Hoy cumple 75 años 1984, la novela distópica de Orwell que todavía hace
sonar las alarmas sobre el resurgimiento de regímenes totalitarios y opresivos
en ambos extremos del espectro político.
Setenta y cinco años después de su publicación el 8 de junio de 1949,
la novela de Orwell ha alcanzado un nivel de vigencia que pocos libros
disfrutan en la cultura académica, política y popular. El significado de 1984
ha sido cooptado por grupos de todo el espectro político y, en consecuencia,
sirve como una especie de barómetro político que, en momentos de crisis
política, se dispara hasta lo más alto de las listas de libros más vendidos.
El lenguaje y las imágenes de la novela, que Anthony Burgess, autor de
La Naranja Mecánica, alguna vez llamó «un códice apocalíptico de nuestros
peores temores», también han sido reinterpretados en la música, la televisión,
los anuncios y las películas, moldeando la forma en que la gente ve y discute
el terror de la opresión política.
Algunos términos que el libro introdujo como “Gran Hermano” y “policía
del pensamiento”, forman parte del lenguaje común actual. El control de las
masas y la vigilancia política introducidos en la novela resultan hoy más
posibles que nunca gracias a la variedad de tecnologías de seguimiento de las
redes sociales, mientras que el retorcimiento de la verdad se multiplicará a
través de las mentiras urdidas por la inteligencia artificial. En un mundo que,
en muchos aspectos, resulta similar al de la sociedad imaginada por Orwell,
pero que también es diferente, ¿qué significa hoy 1984?
1984 se ha convertido en una forma de tomar la temperatura de la
política global. Un termómetro que sube y baja porque la gente lo reinterpreta
y recurre a él para refrescar su comprensión del presente, para valorar el
grado de perversión de la realidad política en comparación con la sociedad
orwelliana.
Recordemos el argumento de 1984. Tres Estados totalitarios gobiernan el
mundo en una distensión lograda mediante guerras constantes. El Partido, que
todo lo ve, domina una sociedad sombríamente uniforme en el bloque llamado
Oceanía. Como miembro de bajo nivel del Partido, el trabajo del protagonista
Winston Smith es reescribir los registros históricos para que coincidan con la
versión oficial en constante cambio de los acontecimientos. Como dice un lema
del Partido: «Quien controla el pasado controla el futuro: Quien controla el
presente controla el pasado».
Winston comienza a documentar sus pensamientos contrarios al sistema al
tiempo que inicia una aventura ilícita con una mujer llamada Julia, pero pronto
los dos son capturados y torturados por el régimen para que obedezcan. En
última instancia, la individualidad de Smith y su intento de rebelarse son
brutalmente reprimidos. Aunque la mayoría de las sociedades contemporáneas no
se parecen en nada a la distopía del libro, en el contexto de la proliferación
actual de desinformación y deformación interesada de la verdad, los principales
lemas propagandísticos del Partido –«La guerra es paz», «La libertad es
esclavitud» y «La ignorancia es fuerza»—no parecen tan descabellados.
Aunque el escritor dudaba de si su novela sería un éxito de ventas o
caería en el olvido, poco después de su publicación, el estatus de superventas
de 1984 quedó claro. Desde entonces, el libro ha vendido millones de
ejemplares. En enero de 2017 volvió a ocupar el primer lugar de la lista de
libros más vendidos en Estados Unidos, después de que un asesor de la
administración Trump acuñara el término de doble sentido «hechos alternativos».
Muchas otras novelas distópicas contienen advertencias similares. Si es
así, ¿por qué 1984 tiene tanta capacidad de permanencia? Todas las novelas de
Orwell tienen exactamente la misma trama: se trata de individuos solitarios y
humildes que intentan cambiar la naturaleza de sus vidas y que, al final, son
aplastados por una autoridad represiva. 1984 es la apoteosis de los miedos y
las hipótesis de Orwell sobre la vigilancia y la manipulación: la visión
precisa y de pesadilla de Orwell contiene suficientes elementos familiares para
otorgarle una sensación de alarmante credibilidad.
Orwell tuvo una corta pero prolífica carrera como un escritor que narró
la política, la pobreza y la injusticia social antes de su temprana muerte por
tuberculosis en enero de 1950, apenas siete meses después de la publicación de
1984. Aunque fue un magnífico ensayista, es más conocido por 1984 y por
Rebelión en la granja, su sátira de 1945 sobre la Rusia estalinista. Orwell,
socialdemócrata y antiestalinista, supo representar las contradicciones de la
ideología comunista, la brecha entre su autoimagen y su realidad. 1984 y
Rebelión en la granja fueron entendidos como textos anticomunistas ejemplares e
incorporados como lecturas en los planes de estudios y ampliamente divulgados
en las décadas posteriores.
Nacido en Bengala en 1903 y bautizado con su verdadero nombre, Eric
Arthur Blair, cuando la región estaba bajo el dominio colonial británico, del
que desilusionó mientras servía en la Policía Imperial India en Birmania, una
experiencia que inspiró su primera novela, Los días de Birmania, Orwell regresó
a Inglaterra en 1927 y se sumergió en la pobreza de la clase trabajadora para
escribir Sin blanca en Paris y Londres y Camino a Wigan Pier. Luchó contra el
fascismo en la Guerra Civil española durante la cual escribió Homenaje a
Cataluña (1938) y donde casi murió por una herida en la garganta que recibió
cerca de Huesca.
En Homenaje a Cataluña, Orwell describe su admiración por la ausencia
de estructuras de clase en algunas áreas dominadas por revolucionarios de
orientación anarquista. Pero también critica, como hizo Franz Borkenau en El
reñidero español (1937), el control estalinista del Partido Comunista de España
y las mentiras que se usaban como propaganda para la manipulación informativa.
En cualquier caso, el conflicto reforzó su compromiso político socialista: todo
lo que escribió después estuvo en contra del totalitarismo y a favor de la
socialdemocracia.
Escribió 1984 mientras luchaba contra la tuberculosis en la isla de
Jura en Escocia, consciente de que su salud se estaba deteriorando mientras la
escribía. Al terminar el manuscrito, viajó a un hospital de Londres para
recibir tratamiento; allí, hospitalizado, se casó con la editorialista Sonia
Brownell. El escritor murió tres meses después, a los 46 años.
La popularidad y la vigencia actual de Orwell se deben a su extraña
capacidad para predecir muchas de las cosas que nos preocupan en la década de
2020. Hay algo en su obra que se sigue reinventando y reactivando en relación
con acontecimientos que sucedieron mucho después de su muerte, a
cuyos textos podemos recurrir para afrontar diferentes tipos de problemas
políticos y, en particular, la propaganda, la censura y la volatibilidad del
discurso político.
Adaptado a las necesidades de un amplio espectro de lectores, 1984
cobró vida más allá de su autor y de sus páginas. La novela proporcionó un
vocabulario fácil de usar que los lectores podemos seguir utilizando para
nombrar el “fenómeno" de la opresión.