La fotografía en blanco y negro que encabeza este artículo y he coloreado más abajo, es de la edición de febrero de 1924 de National Geographic y muestra a un hombre empequeñecido por la imponente vegetación de la isla de Maui, Hawái.
Tomada en
un estrecho desfiladero a lo largo de las laderas del extinto volcán Haleakala,
esta fotografía proporciona una representación visual sorprendente de la
increíble fertilidad de los paisajes volcánicos. Las inmensas hojas de Gunnera
petaloidea, una planta endémica de Hawai, y la espesa vegetación, junto con
la figura humana para dar escala, resaltan cómo el suelo volcánico rico en
nutrientes sustenta el crecimiento de estos gigantes botánicos.
Es un vívido recordatorio de cómo
la actividad volcánica puede crear entornos donde la vida vegetal florece más
allá de lo común. Es también un recuerdo de una vegetación que, cien años
después, prácticamente ha desaparecido de la isla debido a la expansión del
asfalto de las infraestructuras, del encauzamiento de los arroyos que regaban
esas gargantas y del cemento y los ladrillos de las urbanizaciones. Gunnera petaloidea
es hoy una planta en peligro de extinción.