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sábado, 19 de agosto de 2023

Los ácidos grasos y el eje intestino-cerebro

 


En el artículo ¿Quieres controlar el peso? que publiqué en este mismo blog el pasado 17 de agosto, escribí que aunque nuestro intestino no dispone de fermentos para digerir las fibras, las enzimas de los microbios intestinales las fermentan parcialmente y la descomponen en diversos compuestos químicos: gases (que todo el mundo sabe lo que son, aunque intentemos disimular su autoría) y ácidos grasos de cadena corta.

La grasa tiene mala fama en el mundo de la nutrición. En algún momento después de Pantagruel, Rubens y Botero, alguien decidió que la grasa es mala y, por ende, que los alimentos grasos son lo peor de lo peor.

Pero de todo hay en la viña del señor. Por ejemplo, cuando lees el término “ácidos grasos de cadena corta”, tu reacción instintiva probablemente sea dar la espantada y huir de la tentación como Drácula de los ajos, pero, como te dirá cualquier nutricionista salvo que sea el doctor Pedro Recio de Agüero, que dejó en ayunas a Sancho Panza, no es así.

Sufrimos una inflación de chamanes, camelistas, trileros de la nutrición y pelmazos que se apoyan en unos descubrimientos científicos que no entienden, así que deja a un lado tus prejuicios y sigue leyendo para saber qué son los ácidos grasos de cadena corta y por qué son buenos para tu salud desde que al relojero ciego le dio por ponerlos en el mundo antes de crear, es de suponer, a Eva de una grasienta chuleta de Adán.

¿Qué son los ácidos grasos de cadena corta?

Lo primero que hay que recordar es que las grasas no son tan malas. De hecho, desempeñan un papel crucial en la nutrición de cualquier organismo. Las que se obtienen de los alimentos aportan energía al organismo, almacenan y absorben nutrientes y ayudan a las células a funcionar correctamente.

Cuando se ingieren grasas, el organismo las descompone en ácidos grasos. Piensa en ellos como los componentes básicos de las grasas. Las grasas son moléculas con una cadena de átomos de carbono unidos a átomos de hidrógeno. Tan sencillo como eso. Ahora bien, las hay largas y las hay cortas. El término “cadena corta” se refiere a la cadena de átomos de carbono. Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) son simplemente ácidos grasos que tienen un pequeño número de átomos de carbono. Los ácidos grasos con más de seis átomos de carbono se clasifican como de cadena media, larga o muy larga.

A diferencia de muchos de los ácidos grasos, la mayoría de los AGCC no se encuentran de hecho en los alimentos, sino que son un subproducto que se crea en el colon cuando el cuerpo digiere la fibra. Por lo tanto, cuanta másfibra incluyamos en la dieta, más AGCC producirá nuestro cuerpo serrano.

Ácidos grasos de cadena corta y salud

Los AGCC se producen a partir de la fibra digerida principalmente en el intestino grueso, concretamente en el colon. Para saber el papel que desempeñan en el organismo, no hay que estudiar medicina. Como en tantas otras cosas, basta leer un poco (abstente de Forocoches y compañeros mártires en los que toda insensatez encuentra cómodo asiento) y razonar otra miaja.

A medida que las bacterias buenas del intestino, es decir, el microbioma, descomponen la fibra para crear los AGCC, estas beneméritas moléculas proporcionan energía a las células y favorecen una inflamación saludable del colon. Básicamente, ayudan a que el intestino grueso funcione sin problemas y eso, como puede suponer, nunca es malo.

Si el control del peso es uno de tus objetivos, los AGCC serán unos aliados formidables. El ácido acético, uno de los tres ácidos grasos de cadena corta más comunes en el organismo, se ha relacionado con el aumento del metabolismo (la capacidad del cuerpo para digerir los alimentos), así como con la disminución del apetito. Juntos, estos dos factores pueden ayudarte a mantener un peso saludable.



El eje intestino-cerebro: los ácidos grasos de cadena corta y el sistema nervioso central

Seas consciente de ello o no, tu intestino alberga billones de bacterias, hongos, virus y otros microorganismos. Esta animada tropa, conocida como microbioma intestinal, es responsable de varias funciones corporales vitales (como la producción de AGCC a partir de la fibra).

Para que el microbioma haga su trabajo con eficacia, tiene que comunicarse con el cuerpo y, más concretamente, con el cerebro. El problema es que estos microorganismos son residentes de tu cuerpo, pero no forman parte orgánica de él. ¿Cómo puede el cuerpo comunicarse con sus inquilinos microscópicos?

La respuesta es sencilla a la par que maravillosa: a través de los intestinos. Los estudios han señalado los intestinos como la principal línea de comunicación entre el sistema nervioso central (el cerebro) y el microbioma residente. Esta conexión, conocida como “eje intestino-cerebro”, es crucial para mantener el equilibrio en el intestino y en el organismo en su conjunto.

El eje microbiota-intestino-cerebro es un eje bidireccional con conexiones que pueden ser sanguíneas, neurales, inmunológicas y hormonales. El torrente sanguíneo produce metabolitos con propiedades neuroactivas. La vía inmune modula las citoquinas circulantes y estimula las respuestas inmunitarias innatas. La vía endocrina modula la producción de neuropéptidos. La vía neural genera neurotransmisores (GABA, noradrenalina, serotonina).

¿Cómo intervienen los AGCC en ese eje?

Los AGCC contribuyen a mantener en buen estado el colon y el intestino, lo que indirectamente ayuda a mantener la comunicación fluida (podíamos decir que bien engrasada) a lo largo del eje intestino-cerebro. Considerando que el intestino es el mediador entre el microbioma y el cerebro, un intestino sano es quizá la parte más importante del eje.

Pero los efectos de los AGCC sobre el eje intestino-cerebro podrían no acabar ahí. Estudios recientes han demostrado que pueden atravesar la barrera hematoencefálica. Esto significa que pueden desplazarse desde el colon, donde se producen, hasta el cerebro. El impacto exacto de este movimiento aún no se ha estudiado por completo, pero se especula que los AGCC ayudan a mantener la salud de la barrera hematoencefálica, lo que a su vez contribuye a promover el equilibrio del sistema nervioso central.

Aunque existe mucha información sobre el microbioma, alguna un tanto peregrina, los investigadores apenas han explorado lo más básico sobre el eje intestino-cerebro. Cuanto más sepamos sobre la comunicación entre los microorganismos de nuestro cuerpo y nuestro cerebro, más aprenderemos sobre nuestra salud.

Ácidos grasos de cadena corta y dieta

Como ya he escrito, no se obtienen muchos AGCC de los alimentos, al menos no directamente. Si lo que buscas es aumentar su nivel en el cuerpo, hay que intentar aumentar el consumo de fibra. Entre los alimentos ricos en fibra relacionados con la producción de AGCC se cuentan los cereales integrales, las frutas, las verduras y las legumbres. Estas categorías son bastante amplias, así que hay muchas opciones. 

En lo que respecta a los AGCC, una manzana al día mantiene feliz al colon y al doctor en la lejanía. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.