Cuando avanza el otoño, las
hiedras se cubren de flores rebosantes de un néctar sumamente nutritivo que hace
las delicias de varias especies de moscas, de algunas abejas y de unos
imitadores de las abejas, los sírfidos.
Originaria de los bosques húmedos
del oeste, el centro y el sur de Europa, norte de África y Asia, desde la India
hasta Japón, la hiedra común (Hedera helix) es una de las escasas plantas
supervivientes de la flora de las laurisilvas que, como los madroños o los
laureles, dominó los bosques de la húmeda y cálida Europa del Terciario.
De hecho, a pesar de su
abundancia en los bosques de nuestras latitudes, la hiedra pertenece a una
familia, las Araliáceas, casi exclusivamente tropical, y no se parece a otras
plantas que no nos resultan familiares (salvo algunas ornamentales como Schefflera
o Fatsia japonica). El ginseng, Panax gingseng, es otro
representante famoso de esa familia.
Se piensa que la fácil dispersión
de sus semillas gracias a las aves que consumen sus frutos ayudó a que la
hiedra colonizara de nuevo amplias zonas de donde había desaparecido durante
las glaciaciones cuaternarias.
En España viven tres especies de hiedras
(Hedera helix, H. iberica y H. maderensis). La que sigue es la
descripción de la más común de ellas, H. helix. Para denominarla, en
1753 Linneo usó el nombre genérico de Hedera, literalmente hiedra en
latín, y helix epíteto tomado del griego antiguo que significa
"torsión, vuelta", en alusión a sus troncos retorcidos.
Las hiedras comunes son plantas de hoja perenne que se arrastran o trepan fijándose a todo tipo de sustratos gracias a unas pequeñas raíces adventicias pegajosas, cortas y marrones, cuya única misión es fijadora, porque, como carecen de haces vasculares, son incapaces de obtener agua o nutrientes cuando se fijan en otras plantas. En las hiedras, como en la inmensa mayoría de las plantas, el agua y los nutrientes se obtienen gracias a las raíces subterráneas.
Las hojas son simples, lobuladas, alternas, coriáceas,
brillantes, lustrosas, de color verde oscuro, a veces veteado de blanco, de
entre cinco y diez centímetros. Pueden apreciarse dos tipos de hojas diferentes
en una misma planta: las de las ramas no floríferas, acusadamente lobuladas; y
las de las ramas floríferas, romboidales, carentes de lóbulos y además mucho
más claras. Un observador desinformado puede creer que ve una especie
diferente, un tanto extraña, que recuerda a plantas exóticas.
Las flores otoñales, pequeñas, verdosas, fragantes y muy nectaríferas, van dispuestas en umbelas globulares. Los frutos son pequeñas bayas negruzcas muy nutritivas. Las flores son pequeñas y regulares (simétricas) y el cáliz tiene cinco sépalos pequeños a modo de dientes. Hay cinco pétalos amarillo-verdosos de 3-4 mm de longitud y cinco estambres amarillos. Desde la distancia, un banco de hiedra verde oscuro puede aparecer de color amarillo verdoso pálido durante un corto tiempo cuando está en flor.
¿La
hiedra mata los árboles?
La hiedra no es un parásito. Es una enredadera, por lo
que no tiene tronco y, como no puede soportar su propio peso, necesita apoyo.
Se arrastra por el suelo durante la primera parte de su vida, luego se acerca a
la luz trepando por un soporte, un árbol o cualquier otro (incluyendo muros y
pérgolas), y solo entonces florece y fructifica.
La hiedra, por otro lado, tiene todas las de perder con
la muerte de su soporte, porque entonces, con algunas excepciones, se desploma
y no puede continuar su ciclo de crecimiento y reproducción. Sin embargo, la
hiedra puede pesar mucho, lo que obliga al árbol soporte a producir más madera,
lo que le cuesta recursos. Además, la presencia de hiedra aumenta enormemente
la superficie del follaje sobre el que presiona el viento, como hacen las velas:
esa captura del viento puede llegar a ser tan importante que rompa o arranque
el árbol.
Entonces, ¿la hiedra mata a los árboles? Puede ser,
pero no sistemáticamente y, en cualquier caso, no los parasita. A veces, la
hiedra favorece a su árbol de soporte. La hiedra y los árboles tienen
interacciones complejas, no del todo dañinas, no del todo beneficiosas. Pero
antes de arrancar la hiedra, veamos si es útil para otras especies, entre otros
para nosotros.
