A la derecha tabla de La Anunciación de Fra Angelico. A la izquierda detalle del cíngulo vegetal que ciñe el tosco sayal de Adán. |
La Anunciación de Fra Angelico
La Anunciación es un retablo
realizado por el pintor toscano del Renacimiento Fra Angelico, sobrenombre de
Guido di Pietro da Mugello (1400-1455). Está realizado con oro y temple al
huevo sobre tabla, y fue pintado hacia 1425-1427. Consta de una escena
principal, con el tema de la Anunciación a la Virgen María, y de una predela o
banco con cinco pequeñas escenas más. El conjunto mide 194 cm de ancho y 194 cm
de alto. Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid.
Predela de La Anunciación que representa cronológicamente cinco imágenes de la Virgen María: Nacimiento y Desposorios, Visitación, Adoración de los Magos, Presentación en el Templo y Tránsito. |
Historia
El conjunto fue pintado al temple
sobre tabla entre 1425 y 1427 para la iglesia del convento de Santo Domingo de
Fiesole (Italia). En 1611 los frailes la vendieron a Mario Farnesio para sufragar
los gastos de la construcción del campanario de la iglesia; poco después este
príncipe italiano se la envió como regalo al corrupto valido del rey Felipe III,
el duque de Lerma.
En aquella época la obra se tenía
en gran estima, pero no por su estilo o autoría, sino por su tema devoto y
porque la escena principal recordaba al fresco —supuestamente milagroso— de la
basílica de la Annunziata de Florencia, del que circulaban
muchas copias.
Aunque el retablo se depositó en el panteón de la Casa de Lerma sito en la Iglesia de los dominicos de Valladolid, poco después se remitió al Convento de las Descalzas Reales de Madrid, posiblemente a raíz de la defenestración política del duque de Lerma.
La tabla se conservó en el citado convento hasta mediados del siglo XIX. Precisamente en su claustro alto lo descubriría el pintor Federico Madrazo, por entonces director del Museo del Prado, quien, tras no pocas gestiones conseguía que el rey consorte de Isabel II, don Francisco de Asís, se interesara por su traslado al Prado.
Las monjas cedieron a regañadientes y recibieron a cambio otra Anunciación pintada por el propio Madrazo. Remitida al Museo como donación real el 16 de julio de 1861, desde ese momento la tabla de Fra Angélico se ha constituido en una de sus piezas más relevantes y conocidas.
Descripción
Desarrolla en la escena principal el tema de la Anunciación, tal como aparece narrado en el Nuevo Testamento (Lucas 1: 26-38), que el pintor sitúa en un pórtico de mármol abierto, all’aperto, que recuerda al Hospital de los Inocentes, construcción de un coetáneo de Fra Angelico, el arquitecto Brunelleschi, con arcos de medio punto que descansan sobre finas columnas blancas.
La Virgen está situada a la derecha. Parece que ante la llegada del ángel ha suspendido la lectura del libro que ahora mantiene sobre el regazo. El pórtico se encuentra en un jardín, hortus conclusus, representación del paraíso. En el ángulo izquierdo de la pintura se ven las manos de Dios y de ellas sale un rayo de luz dorada que viene recto hacia la derecha en el que viaja la paloma del Espíritu Santo.
El vergel que hay delante del pórtico está cuajado de florecillas y tiene una espesa vegetación con algunos árboles, encaramado en los cuales puede verse a un ángel que vigila a dos personajes vestidos con sayales: Adán y Eva, que pisan descalzos unas rosas vulnerantes. Su expresión es de sumisión y de arrepentimiento. En conjunto, la escena representa el principio y el final del pecado, los primeros padres y la salvación del hijo de María.
La obra fue realizada en un momento de transición entre la pintura gótica y el Renacimiento. De la época medieval (el trecento italiano) quedan rasgos como la minuciosidad propia de la miniatura, como puede verse en la flora delante de Adán y Eva, en las detalladas alas del ángel o en su halo dorado. La luz y el color son ya renacentistas (del quattrocento), así como la austeridad de la arquitectura.
El pintor es minucioso con la representación vegetal. Mirando con atención, entre árboles, arbustos y herbáceas he podido identificar hasta cuarenta plantas diferentes. Voy a fijarme en una de ellas, la que aparece formando un cíngulo alrededor de los sayales de los compungidos Adán Eva: es la hierba de los pordioseros, Clematis vitalba.
Clematis vitalba, la clemátide o yerba de los pordioseros, es un miembro de
una familia, las Ranunculáceas, muy primitiva desde el punto de
vista genealógico algunos de cuyos miembros, los acónitos por
ejemplo, producen algunos de los venenos más potentes de la naturaleza.
Cuando en 1753 el naturalista sueco Carlos Linneo la describió por primera vez eligió dos nombres muy significativos. Tenía ante sí un ejemplar de
herbario en el que se veía claramente que era una planta lianoide, trepadora,
así que para el género eligió Clematis, un término latino que procede
del griego klɛmətis (planta que trepa), mientras que para la especie
eligió vitalba, que en latín significa “viña blanca”, en alusión a su
parecido con Vitis vinífera, la vid común.
C. vitalba es una liana que
puede alcanzar varios metros trepando por cualquier soporte gracias a sus
tallos leñosos macizos en la base, pero con ramas verdes y volubles. Tiene
hojas divididas en cinco foliolos peciolados, enteros o dentados, caducas en
invierno. Entre junio y agosto las flores aparecen agrupadas en gran número en el
extremo de los tallos; carecen de corolas, pero en su lugar tienen cuatro sépalos
blancos que parecen pétalos; tienen múltiples estambres y
numerosos carpelos que producen unos frutos secos, muy pequeños (aquenios)
prolongados en un inconfundible estilo plumoso que favorece la dispersión por
el viento.
Es común en toda la región Mediterránea, en el oeste y en el centro de Europa. En España se encuentra dispersa por toda la península, aunque es más frecuente en la mitad norte. Es típica de riberas y humedales.
La yerba de los pordioseros
Entre otras sustancias del arsenal fitoquímico que fabrica la clemátide para defenderse de los herbívoros se cuenta la protoanemonina, una toxina irritante que hace que cuando se hiere o se macera provoque picor, erupciones o ampollas al contacto con la piel o las mucosas. La ingestión de la toxina puede provocar náuseas, vómitos, mareos, espasmos, hepatitis aguda, ictericia o parálisis.
Detalles de C. vitalba. A-C: flores; D-E; frutos. F: hoja. Fotos de Rafael Tormo. |
En medicina popular se ha utilizado la hoja en fresco, triturada y en aplicación tópica, como analgésica contra las neuralgias e inflamaciones osteoarticulares. Además, las hojas frescas (secas pierden sus propiedades) son rubefacientes y vesicantes, lo que quiere decir que producen irritaciones, inflamación y vejigas cuando entran en contacto con la piel.
Se dice que los pordioseros utilizaban las hojas frescas para provocarse llagas para inspirar más compasión, una práctica de la que derivaría su nombre común, que es a dónde yo quería llegar y quiso llegar Fray Angélico con el cíngulo de clemátides que pintó en las cinturas de Adán y Eva, los cuales, conocido el árbol del bien y del mal, fueron expulsados del Edén y condenados a una vida de miseria de la que solo podían escapar ganando el pan con el sudor de sus frentes.
Y en esas estamos.