En el siglo I d.C., en la época del emperador Nerón, el médico,
farmacólogo y botánico de la Grecia romana Dioscórides escribió De
Materia Medica, un tratado que alcanzó una amplia difusión y se convirtió
en el principal manual de farmacopea durante toda la Edad Media y el
Renacimiento.
Entre las casi 600 plantas medicinales incluidas en los cinco volúmenes
de su tratado, Dioscórides describió una planta «con hojas de plátano»
al que llamó croton, que en griego significa garrapata, «por la
semejanza que tiene su simiente con aquel animal», cuya descripción incluye las
propiedades terapéuticas de la planta:
«[tiene]
el fruto en racimos ásperos, semejante, una vez mondado, al animal que es la
garrapata; de él precisamente se exprime el llamado aceite ricino,
incomestible, pero particularmente útil para candiles y emplastos. […]
Mondados, majados y
bebidos como unos 30 granos [las semillas] en número, purgan vientre
abajo flema bilis y agua; provocan también el vómito, aunque la purgación es
muy desagradable y molesta, porque revuelve fuertemente el estómago. Majados y
aplicados en forma de emplasto, extirpan el acné y las efélides. Las hojas,
majadas y mezcladas con flor de harina, hacen cesar las hinchazones e
inflamaciones de los ojos, así como las mamas hinchadas; aplicadas en forma de
emplasto, solas o mezcladas con vinagre, extinguen las erisipelas».
El ricino (Ricinus
communis) cuyo nombre tomó Linneo de ricinus (garrapata en
latín), es una herbácea cosmopolita de gran tamaño que puede crecer varios
metros en las tierras cálidas o en lugares muy abrigados de nuestras costas,
sobre todo en Andalucía y Levante, pero las bajas temperaturas limitan su
crecimiento, las heladas le son fatales y la planta muere todos los años en las
tierras frías del interior de nuestro país.
Las semillas son muy tóxicas por la presencia de una proteína, la albúmina llamada ricina, que
también se encuentra en las hojas, aunque en concentraciones mucho más bajas.
Basta la ingestión de unas pocas, masticadas o tragadas, para que se produzca
un cuadro de intensa gastroenteritis con deshidratación; puede dañar gravemente
el hígado y el riñón e incluso producir la muerte. Es una de las toxinas
biológicas más potentes que se conocen.
También pueden aparecer alteraciones oftalmológicas como irritación, conjuntivitis, miosis y midriasis. Pueden desarrollarse proteinuria, hematuria, insuficiencia renal y los niveles de creatinina en suero pueden verse incrementados. En casos graves puede dar lugar a la hemolisis de glóbulos rojos con insuficiencia renal aguda posterior. Se han dado casos de muerte debido a insuficiencia multiorgánica. La agonía puede durar hasta diez días, aunque lo normal es que si el paciente no ha muerto en tres o cinco días se recupere.
Al tratarse de una albúmina
semejante a la producida normalmente por el hígado que al metabolizarse se
descompone en aminoácidos, la ricina no deja rastro en los análisis bioquímicos
de las víctimas y pasa desapercibida en los análisis forenses habituales, lo
que la convierte en un veneno indetectable. Como dice Walter White en Breaking
Bad, no hay ninguna prueba eficaz para confirmar el envenenamiento.
Los frutos del ricino son cápsulas erizadas (izquierda). Las semillas (derecha) se parecen a la garrapata (Ixodes ricinus) rodeada del rectángulo rojo. |
El ricino es uno de los purgantes más enérgicos que se conocen desde tiempos inmemoriales. Las propiedades purgantes se deben a un aceite, el ricinoleico, que puede constituir hasta el 85% del contenido de las semillas. El prensado produce el aceite que se utiliza en la farmacopea, del que previamente, con un tratamiento a alta temperatura, se ha eliminado la ricina, cuya estructura molecular se descompone con el calor.
Una dosis típica del aceite que se expende en farmacias contiene entre
10 y 30 ml de aceite de ricino. De este, las enzimas del intestino liberan el
ácido ricinoleico, que es el principio activo. La reacción se produce a las dos
o cuatro horas de haber suministrado la dosis. El mecanismo de acción del
principio activo es similar al de la toxina diftérica, es decir, es capaz de
desactivar la síntesis proteica. El efecto se basa, por una parte, en la
acumulación de agua en el intestino y, por otra, en la irritación de las
mucosidades, que acelera el vaciado del sistema intestinal.
Como efecto secundario, se inhibe la asimilación de sodio y agua,
además de las vitaminas lipofílicas del intestino. En dosis elevadas se pueden
producir náuseas, vómitos, cólicos y diarrea aguda, lo cual ha hecho que este
aceite haya sido usado como herramienta de castigo y tortura (sumado a su
desagradable sabor).
Como este aceite es soluble en alcohol fuerte, la industria aprovecha
esta cualidad para preparar colonias ricinadas, sobre todo para los que tienen
el pelo áspero y reseco, porque al evaporarse el alcohol el aceite deja el
cabello muy suave y brillante.
Los avances modernos es inmunología han abierto un interesantísimo
campo para el empleo clínico del ricino en inmunoterapia.
Como la ricina pertenece a la familia
de las RIPs, un grupo de proteínas que inhiben la síntesis proteica puede
usarse como inmunotoxina.
Las inmunotoxinas son sustancias inmunitarias que están formadas por un
anticuerpo unido a una toxina con capacidad citotóxica, es decir, de atacar a
las células. La acción de estas sustancias se basa en que las células enfermas
poseen en su superficie moléculas específicas que están ausentes o en menor
proporción en las células sanas.
Con el desarrollo de la ingeniería genética se desarrollaron
inmunotoxinas de primera generación, que han sido las más utilizadas por su
eficiencia contra el SIDA y algunos tipos de cáncer como el de mama, colon y
leucemia linfoblástica. Más tarde se desarrollaron inmunotoxinas de segunda
generación en las que se pudo eliminar la toxicidad inespecífica de la ricina.
Una de ellas se comercializa en la actualidad con el nombre de Oncolisina,
que ha demostrado su utilidad sobre algunos tipos de linfoma. El principal
problema observado con el uso terapéutico de la ricina ha sido el derrame
vascular basado en la destrucción de capilares sanguíneos de forma
inespecífica, lo que puede provocar edemas.
Las propiedades tóxicas del ricino se han usado con fines bélicos y criminales,
pero esa es otra historia que contaré en otra entrega: “El extraño caso del
paraguas soviético”. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.