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viernes, 30 de junio de 2023

Estado de los árboles del mundo, II. Principales amenazas



Sabemos que en 2021 había censadas 58 497 especies de árboles en todo el mundo. Gracias al informe State of the World`s Trees sabemos también que sobre un 30% de ellas (17 510) pesaba algún tipo de amenaza que las hacía merecedoras de su inclusión en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN).

Las principales amenazas identificadas para las especies de árboles evaluadas en la Lista Roja de la UICN se muestran en la siguiente Figura, y pueden ser clasificadas en cuatro grandes grupos: Pérdida de hábitats, Explotación, Plagas y Cambio climático.

Principales amenazas para las 17 510 especies arbóreas incluidas en la Lista Roja de la UICN

Pérdida de hábitats

La pérdida de hábitats es actualmente la mayor amenaza para las especies arbóreas. La pérdida no solo incluye la eliminación total de la vegetación, sino también la degradación y fragmentación persistente de los hábitats. La fragmentación provocada por causas naturales como tormentas e incendios, y más sistemáticamente por el cambio antropogénico del uso de la tierra, es un factor significativo que reduce la diversidad vegetal.

Durante los últimos trescientos años, la superficie forestal mundial se ha reducido en un 40 % aproximadamente y 29 países han perdido más del 90% de su cubierta forestal. El cambio de uso de terrenos para la agricultura amenaza a más especies arbóreas que cualquier otra amenaza conocida. Puede tener lugar a muchas escalas diferentes: desde la agricultura de tala y quema a pequeña escala, pasando por la transformación a mediana escala para cultivos comerciales (como el café y el té), hasta cultivos comerciales a gran escala (como la palma de aceite, la soja, el cacao o el caucho).

Hay siete cultivos principales que impulsan más de la mitad de la deforestación en todo el mundo. Solo las regiones no aptas para pastos y cultivos agrícolas (desiertos, bosques boreales y tundra) se han visto menos afectadas por el cambio de uso de las tierras. Otras causas de la pérdida de hábitat incluyen la conversión y degradación de la tierra por el desarrollo urbano e industrial (incluidas las infraestructuras de transporte), la minería y los cambios en los regímenes de incendios.

Ovejas pastoreando en los encinares adehesados de Cabañeros. Foto de Luis Monje

Explotación forestal

La segunda gran amenaza para los árboles es la explotación directa, especialmente de madera, que afecta a más de 7 400 especies arbóreas. La extracción de maderas tropicales valiosas para el comercio internacional se ha llevado a cabo durante siglos. Los bosques de la región del Caribe fueron explotados para uso maderero europeo desde la época de Colón, con la caoba, Swietenia mahagoni, a la cabeza de las más apreciadas

La explotación de la madera de África occidental para el mercado europeo se remonta al menos a 1672, cuando la Royal African Company obtuvo una patente del rey Carlos II de Inglaterra para comerciar con caoba africana (varias especies de Khaya y Entandrophragma). A finales del siglo XX, una evaluación del alcance de la tala en los trópicos calculó que el 20% de los bosques tropicales se talaron o se concedieron a empresas madereras entre 2000 y 2005. Alrededor de la mitad de esa superficie ya había perdido más del 50% de su cobertura forestal potencial.

El aumento del nivel de vida de China ha conducido a una explotación intensiva de las maderas de dipterocarpáceas indomalayas utilizadas para fabricar muebles hongmu que tradicionalmente solo adquirían la realeza y las élites. Las especies malgaches de los géneros Diospyros y Dalbergia han sido explotadas implacablemente para abastecer el mercado chino, como también ha sucedido con las especies de Dalbergia de Centroamérica. El palisandro (Dalbergia) representó el 35% del valor de todas las incautaciones relacionadas con la vida silvestre y los productos forestales a nivel mundial entre 2005 y 2014. Al menos 76 especies de Dalbergia y al menos otras 164 de Diospyros están amenazadas.

La extracción de madera de los hábitats naturales se aplica particularmente a las maderas duras tropicales, de las cuales se extraen anualmente aproximadamente 300 millones de metros cúbicos de madera, lo que equivale a la tala de unos 100 millones de árboles. La explotación de árboles madereros a matarrasa, cuando se cortan áreas enteras de bosque, o la tala selectiva, donde se talan determinadas especies codiciadas, continúa bajo varias formas de manejo forestal.

La tala, el transporte, la compra o la venta ilegal de madera es un problema global que no cesa. La cuantificación de la tala ilegal es complicada por su propia naturaleza, pero la INTERPOL estima el importe anual de los delitos forestales entre 51 000 y 152 000 millones de dólares americanos. Además de la tala, los árboles también pueden ser objeto de explotación más allá del comercio maderero. Casi el 2% de los árboles están en riesgo por otras formas de uso, ya sea con fines medicinales, hortícolas u otros.

Corteza de castaño infestado con los ascocarpos (en marillo) del chancro del castaño

Plagas y enfermedades

Los árboles de todas las especies se ven afectados por una amplia gama de plagas y enfermedades que se propagan por causas naturales y artificiales. Las especies invasoras se consideran como amenazas para 1.356 especies registradas en la Lista Roja de la UICN. Un caso paradigmático es la muerte de más de 4 000 millones de castaños americanos (Castanea dentata) que sucumbieron por el ataque del chancro, un hongo importado de China, (Cryphonectria parasitica) que ahora amenaza a los castaños (Castanea sativa) en toda Europa.

Una temible plaga invasora en América del Norte que ha llegado a Rusia y avanza por Europa oriental es el barrenador esmeralda del fresno (Agrilus planipennis), un escarabajo barrenador de la madera nativo del este de Asia, que se introdujo accidentalmente a través de palés infestados. Esta plaga está causando grandes problemas de mortandad durante las últimas dos décadas que han traído como resultado que seis especies de fresnos norteamericanos hayan ingresado en el listado de la UICN como especies en Peligro Crítico

Otra amenaza para las especies de fresnos en toda Europa (incluidas las españolas Fraxinus excelsior y F. angustifolia) es la enfermedad “muerte regresiva del fresno” causada por el hongo patógeno invasivo Hymenoscyphus fraxineus que bloquea los sistemas de transporte de agua en los árboles, provocando lesiones y el decaimiento de la copa, hasta causar la muerte del árbol. La enfermedad se detectó por primera vez en Polonia y Lituania en la década de 1990 y posteriormente se propagó a la mayoría de los países europeos.

La Red Internacional de Centinelas de Plantas facilita la colaboración entre institutos de todo el mundo, para trabajar conjuntamente con el objetivo de proporcionar un sistema de alerta temprana de riesgos de plagas y patógenos nuevos y emergentes.