El ecosistema hiedra: un sustento para la fauna
Basta con mirar una planta de hiedra en flor para ver la abundancia de abejas que se alimentan de su néctar. En muchos lugares, la hiedra es la última planta en florecer antes del invierno, por lo que ayuda a un gran número de insectos polinizadores a sobrevivir al invierno, incluida la preciosa abeja minera de la hiedra.
Al menos doscientas especies de insectos se alimentan del néctar de las flores de la hiedra. En otoño, puede proporcionar a las abejas hasta el 90% de sus recursos alimenticios. Tras la floración viene la fructificación, siempre fuera de temporada con las plantas dominantes: los frutos maduran en diciembre-enero. Son comestibles para las aves. Cuando el invierno es duro y se agotan otras fuentes de alimento, mirlos, zorzales y otros paseriformes los consumen para sobrevivir. Pero cuidado: ¡los frutos de la hiedra son venenosos para los humanos!
Además, la hiedra proporciona el cobijo de su follaje perenne y sus enmarañadas ramas, un buen lugar para esconderse y anidar para decenas de especies de aves e insectos.
Las enredaderas desempeñan otras funciones importantes en los ecosistemas forestales. Como se ha sugerido para la hiedra, se ha demostrado en el bosque subtropical que la caída de las hojas de las lianas suministra proporcionalmente más hojarasca y de mejor calidad que la de los árboles.
Ya sea que ayuden a nutrir a los árboles o derriben algunos dejando espacio para otros, las lianas tienen una influencia considerable en la ecología forestal, y los expertos creen que su acción es generalmente beneficiosa para la biodiversidad de los bosques. Respetar la hiedra significa favorecer a cientos de especies que viven en ella o se refugian en ella, y, salvo casos especiales, sin dañar los árboles.
Además del uso muy común como
ornamental para cubrir paredes y muros, las hojas desecadas, recolectadas en
primavera y verano de las hiedras se han usado en medicina popular porque
contienen un arsenal fitoquímico en el que se almacenan saponósidos,
flavonoles, ácidos ácido cafeico y clorogénico, fitosteroles, poliacetilenos y un
aceite esencial, entre otros compuestos.
En diferentes modelos
experimentales, los extractos de hoja de hiedra han mostrado actividad
espasmolítica, antiinflamatoria, antioxidante, antimicrobiana y, sobre todo, broncodilatadora,
entre otras. El mecanismo de acción broncodilatadora se debe a los saponósidos,
que actúan como tensioactivos sobre la mucosa bronquial, disminuyendo la
viscosidad de la secreción mucosa.
Administrados por vía oral o
rectal los saponósidos están indicados en el tratamiento de diferentes tipos de
tos, particularmente cuando está asociada a hipersecreción de mucosidad
viscosa, y como coadyuvantes en el tratamiento de afecciones bronquiales. La
mayoría de los preparados contienen extractos secos hidroetanólicos (de agua y
alcohol) incorporados a un excipiente sólido (comprimidos) o un medio líquido
alcohólico (gotas) o no alcohólico (jarabe) para administración oral.
Ocasionalmente, pueden encontrarse también supositorios.
La abeja solitaria Colletes hederae libando en una flor de hiedra. Foto |
Curiosidades
La hiedra tiene que aferrarse a
algo para sostenerse a medida que crece. Puestos a creer, se dice que eso nos
recuerda que debemos aferrarnos a Dios como guía y sustento de nuestras vidas.
Como el del acebo, el muérdago o los abetos, el uso de la hiedra como ornamento
navideño se remonta a la noche de los tiempos.
El hecho de que la hiedra, como
los acebos, permanezca verde durante todo el año llevó a creer que tenía
propiedades mágicas y a su uso como decoración del hogar en los meses
invernales. También simbolizaba la vida eterna, el renacimiento y la llegada de
la primavera. En la antigua Roma la hiedra se asociaba con Baco, dios del vino
y la juerga. Por eso se usaba como adorno en los antiguos fastos grecorromanos.
En Alemania es tradicional que
la hiedra solo se utilice en el exterior y se suponía que un trozo atado al
exterior de una iglesia la protegería de los rayos. Aunque no es tan popular
como el acebo, muchas culturas todavía usaban la hiedra en las fiestas
celebradas durante el invierno.
Con el tiempo, los cristianos
incorporaron a las fiestas religiosas muchas costumbres de celebraciones
paganas. Durante algún tiempo, los cristianos prohibieron la hiedra como
decoración debido a su capacidad de crecer en la sombra, lo que llevó a asociarla
con el secretismo y el libertinaje. Sin embargo, finalmente se impuso la
costumbre de decorar con acebo y hiedra las fiestas cristianas.
En unas semanas lo comprobaremos.