Es una gran historia que la mayoría de los niños aprenden en la escuela primaria. Las pisadas de unos animales enormes y terribles, los dinosaurios, atronaron la Tierra durante millones de años mientras vagaban por los densos bosques tropicales del Mesozoico.
Hay una etapa en la infancia en la que nos fascinan los fósiles, con el poderoso Tyranosaurus rex a la cabeza.Quizás porque teniendo unos diez años un amigo de mi padre me trajo un ejemplar
fosilizado en un pedrusco marroquí que extravié en alguna mudanza, yo me
aficioné a los trilobites, esos animales acorazados cuyo nombre, Trilobita,
viene del latín "tres lóbulos", los fósiles más abundantes del Paleozoico,
que sobrevivieron durante millones de años en una Tierra en la que dominaba la
vida oceánica. Sus restos fósiles son tan abundantes y han sido tan estudiados, que posiblemente sean el grupo de organismos extintos
más conocido.
Mi antigua afición ha renacido cuando se acaba de descubrir que,
extrañamente, poseían
un tercer ojo, como si se tratara de Lobsang Rampa, el falso monje budista
protagonista del gran timo literario de los años 50, lo que me ha sorprendido casi
tanto como cuando supe que lo que parecían ser unos animalitos simpáticos e
inofensivos practicaban
el canibalismo.
Los trilobites son criaturas extrañas: parecen bichos nadadores cuyas
placas acorazadas rematan en cascos como los de Darth Vader, que vivieron en la
Tierra durante la friolera de 270 millones de años. Estos invertebrados pelágicos,
cuyas especies alguna vez se contaron por decenas de miles y sus especímenes
por miles de millones, prosperaron mientras se afanaban rastreando incansablemente
los fondos oceánicos en busca de alimento con tanto éxito que incluso lograron
sobrevivir a las dos primeras extinciones masivas.
Con la tercera no lo lograron. Hace unos 252 millones de años, desaparecieron
del registro fósil. ¿Qué acabó con estas criaturas hasta entonces campeonas de
la resiliencia de los fondos abisales?
Aparecidos en el período Cámbrico (al inicio del Paleozoico, hace unos
540 millones de años), cuando los primeros organismos multicelulares conocidos,
los ediacáricos
que poblaron las aguas hace entre 635 y 542 millones de años, ya habían desaparecido,
los trilobites empezaron a diversificarse en el Cámbrico inferior. Tras la
extinción masiva de finales del Cámbrico, solo sobrevivieron las formas que
habitaban ambientes pelágicos, de aguas profundas. Durante el Ordovícico
alcanzaron su máxima diversidad y ocuparon casi todos los nichos ecológicos
marinos. A partir del Silúrico presentaron pocos cambios, hasta que durante la
extinción masiva del Devónico sufrieron una importante reducción con la
extinción de casi todos los grupos que habían llegado a reunir unas 22 000 especies.
Su total desaparición coincidió con la extinción
del Pérmico-Triásico, la más devastadora de todas las extinciones, durante
la cual desapareció un 81% de las especies marinas y el 70% de las especies de
vertebrados terrestres.
Las erupciones
volcánicas en Siberia, que arrojaron a finales del Pérmico enormes
cantidades de lava durante unos dos millones de años, emitieron billones de
toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera, lo que provocó la acidificación
de los océanos, que a su vez dificultó la supervivencia de los animales
marinos. Hasta el 95% de las
especies marinas, incluidos muchos trilobites, sucumbieron a la extinción
de finales del Pérmico, también conocida como la Gran Mortandad.
Para entonces, los trilobites ya habían comenzado una senda imparable
hacia la extinción. Cuando los alcanzó la tercera extinción masiva, su
diversidad ya había mermado considerablemente porque los cambios ambientales y
evolutivos habían reducido el número de representantes de esta clase de
criaturas primitivas.
Cuando los trilobites aparecieron por primera vez al comienzo del Cámbrico
(hace entre 541 y 485 millones de años), eran extremadamente diversos,
posiblemente porque no había tantos competidores. Las adaptaciones de los
trilobites durante el Cámbrico temprano se relacionan principalmente con unos entornos
favorables que impulsaron su crecimiento y su desarrollo expansivos, como se
deduce de las muchas variaciones en la cantidad de segmentos o extremidades que
poseían.
Durante el Período Ordovícico, que comenzó hace unos 485 millones de
años, la competencia y la depredación entraron en juego con una virulencia
desconocida hasta entonces. En esos tiempos convulsos, muchas de las adaptaciones
de los trilobites están claramente relacionadas con estrategias ecológicas
ofensivo-defensivas: algunos desarrollaron diferentes posiciones de los ojos,
exoesqueletos más duros o la capacidad de enrollarse como una bola, tal y como
hacen las modernas cochinillas
comunes. Estas adaptaciones, sospechan los paleontólogos, hicieron que los
trilobites tuvieran más éxito en el cada vez más competitivo fondo del océano. Pero,
a la larga, estas aadptaciones podrían haber impedido su recuperación en las
siguientes extinciones masivas.
Por entonces, hace unos 444 millones de años, sobrevino la extinción
del Ordovícico-Silúrico, la primera extinción masiva causada por un
enfriamiento global y una disminución en los niveles del mar. El número de
especies de trilobites, que una vez se contó por miles, se
redujo a cientos. Aunque las cadenas tróficas y
los ecosistemas permanecieron intactos, los trilobites nunca se diversificaron
del todo ni alcanzaron la biodiversidad específica que habían alcanzado antes.
La creciente competencia en los hábitats oceánicos puede ser lo que les impidió
recuperarse por completo.
La segunda extinción masiva, la del Devónico tardío, golpeó a los
trilobites hace unos 375 millones de años. La extinción del
Devónico tardío fue más lenta y sus causas menos específicas que la
anterior y la posterior. Es más difícil de analizar porque tuvo lugar durante
un largo intervalo temporal, pero probablemente condujo a una desaceleración de
la evolución y de la diversificación. Aunque la causa directa sea menos clara, el
efecto de la segunda extinción en los trilobites fue muy acusado. Órdenes enteros
—en biología los animales se clasifican en órdenes, familias, grupos y,
finalmente, especies— se extinguieron. Después de la segunda extinción, solo sobrevivió
una familia de la clase de los trilobites: los Proetidae.
No está claro lo qué hizo que los miembros de esa familia fueran tan
resistentes. Eran criaturas relativamente simples en comparación con algunos de
los trilobites más abundantes y voluminosos que han existido. Cuando sobrevino
la tercera extinción a finales
del Pérmico, la competencia, los depredadores y los cambios ambientales se volvieron
más hostiles contra los antiguos proétidos, que no pudieron resistir los procesos
de calentamiento global provocados por las erupciones volcánicas.
Los detalles de lo que provocó que los trilobites fueran tan
resistentes primero y tan vulnerables después, todavía está por aclarar. Descubrir
por qué nunca se diversificaron de nuevo en la misma medida tras cada
extinción, es una pregunta que sigue sin respuesta. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.