Cambio climático

El cambio climático está impactando en todos los ecosistemas forestales y cada vez más resulta en una amenaza significativa para los árboles. En las evaluaciones de especies arbóreas de la Lista Roja de la UICN, el cambio climático y los climas extremos se registran como una amenaza en 1 080 casos. Los árboles de los ecosistemas costeros, boreales y montanos se ven afectados por el cambio climático de manera desproporcionada en comparación con otros hábitats. Los cambios y alteraciones del hábitat son las consecuencias más comunes del cambio climático, pero también se registra un aumento de tormentas e inundaciones (incluidos huracanes y ciclones), que afectan especialmente a los árboles de las islas tropicales.

Más del 20% de las especies de árboles que se encuentran en los ecosistemas boreales también están amenazadas por los cambios de hábitat, probablemente provocados por la invasión de la vegetación templada a medida que las regiones boreales se vuelven más cálidas. Las especies de árboles que se encuentran en las zonas intermareales se ven particularmente afectadas por los cambios de hábitat, probablemente debido al aumento del nivel del mar. Estos ecosistemas costeros también están amenazados por tormentas e inundaciones más que cualquier otro hábitat.

Sin embargo, como también está afectando el régimen de incendios de muchos hábitats, así como a los impactos de plagas y enfermedades emergentes, es probable que el verdadero efecto del cambio climático tenga efectos más generalizados que irán manifestándose con el tiempo. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

jueves, 29 de junio de 2023

Estado de los árboles del mundo, I

 

Interior de un bosque de Sequoia sempervirens. Humboldt County, California. Foto de Luis Monje

Los árboles son de vital importancia ecológica, cultural y económica. Definen la distribución, composición y estructura de los bosques y, por lo tanto, proporcionan un hábitat para la mitad de las especies de plantas y animales terrestres conocidas en el mundo. Los árboles también son componentes muy importantes de la biodiversidad y el almacenamiento de carbono en muchos otros ecosistemas, como bosques, pastizales y entornos artificiales y urbanos. La crisis de la biodiversidad y el desafío del cambio climático global no pueden gestionarse sin un conocimiento profundo de las especies arbóreas.

Hasta ahora ha habido lagunas más que notables en el conocimiento de la diversidad, distribución y estado de conservación de los árboles a escala mundial. Gracias al informe State of the World`s Trees, elaborado durante cinco años por la Botanic Gardens Conservation International en el que han participado más de 500 expertos, se ha recopilado una valiosa información sobre el riesgo de extinción de las 58.497 especies de árboles descritas en todo el mundo.

¿Cuántas especies de árboles hay?

En marzo de 2021 había censadas 58 497 especies arbóreas en todo el mundo, pero los botánicos continúan catalogando zonas no muestreadas e incorporando nuevas especies. La diversidad arbórea actual refleja una larga historia de evolución y una reacomodación de especies que han ido adaptándose a diferentes condiciones ecológicas en todo el mundo y por eso su distribución geográfica es desigual.

Número de especies arbóreas por región biogeográfica. Fuente: modificada de State of the World`s Trees

Excepto en las regiones polares extremas y en las altitudes más altas, los árboles se encuentran en los ecosistemas de todas partes del mundo. El mayor número de especies se encuentra en Centroamérica y Suramérica, seguidas de otras regiones tropicales del sudeste asiático y africanas.

La diversidad de árboles tropicales contrasta marcadamente con la de la mayoría de las regiones templadas. Los reinos biogeográficos son amplias divisiones de la superficie terrestre de la Tierra, basadas en los patrones de distribución de todas las especies terrestres. La riqueza de especies arbóreas por ámbito biogeográfico se muestra en la Figura 1.

El mayor número de especies se encuentra en el Neotrópico (América Central y del Sur) con 23 631 especies, seguido de las otras regiones tropicales: Indo-Malaya (Asia tropical: 13 739 especies) y el Afrotropical (África al sur del Sahara, incluyendo Madagascar), donde están censadas 9,237 especies. El Neártico (Norteamérica) y Oceanía son las dos regiones con el menor número de especies.

Estado de conservación

Especies arbóreas amenazadas por países. Fuente: modificada de State of the World`s Trees

El 30% de las especies arbóreas están en peligro de extinción y al menos 142 de ellas se consideran extintas en la naturaleza. Las principales amenazas para las especies arbóreas son la tala de bosques y otras formas de pérdida de hábitat, la explotación directa de la madera y de otros productos forestales y la propagación de plagas y enfermedades invasivas. El cambio climático también está teniendo un impacto claramente apreciable.

La mayor proporción de especies amenazadas se encuentra en África tropical, incluyendo Madagascar, que es uno de los países con el mayor número de árboles amenazados. Las zonas templadas de Europa, Asia y Norteamérica, que tienen una diversidad de árboles relativamente baja, también tienen la proporción más baja de especies en peligro de extinción.

En la Lista Roja de la UICN hay incluidas 53 706 especies arbóreas asignadas a una de estas seis categorías: Extinta, Amenazada, Posiblemente Amenazada, No Amenazada, Datos Insuficientes y No Evaluada. Combinando todos los resultados, 17 510 (29,9%) especies de árboles se consideran amenazadas. Este porcentaje asume que todas las especies actualmente registradas como “Datos Insuficientes” no están amenazadas. De hecho, muchas especies de esta categoría solo se conocen de territorios pequeños relativamente inexplorados y pueden estar próximas a la extinción.

Estado de conservación de los 53 706 árboles incluidos en la Lista Roja de la UICN

Si suponemos que todas las especies con datos insuficientes están amenazadas, el porcentaje de especies de árboles en peligro de extinción aumenta al 51,3%, y si suponemos que esas mismas especies tienen la misma probabilidad de estar amenazadas que todas las demás, podemos estimar que el 38,1% de las especies arbóreas están clasificadas como amenazadas. Además, hay 142 especies de árboles registradas como “Extintas” (es decir, extinguidas en estado silvestre). En el otro extremo del espectro, el 41,5 % de las especies no se consideran en peligro de extinción.

El número de especies de árboles amenazadas no está distribuido uniformemente en todo el mundo. A nivel de regiones biogeográficas, la mayor proporción de especies amenazadas se encuentra en la región Afrotropical (África tropical incluyendo Madagascar). La categoría “No Amenazada” es más elevada en las zonas templadas del norte (Paleártico y Neártico), y las cifras de árboles no evaluados o de los que no se dispone de suficientes datos son más altas en la región Indomalaya (Asia tropical) y en Oceanía, con más de un tercio de las especies dentro de una de esas categorías.

Estado de conservación de las especies arbóreas del mundo por región biogeográfica. 

La distribución por países de especies amenazadas es proporcional a su respectiva diversidad de especies de árboles. Los países megadiversos más grandes (Brasil, China, Colombia, Indonesia, etc.) tienen una gran cantidad de especies arbóreas y una gran cantidad de ellas amenazadas. Madagascar, también se destaca como uno de los países con mayor nivel de árboles amenazados.

