lunes, 16 de diciembre de 2024

PLANTAS BARRILLERAS

 

Comunidad de plantas baerrileras en una marisma baja en zona de inundación durante las mareas altas. Fishermans Island, Northampton County, Virginia. La  dominante es la suculenta anual Salicornia bigelovii.

El agua salada es nociva para la mayoría de las plantas. Del mismo modo que nos deshidrataríamos en el improbable caso de que bebiéramos agua salina o nos diera por comer sal, también las plantas se deshidratan. En general, la sal deshidrata las plantas y causa problemas con la absorción de nutrientes. No es el caso de algunas especialistas que destacan por su capacidad de crecer en condiciones que matarían a la mayoría de los vegetales.

Las halófitas" son unas plantas tolerantes a la sal que se pueden mantener en condiciones salinas. Y no solo eso: los experimentos han demostrado que muchas de ellas crecen mucho mejor cuando los niveles de sal son elevados. Como son capaces de crecer en lugares donde la inmensa mayoría de las plantas no pueden hacerlo, las halófitas eliminan un problema: la competencia.

¿Cómo se las arreglan las barrilleras para prosperar en un ambiente salado?

Como todas las suculentas, las halófitas tienen grandes vacuolas que almacenan agua. Sin embargo, estas vacuolas almacenan algo más que agua: también acopian grandes cantidades de sales. Lo hacen para invertir el flujo osmótico.

La ósmosis es el fenómeno que se produce cuando dos soluciones con diferente concentración están separadas por una membrana semipermeable. El solvente difunde a través de la membrana del líquido de menor concentración al de mayor hasta equilibrar las concentraciones. Este fenómeno se produce de forma espontánea sin gasto energético y por tanto es un fenómeno de difusión pasiva.

El secreto del éxito competitivo de los halófitos tiene que ver con la ósmosis. Como se recordará de las clases de química, a las sustancias de nuestro mundo les gusta moverse de áreas de alta concentración a áreas de baja concentración. En otras palabras, si por ejemplo tuviéramos dos disoluciones de agua y sal separadas por una membrana semipermeable (es decir, que sólo permite pasar el agua) el agua se movería de la disolución de menor concentración a la de mayor concentración sin necesidad de aportar energía gracias al fenómeno de ósmosis.

En el caso del agua dentro de los tejidos de un organismo, el movimiento se produce entre membranas biológicas. Los organismos no adaptados a las condiciones de alta salinidad mueren por deshidratación debido a la fuerte pérdida de agua generada por la diferencia en el potencial osmótico. La diferencia en este potencial hace que, puestas en una solución salina, el agua del interior de las células tienda a salir hacia su exterior, por lo que las células se desecan y mueren.

Las plantas halófilas absorben activamente sales de su entorno y la introducen en sus vacuolas. Eso significa que la concentración dentro de la vacuola es mayor que la concentración fuera de la célula. La ósmosis hace que el agua se precipite hacia el interior de las células. Al concentrar la sal, el agua siempre se mueve hacia ellas y no al revés, y así pueden conquistar un nicho que no está disponible para la mayoría de los vegetales.

Cuando los halófitos viven en medios ricos en cloruros, la introducción del ion cloruro produce un hinchamiento de las proteínas celulares, fenómeno bioquímico que es, en última instancia, el responsable del engrosamiento externo de algunos halófitos que presentan porte suculento, entre las que se cuentan las barrillas.

Las barrillas y la producción de jabón

Las barrillas o plantas barrilleras se usaron en otro tiempo para la elaboración de sosa y de potasa para la fabricación de jabón, o simplemente mezclando sus cenizas con aceite o grasas animales para usarlas como detergente para hacer la colada doméstica.

Sarcocornia perennis, una suculenta carente de hojas, es un típico representante de planta barrillera. El ejemplar de la fotografía está en plena floración como muestran los estambres amarillos. Foto de Luis Monje. 

Las barrilas, un grupo de plantas típicas de la vegetación de marismas y saladares interiores que se explotaron profusamente desde tiempos inmemoriales hasta que fueron desplazadas por la sosa de síntesis, son principalmente de los géneros Suaeda, Salsola, Atriplex, Arcthrocnemum y Salicornia, que se recogían en los saladares, hoy tenidos por yermos improductivos, y eran incineradas para recoger la ceniza (barrilla), muy rica en sales de sodio y potasio.

La ceniza era procesada tratándola con hidróxido cálcico para hacer piedra de sosa o Natrum (Carbonato sódico) para la industria del vidrio, donde se empleaba como fundente junto con arena de sílice y piedra de cal) o en la industria jabonera mezclándola con grasas para producir la saponificación de los ácidos grasos, tal cual se sigue haciendo hoy en día en algunos pueblos españoles.

Para la obtención de la piedra de sosa se recolectaban plantas barrilleras asilvestradas que a menudo eran cultivadas solas o acompañando cultivos de cereal, anís o adormidera. Cuando llegaba el tiempo de recogida se arrancaban las matas y se dejaban en el sitio para secarse; se recogían y más tarde se quemaban por un "maestro barrillero".

La incineración se solía hacer en el propio campo, en un hoyo excavado en tierra donde se iba quemando el material de forma artesanal y precisa para que goteara la sosa y se fuera solidificando en el fondo del hoyo durante la combustión. A continuación, el líquido acumulado se agitaba y apelmazaba hasta obtener una torta homogénea cuando concluía la quema (48 horas). La torta se enterraba y se dejaba enfriar; luego se desenterraba y se rompía en fragmentos comercializables.

De la explotación de las barrilas, aún quedan vestigios en la toponimia de algunos lugares que he visto entre Elche y Santa Pola con el topónimo "Camí de la cendra" (Camino de la ceniza) por donde pasaban los carros cargados con las cenizas de las barrillas. En Google Maps siguen apareciendo varios de esos topónimos o parecidos.