de salir adelante».


Sin citar en concreto a ninguno de los ultrarricos que apoyan a Trump, cuyo gabinete concentra una riqueza sin precedentes, Biden comparó esa oligarquía con la de los “barones ladrones”, un término originalmente aplicado a ciertos hombres de negocios estadounidenses del siglo XIX, acusados de utilizar métodos faltos de escrúpulos destinados a enriquecerse, para trazar a continuación otro paralelismo histórico en relación con los magnates tecnológicos:

«El presidente Eisenhower habló en los peligros del complejo industrial militar. Seis décadas más tarde, estoy igualmente preocupado por el posible auge de un complejo industrial tecnológico que también podría plantear peligros reales para nuestro país […] Los estadounidenses están siendo sepultados bajo una avalancha de falsedades y desinformación que permite el abuso de poder. La prensa libre se desmorona. Los editores están desapareciendo. Las redes sociales renuncian a comprobar los hechos […]  La verdad se ve sofocada por mentiras contadas por el poder y por el beneficio. Debemos exigir responsabilidades a las redes sociales para proteger a nuestros hijos», dijo en clara alusión a la compañía Meta de Zuckerberg y a X, la red social de Elon Musk.

«El esfuerzo inútil conduce a la melancolía», escribió Ortega y Gasset. En un discurso que suena a ejercicio de melancolía, un Biden renacido defendió a instituciones como los tribunales, la prensa, el Congreso, la separación de poderes o los controles y equilibrios de la democracia estadounidense. 

Luego, se levantó, se abrochó la americana, saludó, fuese y no hubo nada.