Sin embargo, si se observan los datos como porcentajes de especies amenazadas (y no de la diversidad total de árboles), el patrón se altera. Si, como media, los países tienen un 11% de especies amenazadas, algunos tienen niveles de amenaza mucho más altos: Santa Elena (69 %, n=11), Madagascar (59 %, n=1842) y Mauricio (57 %, n=154) son los tres países con más especies arbóreas amenazadas y de los 15 países con el mayor porcentaje de especies arbóreas amenazadas, únicamente Chile no es un estado insular. En el otro extremo, 27 países no tienen registradas especies amenazadas.

Con respecto a los ecosistemas forestales, en los últimos años ha habido una serie de grandes acontecimientos de perturbación a gran escala, como los incendios sin precedentes en California, el sur de Australia, Indonesia y el Amazonas. Al mismo tiempo, grandes áreas forestales están experimentando procesos de mortalidad masiva debido a otros factores, como la sequía y el estrés por calor y la mayor incidencia de plagas y enfermedades.

La Lista Roja de Ecosistemas de la UICN se centra en la evaluación del estado de los ecosistemas. Hasta la fecha, se han publicado alrededor de 60 evaluaciones, extraídas de más de 20 países o regiones. Varios ecosistemas forestales han sido evaluados como "en peligro crítico", como el bosque nuboso de la isla Lord Howe de Australia o los bosques Gonakier de Senegal y Mauritania, unos ejemplos que nos enseñan cómo comunidades enteras de árboles y sus especies asociadas pueden verse amenazadas al unísono. 






miércoles, 28 de junio de 2023

Los cinco ojos de los trilobites

 


Con carácter general, los artrópodos poseen dos tipos de ojos: compuestos y ocelos. Sin embargo, en contra de lo que dicta la lógica filogenética y la taxonomía, sólo los trilobites, uno de los grupos de artrópodos más importantes del Paleozoico, parecen no poseer ocelos.

El pasado mes de marzo se publicaron en Nature los resultados de una investigación que documenta por primera vez la existencia de ocelos en los trilobites, los cuales resultan ser homólogos a los de los artrópodos actuales y constituyen el sistema visual primitivo, existente antes de que más tarde evolucionaran los ojos compuestos, estructuralmente mucho más complejos.

Los ojos compuestos de los trilobites

Los ojos compuestos son los ojos típicos de los artrópodos desaparecidos y actuales. Los trilobites son artrópodos extintos que dominaron las faunas de los océanos del Paleozoico, y desde el principio de su aparición en el registro fósil quedó demostrado que poseían ojos compuestos muy elaborados análogos a los de parientes actuales como crustáceos e insectos. De hecho, los trilobites fueron los primeros animales en desarrollar ojos complejos, lo que probablemente influyó en su éxito evolutivo.

Durante los 252 millones de años de su existencia en la Tierra, y especialmente durante la Gran Biodiversificación del Ordovícico (GOBE), estos ojos experimentaron diferentes adaptaciones a varios hábitats y a múltiples presiones depredadoras. Entre los trilobites se han distinguido dos tipos principales de ojos compuestos. El tipo más antiguo, más común y de mayor duración temporal son los llamados ojos holocroales, en los que se reconocen varios miles de lentes, en algunos casos perceptibles desde el exterior como facetas, y en otros casos con todas las facetas cubiertas por una córnea lisa. El segundo tipo principal es el ojo compuesto esquizocroal, en el que las lentes son más grandes y menos numerosas, no se disponen tan densamente empaquetadas y suelen tener la mitad del diámetro.

Durante los últimos años se ha podido esclarecer la estructura funcional de ambos tipos de ojos. El ojo holocroal muestra la disposición típica de los elementos estructurales característicos de los ojos de aposición de crustáceos e insectos diurnos actuales, en cuya superficie aparecen imágenes en mosaico como los de una pantalla de ordenador, en las que cada omatidio contribuye con un "píxel".


En el ojo compuesto, cada omatidio es un espacio cerrado e independiente de recepción de luz. Los receptores no se relacionan entre sí, llevan la información a través de un «cable» (fibra nerviosa) independiente al sistema nervioso central. Ahí sí que llega al cerebro un auténtico mosaico, una matriz de pixeles. Por eso, la resolución es limitada con respecto a los ojos de enfoque normales. Los sistemas de enfoque de las lentes y las «mejoras de imagen» que proporcionan las células de la retina ofrecen una calidad de la que suelen carecer los ojos compuestos. Cada omatidio tiene raramente una resolución mayor de 1 grado y, por tanto, la única forma de mejorar la calidad es aumentando el número de omatidios. Así, cuando vemos una mosca al microscopio, vemos que los ojos compuestos ocupan una proporción grande de la cabeza. Al final, hay un límite de peso. Si un ojo pesa demasiado, no permitirá volar o desplazarse al insecto. Para que nos hagamos una idea, si un ser humano tuviera un ojo compuesto, para conseguir una calidad de imagen parecida, el ojo tendría que tener un diámetro de un metro.


El ojo compuesto por aposición consiste típicamente en numerosas unidades idénticas, denominadas omatidios, en los que las células receptoras están dispuestas alrededor de una estructura central que guía la luz, el rabdoma. La luz se enfoca en este rabdoma gracias a una lente, que en trilobites es de calcita, a través de un cono cristalino celular transparente. Dentro del rabdoma, que contiene los pigmentos visuales, la señal lumínica se transforma en una señal eléctrica que es procesada por el sistema nervioso central. Por lo tanto, este sistema es comparable a los ojos de aposición de los insectos y crustáceos diurnos de hoy.

Los esquizocroales, que fueron un enigma durante muchos años, son ojos en los cuales unos siete omatidios, cada uno de ellos equipado con células receptoras, un cono cristalino y una lente pequeña, se reúnen debajo de una lente grande. Por tanto, vistos desde fuera, cada una de estas gruesas lentes cubre un pequeño ojo compuesto propio. La adaptación funcional de este sistema todavía es desconocida.


Los dos tipos de ojos en artrópodos actuales

Si bien los ojos compuestos de los artrópodos son ancestrales o primitivos (plesiomorfos) y los órganos visuales más conspicuos, no son los únicos que perciben la luz. Además de los ojos compuestos, los artrópodos suelen poseer ocelos (también llamados ojos simples o sencillos). Sorprendentemente, los trilobites, unos artrópodos prototípicos, no parecen poseerlos. En algunos casos existen los llamados órganos frontales, que eran originalmente órganos fotorreceptores situados a un lado de los ojos medianos, pero no pueden considerarse como "ojos" en sentido estricto, porque no poseen pigmentos receptores.

Ejemplo de ocelos en una avispa Polistes. Las flechas blancas señalan los ojos compuestos. Los círculo verdes los tres ocelos.
Los ocelos de los trilobites

Hasta ahora, no se había documentado la presencia de ocelos en los trilobites. Hay tres posibles explicaciones de esta carencia: 1) que, en comparación con la mayoría de los crustáceos adultos, los trilobites nunca tuvieran ocelos; 2) que, dado su pequeño tamaño (unas décimas de micra), pudieran haber pasado desapercibidos; 3) en un fósil petrificado la estructura de los minúsculos ocelos apenas puede distinguirse de otras estructuras oscuras superficiales y menos todavía en el caso de que estuvieran ocultos bajo una cutícula como sucede en los crustáceos ostrácodos.

