En un combate de
boxeo femenino celebrado en los Juegos Olímpicos de París entre la argelina
Imane Khelif y la italiana Angela Carini, un fuerte puñetazo en la cara provocó
la retirada de la segunda a los 46 segundos.
Carini se echó a
llorar, diciendo «esto es injusto» y «nunca me habían pegado tan
fuerte en mi vida». Inmediatamente, periodistas y comentaristas saltaron en
su defensa, planteando cuestiones sobre las políticas del Comité Olímpico
Internacional (COI) y haciendo muchas afirmaciones falsas sobre la identidad de
género de Khelif que culminaron en
discursos de odio en Internet.
¿Podría el oro
ganado por la boxeadora confirmar la ventaja física intrínseca con respecto a
las competidoras de sexo femenino si ella fuera intersexual?
Qué significa
intersexual
El sexo no es
cosa de dos. Dividir a los humanos en las dos categorías “clásicas”, hombres y mujeres,
es muy fácil. Sin embargo, la naturaleza ofrece un abanico de posibilidades que
demuestran que la separación entre la dotación cromosómica XX (la de las
hembras) y la XY (la de los machos) no es absolutamente determinante.
En la
determinación biológica del sexo hay situaciones que escapan a la genética
mendeliana y configuran lo que en términos jurídicos se conoce como intersexo,
«término
genérico que denota un número de variaciones diferentes en las características
corporales de una persona que no coinciden estrictamente con las definiciones
médicas de mujeres u hombres».
Con los
conocimientos actuales, porque no conviene olvidar que la ciencia está en
continua evolución y que el conocimiento de hoy en día puede no corresponder
con el conocimiento futuro, la realidad biológica es que en la determinación de
las características sexuales humanas hay tres “sexos”.
Los sexos
cromosómico, gonadal y genital en los humanos
El ADN dentro de
las células está empaquetado en los cromosomas. Durante la fecundación, los
gametos, es decir, el óvulo y el espermatozoide, se unen. Ambos llevan 23
cromosomas, de manera que el embrión contará con 46 cromosomas, de los cuales
dos son los cromosomas sexuales.
Aprendimos con
las leyes de Mendel, que si el embrión recibe un cromosoma X de su madre y otro
cromosoma X de su padre, su sexo cromosómico será XX, es decir, hembra. Si
recibe un cromosoma X de su madre y un cromosoma Y de su padre, su sexo
cromosómico será XY, es decir, macho.
En el proceso de desarrollo de los gametos y en ausencia de disfunciones, óvulos y espermatozoides llevarán solo un cromosoma sexual, que puede ser el X en el caso del óvulo y X o Y en el caso de los espermatozoides. Al unirse, mediante la fecundación, hay la misma probabilidad de que se generen embriones biológicamente femeninos (XX) o masculinos (XY). Imagen de Federica Marinaro. |
En la séptima semana
de gestación, comienza el desarrollo de las gónadas (ovarios y testículos). Si
el feto cuenta con un cromosoma Y, un gen
llamado SRY incrustado en el mismo dirigirá la cascada de procesos
biológicos que finalmente determinarán la formación de testículos. En ausencia
del gen SRY, otros
genes todavía mal conocidos inducirán el desarrollo de los ovarios.
Conforme
continúa el desarrollo fetal, las hormonas secretadas por las gónadas inducirán
la formación de los genitales internos (femeninos) y externos (masculinos) que determinan
el sexo genital.
En cualquiera de
estos procesos pueden producirse anomalías con respecto a lo que genética,
anatómica y fisiológicamente se considera femenino o masculino. En estos casos,
se habla de desarrollo
sexual diferente (DSD), al que antes me referí como intersexo en términos
jurídicos. Si las anomalías ocurren en la formación de los gametos de los
progenitores, los DSD son hereditarios; si se generan durante las primeras
etapas de desarrollo del embrión, no lo son.
Entre el
blanco (XX) y el negro (XY), hay un amplio trecho
En algunos
casos, el embrión recibe de sus progenitores un solo cromosoma X en lugar de
dos habituales. Es el síndrome
de Turner, que caracteriza a las personas afectadas con fenotipo femenino y
configuración cromosómica XO, que pueden sufrir disfunción ovárica, ausencia de
menstruación y otras anomalías patológicas.
En otros casos
puede haber cromosomas X de más, como en el caso de la trisomía
(XXX), conocida antiguamente como “síndrome de la superhembra”, de la tetrasomía
(XXXX) y de la pentasomía
(XXXXX). Las personas con estas dotaciones supernumerarias del cromosoma X
pueden presentar problemas de desarrollo cognitivo, cardiovasculares y
musculoesqueléticos que empeoran al aumentar el número de X.
El trecho sigue abriéndose
en los casos de configuración cromosómica XXY, en los que el embrión recibe de
sus progenitores dos cromosomas X y un cromosoma Y, cuyas manifestaciones
externas configuran el síndrome
de Klinefelter, en el que cromosoma Y determina la formación de los
testículos y los afectados presentan un aspecto (fenotipo) masculino. No
obstante, el cromosoma X adicional afecta el desarrollo testicular y la
producción de testosterona, que hace que quienes presentan ese síndrome sufren
infertilidad y agrandamiento de las glándulas mamarias.
Más raras son
las variantes del síndrome de Klinefelter, en las que copias supernumerarias
del cromosoma X (XXXY, XXXXY) pueden llevar a patologías más graves.
