La vida es química: nada más y nada menos
La vida es química: nada más y nada menos. La química está en la
intersección entre la física, que son las leyes de la naturaleza, y la biología,
que es su manifestación.
El funcionamiento del cerebro se comprende tan poco que se tiende a
asociarlo a significados mágicos o místicos. Pero al final, es química, nada
más y nada menos, aunque la gente se resista a la idea. Muchas personas quieren
asociar su vida o sus propias experiencias con algún significado especial, como
la religión. Pero es química.
Cuando entendemos las bases químicas de las enfermedades, por ejemplo, automáticamente
podemos concebir estrategias químicas para corregirlas. El hecho esencial es
que todo en la vida es química y todas las enfermedades reflejan una distorsión
de la química. Encontraremos medios químicos para corregirlas. Esto no ocurrirá
pronto, y quizá no ocurra a lo largo de nuestra vida, pero algún día ocurrirá.
Quimiofobia
La quimiofobia (miedo a la química) es una aversión o prejuicio contra las
sustancias químicas. El fenómeno se ha atribuido tanto a una razonable
preocupación sobre los posibles efectos adversos de los productos químicos
sintéticos, como a un miedo
irracional a estas sustancias, debido a conceptos
erróneos y afirmaciones exageradas en los medios de comunicación acerca de
su daño potencial.
A pesar de que contiene el sufijo -phobia (miedo en griego), la
mayoría de los trabajos escritos sobre quimiofobia la describen como una
aversión no clínica, es decir, un prejuicio, y no como una fobia en la definición clínica
propiamente dicha. Por eso, aunque el tratamiento de las fobias se centra
generalmente en la psiquiatría, se me antoja que en el caso de la quimiofobia
la mejor terapia consiste en la educación del público mediante la divulgación científica.
Vivimos inmersos en una cultura "quimiofóbica". Los productos
químicos se han convertido en un sinónimo de algo artificial, adulterado,
peligroso o tóxico. Las sustancias químicas son malas, para usted, para sus
hijos, para el medio ambiente. Pero por malpensado que seas, no hay forma de
evitar los productos químicos, no hay manera de crear zonas libres de productos
químicos. Absolutamente todo está hecho de átomos y moléculas: somos química y todo
es química.
En cuanto a la percepción del riesgo, para el público general los
productos químicos naturales se consideran más seguros que los sintéticos. En consecuencia,
la gente teme a los productos químicos sintético (calificados como "no
naturales"), aceptando al mismo tiempo las mismas sustancias químicas que
se sabe que son peligrosas o tóxicas siempre que tengan un origen natural.
Los plátanos, una bomba química
Estaremos todos de acuerdo en que cualquier fruta, tanto un plátano
como una naranja, es un alimento totalmente natural. Una afirmación de Perogrullo
¿verdad? Sin embargo, la respuesta a la siguiente pregunta quizás no lo sea:
¿que sea natural implica que está libre de compuestos químicos? Si alguien
responde que sí, se equivoca.
El que sigue es un listado de los principales (que no todos)
componentes que contiene
un simple plátano: agua, azúcares (glucosa, fructosa, sacarosa y maltosa),
almidón, fibra, E460, aminoácidos (ácido glutámico, ácido aspártico, leucina,
alanina, triptófano, metionina), ácidos grasos (ácido palmítico, linolénico,
linoleico, etcétera), E300, E306 (tocoferol) y aromas entre los que se
encuentran el hexanoato de etilo, el acetato isoamilo, el acetato pentilo y el
butanoato de etilo. ¡Ahí es nada! Si cualquiera los viese impresos en una
etiqueta de cualquier alimento procesado se echaría a temblar
Ninguno de esos compuestos químicos, algunos de cuyos nombres asustarían
al consumidor más confiado, han sido añadidos a la fruta: forman parte de la
composición de un plátano cien por cien natural. El plátano es, sencillamente una
suma de sustancias químicas. De hecho, cualquier alimento natural está formado
por innumerables compuestos químicos. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar
que todo lo que comemos es química.
¿Más ejemplos de que la comida es química? En ninguna cocina faltan
cloruro sódico, usado como potenciador de sabor y un conservante o edulcorante
cuya fórmula es C₁₂H₂₁O₁₁. Traducidos al lenguaje cotidiano no son más que la sal
común y el azúcar de mesa, respectivamente.