En el caso de que existieran, es de suponer que serían semejantes a los de otros artrópodos y cabría esperar que estuvieran como en otros artrópodos, es decir dispuestos regularmente en números de dos, tres o cuatro y con formas más o menos redondas u ovaladas. Los ojos medianos de los artrópodos vivientes contienen pigmentos. En consecuencia, si los trilobites tuvieran ocelos, cuando se observaran externamente uno esperaría encontrar estructuras oscuras que, entre otros componentes, serían restos de melanina o de otros pigmentos relacionados que se hubieran fosilizado con la forma acopada de un ocelo.

Evidencias sobre los ojos medianos de los trilobites

En la parte delantera de la glabela, un céfalon fósil de Aulacopleura koninckii muestra tres puntos ovales diminutos, oscuros, de forma casi idéntica, de igual tamaño (~ 30 µm de anchura, ~ 50 µm de longitud) y alineados en paralelo, aunque ligeramente abiertas en abanico en la parte inferior. Las tres manchas se caracterizan por un contorno nítido suave y un color marrón oscuro uniforme y homogéneo. Esta apariencia nítida y regular distingue esta estructura de otras manchas o erosiones resultantes de la descomposición o de la fosilización final, pero coincide perfectamente con las características que se esperan encontrar de los ocelos.

Ocelos del trilobites del Ordovícico Cyclopyge sibilla. A: dos especímenes, el inferior en estado larvario. B: aumento del espécimen larvario. C: posición del trio de ocelos en el céfalon. D: las flechas señalan los tres ocelos y la amarilla el llamado órgano sensorial dorsal, que presentan también los crustáceos actuales. Elaboración propia con imágenes fotográficas de Schoenememann & Clarkson [Nature 13; 3917 (2023)].


La ligera abrasión de la cutícula sugiere que los ocelos de A. koninckii se encuentran, como en los ostrácodos, debajo de una cutícula que era probablemente translúcida. Además, se hallaron en un espécimen juvenil, de lo que cabe suponer que, como en los crustáceos, es muy posible que solo las primeras etapas de desarrollo de los trilobites poseyeran ocelos, unos estadios de desarrollo que son menos investigados debido a su menor tamaño en comparación con los adultos más fáciles de manipular y observar, razón por la cual no habrían sido detectados previamente.

Otro ejemplo es el de Cyclopyge sibilla, en cuya glabela aparecen tres estructuras oscuras ligeramente apretadas en forma de copa, que se interpretan como ojos medianos. Por su forma nítida y triplemente repetida, estas estructuras son muy diferentes de otras manchas oscuras indiferenciadas que aparecen siguiendo las irregularidades superficiales del fósil. Los vestigios de estos ocelos consisten en un grupo de unas seis celdas con un elemento central, presumiblemente una lente, de lo que se deduce que los ocelos de este trilobite de las menos iluminadas profundidades pelágicas parecen haber sido más complejos que los de Aulacopleura sp., un trilobites bentónico, y probablemente tenían funciones diferentes.

Conclusiones

En resumen, se puede concluir que al menos algunos trilobites poseían ocelos, como se desprende por su comparación estructural con los de otros artrópodos vivientes emparentados filogenéticamente con ellos. Sus ocelos consisten también en pequeñas capas retinianas en forma de copa, a veces equipados con una lente simple, y se encuentran en una posición mediana del céfalon.

En los trilobites había tres de esos ojos acopados, que son los típicos de los euartrópodos, y no cuatro, como en algunas formas ancestrales. En Aulacopleura sp. se encuentran en la parte delantera de la glabela, orientados hacia arriba, mientras que en Cyclopyge sp., que nadaba boca abajo, estaban encima de la glabela y, por lo tanto, dirigidos hacia el fondo. Los ocelos del trilobite pelágico (Cyclopyge sp.) parecen estar más elaborados que los del trilobite bentónico (Aulacopleura sp.), porque parece que poseían una lente.

Ambos tipos de ocelos se han encontrado en estadios jóvenes de trilobites y no en individuos adultos, lo mismo que sucede. en muchos crustáceos modernos en los cuales solamente aparecen en etapas larvarias, lo que explicaría por qué los ocelos de los trilobites se han pasado desapercibidos hasta ahora: los adultos, investigados siempre más a fondo, probablemente no los poseían.

Debido a que ambos tipos de ocelos se han encontrado en especímenes levemente desgastados, se puede suponer que, como ocurre en los ostrácodos, los ocelos de los trilobites yacían debajo de una cutícula translúcida. Cuando se fosiliza, esta cutícula se vuelve opaca y, por lo tanto, hace que las estructuras situadas debajo resulten invisibles. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.

martes, 27 de junio de 2023

Descubierto el árbol más alto de Asia y el segundo del mundo



Con sus 102 m de altura y tres de diámetro a la altura del pecho, un enorme ciprés recién descubierto en un bosque del Tíbet sobrepasa los 96 del Big Ben londinense y se sitúa como el segundo árbol más alto del mundo, tras el californiano Hiperión, un gigantesco ejemplar del secuoya costero Sequoia sempervirens.


Este gigantesco ciprés del Himalaya (Cupressus torulosa) fue descubierto por un equipo de investigación de la Universidad de Pekín el pasado mes de mayo en la reserva natural del Gran Cañón Yarlung Zangbo, en la Región Autónoma del Tíbet de China.

Esta foto tomada con un dron el 15 de junio de 2023 muestra a un profesional de la expedición escalando el ciprés gigante en la reserva natural nacional del Gran Cañón Yarlung Zangbo, región autónoma del Tíbet en el suroeste de China. Fuente.


viernes, 23 de junio de 2023

Mitos y leyendas de la hierba sanjuanera


Fiel a su cita anual, hay una hierba que rebrota por mayo y que adorna el campo con estrellas doradas acompañadas de hojas de un verde intenso que acumularán esencias y lograrán la plenitud la víspera de la noche de San Juan. Se trata del hipérico o corazoncillo, Hypericum perforatum, la hierba de San Juan por antonomasia, con fitónimos populares como el catalán herba de Sant Joan, el italiano erba di San Giovanni, el inglés St. John’s wort o el alemán Johanniskraut.

Simbología mitológica de las plantas

Vida y muerte, pasión y orgullo, pureza y guerra, fragilidad y fortaleza… Inseparables de sus significados, flores y árboles están presentes desde siempre en las grandes leyendas y los mitos más imperecederos, ancestralmente ligados a los movimientos del Sol y de la Luna, alfas y omegas de todos los calendarios litúrgicos paganos que el cristianismo hizo suyos a partir del siglo IV.

