William Utermohlen. Piezas de conversación -Conversación– 1991. Óleo sobre lienzo – 86 x 122 cm |
El artista estadounidense William Utermohlen creó una desgarradora serie final de autorretratos sobre las etapas del Alzheimer, que duró aproximadamente años hasta que apenas pudo reconocer el suyo.
Un día comenzó a percibir que algo ya no era igual. Olvidaba cosas que nunca había olvidado: direcciones, números, títulos de libros, poemas que había aprendido de joven y nombres de personas cercanas. En un principio, tal vez imaginó que era la edad, como solemos pensar cuando olvidamos nimiedades; sin embargo, algo le hizo suponer que lo que le estaba sucediendo era algo más que el paso de los años.
El arte es la forma que tienen los creadores de ver la vida y de mantenerse
en comunicación con el mundo. Gracias a sus obras conocemos cómo eran, qué querían
expresar y cuál era su estado emotivo en cada momento. Pero ¿qué ocurre si a un
artista le cortamos las alas de la imaginación y de los sentimientos con los
que cuenta para poder volar con completa libertad en el mundo de la creación?
Eso es lo que le sucedió al pintor William Utermohlen en 1995. Le
diagnosticaron Alzheimer, y con el diagnóstico supo lo que le había estado pasando
durante meses y comprendió que comenzaba un duro camino para su vida, su
familia y su carrera artística. La enfermedad provocó en el artista
dificultades para visualizar un objeto o una idea antes de asimilarlos,
conceptuarlos y representarlos finalmente en un lienzo. Desde entonces, su
forma de pintar fue evolucionando a medida que transcurría el doloroso paso de
los años.
Para entender cómo el Alzheimer se iba apoderando de su persona,
Utermohlen decidió crear cada año un autorretrato, que podría compararse con
uno que pintó en 1967, cuando gozaba de todas sus facultades.
La evolución de la pintura de William Utermohlen tras la aparición de la enfermedad neurodegenerativa. |
Gracias a Late Self Portraits, la serie de autorretratos realizada entre 1996 y 2000, podemos contemplar cómo la demencia recorría el cerebro de Utermohlen. Desde el primer autorretrato, las obras van perdiendo realismo, emoción, detallismo y complejidad polícroma, hasta que acaba mostrándose como un simple garabato en el que apenas se insinúa un rostro.
La evolución de su pintura era algo más que evidente en el cambio del
tipo de trazo, la perspectiva, la proporción, la disminución de colores y las
inclinaciones de una mirada cada vez más apagada.
De pronto él, un hombre de imaginación desbordante, dejó de construir
imágenes como había aprendido en la Escuela de Bellas Artes de Filadelfia o
como había experimentado a lo largo de su carrera artística. Las líneas dejaban
la lógica de representación aprendida años atrás y ya pensaba y percibía el
mundo de otro modo.
El primer obstáculo fue la técnica; el óleo, la técnica que dominaba,
pronto dejó de ser fácil de manipular y optó entonces por la acuarela, el
carbón y/o el lápiz. Con estos retratos registró cómo las capacidades de
representación naturalista se perdían y en su lugar aparecían desplazamientos
del cuerpo, pérdidas de trazo y se imponía una realidad deformada. Su obra
comenzó a adquirir un carácter de síntesis, expresión y angustia.
William Utermohlen. Piezas de conversación. Cama. Óleo sobre lienzo – 85,5 x 152 cm. |
El óleo Cama, como Conversación, que encabeza este artículo pertenece a la última serie del artista, titulada Piezas de Conversación. Estas obras, que pueden verse como una celebración de la vida en común de Patricia y Utermohlen, describen la calidez y la felicidad de su apartamento. Sin embargo, los indicios de la enfermedad que está a punto de afectar al pintor también son evidentes en las percepciones cambiantes del espacio, los objetos y las personas. Son premoniciones de un nuevo mundo de silencio y privación sensorial a punto de acercarse al artista. Este ciclo, claramente las pinturas más abiertamente biográficas del artista, se centra en su esposa, sus amigos y su entorno inmediato: los objetos, muebles, libros y pinturas que han dado sentido a su vida y hacia los cuales siente el mayor apego.
En sus últimas obras, los autorretratos de 1995-2000, el estilo de Utermohlen cambia radicalmente. Terror, tristeza, ira y resignación se expresan mientras el artista lucha por preservar su conciencia artística frente al progreso gradual de la demencia.
En la serie de autorretratos, la pintura de 1996 refleja el genio con el que el artista empezó a
luchar contra la demencia. En la segunda obra, de 1997, parece confundido con
el trance que vive. En 1998 el rostro muestra la tristeza de no poder controlar
su propia vida. Luego, en 1999 y 2000, Utermohlen cae en la desolación. En
general, en toda la serie se comunica al exterior como un testimonio devastador
del caos vital en el que se desenvuelve día tras día.
Utermohlen en una fotografía de 1960 |
William Utermohlen nació en Filadelfia en 1933. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y en la Ruskin School of Art en Oxford. En 1962 se radicó en Londres, donde conoció y se casó con la historiadora del arte Patricia Redmond. En la década de los 80, pintó dos enormes murales para dos grandes instituciones de Londres, la Sinagoga Liberal Judía en Saint John’s Wood y el Royal Free Hospital en Hampstead.
En Late Self Portraits se muestra con claridad la evolución y el
paso de los años. El miedo, la ira y la resignación se expresan mientras el
artista lucha para preservar su conciencia artística contra el progreso gradual
de la demencia. Mientras tanto, Patricia Redmond era el ancla emocional más
fuerte de su marido, al que en todo momento no deja de hablarle porque está
perdiendo gradualmente su capacidad de comunicación verbal.
Con las medidas adoptadas por los especialistas del hospital nacional de Neurología y Neurocirugía
en Queen Square, el artista fue atendido por su esposa, amigos y cuidadores en su
propio hogar, en el que hizo sus últimos dibujos a lápiz desde 2000 y 2002. Finalmente,
su deterioro físico y mental hizo necesaria su admisión en la residencia de
ancianos Princess Louise en 2004. Falleció en el hospital de Hammersmith de
Londres el 21 de marzo de 2007.
Patricia con William Utermohlen en el asilo de ancianos Princess Louise, Londres, en 2006, unos meses antes de la muerte del artista en marzo de 2007. |
El caso de William Utermohlen ha sido estudiado por neurólogos,
psiquiatras e historiadores del arte. Todos ellos han extraído la misma
conclusión: un deterioro progresivo en las sensaciones, incomunicación, pérdida
de funcionamiento cognitivo y una atrofia generalizada del cerebro. La
serie de pinturas revela tanto la relación entre el arte y la demencia, como el
efecto del paso del tiempo de una persona que sufre esta terrible enfermedad,
una dictadora cruel que se apodera de tu mente y te rompe el alma.