La batalla ideológica entre el sexo como binario y el sexo como rango o variación es muy intensa. He decidido sacar a relucir mis conocimientos de un tema del que en absoluto soy especialista, pero del que tengo opinión fundada como biólogo y como persona preocupada por lo que me rodea, a raíz de dos asuntos. Uno de ellos es la polémica desatada por la cuestión de la diferenciación sexual en los Juegos Olímpicos de París, de la que me ocupé en este artículo.
El segundo ha surgido como consecuencia haber releído este verano El amante de Lady Chatterley y de haber visto la que dicen es la mejor versión cinematográfica de la novela de D. H. Lawrence. Buscando información sobre la actriz protagonista, Emma Corrin, leo que se define como una persona de género no binario, ese cajón de sastre que abarca las identidades de quienes no se consideran exclusivamente ni del género masculino ni del femenino.
Y aunque no tengo intención de sentar
cátedra, sí pretendo corregir muchas imprecisiones y conceptos científicos erróneos,
entre ellos, aunque no exclusivamente, la idea de que el sexo humano es una característica
o condición binaria determinada únicamente por los cromosomas y que el sexo de alguien
es obvio e innato en lugar de ser ambiguo y asignado por otros.
Afirmo que, según la ciencia, el sexo biológico no es binario. Para sostener el punto central de mi argumento necesito distinguir entre dos términos biológicos. El genotipo se refiere a la información genética que, en forma de ADN, posee un organismo en particular. El genotipo, junto con factores ambientales que actúan sobre el ADN (adaptación genética al entorno), determina las características del organismo, es decir, su fenotipo. En los humanos, los genotipos asociados con el sexo masculino o femenino presentan numerosos fenotipos.
Los individuos de la especie de moluscos Donax variabilis muestran una extraordinaria diversidad fenotípica, tanto en el color como en el patrón de sus conchas. Fuente. |
Determinación del sexo
Cuando nace una criatura, se le
asigna un sexo (generalmente lo hacen los médicos), de acuerdo con cinco
factores:
Que tengan o no un cromosoma Y.
Las gónadas que presenten (testículos u ovarios).
Las hormonas sexuales que producen estos (testosterona
o estrógeno), y en qué proporciones).
Sus órganos reproductores internos (útero o no).
Sus genitales externos (pene o
clítoris).
A veces todos estos factores
coinciden y al neonato se le asigna un sexo. Otras veces, uno o más de estos
factores son contradictorios. Cuando eso sucede, a veces el médico pasa por
alto los factores sexuales discordantes y aplica las reglas en mayoría para
asignarle un sexo. A veces, los factores discordantes se corrigen
quirúrgicamente, a veces no. Y a veces no se le asigna un sexo, en cuyo caso al
neonato se le denomina intersexual.
Sin embargo, no todos los factores tienen el mismo peso, ya
que la reproducción y el tamaño del pene o del clítoris se consideran más
importantes en la mayoría de los casos. Eso significa que a un bebé con gónadas
y órganos reproductivos internos funcionales se le puede asignar su sexo de
acuerdo con estos factores, incluso si los otros tres factores no coinciden, lo
que va en contra de las reglas de la mayoría.
Eso también significa que, en
ausencia de potencial reproductivo, es probable que a los bebés con genitales
externos más grandes que el clítoris promedio se les asigne el sexo masculino,
y viceversa, incluso si va en contra de las reglas de la mayoría.
Una vez que llegamos a adultos,
también debemos tener en cuenta las características sexuales secundarias, como
la cantidad de tejido mamario (¿tienen pechos o no?, ¿esos pechos tienen
glándulas mamarias desarrolladas?) o vello facial (cuánto), pero por ahora
podemos fijarnos principalmente en esos cinco factores fundamentales.
Determinación cromosómica del
sexo
Aunque los científicos piensan en
el sexo en términos de cromosomas, muchos otros no lo hacen. Pregúntenles a las
personas a su alrededor qué define a una mujer y escuchará respuestas muy
diversas, desde poseer cromosomas sexuales XX hasta tener útero, ser fértil o
tener un buen par de senos.
Hablar solo de cromosomas es
ignorar las características anatómicas y las características sexuales
secundarias en las que muchas personas basan sus conceptualizaciones de lo
masculino y lo femenino. Sin embargo, dado que los científicos parecen preferir
los cromosomas, y yo soy un científico (o eso creo), comencemos con los
cromosomas.
A menudo se dice que son el
factor subyacente y más importante de todo y, es cierto que, desde un punto de
vista del desarrollo, contienen las instrucciones sobre qué características
sexuales tendrá un individuo. Entonces, ¿la cosa es tan simple como que los
hombres son XY y las mujeres XX?
La
realidad no es tan sencilla. Por un lado, existen anomalías cromosómicas,
lo que pone en tela de juicio esa definición simple.
El síndrome de Turner es un trastorno del
desarrollo sexual (TDS) en el que un individuo tiene menos de dos cromosomas X
(por ejemplo, solo 1 X o un X incompleto).
