Esta es la historia de Ratilandia, el país de los ratones.
Ratilandia era un lugar donde los pequeños ratones vivían y jugaban,
nacían y morían. Vivían de la misma manera que tú y que yo. Incluso tenían un
Parlamento y cada cuatro años tenían una elección. Caminaban rumbo a las urnas
y votaban.
Como tú y como yo, cada día de elecciones los pequeños ratones
acostumbraban a ir a votar y para elegir un gobierno. En esta ocasión, se
anunciaba que la mayoría de los ratones iban a votar un gobierno integrado por
gatos negros.
Si piensas que es extraño que unos ratones elijan un gobierno de gatos,
repasa la historia de España los últimos cien años y comprobarás que los
ratones no son más estúpidos que nosotros…
Los gatos negros hicieron una campaña fabulosa. El gato jefe anunció
que gobernarían para todos y aprobarían buenas leyes, aunque lo que no decían
es que serían leyes buenas… para los gatos. Pero esas leyes que eran buenas
para los gatos no eran muy buenas para los ratones.
Dijeron: “Todo lo que Ratilandia necesita es más visión”. Dijeron: “El
problema con Ratilandia son las entradas redondas a las ratoneras. Si nos
elegís impondremos las entradas cuadradas”. Y eso fue lo que hicieron. Desde
entonces, las entradas cuadradas son el doble de grandes que las redondas, y
así los gatos pueden meter en ellas sus dos patas.
La letra pequeña de otra ley decía que los ratones sólo podrían moverse
a ciertas velocidades, para que el gato pudiera obtener su desayuno sin
esforzarse mucho. Así que la vida se tornó más difícil que nunca.
Todas sus leyes eran buenas leyes… para los gatos. Pero, la verdad es
que eran duras para los ratoncitos. Estaban confundidos, porque, aunque se lo
habían advertido antes de votar, el problema era que eran gatos. Y como eran
gatos, velaban naturalmente por los intereses de los gatos y no de los ratones.
Finalmente, llegó un pequeño ratoncito que tenía una idea. Amigos,
tengan cuidado con quien tiene una idea. Les dijo a los otros ratones:
«Compañeros,
¿por qué seguimos eligiendo un gobierno de gatos? ¿Por qué no elegimos un
gobierno de ratones»
«¡¡Ostras!!,
dijeron, es un bolchevique. ¡Enciérrenlo!» Así que lo metieron en la
cárcel.
Lo que me gustaría recordarles es que se puede encerrar a un hombre o
un ratón, pero no pueden encerrar una idea. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.