Los vínculos de las celebraciones con las plantas son tan antiguos como la humanidad y se plasman en las principales festividades. Los ejemplos son muchos, pero podrían destacarse los árboles de Navidad y las flores de Pascua. En invierno hay pocas plantas entre las que elegir; de hecho, en nuestras latitudes prácticamente no hay flores en invierno y de ahí que antes de la difusión a mediados del siglo pasado de las flores de Pascua, los adornos florales de las festividades navideñas no son tales, puesto que los tradicionales abetos carecen de flores y el color rojo del acebo se debe a sus frutos, no a sus flores.

La situación cambia completamente en primavera, cuando las flores abundan por millares y estallan en todo su esplendor alrededor del solsticio de verano. En las antiguas culturas paganas europeas, curanderos, druidas y sacerdotes creían que las hierbas alcanzaban la cima de su valor medicinal ese día y las recogían en torno a esas fechas para secarlas y disponer de ellas el resto del año.

Origen de la cristiana noche de San Juan

Solsticio toma su nombre del latín solsitium, literalmente "el Sol se detiene". No hay otros días más cargados de magia que los solsticios; el de invierno, cuando acontece la noche más larga del año y celebramos la Navidad, la fiesta del sol creciente, y el de verano, entre el 20 y el 22 de junio, que marca el día más largo y la noche más corta del año en el hemisferio norte.

Hogueras de San Juan en la playa de Riazor. A Coruña.

La vida terrenal de Cristo tiene un principio y un fin marcado por los calendarios astronómicos solar y lunar. La fecha de la Navidad fue establecida el año 354 por el papa Liberio por motivos más prácticos que relacionados con la fe: hasta entonces se celebraba el 6 de enero, el día de la Epifanía, el día que Jesús se “manifestó” al mundo, fantaseado posteriormente como la adoración de los Magos; de hecho, algunas iglesias siguen observando esa fecha original.

En las religiones precristianas las deidades nacían de vírgenes celestiales que parían dioses solares. El solsticio de invierno, el día del triunfo del Sol Invictus para los romanos, el día que Jesús nació de una virgen, es la misma fecha en que nacieron Atis, de la virgen Nana; Buda, de la virgen Maya; Krisna, de la virgen Devaki; Horus, de la virgen Isis, en un pesebre y una cueva. También Mitra nació el 25 de diciembre de una virgen y en una cueva y lo visitaron pastores que también le llevaron regalos.

Liberio lo tuvo claro. El mesías cristiano no podía ser menos. El nacimiento de Jesús sería el 25 de diciembre para vincular de forma definitiva las fiestas romanas de las Saturnales y del Sol Invicto con el rito cristiano. Fijándola ese día, no se distorsionaba el calendario de la administración imperial ni se cambiaban las fechas de los ancestrales fastos romanos

En el concilio de Nicea de 325 se había decidido fijar la fecha de la Pascua, que en las primeras comunidades cristianas se hacía coincidir con la Pésaj, la Pascua judía. Fijar bien esta fecha en el calendario romano era una cuestión capital porque en ese punto el Nuevo Testamento era contundente: Jesús acudió a Jerusalén para celebrar la Pésaj y fue en esas fechas cuando transcurren su pasión, muerte y resurrección. Esta última tuvo lugar el «día siguiente al sabbath de la Pésaj».

La Pésaj era heredera de una fiesta varias veces milenaria en la que todas las culturas mediterráneas celebraban el equinoccio de primavera, haciéndola coincidir alrededor de la primera luna llena posterior a dicho equinoccio. Eso fue precisamente lo que se decidió en Nicea: el domingo de Resurrección sería el primer domingo posterior a la primera luna llena que siguiera al equinoccio primaveral.

Así las cosas, con Cristo ya muerto y resucitado, ¿qué se podía celebrar el día del solsticio de verano? La celebración de la víspera del solsticio de verano con hogueras se asocia a rituales paganos ancestrales previos al cristianismo. Concretamente, encender hogueras servía para darle “fuerza” al Sol, ya que a partir de esa fecha este iba perdiéndola y los días se iban haciendo poco a poco más cortos.

Las antiguas tribus germánicas, eslavas, celtas y precolombinas lo celebraban organizando festivales mágicos de fuego. En estos espectáculos saltaban a través de las llamas invocando el poder del fuego para pedir buenas cosechas y expulsar de sus lares a los espíritus tenebrosos. Estos rituales, además del culto o adoración al Sol, también contaban con bailes y baños purificadores al influjo de la Luna, de donde procede la costumbre de encender fogatas en la orilla del mar.

Ejemplar de H. perforatum. Jardín Medicinal del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá. Foto de Pedro Sanchez.

Los griegos dedicaban el solsticio de verano a Apolo y también prendían grandes hogueras que actuaban como purificadoras del alma. Los romanos hacían lo propio con la diosa de la guerra, Minerva. Para salir del paso, el Vaticano jugó el comodín de Juan el Bautista, el único santo cuyo nacimiento celebra la Iglesia Católica. En el Evangelio de Lucas (Lucas 1:7-9) se narra la milagrosa concepción de Isabel, que era estéril, esposa de Zacarías, ambos ancianos y sin hijos y el nacimiento del Bautista seis meses antes de Jesucristo. Justo y cabal: se fijó la imprecisa fecha de su nacimiento haciéndola coincidir con el solsticio de verano.

Hipérico: la planta del solsticio de verano

Cuando en 1753 el naturalista Linneo describió el género Hypericum, le puso el nombre del dios sol Helios Hyperion, al que Homero en la Ilíada llamó así por su significado de “sol en lo más alto”. Basta observar la flor de la hierba de San Juan en su apogeo solsticial con la forma radiada de sus pétalos y su deslumbrante color amarillo que recuerdan a la representación iconográfica del astro rey, para percibir su semejanza con un sol radiante.

Hypericum perforatum, la hierba de San Juan o hipérico, es una herbácea de floración perenne que se mantiene viva durante el invierno escondida bajo tierra, en forma de rizoma o tallo horizontal enterrado y cargado de reservas. Despierta cuando lo hace Maia, la antigua diosa romana que da nombre al mes de mayo y que los cristianos convirtieron en el mes de María.

Al sentirse mimada por el tiempo primaveral, la hierba de San Juan emite unos tallos verticales de hasta medio metro de estatura que cubre de parejas de hojas. Miradas a contraluz, las hojas aparecen punteadas por vesículas translúcidas, a las que alude el epíteto científico perforatum. Al ser chafadas con los dedos las pequeñas vesículas estallan y los manchan con un zumo rojizo (sangue di San Giovanni, se llama en Italia).

Las hojas de la hierba de San Juan prsentan punteaduras translúcidas. Foto de Pedro Sánchez.