Desde las minúsculas bacterias a las gigantescas ballenas, desde las
algas microscópicas a los majestuosos secuoyas, todos los organismos vivos
dependen de seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y
azufre. Se requieren otros elementos necesarios para la vida, por ejemplo el
hierro para formar la hemoglobina, pero los seis primeros son los
constituyentes mayoritarios que requieren todos los seres vivos.
No todo lo “natural” es siempre “saludable”
Esos sencillos ejemplos desmontan la idea de que la química se asocia
solo con términos perjudiciales para la salud (venenoso, nocivo, drogas,
pesticidas..) y demuestran que “químico” no es ni mucho menos antónimo de “natural”.
La quimiofobia se queda sin argumentos.
Otro error habitual es confundir “natural” con “beneficioso por
defecto”. Sin ir más lejos, ingerir algo tan aparentemente inocuo como el agua potable en exceso
puede matarnos por intoxicación. El veneno
más potente que se conoce no se sintetiza en el laboratorio, sino que lo
produce de forma natural una bacteria, Clostridium botulinum. El
arsénico, elemento químico conocido desde la antigüedad, altamente
tóxico y empleado como veneno, se encuentra fácilmente en la naturaleza en
la atmósfera terrestre, en el suelo y en el agua.
“Sin conservantes” no implica que sea sano
Existe una tendencia muy generalizada a considerar los alimentos
etiquetados con la frase “sin conservantes” como mucho más saludables. Por el
contrario, cuando nos encontramos con un listado de conservantes codificados
con una serie de letras y números en las etiquetas, inmediatamente catalogamos
a ese alimento como nocivo para la salud.
Para desmontar esta creencia, basta recurrir a un ejemplo muy sencillo:
el ácido
ascórbico, comúnmente conocido como vitamina C. Está científicamente
demostrado que este compuesto presenta una potente capacidad
antioxidante. Por eso se utiliza ampliamente como conservante en numerosos
alimentos (refrescos, productos de bollería, zumos, mermeladas, cereales,
encurtidos, vegetales enlatados). La presencia de este potente antioxidante sin
embargo aparece camuflada bajo el código, identificado a priori como “nocivo”, E300.
El ácido ascórbico se puede obtener de forma natural a partir de frutas
y vegetales, pero también sintéticamente en un laboratorio por fermentación
bacteriana de la glucosa seguida por una oxidación química. Ambas estrategias
de obtención dan como resultado a la misma molécula química, con idénticas
propiedades físicoquímicas. Sin embargo, se prefiere generalmente la síntesis,
porque implica un coste menor y son potencialmente más seguros, porque su
producción se controla de forma muy rigurosa. Eso no implica que sea una opción
menos saludable. Y si alguno duda de los procesos de fermentación biológica,
que deje de tomar cerveza o yogures, por ejemplo.
Este es solo un ejemplo, pero se puede hacer extensible a la mayoría de
los compuestos químicos conservantes o aromatizantes usados tanto en la
industria alimentaria como en la farmacéutica.
Codeína y aspirina: ¿naturales o de laboratorio?
También abundan ejemplos de medicamentos naturales en el ámbito
farmacéutico. Es el caso de la codeína (antitusivo de los jarabes), derivada
de la morfina, que a su vez se extrae del opio. La teofilina, un
medicamento usado para tratar varias enfermedades respiratorias, se extrae del
té. La aspirina,
que es un derivado del ácido salicílico, procede del sauce. Y la artemisinina, medicamento
usado hoy en día contra la malaria, usa la planta Artemisia annua
como materia prima.
Estos compuestos y muchos otros pueden obtenerse de forma natural, pero
también de forma sintética mediante procesos químicos. En los últimos cincuenta
años el sector de la síntesis de fármacos ha sufrido un importante desarrollo y
hoy se tiende a sintetizar medicamentos en laboratorio, incluso si se pueden
extraer de la naturaleza. ¿Por qué? En primer lugar, porque resulta más rápido
y más económico. Y, en segundo lugar, porque sólo por esta vía se puede
producir la cantidad necesaria para abastecer el mercado.
La química nos ayuda a entender el mundo que nos rodea: el cuerpo
humano y todo lo relacionado con la salud y el medio ambiente. Saber algo de química
ayuda a tomar decisiones informadas sobre nuestra propia vida.
Visto lo visto, no sea tan desconfiado con respecto al papel de la
química en nuestras vidas. “Químico” no es sinónimo de “nocivo”, “natural” no lo
es de “beneficioso”, ni necesariamente mejor que “artificial”. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.