Pero el
cromosoma X no es el único cromosoma sexual que puede estar duplicado. En el síndrome de Jacobs,
antes llamado “síndrome del supermacho”, se encuentra la configuración
cromosómica XYY. Los afectados pueden presentar trastornos cognitivos y
musculoesqueléticos, pero la mayoría, de fenotipo masculino, no presenta ningún
síntoma apreciable.
Por último, ¿qué
sucede si el embrión lleva solo uno o más cromosomas Y y no porta ningún X?
Nada, porque esta condición es incompatible con la vida, ya que el cromosoma X
contiene más de mil genes necesarios para el desarrollo embrionario.
Ejemplo de combinaciones de los gametos femeninos y masculinos que pueden llevar al desarrollo sexual diferente. Imagen de Federica Marinaro. |
El sexo gonadal
Cuando algún gen
implicado en el desarrollo fetal de ovarios o testículos no funciona, aparecen alteraciones
apreciables en las gónadas. La primera condición es el llamado antiguamente “hermafroditismo
verdadero”, existe una condición donde el mismo individuo puede presentar gónadas
con tejido testicular y ovárico a la vez, o incluso un ovario y un testículo.
Otras
alteraciones de las gónadas imperfectamente conocidas son la disgenesía
gonadal mixta y la disgenesía ovárica. En ambos casos, las gónadas se
forman durante el desarrollo fetal, pero sus tejidos no se desarrollan
correctamente, lo que conduce a la esterilidad. Las personas afectadas suelen
presentar genitales ambiguos, en el primer caso, y femeninos en el segundo.
Otras
alteraciones gonadales incluyen también aquellas en las que el sexo cromosómico
y el gonádico/genital son totalmente opuestos. Las personas con síndrome
de De la Chapelle tienen un cariotipo XX, pero suelen tener un fenotipo
masculino. Normalmente se debe a la inserción del gen SRY en el cromosoma X
heredado del padre, que dispara el desarrollo testicular, aunque en muchos
casos los testículos no se desarrollan correctamente.
Por el contrario,
en el síndrome
de Swyer, o disgenesía gonadal completa, los cromosomas sexuales son XY,
pero aparecen mutaciones en el gen SRY u otros asociados con el desarrollo
testicular que llevan al desarrollo de un fenotipo femenino, con genitales
internos y externos femeninos, y útero y gónadas atróficas. En ambos síndromes,
las personas afectadas son estériles.
Sexo hormonal
Veamos ahora qué
pasa si aparecen alteraciones en la formación de las hormonas, que son
fundamentales para el desarrollo de gónadas y genitales.
En la hiperplasia
suprarrenal congénita, las glándulas suprarrenales producen más hormonas
masculinas (andrógenos) de lo normal. En unos casos, el exceso de andrógenos
causa un exceso de vello corporal y menstruaciones irregulares en personas con
cromosomas XX. En otros casos, la excesiva exposición del feto a los andrógenos
genera genitales ambiguos y virilización.
Otra alteración
del proceso de producción aparece cuando por un problema
enzimático la testosterona no se convierte en dihidrotestosterona (DHT). En
muchos casos, esa alteración enzimática pasa desapercibida porque el neonato
presenta genitales externos femeninos debido a la ausencia de DHT. Con la
pubertad, la testosterona causa una virilización repentina que desvela la
presencia de testículos, genitales internos masculinos y cromosomas XY.
En el caso de
que la producción de los andrógenos se haya completado correctamente, el
siguiente paso es que las células respondan a su llamada. No obstante, algunas
personas son “inmunes” a los andrógenos porque padecen del síndrome
de insensibilidad a los andrógenos (SIA). Cuando la “inmunidad” es parcial,
en las personas afectadas que tienen con cromosomas XY se desarrollan los
testículos, pero los genitales externos son ambiguos y puede haber
agrandamiento de las glándulas mamarias. Si la “inmunidad” es completa, los
bebés nacen con genitales externos femeninos. En la adolescencia, crecen mucho
en altura, tienen muy poco vello, desarrollan el pecho y tienen un fenotipo
considerado femenino, pero no menstrúan, porque tienen testículos y no cuentan
con genitales internos, ni con el útero.
¿Puede haber
una ventaja física independiente del sexo?
No todos podemos
ser deportistas de élite, porque carecemos de las ventajas físicas o mentales
de quienes sí lo son, que nada tienen que ver con condicionantes sexuales. Ese
puede ser perfectamente el caso también de Imane Khelif, cuyo parte médico no
ha sido publicado y cuya participación en estas Olimpiadas ha cumplido con los
reglamentos de elegibilidad establecidos por la Unidad de Boxeo de París 2024.
Khelif se
ha identificado como mujer desde su nacimiento y ha vivido toda su vida como
mujer. No es transgénero. No pasó por la pubertad como varón y luego hizo la
transición. Su pasaporte marca su identidad como mujer, por lo que cumple los
criterios del COI para la clasificación de género de los boxeadores. En su
primera competición internacional de boxeo en 2018, perdió cinco de los seis
combates. Acudió a los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 como una de las
primeras boxeadoras de Argelia y, aunque ganó su combate inaugural, perdió el
segundo. Khelif ha tenido algún éxito internacional previo, pero fue derrotada
por nueve boxeadoras antes de París.
Muy
probablemente, como muchos otros deportistas de élite, Khelif ha tenido una
ventaja física que le ha permitido subir al podio y que no tiene nada que ver
con su sexo cromosómico, gonádico o genital.
Aunque los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París se celebran como los primeros “con igualdad de género”, con un 50 % de participación femenina, los abusos sufridos por Khelif ponen de manifiesto los retos a los que todavía se enfrentan muchas mujeres en el deporte.