Las partes superiores de las plantas maduras producen varias docenas de flores amarillas de cinco pétalos que parecen estrellas áureas de una singular belleza radial, que se ve incrementada al surgir de su centro manojos de estambres amarillos y punteados en el extremo de negro o de púrpura. Los bordes de los pétalos suelen estar cubiertos de puntos negros como los de las hojas y, por eso, las flores trituradas producen un pigmento rojo sangre. A finales del verano, las flores producen cápsulas que contienen docenas de diminutas semillas de color marrón oscuro.

Etnobotánica: una planta mágica

El hipérico se ha considerado una planta medicinal desde hace más de dos mil años. Los protomédicos griegos Galeno, Dioscórides e Hipócrates la recomendaban como diurética (aumenta la secreción y excreción de orina), vulneraria (cura las llagas y heridas), estrogénica (reguladora de las hormonas femeninas) y antihelmíntica (expulsa las lombrices intestinales). Los antiguos creían, además, que la planta tenía cualidades místicas y la recolectaban para protegerse de los demonios y ahuyentar a los malos espíritus. Según una leyenda protocristiana, el mayor efecto se obtenía cuando la planta se cosechaba el día de San Juan, que suele coincidir con el momento de máxima floración.

Bien por el simbolismo de las estrellas doradas, bien por las propiedades atribuidas a su humo —el olor recuerda al incienso— el hipérico tuvo un uso continuado en los remedios a base de hierbas durante la Edad Media, época en la  se conocía como “espantadaemonum” (“ahuyenta demonios”), porque a las personas con trastornos del comportamiento, cualquiera que fuese su causa, se les consideraba endemoniados, una idea que todavía pervive en fitónimos populares como el francés chasse-diable y el italiano scacciadiavoli. Si los “endemoniados” ingerían aceite de hipérico, su estado de ánimo mejoraba y se consideraba que el diablo los había abandonado. También se suponía que manojos de la planta colgados de puertas y ventanas impedían que los malos espíritus accedieran al hogar.

Los herboristas del siglo XVI recomendaban preparaciones de hipérico para tratar heridas y aliviar el dolor. Paracelso lo hacía para tratar la depresión, la melancolía y la sobreexcitación. Por lo general, se preparaba en infusiones y tinturas para el tratamiento de la ansiedad, la depresión, el insomnio, la retención de líquidos y la gastritis. Con los años, las preparaciones oleosas se utilizaron como vasoconstrictor para el tratamiento de las hemorroides y como emoliente. También se usaban los extractos para tratar llagas, cortes, quemaduras menores y abrasiones, especialmente aquellas que afectaban daño a los nervios.

Aceite de hipérico macerando, expuesto a la luz del sol. / Holger Casselmann (Wikimedia Commons)

El hipérico produce docenas de sustancias biológicamente activas, aunque dos de ellas, la hipericina y la hiperforina, presentan la mayor actividad terapéutica antidepresiva. Ambas actúan a nivel bioquímico aumentando las cantidades de serotonina, un neurotransmisor que se produce de forma natural y que es imprescindible para que las células nerviosas y el cerebro funcionen. En la práctica médica, el aporte de serotonina se utiliza para mejorar en estados depresivos, habida cuenta de que durante esos episodios se produce una disminución de este neurotransmisor.

Las compañías farmacéuticas, particularmente en Europa, preparan actualmente formulaciones estándar de esta hierba que consumen millones de personas para el tratamiento de la depresión y otros trastornos del estado de ánimo. Los productos que contienen hipérico en forma de tabletas, cápsulas, tés y tinturas representan un mercado de millones de euros en Europa.

Desde el esoterismo a la bolsa de valores: ¡Es el mercado, amigo! © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca

sábado, 17 de junio de 2023

El mito de la belladona: seducción y brujería

 



La belladona (Atropa belladonna) ha sido origen de no pocas leyendas y mitos creados a su alrededor. Más allá de lo esotérico, lo que es seguro es que si visitas al oftalmólogo gozarás de sus midriáticos poderes.

Atropa deriva de Átropos, una de las tres moiras de la mitología griega (las parcas romanas) y belladonna proviene del italiano, "mujer hermosa". Ambos nombres aluden tanto a su efecto venenoso (Átropos elegía el mecanismo de la muerte y terminaba con la vida de cada mortal cortando su hálito con sus «aborrecibles tijeras») como a su uso para dilatar las pupilas para conseguir una mirada más seductora, artificio que utilizaban las damas romanas (donnas bellas) aplicando el jugo de su fruto en los ojos para provocar dilatación de las pupilas (midriasis) y preparando infusiones con sus hojas para blanquear el cutis.

La belladona es un arbusto perenne de la familia solanáceas, donde se reúnen tanto plantas comestibles como berenjenas, patatas, tomates y pimientos como otras de efectos tóxicos o alucinógenos como el tabaco, el beleño, la mandrágora, la solandra o el estramonio. Es nativa de Europa, África del Norte, y Asia Occidental y se puede encontrar en lugares normalmente sombreados y con buenos suelos ricos en limos.



Sus flores tienen forma acampanada, de color púrpura oscuro con reflejos verdosos y olor débil. Los frutos son bayas de color verde que mutan a negro brillante al madurar y aproximadamente del tamaño de una aceituna minúscula. Las bayas son dulces, contienen atropina y son consumidas por las aves, que dispersan las semillas en sus excrementos, a pesar de que contienen ingredientes tóxicos a los que los pájaros son inmunes, porque las semillas han evolucionado para pasar sin alterarse por el sistema digestivo de las aves. De hecho, los jugos gástricos ayudan a que germinen. Sin embargo, el sabor dulce de los frutos puede convertir esta planta en una verdadera asesina para otros animales, incluidos nosotros. En un adulto, tomar de cuatro a ocho bayas puede suponer la muerte.



Como beleños y mandrágoras, la belladona pertenece a la clásica farmacopea de las "hierbas de las brujas" de muchas tradiciones europeas centradas en creencias, leyendas y fábulas sin mayor fundamento que la ignorante superstición. Fue utilizada en el antiguo Egipto como narcótico; en las orgías dionisíacas griegas como afrodisíaco; en las ofrendas romanas a Atenea, diosa de la guerra, para provocar el fulgor en la mirada de los soldados; en Siria para "alejar los pensamientos tristes", y en tierras celtas y centroeuropeas para honrar a Bellona, diosa de la guerra.



En la Edad Media penetró en los turbios terrenos de lo esotérico vinculados a la alquimia y la brujería. La belladona fue un ingrediente fundamental en las pócimas de brujas y magos. El mito de las escobas voladoras tiene su origen en estos ungüentos. Encontrar la dosis adecuada de belladona con el rudimentario instrumental de aquellos tiempos era muy difícil y se corría peligro de muerte si se ingería. Por eso, se utilizaba por vía tópica. Untaban palos con la crema y se lo aplicaban en la vagina o en el ano. Cuando la droga surtía efecto, alucinaban y creían volar.

