sábado, 17 de agosto de 2024

LECTURAS DE VERANO: EL SEXO NO ES COSA DE DOS

 

En un combate de boxeo femenino celebrado en los Juegos Olímpicos de París entre la argelina Imane Khelif y la italiana Angela Carini, un fuerte puñetazo en la cara provocó la retirada de la segunda a los 46 segundos.

Carini se echó a llorar, diciendo «esto es injusto» y «nunca me habían pegado tan fuerte en mi vida». Inmediatamente, periodistas y comentaristas saltaron en su defensa, planteando cuestiones sobre las políticas del Comité Olímpico Internacional (COI) y haciendo muchas afirmaciones falsas sobre la identidad de género de Khelif que culminaron en discursos de odio en Internet.

¿Podría el oro ganado por la boxeadora confirmar la ventaja física intrínseca con respecto a las competidoras de sexo femenino si ella fuera intersexual?

Qué significa intersexual

El sexo no es cosa de dos. Dividir a los humanos en las dos categorías “clásicas”, hombres y mujeres, es muy fácil. Sin embargo, la naturaleza ofrece un abanico de posibilidades que demuestran que la separación entre la dotación cromosómica XX (la de las hembras) y la XY (la de los machos) no es absolutamente determinante.

En la determinación biológica del sexo hay situaciones que escapan a la genética mendeliana y configuran lo que en términos jurídicos se conoce como intersexo, «término genérico que denota un número de variaciones diferentes en las características corporales de una persona que no coinciden estrictamente con las definiciones médicas de mujeres u hombres».

Con los conocimientos actuales, porque no conviene olvidar que la ciencia está en continua evolución y que el conocimiento de hoy en día puede no corresponder con el conocimiento futuro, la realidad biológica es que en la determinación de las características sexuales humanas hay tres “sexos”.

Los sexos cromosómico, gonadal y genital en los humanos

El ADN dentro de las células está empaquetado en los cromosomas. Durante la fecundación, los gametos, es decir, el óvulo y el espermatozoide, se unen. Ambos llevan 23 cromosomas, de manera que el embrión contará con 46 cromosomas, de los cuales dos son los cromosomas sexuales.

Aprendimos con las leyes de Mendel, que si el embrión recibe un cromosoma X de su madre y otro cromosoma X de su padre, su sexo cromosómico será XX, es decir, hembra. Si recibe un cromosoma X de su madre y un cromosoma Y de su padre, su sexo cromosómico será XY, es decir, macho.


En el proceso de desarrollo de los gametos y en ausencia de disfunciones, óvulos y espermatozoides llevarán solo un cromosoma sexual, que puede ser el X en el caso del óvulo y X o Y en el caso de los espermatozoides. Al unirse, mediante la fecundación, hay la misma probabilidad de que se generen embriones biológicamente femeninos (XX) o masculinos (XY). Imagen de Federica Marinaro.

En la séptima semana de gestación, comienza el desarrollo de las gónadas (ovarios y testículos). Si el feto cuenta con un cromosoma Y, un gen llamado SRY incrustado en el mismo dirigirá la cascada de procesos biológicos que finalmente determinarán la formación de testículos. En ausencia del gen SRY, otros genes todavía mal conocidos inducirán el desarrollo de los ovarios.

Conforme continúa el desarrollo fetal, las hormonas secretadas por las gónadas inducirán la formación de los genitales internos (femeninos) y externos (masculinos) que determinan el sexo genital.

En cualquiera de estos procesos pueden producirse anomalías con respecto a lo que genética, anatómica y fisiológicamente se considera femenino o masculino. En estos casos, se habla de desarrollo sexual diferente (DSD), al que antes me referí como intersexo en términos jurídicos. Si las anomalías ocurren en la formación de los gametos de los progenitores, los DSD son hereditarios; si se generan durante las primeras etapas de desarrollo del embrión, no lo son.

Entre el blanco (XX) y el negro (XY), hay un amplio trecho

En algunos casos, el embrión recibe de sus progenitores un solo cromosoma X en lugar de dos habituales. Es el síndrome de Turner, que caracteriza a las personas afectadas con fenotipo femenino y configuración cromosómica XO, que pueden sufrir disfunción ovárica, ausencia de menstruación y otras anomalías patológicas.

En otros casos puede haber cromosomas X de más, como en el caso de la trisomía (XXX), conocida antiguamente como “síndrome de la superhembra”, de la tetrasomía (XXXX) y de la pentasomía (XXXXX). Las personas con estas dotaciones supernumerarias del cromosoma X pueden presentar problemas de desarrollo cognitivo, cardiovasculares y musculoesqueléticos que empeoran al aumentar el número de X.

El trecho sigue abriéndose en los casos de configuración cromosómica XXY, en los que el embrión recibe de sus progenitores dos cromosomas X y un cromosoma Y, cuyas manifestaciones externas configuran el síndrome de Klinefelter, en el que cromosoma Y determina la formación de los testículos y los afectados presentan un aspecto (fenotipo) masculino. No obstante, el cromosoma X adicional afecta el desarrollo testicular y la producción de testosterona, que hace que quienes presentan ese síndrome sufren infertilidad y agrandamiento de las glándulas mamarias.

Más raras son las variantes del síndrome de Klinefelter, en las que copias supernumerarias del cromosoma X (XXXY, XXXXY) pueden llevar a patologías más graves.

