El agua salada es nociva para la
mayoría de las plantas. Del mismo modo que nos deshidrataríamos en el
improbable caso de que bebiéramos agua salina o nos diera por comer sal,
también las plantas se deshidratan. En general, la sal deshidrata las plantas y
causa problemas con la absorción de nutrientes. No es el caso de algunas
especialistas que destacan por su capacidad de crecer en condiciones que
matarían a la mayoría de los vegetales.
Las halófitas" son unas
plantas tolerantes a la sal que se pueden mantener en condiciones salinas. Y no
solo eso: los experimentos han demostrado que muchas de ellas crecen mucho
mejor cuando los niveles de sal son elevados. Como son capaces de crecer en
lugares donde la inmensa mayoría de las plantas no pueden hacerlo, las
halófitas eliminan un problema: la competencia.
¿Cómo se las arreglan las barrilleras para
prosperar en un ambiente salado?
Como todas las suculentas, las
halófitas tienen grandes vacuolas que almacenan agua. Sin embargo, estas
vacuolas almacenan algo más que agua: también acopian grandes cantidades de
sales. Lo hacen para invertir el flujo osmótico.
El secreto del éxito competitivo de los halófitos tiene que ver con la ósmosis. Como se recordará de las clases de química, a las sustancias de nuestro mundo les gusta moverse de áreas de alta concentración a áreas de baja concentración. En otras palabras, si por ejemplo tuviéramos dos disoluciones de agua y sal separadas por una membrana semipermeable (es decir, que sólo permite pasar el agua) el agua se movería de la disolución de menor concentración a la de mayor concentración sin necesidad de aportar energía gracias al fenómeno de ósmosis.
En el caso del agua dentro de los
tejidos de un organismo, el movimiento se produce entre membranas biológicas.
Los organismos no adaptados a las condiciones de alta salinidad mueren por
deshidratación debido a la fuerte pérdida de agua generada por la diferencia en
el potencial osmótico. La diferencia en este potencial hace que, puestas en una
solución salina, el agua del interior de las células tienda a salir hacia su
exterior, por lo que las células se desecan y mueren.
Las plantas halófilas absorben
activamente sales de su entorno y la introducen en sus vacuolas. Eso significa
que la concentración dentro de la vacuola es mayor que la concentración fuera
de la célula. La ósmosis hace que el agua se precipite hacia el interior de las
células. Al concentrar la sal, el agua siempre se mueve hacia ellas y no al
revés, y así pueden conquistar un nicho que no está disponible para la mayoría
de los vegetales.
Cuando los halófitos viven en
medios ricos en cloruros, la introducción del ion cloruro produce un
hinchamiento de las proteínas celulares, fenómeno bioquímico que es, en última
instancia, el responsable del engrosamiento externo de algunos halófitos que
presentan porte suculento, entre las que se cuentan las barrillas.
Las barrillas y la producción
de jabón
Las barrillas o plantas
barrilleras se usaron en otro tiempo para la elaboración de sosa y de potasa
para la fabricación de jabón, o simplemente mezclando sus cenizas con aceite o
grasas animales para usarlas como detergente para hacer la colada doméstica.
Las barrilas, un grupo de plantas típicas de la vegetación de marismas y saladares interiores que se explotaron profusamente desde tiempos inmemoriales hasta que fueron desplazadas por la sosa de síntesis, son principalmente de los géneros Suaeda, Salsola, Atriplex, Arcthrocnemum y Salicornia, que se recogían en los saladares, hoy tenidos por yermos improductivos, y eran incineradas para recoger la ceniza (barrilla), muy rica en sales de sodio y potasio.
La ceniza era procesada
tratándola con hidróxido cálcico para hacer piedra de sosa o Natrum
(Carbonato sódico) para la industria del vidrio, donde se empleaba como
fundente junto con arena de sílice y piedra de cal) o en la industria jabonera
mezclándola con grasas para producir la saponificación de los
ácidos grasos, tal cual se sigue haciendo hoy en día en algunos pueblos
españoles.
Para la obtención de la piedra de
sosa se recolectaban plantas barrilleras asilvestradas que a menudo eran
cultivadas solas o acompañando cultivos de cereal, anís o adormidera. Cuando
llegaba el tiempo de recogida se arrancaban las matas y se dejaban en el sitio
para secarse; se recogían y más tarde se quemaban por un "maestro
barrillero".
La incineración se solía hacer en
el propio campo, en un hoyo excavado en tierra donde se iba quemando el
material de forma artesanal y precisa para que goteara la sosa y se fuera
solidificando en el fondo del hoyo durante la combustión. A continuación, el
líquido acumulado se agitaba y apelmazaba hasta obtener una torta homogénea
cuando concluía la quema (48 horas). La torta se enterraba y se dejaba enfriar;
luego se desenterraba y se rompía en fragmentos comercializables.
De la explotación de las barrilas, aún quedan vestigios en la toponimia de algunos lugares que he visto entre Elche y Santa Pola con el topónimo "Camí de la cendra" (Camino de la ceniza) por donde pasaban los carros cargados con las cenizas de las barrillas. En Google Maps siguen apareciendo varios de esos topónimos o parecidos.