Propiedades medicinales de la belladona: la atropina

Como consecuencia del metabolismo secundario, las plantas elaboran productos (metabolitos) que emplean con diferentes fines, principalmente como mecanismos químicos de defensa frente a los herbívoros. Entre los metabolitos secundarios destacan, sobre cualquier otro tipo de fitoquímicos, los alcaloides, una gran familia de más de 15 000 compuestos orgánicos que tienen una actividad biológica que ejerce diferentes influencias sobre nuestro organismo, en especial sobre el sistema nervioso central.

Entre otras cosas, esa actividad biológica se manifiesta en que, a concentraciones bajas, los alcaloides son fisiológicamente activos en los animales, de donde derivan sus múltiples usos en medicina, farmacología y fitoterapia, bien en estado puro, bien por quimiosíntesis como drogas vegetales. Existen innumerables plantas que contienen alcaloides como la quinina, la morfina, la codeína, la cafeína, la teína, la teobromina, la atropina, la escopolamina, la nicotina y un largo etcétera.

Algunos alcaloides pueden encontrarse en la piel de ciertos animales, como la bufotoxina (la segregan los sapos) o la batracotoxina (uno de los alcaloides más potentes conocidos) que segregan las ranas del género Phyllobates, una de las cuales, P. terribilis, produce un alcaloide con tales poderes tóxicos y concentración que un solo miligramo podría matar a diez hombres. También producen alcaloides muchos artrópodos como los ciempiés, mariquitas, hormigas, etc.

No obstante, la mayoría de los alcaloides son considerados como “vegetales”. Se calcula que un 10 % del total de las especies “vegetales” contienen algún tipo de estos compuestos. Incluso a bajas dosis, la mayoría de los alcaloides producen efectos psicoactivos en los animales, por lo que se emplean mucho para tratar problemas mentales y calmar el dolor.



El uso de la belladona como planta medicinal se remonta a hace miles de años. Contiene altas cantidades de alcaloides tropánicos. Su principio activo es la atropina que se concentra fundamentalmente en sus raíces y en sus bayas de color negro de olor fuerte y desagradable. La atropina es un polvo blanco, cristalino e inodoro, pero en medicina se aplica como sulfato de atropina que es muy soluble en agua. En el cuerpo humano, la atropina bloquea la producción de una molécula esencial para la transmisión del impulso nervioso, la acetilcolina, un neurotransmisor

Además de dilatar las pupilas, los efectos inducidos por la atropina pueden producir, en dosis leves, la reducción de la salivación, la sudoración y las flemas, por lo que se aplica en ocasiones antes de las operaciones quirúrgicas. En dosis más elevadas aumentan el pulso y el ritmo respiratorio, la acción de los músculos involuntarios decrece, la frecuencia cardíaca se acelera, la dilatación de las pupilas es muy marcada y se inhibe la acomodación ocular, es decir, el cristalino se fija para la visión lejana y los objetos cercanos se ven borrosos. En dosis muy altas la atropina puede producir alucinaciones visuales y auditivas.

En medicina popular se utilizaban las hojas desecadas, a veces mezcladas con las ramitas floridas para el tratamiento sintomático de toses, para el estreñimiento por su actividad espasmolítica, para el tratamiento de dolores inducidos por trastornos funcionales del tubo digestivo, pero el riesgo que supone su utilización desaconseja su uso.

En cosmética se ha utilizado el jugo o el agua destilada de los tallos y hojas para mantener la piel de la cara tersa y blanca; el fruto proporciona un polvillo utilizado para enrojecer las mejillas. También se ha utilizado para dilatar las pupilas. Al parecer era costumbre en la antigüedad añadir al vino los frutos de belladona, con el fin de conseguir efectos alucinógenos.

A pesar de que la belladona no provoca ninguna adicción ni física ni psicológica, se recomienda mucha prudencia en su uso, siempre restringido a prescripciones médicas controladas. Ahora bien, como es una planta que puede encontrarse en el campo, especialmente en el norte de España, existe riesgo de intoxicación.

En caso de envenenamiento accidental lo recomendable es tomar lo más pronto posible alguna sustancia que provoque el vómito, como un vaso grande de vinagre caliente o agua de mostaza, seguido de un vaciado estomacal con una dosis de magnesia o estimulantes como café cargado. De ser necesario hay que ayudar al paciente con respiración artificial.

La belladona está incluida en la Orden SCO/190/2004, de 28 de enero, por la que se establece la lista de plantas cuya venta al público queda prohibida o restringida por razón de toxicidad. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca



Crónicas americanas: Viva la menstruación mexicana o de cómo la Revolución degeneró en Gobierno


Con no poco esfuerzo termino la cansina lectura de Revolución, una novela previsible y folletinesca de Arturo Pérez Reverte, que al menos me ha servido para recordar un chusco suceso del que fui testigo en una cantina de Morelia el 20 de noviembre de 2010, cuando se cumplía el primer centenario de la Revolución mexicana.

En medio del bullicio propio del tugurio, resonó el grito de un parroquiano algo pasado de tequila:

«!Viva la menstruación mexicana!»

«Oiga, mi amigo, no es la menstruación, es la Revolución», le reconvino otro de los presentes.

«Es igual, la cuestión es que corra la sangre», contestó el entequilado.

Más allá de la historia oficial, empeñada en presentar a sus protagonistas como un grupo de personajes honestos, intachables e infalibles (los vencedores) que se enfrentaban a viles, terribles y despiadados enemigos (los perdedores), la Revolución que dio lugar al México moderno comenzó a revisarse hace unos años para presentarla como un catálogo de traiciones, un festín de sangre, un desahogo de rencores y una gesta de corruptelas que produjo un millón de muertos y forjó varias generaciones de políticos demagogos y millonarios que hicieron su carrera engrasándola con la sangre de personajes como Francisco Madero, Pancho Villa, Emiliano Zapata o Felipe Ángeles, que encarnaban los mejores ideales de la Revolución.

La meta original del movimiento revolucionario fue el derrocamiento del gobierno arcaico del general Porfirio Díaz que, de héroe nacional en la lucha contra la invasión francesa (1862-67), se convirtió en villano favorito en las postrimerías del siglo XIX y en los albores del XX, dada su obstinación a perpetuarse en el poder oprimiendo al común, arruinando el país, entregando los recursos nacionales a las empresas extranjeras y, de paso, llenando sus bolsillos y los de su camarilla.

Previsor sí que era. Dado lo avanzado de su edad, don Porfirio, como medida precautoria, había encargado el diseño de una silla presidencial de ruedas dispuesto a reelegirse fraudulentamente por sexta vez para el periodo 1910-16 cuando se atravesó en su ruta un pequeño burgués por partida doble (medía poco más de metro y medio y era un acomodado hacendado) de nombre Francisco I. Madero. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la enigmática "I" de su nombre: unos dicen que es la inicial de Ignacio y otros que es la de Indalecio. Los mal pensantes decían que el que fuera presidente Vicente Fox, tenido por algo inane, creía que Francisco “y” Madero habían formado la primera pareja presidencial mexicana.