Pero el cromosoma X no es el único cromosoma sexual que puede estar duplicado. En el síndrome de Jacobs, antes llamado “síndrome del supermacho”, se encuentra la configuración cromosómica XYY. Los afectados pueden presentar trastornos cognitivos y musculoesqueléticos, pero la mayoría, de fenotipo masculino, no presenta ningún síntoma apreciable.

Por último, ¿qué sucede si el embrión lleva solo uno o más cromosomas Y y no porta ningún X? Nada, porque esta condición es incompatible con la vida, ya que el cromosoma X contiene más de mil genes necesarios para el desarrollo embrionario.


Ejemplo de combinaciones de los gametos femeninos y masculinos que pueden llevar al desarrollo sexual diferente. Imagen de Federica Marinaro.

El sexo gonadal

Cuando algún gen implicado en el desarrollo fetal de ovarios o testículos no funciona, aparecen alteraciones apreciables en las gónadas. La primera condición es el llamado antiguamente “hermafroditismo verdadero”, existe una condición donde el mismo individuo puede presentar gónadas con tejido testicular y ovárico a la vez, o incluso un ovario y un testículo.

Otras alteraciones de las gónadas imperfectamente conocidas son la disgenesía gonadal mixta y la disgenesía ovárica. En ambos casos, las gónadas se forman durante el desarrollo fetal, pero sus tejidos no se desarrollan correctamente, lo que conduce a la esterilidad. Las personas afectadas suelen presentar genitales ambiguos, en el primer caso, y femeninos en el segundo.

Otras alteraciones gonadales incluyen también aquellas en las que el sexo cromosómico y el gonádico/genital son totalmente opuestos. Las personas con síndrome de De la Chapelle tienen un cariotipo XX, pero suelen tener un fenotipo masculino. Normalmente se debe a la inserción del gen SRY en el cromosoma X heredado del padre, que dispara el desarrollo testicular, aunque en muchos casos los testículos no se desarrollan correctamente.

Por el contrario, en el síndrome de Swyer, o disgenesía gonadal completa, los cromosomas sexuales son XY, pero aparecen mutaciones en el gen SRY u otros asociados con el desarrollo testicular que llevan al desarrollo de un fenotipo femenino, con genitales internos y externos femeninos, y útero y gónadas atróficas. En ambos síndromes, las personas afectadas son estériles.

Sexo hormonal

Veamos ahora qué pasa si aparecen alteraciones en la formación de las hormonas, que son fundamentales para el desarrollo de gónadas y genitales.

En la hiperplasia suprarrenal congénita, las glándulas suprarrenales producen más hormonas masculinas (andrógenos) de lo normal. En unos casos, el exceso de andrógenos causa un exceso de vello corporal y menstruaciones irregulares en personas con cromosomas XX. En otros casos, la excesiva exposición del feto a los andrógenos genera genitales ambiguos y virilización.

Otra alteración del proceso de producción aparece cuando por un problema enzimático la testosterona no se convierte en dihidrotestosterona (DHT). En muchos casos, esa alteración enzimática pasa desapercibida porque el neonato presenta genitales externos femeninos debido a la ausencia de DHT. Con la pubertad, la testosterona causa una virilización repentina que desvela la presencia de testículos, genitales internos masculinos y cromosomas XY.

En el caso de que la producción de los andrógenos se haya completado correctamente, el siguiente paso es que las células respondan a su llamada. No obstante, algunas personas son “inmunes” a los andrógenos porque padecen del síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA). Cuando la “inmunidad” es parcial, en las personas afectadas que tienen con cromosomas XY se desarrollan los testículos, pero los genitales externos son ambiguos y puede haber agrandamiento de las glándulas mamarias. Si la “inmunidad” es completa, los bebés nacen con genitales externos femeninos. En la adolescencia, crecen mucho en altura, tienen muy poco vello, desarrollan el pecho y tienen un fenotipo considerado femenino, pero no menstrúan, porque tienen testículos y no cuentan con genitales internos, ni con el útero.

¿Puede haber una ventaja física independiente del sexo?

No todos podemos ser deportistas de élite, porque carecemos de las ventajas físicas o mentales de quienes sí lo son, que nada tienen que ver con condicionantes sexuales. Ese puede ser perfectamente el caso también de Imane Khelif, cuyo parte médico no ha sido publicado y cuya participación en estas Olimpiadas ha cumplido con los reglamentos de elegibilidad establecidos por la Unidad de Boxeo de París 2024.



Khelif se ha identificado como mujer desde su nacimiento y ha vivido toda su vida como mujer. No es transgénero. No pasó por la pubertad como varón y luego hizo la transición. Su pasaporte marca su identidad como mujer, por lo que cumple los criterios del COI para la clasificación de género de los boxeadores. En su primera competición internacional de boxeo en 2018, perdió cinco de los seis combates. Acudió a los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 como una de las primeras boxeadoras de Argelia y, aunque ganó su combate inaugural, perdió el segundo. Khelif ha tenido algún éxito internacional previo, pero fue derrotada por nueve boxeadoras antes de París.

Muy probablemente, como muchos otros deportistas de élite, Khelif ha tenido una ventaja física que le ha permitido subir al podio y que no tiene nada que ver con su sexo cromosómico, gonádico o genital.

Aunque los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París se celebran como los primeros “con igualdad de género”, con un 50 % de participación femenina, los abusos sufridos por Khelif ponen de manifiesto los retos a los que todavía se enfrentan muchas mujeres en el deporte.