La menopausia, es decir, la aparición de un período prolongado de vida
después de que se termina la capacidad de tener descendencia, es una
característica rara que comparten solo un puñado de especies y, aunque pueda
resultar curioso, la mayoría de ellas son cetáceos.
¿Cómo y por qué varias especies de ballenas experimentan la menopausia?
Además de contestar a esas preguntas, indagar en ese fenómeno podría arrojar
alguna luz sobre por qué evolucionó la menopausia en los humanos.
La menopausia es, desde una perspectiva evolutiva y en apariencia, una
anomalía. De hecho, es un fenómeno muy poco frecuente en el mundo animal. En
casi todas las especies las hembras se mantienen fértiles a lo largo de toda su
vida. Nuestra especie forma parte de un pequeño grupo de mamíferos en los que
la capacidad reproductiva se deteriora de forma acelerada con relación al
declive orgánico general.
Además de la especie humana, el grupo lo forman cinco especies de
odontocetos, es decir, de ballenas dentadas (las que se alimentan de peces,
mariscos y mamíferos marinos, a diferencia de las barbadas o mysticetos, que se
alimentan de plancton), cuyas hembras pueden vivir décadas después de cesar de
ovular y, por lo tanto, de poder procrear. Son las orcas (Orcinus orca),
las falsas orcas (Pseudorca crassidens), los calderones tropicales (Globicephala
macrorhynchus), las belugas (Delphinapterus leucas) y los narvales (Monodon
monoceros). Muchos otros odontocetos, incluidos los delfines (familia
Delphinidae) y las marsopas (familia Phocoenidae), son capaces de tener crías
hasta que les llega la muerte.
Al comparar las características (Fig. 1) de las especies de ballenas
dentadas que la experimentan y no la experimentan, caben dos hipótesis acerca
de por qué evolucionó la menopausia. Una es que permite a las hembras
posmenopáusicas ayudar a sus parientes más jóvenes; la otra es que, al reducir
el número de bocas a las que alimentar, tener menos descendientes limita la
competencia.
Reproducción y solapamientos generacionales en especies de ballenas con y sin menopausia. |
Observe la gráfica. Si se comparan los datos de esperanza de vida (barra azul) y el período de reproducción de las hembras (barra roja) se comprueba que, mientras que la esperanza de vida reproductiva es similar, independientemente de si se produce o no la menopausia, las especies cuyas hembras son menopáusicas suelen vivir más tiempo que las que no lo son, lo que significa que la superposición intergeneracional es más prolongada en las primeras.
Gracias a ello, las hembras de más edad de las especies que tienen
menopausia pueden ayudar a los miembros de la familia durante el período de
superposición generacional, al tiempo que al restringir el tiempo de
superposición reproductiva reduce la competencia intergeneracional por los
recursos.
La evolución de la menopausia es un enigma biológico.
Una suposición intuitiva es que reproducirse hasta el final de una vida debería
significar un mayor éxito reproductivo (más genes que se transmiten a las
generaciones futuras) que interrumpir la reproducción muchos años antes de la
muerte.
La verdadera naturaleza del narval tardó tiempo en conocerse. Esta imagen reproduce un grabado de Archibald Thornburn para la obra Mamíferos Británicos, de 1920. |
El supuesto es simplista, porque la transmisión de genes a las generaciones futuras no es sólo generar descendencia; también se trata de producir descendencia en términos de nietos, bisnietos, etc. Invertir en hijos y nietos para asegurarse de que unos y otros sobrevivan hasta la edad adulta y produzcan más descendencia por ellos mismos puede ser una estrategia mejor que continuar produciendo descendencia propia.
El gran biólogo y
evolucionista norteamericano George C Williams propuso en 1957 la hipótesis de
la abuela, que sostiene básicamente que la menopausia podría ser, en
realidad, una adaptación. Desde el punto de vista evolutivo, teorizó que podría
resultar más conveniente para las mujeres dedicar sus esfuerzos a apoyar a sus
descendientes que tener ellas mismas una progenie mayor. Conforme envejecemos
aumenta la probabilidad de morir, por lo que, si una mujer tiene descendencia a
una edad avanzada, no resultaría improbable que sus últimos hijos no pudieran
sobrevivir al morir ella. En tal caso, el esfuerzo que esa mujer hubiese
dedicado a esos últimos hijos habría resultado baldío, pues sus genes no
habrían podido replicarse y ser transmitidos a las siguientes generaciones a
través de esos últimos descendientes.
Por otro lado, que en una población haya individuos que no se
reproducen carece de sentido desde un punto de vista evolutivo, pues esos
individuos consumen unos recursos que podrían utilizar otros en beneficio de su
propia progenie. Por estas razones, Williams propuso que las mujeres de mayor
edad contribuyen de una forma más efectiva a transmitir sus genes a las
generaciones posteriores dedicando sus esfuerzos a los descendientes que ya
forman parte del grupo, o sea, a sus nietos, en vez de hacerlo a sus hijos que
a una edad avanzada pudieran llegar a tener ellas mismas.
Este planteamiento sostiene, pues, que a medida que las madres
envejecen, los costes de reproducción aumentan y la energía dedicada a esas
actividades se gastaría mejor en ayudar a su descendencia en sus esfuerzos
reproductivos. Por tanto, sugiere que al redirigir su energía a la de sus
descendientes, las abuelas pueden aumentar la garantía de la supervivencia de
sus genes a través de las generaciones más jóvenes.
Una hipótesis alternativa, aunque no excluyente, es que la menopausia
evolucionó para
reducir la competencia por los recursos entre generaciones. Las especies
que experimentan la menopausia tienden a tener una larga esperanza de vida y a
vivir en grupos que contienen varias generaciones. Aunque la vida en grupo
tiene muchos beneficios, exige tener que compartir recursos limitados. A veces, continuar produciendo descendientes que compitan con los nietos por los
recursos puede traer como consecuencia menos descendientes que si se renunciara a
la reproducción. Por lo tanto, se ha propuesto que tanto la cooperación como la
competencia entre las hembras posmenopáusicas y sus parientes más jóvenes
explican la evolución de la menopausia.
En conclusión, la evolución de la menopausia en las ballenas y los
humanos puede considerarse un ejemplo de evolución convergente, una situación
en la que presiones similares de la selección natural conducen a la evolución
de la misma característica en especies notablemente diferentes.
Pero en realidad sabemos muy poco sobre la menopausia en los seres
humanos. Estamos limitados en los análisis que podemos hacer para explorar la
evolución de la menopausia en nuestra propia especie, dado que el análisis
comparativo entre los primates no ha sido posible debido a la opinión
establecida de que otros primates no experimentan la menopausia. Al menos eso
se pensaba hasta el año pasado, cuando se publicó un
artículo que demostraba una larga esperanza de vida posreproductiva para
las hembras en una población de chimpancés.
En humanos, la evidencia directa de ayuda entre generaciones
proporciona un apoyo limitado a las hipótesis sobre la evolución de la
menopausia. Existen muchas otras hipótesis para explicarla. Una es que se trata
simplemente de un artefacto de la disminución de la mortalidad que ha extendido la
esperanza de vida en general, mientras que la esperanza de vida reproductiva se
ha mantenido igual.