El síndrome de Klinefelter es un TDS en el que un individuo es XXY, XXXY o XXXXY.
También existe el síndrome Triple X (personas XXX o XXXX o incluso XXXXX) y, en la realidad, una gran cantidad de afecciones de este tipo que sería tan prolijo como superfluo enumerar.
Se puede argumentar que sólo
existen dos genotipos “normales” de cromosomas sexuales humanos, XX y XY, y que
las variaciones que estoy comentando son sólo accidentes en el camino hacia
esos genotipos normalizados. Sin embargo, la realidad es que estas variaciones
existen, independientemente de si “deberían” o “no deberían” aparecer.
Ya sea que se consideren las
variaciones de XX o XY como nuevos sexos (como lo hace Anne Fausto-Sterling en
los Five
sexes) o como divergencias no deseadas de la división cromosómica “normal”,
están ahí, son claras y no van a desaparecer. Como también están entre nosotros
las personas que viven con estas divergencias y buscan encontrar una identidad
en un mundo que tradicionalmente las ha ignorado.
Determinación fenotípica del
sexo
Sin embargo, los genotipos son
sólo una parte del tema. La otra parte son los fenotipos, las expresiones
físicas de los genes de una persona. Para XX, XY y cualquier otra combinación
de cromosomas sexuales, existe una amplia gama de fenotipos. Hay individuos XX
con testículos, individuos XY que no producen testosterona y casi cualquier
otra combinación que puedas imaginar. Factor por factor, vamos con ello.
Factor 2:
Gónadas. Las gónadas son las glándulas reproductoras que producen gametos y
hormonas sexuales. Por lo general, en las mujeres son los ovarios, que producen
óvulos, estrógeno, testosterona, inhibina y progesterona. En los hombres son
los testículos, que producen testosterona y otros andrógenos.
Digo “por lo
general” porque, como es de esperar si has estudiado biología, hay otra
dificultad. La anorquia
es un trastorno por el que un bebé con un genotipo XY nace sin testículos. Está
relacionada con el síndrome
de Swyer, en el que una persona nace con características externas
femeninas, pero también con gónadas estríadas (testículos no funcionales).
Factor 3: Hormonas. Las afecciones
relacionadas con variaciones en la producción de hormonas sexuales son muy
comunes. El hiper o
hipoestrogenismo y el androgenismo
tienen causas muy diversas, desde tumores de las células
de Leydig hasta cirrosis hepática.
Factor 4:
Órganos reproductores internos. Podemos considerar afecciones como la agenesia
mülleriana, en la que un individuo desarrolla ovarios y trompas de Falopio
funcionales, pero tiene un útero pequeño o ausente. O podríamos buscar estudios de casos como este,
que afecta a un hombre que se identifica a sí mismo como tal, con genitales
externos masculinos, pero que también presenta un útero interno y trompas de
Falopio.
Factor 5:
Genitales externos. Probablemente pueda terminar esta disquisión la clitoromegalia
y el hipospadias.
La primera es la hipertrofia del clítoris, que hace aumentar su tamaño hasta
darle el aspecto de un pene pequeño. El hipospadias es un defecto congénito por
el cual la abertura de la uretra (meato urinario) se encuentra en la parte
inferior del pene, en lugar de la punta. Los distintos grados de gravedad que
pueden presentar estos rasgos pueden llevar a decisiones apresuradas sobre la
asignación de sexo al nacer que suelen ser cuestionadas más adelante en la
vida, a medida que la persona crece y forja su propia identidad.
Si el sexo está parcialmente
definido por las gónadas o las hormonas, ¿su alteración cambia el sexo? Si a un
varón se le extirpan los testículos, ¿ya no es un hombre? ¿Las mujeres
posmenopáusicas que ya no producen estrógeno en cantidades mayores que los
hombres ya no son mujeres? ¿Qué sucede si se combinan varias de estas
condiciones? Si alguien tiene un cariotipo XXY, sin ovarios ni útero, pero sí
vagina y senos grandes, ¿es una mujer?
Si estás pensando que en su
conjunto todos esos trastornos afectan a un pequeño porcentaje de la población,
las estimaciones de todas las causas conocidas del desarrollo sexual no dimórfico
(hombres absolutamente distinguibles de mujeres) sugieren que aproximadamente
el 1,7% de todos los nacimientos vivos no se ajustan al ideal absoluto de
cromosoma sexual normal, dimorfismo gonadal, genital y hormonal. Ese porcentaje
significa que los individuos intersexuales son casi tan comunes como los
pelirrojos.
En conclusión, los seres humanos
tienen una variedad de genotipos que se expresan en una enorme diversidad de fenotipos a través de cinco factores principales al
nacer y a lo largo de la vida. Ignorar estas variaciones es ignorar la realidad
de más de 127 millones de personas. Ignorar estas variaciones es simplemente
ignorancia. Y lo que es más importante, inútil.
Soy consciente de que todos queremos que el mundo sea sencillo, pero, como la mayoría de las cosas que observamos en la naturaleza, el sexo humano no lo es.