El límite no existe… todavía.
Hasta finales de los años 60, los
fisiólogos creían que la profundidad máxima a la que una persona podía
descender a pulmón (en apnea)
estaba determinada por la profundidad a la que su capacidad pulmonar total (CPT)
se comprimía al mismo volumen que su volumen residual (VR), que es el volumen
pulmonar más pequeño al que una persona puede respirar.
Se predijo que la CPT se
reduciría al VR alrededor de los 30 metros; por debajo de esta profundidad, se
creía que se produciría un colapso pulmonar total. Sin embargo, en 1968, el
francés Jacques
Mayol demostró que los fisiólogos estaban equivocados cuando se sumergió a
70,4 metros. El 9 de junio de 2007, el austriaco Herbert Nitsch
estableció el récord mundial actual de la inmersión libre más profunda a 214
metros. Esta asombrosa hazaña desafió todo lo que los fisiólogos creían saber
sobre los límites del cuerpo humano.
El buceo en apnea es un deporte
extremo en el que el apneísta desciende y regresa con una sola respiración. Hay
cinco subcategorías principales de buceo en apnea. De ellas, la categoría “sin
límites” presenta a los apneístas el mayor desafío, ya que descienden
utilizando una carga y ascienden utilizando un globo aerostático. Esto les
permite alcanzar profundidades y presiones extremas.
Pero ¿qué quiere decir extremo?
La presión normal ejercida sobre una persona a nivel del mar es de 1 atmósfera absoluta (ATA). Cada diez metros que desciende, el buceador experimenta un aumento de presión de 1 ATA. Esto significa que cuando los
apneístas llegan a los 30 metros, ya están experimentando un presión de 4 ATAs,
¡aproximadamente el doble de la presión de los neumáticos de mi coche!
A 214 metros, Nitsch experimentó
22,3 ATAs, momento en el que sus pulmones se comprimieron a 0,45 litros de
tamaño, es decir, poco menos de dos vasos de agua. Además de los desafíos que
plantean estas altas presiones, los apneistas no tienen acceso al oxígeno (O2)
ya que están bajo el agua en un entorno hipóxico (sin O2).
Estas duras condiciones hacen de
los apneistas un fascinante caso de estudio para comprender mejor la
resistencia del cuerpo humano. ¿Cómo es posible que organismos creados para
vivir en tierra firme sean capaces de descender 214 metros con una sola
respiración?
Existen varias respuestas
fisiológicas que se cree que permiten a los buceadores alcanzar estas
impresionantes profundidades. La primera es el reflejo
de inmersión de los mamíferos. Se trata de un reflejo autónomo que presentan
los mamíferos buceadores y que activa una serie de respuestas que reducen el
consumo de O2 tras el cese de la respiración, es decir, en apnea.
Otro mecanismo crítico es un
desplazamiento centralizado de la sangre conocido como desplazamiento
de la sangre torácica, en el que hay un movimiento de sangre desde las
extremidades del cuerpo hacia la cavidad torácica central. Este aumento del
volumen sanguíneo central permite la reducción de la CPT más allá del VR y
evita la compresión pulmonar a medida que la sangre ocupa el espacio de los
pulmones encogidos.
Por último, la técnica
de respiración de rana o glosofaríngea, que consiste en impulsar el aire
hacia los pulmones con los músculos de la faringe y la lengua conteniendo el
aire con la glotis, permite a los buceadores respirar más allá de su CPT.
Durante la respiración de rana, el buceador toma
bocanadas de aire hacia sus pulmones después de haberlos llenado. Se cree que
esto aumenta el contenido de oxígeno en sus pulmones y prolonga su tiempo de
resistencia bajo el agua.
Pero por impresionantes que sean
las adaptaciones físicas del cuerpo humano en estas condiciones, la adaptación
mental puede ser aún más asombrosa. Los buceadores en apnea tienen que aprender
a ir en contra de uno de los impulsos humanos más básicos, el de respirar. Sin
embargo, puede haber graves consecuencias si se ignora esta señal durante
demasiado tiempo.
El impulso de respirar surge de
los altos niveles de dióxido de carbono (CO2) en nuestra sangre.
Después de inhalar, nuestras células utilizan el O2 en nuestra
sangre y producen CO2. A medida que el CO2 se acumula,
los sensores detectan los niveles elevados y envían una señal al cerebro para
hacerle saber que es hora de exhalar el CO2.
Sin embargo, como los buceadores suelen
hiperventilar, reducen los niveles de CO2 en su sangre por debajo
del nivel normal. Esto provoca un retraso en la señal para respirar. Durante
este retraso, el O2 todavía se está consumiendo y, por lo tanto, la
saturación de oxígeno de un buceador continúa disminuyendo; si los buceadores
esperan demasiado tiempo para respirar, pueden perder el conocimiento.
Eso se conoce como pérdida de
conciencia hipóxica, o más comúnmente como desmayo en aguas poco profundas. Cualquier
persona que hiperventile antes de nadar puede correr el riesgo de sufrirlo. La
consecuencia más grave de que un buceador pierda el conocimiento es ahogarse. Por eso, durante una inmersión libre siempre están presentes varios
buceadores de seguridad listos para sacar al apneista a la superficie si es
necesario.
Cada vez que los fisiólogos creen
haber encontrado el límite absoluto de la apnea, un récord mundial los
desmiente. Esto plantea la pregunta: ¿habrá límite para la apnea? Actualmente,
se cree que la profundidad máxima de inmersión no está restringida por el
tiempo de apnea, sino por el grado de hipoxemia, es decir, la saturación de
oxígeno en sangre más baja, que se puede soportar durante el ascenso.
También hay que hacer una distinción entre la profundidad máxima de inmersión sin lesiones determinada por la profundidad VR/CPT y la profundidad máxima absoluta de inmersión utilizando técnicas avanzadas. Esta última predice una profundidad máxima de 320 metros; sin embargo, aún está por determinar si el apneista sobreviviría a la hipoxemia durante el ascenso.