El reloj floral era un plan de
jardín hipotetizado que diseñó el botánico sueco Carl Linneo en el siglo XVIII.
Linneo, considerado el padre de la taxonomía moderna, aprovechando varias
plantas que abren o cierran sus flores en momentos particulares del día para
indicar con precisión la hora, lo diseñó para observar y predecir la floración
de las plantas.
¿Quién era Linneo y en qué consiste
su sistema?
Carlos Linneo, al que Jean-Jaques
Rousseau llamó “Príncipe de los botánicos” cosechó fama y prestigio en sus
setenta años de vida. Nacido en Suecia en 1707, realizó muy joven su primera
expedición científica a Laponia. Aunque su formación era médica, supo
compaginar zoología, botánica, medicina y farmacia. Gracias a su conocimiento
enciclopédico, elaboró un sistema de clasificación que unificó los criterios de
descripción, lo que le valió para ser considerado el padre de la taxonomía
moderna.
Como buen botánico, Linneo viajaba
habitualmente para recoger y estudiar especímenes vegetales, lo que sirvió para
reflexionar sobre un problema que se encontraba cuando debatía con colegas de
profesión. Dependiendo del idioma, incluso de la región del país en que se
encontrara, la misma planta se llamaba de diferentes formas, lo que hacía
extremadamente difícil clasificar, registrar e incluso contrastar información.
En 1731, Linneo desarrolló un
sistema de nomenclatura en latín basado en la utilización de un primer término
escrito en letras mayúsculas, indicativa del género, y una segunda parte
correspondiente al nombre específico de la especie descrita, en letra
minúscula. Por otro lado, agrupó los géneros en familias, las familias en
clases, las clases en tipos y los tipos en reinos.
A él le debemos poder identificar
a una especie inequívocamente, pues gracias a su sistema no puede haber dos plantas
o animales diferentes con el mismo nombre, evitando la pluralidad de
sustantivos comunes con el que se la pueda conocer según en qué lugar del mundo
nos encontremos. Esas fueron las bases de la actual taxonomía.
Muchos biólogos consideran que
fue Linneo quien se planteó por primera vez el origen del hombre. Colocó a los
humanos dentro del mismo sistema de clasificación biológica que utilizaba para
el resto de los animales o vegetales. Tras estudiar varias especies de monos, en
su obra más celebrada, el Systema naturae (1735), escribió que pertenecían
en su clasificación a la misma familia; los primates.
Esquema muy simplificado del árbol de la vida basado en la clasificación de Linneo |
Subrayó que hombres y monos
compartían la misma anatomía y diferían en la capacidad de hablar. A los
hombres los incluyó en la especie Homo sapiens, que colocó con el resto
de los primates en una clase a la que llamó Antropomorpha (de forma
humana). Esta afirmación le puso en el disparadero de la iglesia, que no estaba
dispuesta a aceptar tal comparación pues hacerlo sería, en base a que los
hombres fueron creados a imagen y semejanza de Dios, equiparar a monos y
hombres con el Creador.
El sueño de las plantas
En el siglo I Plinio el Viejo
había observado cómo el tamarindo habría y cerraba sus hojas siempre a la misma
hora del día. En 1729, Jean Jacques d’Ortous de Mairan realizó el primer
experimento cronobiológico de la historia, registrando la espontánea y precisa
apertura diaria de la mimosa púdica, aunque estuviese encerrada en un cuarto
donde no llegaba a luz del sol. En su libro El poder del movimiento en las
plantas Darwin argumentó en 1880 que cada planta genera su propio ritmo
diario, y ya en el siglo XX Erwin Bunning describió los ritmos circadianos de
las plantas.
Mucho antes de esto Linneo, en su
Philosophia botanica (1751), tras observar cómo ciertas plantas
clasificadas como “aequinoctales” se abrían y cerraban siempre a la misma hora
particular del día, y que esas horas variaban de una especie a otra, afirmó que
se podía deducir la hora aproximada en función de qué especies abrían sus
flores. Dispuestas en secuencia, este registro constituyó lo que llamó horologium
florae, o reloj floral:
Funcionamiento del reloj floral
El reloj floral es un sistema que
se basa en la observación de la floración de las plantas en relación con el
tiempo del día y la estación del año. Linneo identificó una serie de plantas
que florecen en determinados momentos del día y la estación del año y las
utilizó como "indicadoras" para crear su reloj.
El reloj se divide en doce
secciones, cada una correspondiente a una hora del día. Cada sección se asocia
con una planta específica que florece en ese momento del día. De esta manera,
el reloj floral permite a los observadores determinar la hora del día con base
en la floración de las plantas.
En el lado izquierdo, empezando a
las seis, se encuentran las plantas que se abren por la mañana. Algunas de
estas son:
5 y 6h:
calabaza, amapola, achicoria.
6 y 7h: crepis
rubra, enredadera.
7 y 8h: lirio
de la hierba, nenúfar, tusílago, alquimia, hipérico.
8 y 9h:
anagalis, calta palustre, centaurea.
9 y 10h:
betónica silvestre, margarita, caléndula.
10 y 11h:
anémona de tierra, vinagrera, espergularia.
11 y 12h:
tigridia, cerraja, aizoácea.
En la mitad derecha de la esfera,
comenzando a las doce, se encuentran las plantas que se cierran pasado el
mediodía:
12 y 13h:
caléndula, petrorhagia.
13 y 14h:
anagalis, hieracium.
14 y 15h:
achicoria, diente de león, calabaza.
15 y 16h: lirio
de hierba, tusílago, hieracium rojo.
16 y 17h:
dondiego de noche, vinagrera, nenúfar.
17 y 18h:
amapola.
Utilidad del reloj floral:
Más allá de su limitada utilidad como
marcador del tiempo, el reloj sirve al menos para tres funciones:
1. Estudiar la fenología de las
plantas: El reloj floral permite a los investigadores estudiar la fenología de
las plantas, es decir, el estudio de sus patrones de crecimiento y desarrollo en
relación con el tiempo y el entorno.
2. Predecir la floración: El
reloj puede utilizarse para predecir la floración de las plantas, lo que es
importante para la agricultura y la horticultura.
3. Estudiar la relación entre las
plantas y el entorno: El reloj floral permite a los investigadores estudiar la
relación entre las plantas y el entorno, lo que es importante para entender la
ecología de las plantas.
Hay que tener en cuenta que,
dependiendo de la latitud en que nos encontremos, algunas de estas plantas no
se darán, pero podrán ser sustituidas por otras entre las más de doscientas
noventa y ocho mil especies de plantas con semillas conocidas.
No es mi intención que los
lectores cultiven un jardín botánico en sus casas (o sí, por qué no), pero tal
vez en estos tiempos de urgencia, de citas y obligaciones cronometradas, puedan
encontrar un momento para la simple observación entre la flora que les rodea.
Quizá puedan tomarse un ratito, ahora que incluso las manecillas del reloj mecánico comienzan a ser algo arcaico, sepultadas por lo electrónico y digital, para reflexionar y admirarse por la inventiva de aquellos que hace siglos, careciendo de medios, se servían del tiempo para volcarse en el estudio y fijaban la vista para admirarse de su entorno.