Una alianza entre partidos lanzó la candidatura de Madero a la Presidencia. El porfirismo obstaculizó su candidatura hasta el punto de que en plena campaña Madero fue detenido acusado de ser un peligro nacional. Permaneció preso hasta que don Porfirio, sin despeinarse, ganó la reelección a la búlgara, triunfo que el domesticado Congreso ratificó en septiembre de 1910. Madero, libre bajo fianza, tomó las de Villadiego, una medida más que prudente habida cuenta la facilidad con que los adversarios de don Porfis acostumbraban a acumular plomo en sus cuerpos.

Del Porfirismo a la Revolución. Mural de David Alfaro Siqueiros . Museo Nacional de Historia, México DF.


Durante su exilio en San Antonio, Texas, Madero se dedicó a redactar el Plan de San Luis: una convocatoria animando al pueblo a levantarse en armas para desconocer la reelección de don Porfis. Hecho inaudito en la historia de las revoluciones, en el manifiesto se proclamaba que la fecha para iniciar el levantamiento armado sería el 20 de noviembre de 1910 a las 6 de la tarde. Únicamente le faltó añadir aquello de “con permiso de la autoridad y si el tiempo lo permite”.

Con tan inusual proclama, el señor Madero ponía sobre aviso a la policía de don Porfirio, le daba el santo y seña de la conspiración y le proporcionaba no sólo el día sino hasta la hora de la insurrección. Don Panchito Madero era un hombre bueno, ingenuo y bien intencionado, en el que pareció cumplirse lo que dice el refrán mexicano: «Caballo demasiado grande tira a penco, mujer demasiado coqueta a pelleja, y hombre demasiado bueno a pendejo».

No obstante su atolondrado inicio, como resultado del plan maderista que promulgaba la no reelección y ofrecía la restitución a los campesinos de las tierras que les habían arrebatado los hacendados (una tremenda bola como habría de demostrarse poco después), comenzaron a surgir levantamientos armados en el país, comandados por Pascual Orozco y Pancho Villa en el norte, y por Emiliano Zapata en el sur.

Los triunfos militares de los insurrectos, sumados a la edad del dictador -80 años- produjeron que el 25 de mayo de 1911 don Porfirio, que ese día sufría un fuerte dolor de muelas, renunciara a su cargo. La mañana del 31 del mismo mes, acompañado de su familia y de una buena parte del tesoro nacional, zarpó rumbo a Francia en busca de un buen dentista. La Revolución frustró él sueño don Porfirio de morir con la banda presidencial como mortaja.

El gobierno interino del porfirista León de la Barca convocó elecciones y el 6 de noviembre de 1911 Madero fue aclamado presidente, lo que según cuentan las malas lenguas hizo que su hermano Gustavo dijera: «De todos los dieciséis hermanos Madero fueron a elegir presidente al más tonto», aunque, todo hay que decirlo, por aquel entonces no había nacido el actual senador panista Gustavo Enrique Madero, sobrino nieto de los Madero, de quien cuentan y no acaban.

En compañía del vicepresidente Pino Suárez, Madero gobernó ingenuamente durante casi dieciséis turbulentos meses: dejó intacto al Ejército federal, una corrupta creación de la dictadura, se hizo acompañar en su gabinete por notorios porfiristas chaqueteros y, sobre todo, se negó a admitir que el triunfo de la Revolución llevaba aparejado una serie de reivindicaciones sociales inevitables, entre ellas el reparto de tierras. Esto ocasionó que Orozco y Zapata, al grito de «Tierra y libertad» se levantaran en su contra.

La “Marcha de la lealtad”, con Francisco I. Madero en el centro. Retablo de la Revolución, de Juan O’Gorman. Museo Nacional de Historia, México DF.


Apenas ungido “Apóstol de la democracia”, Madero, fue víctima de las intrigas del dipsómano embajador gringo Lane Wilson, quien instigó a los generales Victoriano Huerta, Félix Díaz (sobrino de don Porfirio) y Aureliano Blanquet, así como al ministro maderista Pedro Lascurain para que lo traicionaran. Presionados por los antes mencionados y algunos miembros más del cuerpo diplomático, quienes les plantearon la conveniencia de su renuncia y les garantizaron poner a salvo sus vidas y las de sus familiares, Madero y Pino Suárez presentaron ingenuamente su renuncia el 19 de febrero de 1913.

El Congreso, en un nuevo arrebato democrático, las aceptó y designó, como establecía la ley, al ladino Lascurain como presidente interino, que duró en el cargo menos que un merengue en la puerta de un colegio: a las 10:24 tomó posesión; su primer y único acuerdo fue nombrar al felón Victoriano Huerta (el general borrachín que se había distinguido masacrando indígenas yaquis y mayas) ministro de Relaciones Exteriores; satisfecho del deber cumplido, a las 11:18 renunció al honroso cargo de Presidente de la República que había desempeñado durante 56 minutos, tiempo suficiente para que Huerta asumiera la Presidencia y consumiera una botella de coñac francés, décima parte de la dosis que –según sus allegados- consumía todos los días.

Por órdenes de Huerta, Madero y Pino Suárez fueron asesinados alevosamente la noche del 22 de febrero. El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, quien ya canonizado es conocido como el “Varón de Cuatro Ciénagas”, pero de cuyo apellido se deriva el neologismo carrancear, sinónimo mexicano del verbo robar, fue el primero en desconocer al espurio Victoriano y, enarbolando la bandera del constitucionalismo, a la que se unieron un puñado de ilusos fieles maderistas y una caterva de oportunistas, desató el segundo periodo revolucionario: una guerra civil y una orgía de asesinatos.

Carranza, tras dar un golpe de Estado, mandó fusilar al hombre mejor preparado del Ejército –el general Felipe Ángeles- y ordenó asesinar a Emiliano Zapata. A su vez, Carranza fue asesinado por el “manco de Celaya”, el general Álvaro Obregón quien resultó elegido Presidente. Éste mandó matar a Pancho Villa y, de común acuerdo con su sucesor y compadre, Plutarco Elías Calles, dio la orden de asesinar a Arnulfo R. Gómez y a Francisco R. Serrano, candidatos presidenciales, en compañía de una docena de sus futuros ministros. De esta forma, el manco Obregón quedó como candidato único y, saltándose a la torera la norma constitucional que impedía repetir en la Presidencia de la República, resultó elegido por segunda vez.

Según todos los indicios, el presidente saliente Calles algo tuvo que ver con la muerte del presidente electo Obregón, asesinado por el cristero José León Toral, quien –desafiando toda lógica y vulnerando las precisas leyes de la balística y las estrictas reglas aritméticas- le metió a Obregón trece balazos de distintos calibres ¡con una pistolita de dos tiros! 

Con don Plutarco, la Revolución se institucionalizó en un prodigioso oxímoron: el Partido Revolucionario Institucional, o como le dijo el coronel Zataray a Renato Leduc: «La Revolución degeneró en gobierno». ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca