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domingo, 4 de agosto de 2024

LECTURAS DE VERANO: REIVINDICANDO LAS BURBUJAS Y EL TIMO DE LOS FIZZ KEEPER

 

Las burbujas no reciben el reconocimiento que merecen. Hacen que el pan suba, son responsables de los agujeros de muchos quesos, del sabor agrio de algunos refrescos, del crujido de los nudillos y de la efervescencia de una pastilla de Alka-Seltzer. Pueden provocar el "desmayo" de los buceadores que salen a la superficie demasiado rápido, pueden hacernos eructar (o algo peor) y pueden provocar la erupción de géiseres. Pero en la vida doméstica, para la mayoría de las personas las burbujas indican que el agua de una olla está hirviendo.

¿Por qué hierve el agua en una olla?

El agua que está en contacto más cercano con las superficies conductoras de calor se transforma en gas y forma una burbuja de vapor de agua que, al ser menos densa que el agua líquida, sube hacia la superficie. Cuando se forma una burbuja, desplaza parte del líquido, y esto a su vez eleva el nivel del agua. El nivel debe elevarse contra la presión del aire (presión atmosférica) que empuja hacia abajo sobre la superficie.



Por tanto, la ebullición solo puede comenzar cuando la presión dentro de una burbuja es igual a la presión atmosférica. Como la presión dentro de una burbuja es proporcional a la temperatura, el agua hierve más fácilmente en la cima de una montaña que a nivel del mar, porque hay menos "atmósfera" sobre ella y, en consecuencia, menos presión que vencer. Pero como la ebullición en altura tiene lugar a una temperatura más baja, los tiempos de cocción son mayores.

Géiseres y ollas a presión

Por el contrario, los tiempos de cocción se pueden acortar aumentando la presión sobre el agua, como ocurre en una olla a presión. En una olla hermética de este tipo se necesita una temperatura más alta para superar la presión que se crea al no permitir que escape el vapor producido.

Los géiseres, que son básicamente ollas a presión naturales que se producen en áreas de actividad volcánica subterránea. A medida que el agua se filtra profundamente en el suelo, se vuelve extremadamente caliente, pero no puede formar burbujas. Como acabo de decir, para formar una burbuja hay que desplazar el agua. En el caso de un géiser, es toda el agua entre la burbuja y la superficie la tiene que ser levantada para dejar espacio para el vapor de agua.

Esa es una presión demasiado alta para superar, por lo que el agua se "sobrecalienta" y comienza a ascender a través del agua más fría que está por encima, de manera muy similar a cómo el aire caliente se eleva sobre el aire más frío. Finalmente, el agua caliente alcanza un nivel en el que la presión es tal que puede comenzar a hervir. El agua sobrecalentada estalla en una ebullición explosiva y obliga a toda el agua que está por encima a brotar del géiser. El agua expulsada se filtrará lentamente a través del suelo y el viejo ciclo podrá comenzar de nuevo... una y otra vez.

Burbujas corporales

Las burbujas pueden formarse incluso en el interior de nuestro cuerpo. El crujido de los nudillos, por ejemplo, es causado por la explosión de burbujas. El líquido que rodea nuestras articulaciones contiene gases disueltos. Cuando se estira una articulación, la presión sobre el líquido se reduce y los gases pueden "salir" de la solución articular. Estos gases tardan unos quince minutos en volver a disolverse, lo que explica por qué existe un período antes de que se pueda volver a hacer crujir el mismo nudillo. Hacer crujir los nudillos no es peligroso, pero la formación de burbujas en la sangre puede ser un problema grave.

Los buceadores deben respirar aire comprimido para superar la presión que ejerce el agua sobre sus pulmones. Bajo tales presiones, el nitrógeno, que constituye el ochenta por ciento del aire que respiran, se vuelve más soluble en la sangre que en condiciones normales. Si el buceador sale a la superficie demasiado rápido, el nitrógeno gaseoso se desprenderá de la solución a medida que se reduzca la presión. Estas burbujas pueden interferir con el flujo sanguíneo y causar un efecto doloroso y potencialmente letal.

Salir a la superficie lentamente permite una liberación controlada del nitrógeno y reduce el riesgo. Aun así, algo de nitrógeno permanece disuelto en la sangre. Por eso no es una buena idea bucear y luego volar en avión el mismo día. La presión reducida en el avión puede provocar la liberación de burbujas de nitrógeno residuales. El problema, especialmente en inmersiones profundas, se puede evitar reemplazando el nitrógeno en el tanque con helio, que es mucho menos soluble en la sangre.

Burbujas útiles

En ocasiones, las burbujas también pueden resultar útiles. El queso se beneficia de la producción de dióxido de carbono durante el proceso de maduración. Los agujeros se forman cuando las burbujas de dióxido de carbono se liberan en el queso mientras se cuaja. El dióxido de carbono también se forma por la acción de la levadura sobre el almidón y, por lo tanto, hace que el pan suba y el champán o la cerveza burbujeen.

La sensación de hormigueo que disfrutamos cuando bebemos una bebida carbonatada también se debe, por supuesto, al dióxido de carbono. Las burbujas crecen y se expanden en los pequeños espacios de aire de la lengua y la garganta, lo que provoca una sensación de presión agradable. Las burbujas de dióxido de carbono pueden incluso tener un efecto teatral. Cuando se sumerge un trozo de dióxido de carbono sólido (conocido como hielo seco) en agua tibia, el calor vaporiza la sustancia, produciendo un impresionante burbujeo.

Hablando de teatralidad, se puede generar dióxido de carbono haciendo reaccionar bicarbonato de sodio con un ácido. Esta reacción se utiliza en el clásico proyecto de ciencias de la escuela para hacer un “volcán”, así como en algunos medicamentos que burbujean cuando se disuelven en agua. El efecto “plop, plop, fizz, fizz” está diseñado únicamente para complacer a las personas que creen que una solución burbujeante es de alguna manera más eficaz. No es así.

El Fizz Keeper y la ley de Henry

Circula por internet (al menos yo nunca lo he visto en tiendas) un aparatito llamado Fizz Keeper cuyos distintos fabricantes anuncian como un dispositivo utilizado para preservar la carbonatación en bebidas no alcohólicas. Se compone de una pequeña bomba de mano que se enrosca en la parte superior de una botella de plástico de cualquier refresco carbonatado para bombear aire dentro de la misma y mantener así la carbonatación que siempre se pierde con el paso del tiempo.



Cuando se carbonata una botella de refresco, que se presuriza con dióxido de carbono, la presión en el interior de la botella es mayor que la atmosférica. Al destapar el envase, la presión que existe dentro de la botella se iguala con la presión atmosférica. 

De acuerdo con la Ley de Henry, el exceso de dióxido de carbono disuelto en la bebida sale de la solución. Si tienen eso en mente, coincidirán conmigo en que los distintos Fizz Keeper publicitados entran en misma la categoría de teatralidad que el hielo seco, los volcanes escolares, las pastillas efervescentes y el timo de la estampita. Porque, como verán, los fabricantes obviamente no están familiarizados con la Ley de Henry.

William Henry fue un químico inglés que observó que la solubilidad de un gas (el dióxido de carbono en el caso de los refrescos) en un líquido es proporcional a la presión de ese gas sobre la solución. Los demás gases que se encuentren por encima de la solución no importan.

Pensemos ahora en una bebida carbonatada. Antes de sellar la botella, se presuriza con una mezcla de aire y dióxido de carbono. La presión del dióxido de carbono sobre el líquido es muy alta (unas tres atmósferas) diez mil veces más alta que la presión parcial del dióxido de carbono en el aire (0,0004 atmósferas), por lo que en el líquido se disuelve una gran cantidad de dióxido de carbono.

En este vídeo se explica el timo de los Fizz Keeper

Cuando se abre la botella, el gas presurizado, el exceso de dióxido de carbono, que era el responsable de la efervescencia, se escapa. Ahora solo queda dióxido de carbono atmosférico para ejercer una presión sobre la solución y esta presión es minúscula (0,0004 atmósferas).

Por lo tanto, una vez que se ha abierto la botella, la única forma de evitar la pérdida de dióxido de carbono disuelto es volviendo a presurizarla con dióxido de carbono, no con aire. Lo siento por reventar la burbuja de los Fizz Keeper, un cacharrito que, por cierto, fue inventado hace ya casi cien años.