La mariposa nocturna Hyles lineata poliniza las flores de Delphinium mexicanum. Foto. |
Si alguna vez te has sentido subestimado, acuérdate de las polillas
nocturnas. En general, queremos a la abejas y a otros coloridos insectos polinizadores por su íntima relación con las flores: sin
ellos no podríamos cultivar muchas plantas de interés alimentario, no
disfrutaríamos de la dulce miel o del nutritivo polen, ni gozaríamos de la
belleza de las flores primaverales.
Pero no es oro todo lo que reluce. Hay también otros animales que bogan
a nuestro favor en las tinieblas. Además de algunas prodigiosas criaturas de la noche, entre ellos se cuentan las discretas polillas que revolotean en la
oscuridad para llevar a cabo un trabajo esencial como polinizadores que resulta, en
numerosas ocasiones, mucho más eficiente que el que realizan los atractivos
insectos diurnos.
No todas las polillas se comen la ropa
En un caso más de “tomar la parte por el todo”, las polillas tienen muy
mala fama. El Diccionario de la Real Academia Española define la polilla como
una mariposa cenicienta cuyas larvas tejen capullos a base de destruir la
materia en la que anidan, que suele ser de lana, tejidos, pieles, papel, etc.
Pero no todas las polillas dependen de este menú ni mucho menos. Las polillas son mucho más que eso. En este artículo aplico el término polilla a las mariposas nocturnas o heteróceros (Heterocera), el grupo que reúne la
gran mayoría de las mariposas del planeta, cuya etimología "heterocera" deriva del criterio morfológico que define a este grupo.
Mientras que el conjunto de las mariposas diurnas, reciben el nombre de
ropaloceros por sus antenas en forma de
maza (del griego antiguo rhopalon, “maza”, y keras, “cuerno” o aquí
"antena"), los heteróceros
reúnen a todas las demás especies (hetero- , "otras ”).
Hay muchas más mariposas nocturnas que diurnas: se han descrito unas
135.000 especies de mariposas, de las cuales solo unas 24.000 son diurnas. En
realidad, las polillas cuyas larvas se alimentan de fibras textiles o de
alimentos almacenados son solo tres familias que apenas representan un 3% de
todas las mariposas nocturnas.
Las polillas son unos polinizadores extraordinariamente eficaces
Se estima que el 90% de todas las especies de plantas con flores (angiospermas) son polinizadas por animales; cien mil de ellos son
invertebrados (abejas, mariposas, escarabajos, polillas, avispas y moscas,
entre otros) y algo más de mil vertebrados (mamíferos, aves, reptiles y
anfibios).
Las angiospermas primitivas fueron polinizadas por insectos que han
realizado ese trabajo esencial durante aproximadamente el 86% del tiempo que
cubre la historia evolutiva de las plantas con flores desde su aparición en el Cretácico hace unos 120 millones de años, a lo largo de los cuales la evolución
ha provocado una larga historia de interacciones entre insectos polinizadores y
angiospermas en una serie de procesos complejos que siguen siendo vitales para
la biodiversidad. Técnicamente, los biólogos agrupan esos procesos en el
término entomofilia, que se aplica las plantas polinizadas por insectos
(éntomos, en griego).
Hay una copiosa bibliografía con respecto a la polinización por insectos diurnos, sobre todo por abejas y mariposas, pero se ha investigado poco sobre la importancia polinizadora de los nocturnos por una causa fundamental: los resultados generales que se obtienen en cualquier investigación se centran en sus circunstancias particulares.
En las
investigaciones cuyos análisis y experimentos requieren de la observación, es
infinitamente más fácil trabajar en pleno día. La consecuencia es que, si solo
estudias la polinización diurna, casi inevitablemente llegarás a la conclusión
de que los insectos que solo vuelan durante el día, como abejas y mariposas,
son polinizadores extraordinariamente importantes.
Al atardecer, la polilla del tabaco Manduca sexta liba el néctar de las aromáticas flores del tabaco jazmín Nicotiana alata. Foto de Anna Schroll. |
Poco a poco, los ecólogos que estudian los procesos de polinización van
avanzando. Un estudio publicado el pasado mes de marzo, que indaga en el papel
de las polillas nocturnas en la polinización de las zarzamoras Rubus fruticosus, arroja nueva luz en la investigación sobre la actividad dispersora
del polen por lepidópteros nocturnos en unas plantas a la que muchos consideran
una plaga espinosa que debe erradicarse de nuestros espacios verdes. No es así:
durante su floración primaveral, las zarzamoras son una fuente esencial de
néctar y polen para abejas, mariposas y polillas, mientras que, durante el
otoño, cuando escasean otros alimentos, sus frutos son un recurso alimenticio
para los animales frugívoros.
Los experimentos realizados con las zarzamoras se centraron en comparar
la contribución de los polinizadores diurnos y nocturnos. Mientras que los
visitantes diurnos de las zarzamoras fueron insectos muy variados, las polillas
fueron casi exclusivamente los visitantes nocturnos.
Pero lo más importante no es la variedad sino la eficacia de los
visitantes: las tasas de transferencia de polen entre las flores de las
zarzamoras fueron significativamente mayores durante la noche en comparación
con el día, lo que lleva a la inevitable conclusión de que las polillas son
polinizadores más eficientes que los insectos diurnos (al menos en el caso de
las zarzamoras, todo hay que decirlo).
Esa actividad nocturna es una buena noticia que, sin embargo, tiene un
lado negativo: puede que no haya suficientes polillas para hacer el trabajo,
porque las poblaciones de muchos insectos están en declive, lo que afecta no
solo a la polinización sino también a su función (indeseada para ellos, claro)
como recurso alimenticio para muchas otras especies, desde murciélagos hasta
aves.
Las polillas enfrentan los mismos desafíos que los polinizadores
diurnos, como los pesticidas, la pérdida de hábitat y el cambio climático. Por
añadidura, las polillas también se ven amenazadas por la iluminación
nocturna artificial. Investigaciones recientes han destacado cómo el alumbrado
público está alterando el comportamiento alimentario de las orugas y reduciendo
el número de polillas. Investigaciones anteriores también han demostrado que la
luz impide que las polillas adultas se alimenten, reproduzcan y pongan huevos.
Finalmente, no olvidemos que los insectos no son benefactores
altruistas, sino que visitan las flores
en busca de una recompensa tangible generalmente nutritiva que puede ser
néctar, aceites o el propio polen, pero también una recompensa sexual en el
caso de muchas orquídeas que provocan falsas cópulas.
Desde la perspectiva del insecto, la polinización es sólo una
consecuencia no deseada de una visita a la búsqueda de recompensas. Pero
cualquiera que sea la razón de tales recompensas, la 'esperanza' de la planta
es que los visitantes no consuman una cantidad suficiente de polen para que al
menos una parte sobreviva y sea transferida a otra flor para efectuar la
polinización y, con suerte, la fertilización para perpetuarse. ©Manuel Peinado
Lorca. @mpeinadolorca.