El mal llamado “problema de los lobos” se está convirtiendo rápidamente en
una fuente de tensión social y política en Europa. El relativo éxito de la
conservación en todo el continente ha generado un debate fomentado por grupos
de ganaderos preocupados y de cazadores ansiosos de disparar contra todo lo que
se mueve.
La Comisión Europea acaba de proponer un
cambio de estatus para el lobo, que pasaría de ser considerado “estrictamente
protegido” a “protegido”, lo que permitiría cazarlos. Sin embargo, cambiar el
estado de protección puede no ser la mejor solución, especialmente porque sólo
tres de las nueve poblaciones de lobos en la UE han mejorado hasta merecer un
estado de conservación favorable.
Poblaciones de lobos de la UE: sólo los lobos del Báltico, los Cárpatos y los Dinárico-Balcánicos son de "menor preocupación". Evaluación de la conservación: Consejo de Europa 2022. Mapa |
En cambio, tal vez haya llegado el momento de centrarse de nuevo en aprender a vivir –de nuevo– con los lobos. En este sentido, las estrategias de prevención probadas, como las vallas y el uso de perros guardianes, desempeñan un papel fundamental. Pero la cuestión puede reducirse a fomentar principios y valores éticos que enseñen la coexistencia entre especies. Es decir, enfocar el debate desde una perspectiva fundamentalmente filosófica.
La trayectoria del filósofo medioambiental noruego Arne
Næss (1912-2009) podría resultar de ayuda. Næss es conocido como el padre
de la “ecología
profunda”, una teoría ética basada en el principio de "igualitarismo biosférico"
que sostienen que toda vida tiene un valor intrínseco, porque todos los seres
vivos tienen el mismo derecho a existir. En esa línea, los lobos tienen tanto
derecho a estar aquí como nosotros.
Junto con el biólogo Ivar Mysterud, Næss escribió un ensayo en el que
afirmaban que «El bienestar de la especie lobo como parte de la vida
humana y no humana en la Tierra tiene valor por sí mismo». A pesar de un planteamiento
aparentemente radical a las normas éticas centradas en el ser humano, Næss planteó
un enfoque pragmático sobre cómo se aplicaba en la práctica el principio del
igualitarismo biosférico.
Arne Næss |
Por ejemplo, consideró los importantes factores contextuales de las interacciones locales entre lobos y humanos cuando escribió: «Para algunos criadores de ovejas, la necesidad de proteger a sus ovejas de los lobos o de recibir alguna compensación es hoy vital. Significa proteger la base de su economía y el hogar donde han vivido durante generaciones».
Además de los intereses humanos, también planteó la obligación moral de
reducir el sufrimiento de las ovejas y de otros animales domésticos. Esto es
especialmente notable porque los humanos han reducido la capacidad de estas
especies para evitar a los lobos. El muflón, el ancestro salvaje de las ovejas
domésticas, evita a los grandes depredadores refugiándose en las montañas. Por
el contrario, después de miles de años de cría selectiva, el ganado moderno
tiene menos defensas genéticas y debe valerse por sí mismo en campos cercados
por los humanos.
El hombre tiene corazón, no sólo cerebro
Næss evitó una respuesta única a la cuestión de los lobos (una posición
por la que otros académicos lo criticaron). Pero su enfoque en articular
principios éticos generales que sirvan como telón de fondo para decisiones
contextuales puede tener importancia en el cada vez más acalorado debate político
sobre el lobo.
Por ejemplo, Næss utilizó el término “comunidad mixta” para designar a
los lugares en que interaccionan humanos y otras especies que desempeñan un
papel claro en los asuntos humanos. Desafiando la tendencia a definir la
comunidad sólo en términos antropocéntricos, Næss sostuvo que este marco ayuda
a «derribar
algunas de las barreras que se levantan por lo general entre los humanos y
cualquier otra forma de vida dentro de nuestro espacio común».
Hacerlo puede abrir caminos para una mayor identificación y empatía hacia
otros seres no humanos, una capacidad que Næss creía que todos los humanos poseen
y que surge de una continuidad biológica o evolutiva entre la vida humana y no
humana.
De hecho, como sostuvo también el conservacionista estadounidense Aldo
Leopold, percibirnos a nosotros mismos como parte de una comunidad compartida con
otros es un requisito previo para la acción moral. En este caso, ayuda a
concretar la idea del derecho de los lobos a existir: como nosotros, son
miembros de una comunidad.
Aplicar este marco ético de “comunidades
mixtas” a las deliberaciones actuales de la UE puede acarrear algunas ventajas.
Por ejemplo, puede inspirar un mayor desarrollo de soluciones creativas y
mutuamente beneficiosas, como la compensación económica por las pérdidas de
ganado (una medida que Næss pidió), así como la mejora de la prevención de los
ataques de lobos. También puede desempeñar un papel eficaz para contrarrestar
el miedo y la histeria, a menudo infundados, en torno a los lobos, de cuya mala
imagen popular culpaba a los hermanos Grimm.
Sin embargo, quizás lo más importante de todo sea el potencial para
conectarnos con nuestras emociones. Como dijo Næss: «El hombre tiene corazón, no
sólo cerebro».
Para avanzar hacia una coexistencia sostenible no basta con apelar a
abstracciones sobre los beneficios científicos o idear esquemas de compensación
perfectamente eficientes. También debe derivar de un sentimiento de solidaridad
con otras especies: un reconocimiento pleno de que, en palabras de Næss:
"Los humanos no están solos en este planeta".
Curiosamente, como demostró un
estudio reciente, la mayoría de quienes viven en comunidades rurales de la
UE piensan que los lobos tienen derecho a existir, lo que se ajusta al relativo
optimismo de Næss sobre la posibilidad de comunidades mixtas, un concepto que es
importante recordar a la luz de la preocupante división política en relación
con el llamado problema del lobo en Europa. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.